sábado, 9 de marzo de 2019

Música moderna, música clásica





Si, como recomiendo siempre, el lector ha pinchado en el enlace con el que empiezo el artículo, estará escuchando el tercer movimiento de la tercera sinfonía de Brahms. En este artículo en concreto es muy, muy recomendable que lo haga. Salvo que conozca y rememore ese movimiento, claro. Porque esta historia va sobre la música, también sobre Brahms, y conviene tener presente la perfección de Brahms.

Brahms es un compositor que siempre me ha chirriado. En su momento, en el colegio, yo estudié (creo recordar) que el Romanticismo alemán tenía 4 autores: Mendelsshon, Schubert, Schumann y Brahms. Pero uno miraba las fechas, y Brahms no cuadraba: era claramente posterior al periodo que denominamos Romanticismo. Otros autores románticos eran Chopin y Berlioz. Y los Liszt, Wagner y compañía ya no eran románticos.

Aparte, Brahms me ha parecido siempre demasiado sinfónico, elaborado. Mis padres tenían un estuche de discos de Brahms, pero por más que lo oía no me motivaba nada en absoluto.

Brahms no me cayó bien.

Y los años pasaron.

¿Qué es la música clásica? Philip Glass no es música clásica. O sí, depende. Como Michael Nyman. ¿Lo es Hans Zimmer? ¿Ha de morir un compositor para que su obra se considere clásica? ¿Cuántos años deben pasar desde su muerte? ¿Es George Gershwin un compositor clásico o todavía no?

Lo cierto es que esta discusión es vieja. Desde 1856, más o menos. Desde que murió Schumann. 

Todo viene de Beethoven. Muere en 1827; Goya, el Beethoven de la pintura (Beethoven fue el Goya de la música), murió en 1828. Con ellos se acabó el siglo XVIII y su neoclasicismo y el mundo se encontraba ya en un periodo nuevo, ellos hicieron el cambio. Después de ellos el mundo se encontró con un serio problema: ya no se podía hacer mejor. Por suerte, los románticos no intentaron hacerlo mejor: intentaron hacer cosas distintas. Mostrado por los gigantes lo que se podía lograr con la música o la pintura, se dedicaron a expresar con la música y la pintura. Y a estos autores se les seguía considerando "maestros". Eran unos genios reconocidos como tales. 

Pues bien, cuando en 1856 muere Schumann, los jóvenes autores, con Liszt a la cabeza, se atreven a decir que otra manera de hacer música es posible. Ocurrirá lo mismo en la pintura, con Monet como representante de los impresionistas: otra manera de pintar es posible. 

Monet: la catedral de Rouen (fuente: wikipedia commons)


Frente a esta opinión se alzó Brahms. Que tenía una "relación" con la viuda de Schumman, Clara, importante y reconocida compositora y concertista a su vez. Ellos dos, junto con otros, defendían la necesidad de mantener los patrones claśicos. De hacer lo que hubiera hecho Beethoven, supongo. Liszt y Wagner, en cambio, ponían el ejemplo de Berlioz. Y de Beethoven, pues éste demostró que se podían hacer muchas más cosas con la música, ya lo he dicho. Lo mismo que se diría de Goya.

La discusión fue pública, enconada y sostenida en el tiempo. Se ha conocido como "la guerra de los románticos", pero yo diría que no está resuelta.

Con la música pasó como con la pintura. El impresionismo abrió el camino al cubismo de Picasso, y tras el cubismo llegó el arte abstracto y la tomadura de pelo que vemos cada año en ARCO. Pues la música de Liszt y Wagner nos trajo el dodecafonismo de Viena (el cubismo musical) y éste la música concreta. Pero los resultados fueron diferentes. Hoy en día nadie se atrevería a escuchar música concreta, mientras que en pintura tenemos... ARCO.

Es curioso, lo que ha pasado con la música tras esa guerra: desde Liszt todos los compositores han sido "modernos"; desde Brahms ya no hay compositores clásicos. Sin embargo, lo que el público quiere y tiene por insuperable es la música de los clásicos. Se nos ha enseñado que las cimas son Bach, Haendel, Mozart, Beethoven, Brahms. No Mahler o Richard Strauss. A Barber, directamente, ni se le considera. Y nadie diría que Glass o Nyman hacen música clásica. 

Esto tiene su lado bueno y su lado malo. Gracias a la admiración por los clásicos, se conservan y se escuchan las obras de Monteverdi, Scarlatti, Purcell o Corelli. De lo contrario, sus obras se habrían olvidado y perdido. El último CD que me he comprado, por ejemplo, es de Pergolesi: es buenísimo, pero lo compré porque Pergolesi es un compositor barroco, ergo un maestro. Seguro que en algún sitio una radio clásica está programando ahora mismo música de Pergolesi o de Corelli.

El lado malo es que ya no queremos nada nuevo. El último gran compositor, para el gran público, fue Richard Strauss. Que nació en 1864 y murió en 1949. Para nosotros, cualquier autor que no hubiera muerto antes de Richard Strauss no es un clásico, es un compositor de bandas, musicales o música de películas. Y no se les programa en los conciertos, por descontado. Estamos en la época de alabar a los directores de orquesta y a los tenores y sopranos de ópera, no a los compositores contemporáneos. En muchos de mis últimos artículos he ido enlazando piezas de autores que no diríamos que es música popular ni mucho menos, pero tampoco es música clásica por el principio expresado aquí. Y sin embargo, ¡qué buenos que son! Sería terrible que su obra se perdiera por ser considerados "músicos modernos".

Y todo esto, lo bueno y  lo malo, es consecuencia de la guerra de los románticos.

Lo más curioso es que Brahms no sólo fue un clásico: fue un innovador, un explorador que fue más allá. Es decir, fue un moderno. Y Liszt y Wagner ¿no diríamos que son autores clásicos?

En realidad, a la postre rige el principio del famoso torero El Gallo: "Clásico es lo que no se puede hacer mejó". 




Johannes Brahms - 3ª sinfonía, 3er movimiento

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