-160° C. Es la temperatura a la que debe transportarse el gas natural (metano) por barco, porque a esa temperatura es líquido.
¿Usted cree que transportar por barco manteniendo la mercancía a -160 grados es barato? ¿Barato en términos de dinero, barato en términos de energía necesaria para lograrlo?
Por no hablar de que no es tan sencillo: hace falta construir, en origen, una estación licuadora y, en el destino, otra gasificadora, porque llega y sale en formato gaseoso. Esta estaciones no son baratas; pero, sobre todo, tienen una capacidad límite. Que no puede superarse.
Pongamos además en la balanza que tanto Rusia como Argelia han alcanzado su pico de extracción de gas (no pueden extraer más del que extraen), que cada vez necesitan más para ellos mismos y que los gaseoductos que circulan por terceros países (Ucrania y Marruecos) tienen el problema de que estos terceros se quedan una parte del gas en concepto de peaje, y tenemos un gas más caro. ¿Importa? Sí importa, porque al final y en la práctica (y no se resuelve con molinos de viento o placas fotovoltaicas) el precio de la energía eléctrica (por fin algo que les interesa) lo determina el precio del gas. Que vale en España cinco veces más que hace un año.
Verán, en un sector como la energía las cosas no suceden de pronto como si fueran volcanes. No son hechos coyunturales, temporales de nieve imprevistos o pandemias o un barco embarrancado en el canal de Suez, eso son excusas que dan los políticos porque no quieren reconocer su ineficacia y porque ustedes se las creen. El de la energía es un sector en el que mandan los ingenieros y los técnicos y científicos del ramo (a diferencia, por ejemplo, de la demografía o la educación), y todo se estudia por adelantado. Se hacen previsiones a corto, medio y largo plazo, y esas previsiones se revisan casi continuamente. Hace años de sobra que se viene avisando que íbamos a llegar al punto de desabastecimiento de fuentes de energía en el que estamos. Años de sobra. ¿Y qué se ha hecho? Discutir sobre quiénes son mujeres y poco más, me temo.
¿Hasta cuándo, Catilina, estaremos hablando de idioteces en vez de atender los problemas serios de verdad?
Mientras, seguimos soñando con coches eléctricos. Que, por cierto, la verdadera razón de que insistan tanto en abandonar los vehículos de explosión es... que se acaba el diésel. Y hay que consumir menos como sea. Pero esto, ya digo, hace mucho que se sabía: yo, que soy un panoli, ya escribí sobre ello hace casi diez años.
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