martes, 30 de noviembre de 2021

Empecinados con el catalán

Sé que el tema es cansino, pero es que si no, reviento.

El otro día, y a propósito de la sentencia sobre la inmersión lingüística, una voz (entiendo que autorizada) declaró en un programa de TVen3, la cadena del gobierno catalán, que hay que llevar la inmersión más allá y practicarla incluso con los padres y las familias.

Imagine que es usted padre y que no habla catalán. Si quiere comprar un coche o unas cortinas, no se preocupe: el vendedor cambiará en el instante en que perciba que usted prefiere hablar en español. Si tiene tratos con la administración, los tratos verbales los podrá tener en español sin problemas. Por escrito olvídese, que o no disponen impresos en castellano o se les han acabado o simplemente no se ha traducido. Salvo en el departamento de ingresos, claro que sí, que ahí los tienen en el idioma que haga falta. Si está en tratos con el sistema sanitario y no es privado sino público, no sabría que decirle; si insiste, seguramente le hablarán en español. Es triste que cuando uno acude con un fuerte dolor abdominal o un esguince de tobillo tenga que pedirle a la médico o a la enfermera que por favor le hable en su idioma, pero es probable que le pase.

Y luego está la escuela. La escuela es un lugar diferente a todos, porque allí usted no pide algo para usted, sino para su hijo. Y, como no puede coger a su hijo y llevárselo a otro sitio (no en ese momento), no tiene elección. Ha de tragar con lo que le echen, y andarse con ojo no vaya a molestar al profesor y éste decida pagarlo con su hijo. No, ha de ser un buen padre y esperar que pase todo cuanto antes.

Pues bien, lo que la voz autorizada ha declarado es que los maestros han de hablar siempre en catalán a los padres. Aunque éstos no lo entiendan; que, si no lo entienden, en el pecado tienen la penitencia. Yo no sé en qué piensa esta señora. ¿Para qué quiere tener una reunión con los padres? ¿Para exhibir su catalán? ¿Para saber si los padres son de los suyos o el enemigo? ¿O quizá es que quiere tratar algún tema con ellos? Esto último no debe de ser, porque si lo fuera la señora hablaría en el idioma que tanto ellos como ella tienen en común y que ¡caramba, qué coinsidensia! es la lengua oficial de este país.

Claro que no todos los maestros son así. Los hay que cambian al castellano, claro que sí. Pero mire, el colectivo de maestros y profesores es, de largo, el que cuentan con más porcentaje de independentistas en sus filas; si todos fueramos maestros, Cataluña ya se habría salido de España, de Europa y de la Tierra. A lo largo del ciclo escolar su hijo tendrá no menos de 30 maestros y profesores, así que al menos le van a tocar diez o doce talibanes. Y si tiene 14 tutores, cuente que cinco de ellos serán de los que no le hablarán en castellano. Y a usted más le conviene aguantarse y asentir con la cabeza, que no queremos que lo pague su hijo.

Tendrían que avisar de estas cosas, a los que estén pensando en establecerse aquí. A los jueces y médicos que tal vez escojan un destino en Cataluña. Han de advertirles antes de que lleguen, porque luego cuesta más y la oportunidad de echar raíces en otra parte se les habrá pasado.

Es cierto que esa voz autorizada por TVen3 no es Cataluña. Es cierto que los fanáticos hiperventilados del colectivo de enseñantes no son Cataluña. Pero también es cierto que es muy probable topar con alguno. Y que si se entra en el sistema educativo catalán se va a topar con más de uno. Y, sobre todo, lo más cierto es que estos fanáticos han sido creados y promovidos por el gobierno catalán y su brazo ejecutor TV3. Y también es cierto, y hay años de experiencia suficiente para demostrarlo, que nada cambia si en el gobierno está el PSC-PSOE o la ultraizquierda. Así que a veces uno piensa que si la única manera de que un pueblo bote a sus gobernantes es que le vaya tan mal a ese pueblo que se harte y les bote, entonces quizá lo mejor es que ese mal llegue cuanto antes para botarles cuanto antes. Vamos, que uno llega a pensar que lo mejor es que las cosas nos vayan muy mal para conseguir que la gente reaccione. Por nuestro bien.


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