miércoles, 22 de diciembre de 2021

Cuestión de caracteres II: hombres y mujeres

https://www.youtube.com/watch?v=GIWA-iyHsIg 

 

 

En Cuestión de caracteres explicaba mi visión de que las personas somos una receta hecha todos con los mismos ingredientes pero cada uno en distintas proporciones. Y que se puede generalizar sobre quiénes tienen más de una cosa y menos de otra, abundan en cierto rasgo de carácter o adolecen de otro.

Así, por ejemplo, un estudio reciente sobre neurocirujanos e ingenieros aeroespaciales reveló que los cirujanos resolvían problemas con más rapidez que la población en general y eran mejores en semántica, y los ingenieros ganaban en atención y orientación espacial, vaya sorpresa. Pero no eran más inteligentes, en su conjunto, simplemente algunas cosas se les daban mejor (o lo hacían mejor fruto de la práctica profesional, quién sabe).

También podemos generalizar hablando de países. Todos estaremos de acuerdo que los estadounidenses son mucho más generosos que los franceses o que los alemanes son mucho más disciplinados que los españoles (o los españoles más individualistas, si se quiere ver así). Que en general los surcoreanos o los japoneses son de una manera, que los cubanos o los dominicanos son de otra. 

Pues bien, también podemos sostener, como verdad general, que los varones y las mujeres son diferentes. Unos tienen más de un rasgo que las otras, y viceversa. En general. Habrá muchas mujeres que tengan cierto rasgo más acentuado que muchos hombres (por ejemplo, la agresividad al volante) y hombres que lo tengan mucho más atenuado (siguiendo con el ejemplo, que sean más apocados) que muchas mujeres, pero podemos afirmar que el valor medio de ese rasgo es más acentuado (o menos) en los hombres que en las mujeres.

Un ejemplo de libro es la predisposición a cuidar o a ayudar a los demás. Imaginemos, por ejemplo, una persona sin techo. Las mujeres tienen más tendencia a cuidar, los hombres a ayudar. Las mujeres le hablarán con cariño, le perdonarán sus debilidades y vicios, olvidarán todas las veces que fruto de éstos esa persona ha fallado la confianza recibida, le disculparán una y otra vez, no es culpa suya, es que... Fíjense, si no, en las personas que dan limosna: casi siempre, mujeres. Los varones, en cambio, tienden a ayudar. Tranquilo, amigo, yo te ayudo. Pero el varón espera que el depositario de la ayuda ponga de su parte y salga del problema que tiene; si percibe que no es así, que el otro no colabora, deja de ayudar. Porque entonces ya no es una ayuda, es un cuidado. Reflexionen, busquen situaciones que sirvan de ejemplo, y fíjense si hombres y mujeres acostumbramos a seguir este patrón.

Pero hay muchos más rasgos que sirven como ejemplo. La agresividad al volante, que decía al principio. O no al volante, sino en el comportamiento general. La empatía, la emotividad, la serenidad,... En unos casos el rasgo es más acusado en general en los varones, en otros lo es en las mujeres. Somos así, qué les vamos a hacer.

Algunos de estos rasgos coinciden con los rasgos que predominan en las profesiones, y por eso hay más hombres que mujeres o al revés en ciertas profesiones. Incluso, cuando hay muchos hombres en una profesión "de mujeres" es normal que esos hombres sean... ya me entienden. Aunque no es una regla absoluta, ocurre a menudo que hombres con un carácter afeminado desempeñan profesiones femeninas, y viceversa con mujeres que no tienen un carácter muy femenino. Sin que ¡ey! esto quiera decir que las afirmaciones sean tajantes. El chiste "un arquitecto es un técnico que no es lo suficientemente macho para ser ingeniero ni lo suficientemente maricón para ser decorador de interiores" es eso, sólo un chiste de cuñados inmaduros o bebidos, no es una descripción científica de la realidad. Pero es cierto que hay muchos más hombres que mujeres ingenieros, y que las características que se requieren en la ingeniería abundan más en los varones que en las mujeres. Y lo mismo al revés podría decirse de la profesión de enfermero. Por eso resulta risible que los gobiernos quieran que haya más mujeres en profesiones masculinas: la mujer que quiera ser ingeniera o matemática ha de poder serlo, claro que sí, pero es lógico que sean minoría.

Lo importante es ser consciente de que hombres y mujeres somos diferentes. Y no sólo persona a persona, sino como perfil medio. El hombre promedio tiene un carácter y un comportamiento diferente del de la mujer promedio, y el ejemplo más claro lo teníamos en los requisitos para ser bombero o policía, que se exigían marcas diferentes según el sexo. Sin querer analizar si esto es lógico o no (en mi opinión, no lo es), sí ejemplifica que los promedios son distintos y se nos debe medir con baremos distintos. Pues bien, esto no solo ocurre en los apartados físicos, sino también en los del carácter. Y por lo tanto en el comportamiento.

Y aquí tenemos un problema de nuestra sociedad. Un comportamiento que en un varón es esperable puede no serlo en una mujer. ¿Debería juzgarse al hombre como una mujer, es decir, castigar el que no se haya comportado como una mujer? No, al hombre debería juzgársele con la referencia del hombre promedio. Si su comportamiento es reprensible, lo ha de ser desde la perspectiva de los varones; y lo mismo a la mujer, no se le puede exigir que se comporte como un hombre. Por ejemplo, en 1912 no se criticaría a la mujer que quisiera un puesto en los botes del Titanic, pero sí a un hombre que expulsara a una mujer para salvarse él (si, en cambio, expulsara a un hombre, el criticado tal vez sería el expulsado, por débil).

No hay que entender lo dicho como una autorización a los varones a, por ejemplo, cometer imprudencias al volante porque "los hombres conducimos así", no. Saber que por lo general las mujeres se incorporan prudentemente en las rotondas, convirtiendo los cedas en stop, y los hombres como si estuvieran solos, convirtiendo los cedas en tiene usted la prioridad sólo debe llevarnos a entender cómo conducimos cada uno, no a permitir la imprudencia varonil en la incorporación ni a no criticar la obstrucción al tráfico que supone hacer un stop cuando no hay coches circulando en la rotonda.

Tomemos por ejemplo (y aquí me estoy metiendo en un jardín en el que no debería) la manera de entablar una relación con propósito libidinoso con una persona del sexo opuesto: es algo que ambos sexos hacen de manera diferente. También es algo que se hace diferente en unos países y en otros, y en unas culturas y en otras, pero ahora estoy hablando de cómo, en cualquier país y en la cultura que sea, el hombre y la mujer se comportan diferente. En todo momento, sea la fase de búsqueda, de otear el horizonte, de aproximación, de acercamiento, de gestión, del tratamiento posterior, en cualquier momento, los hombres tienden a hacer las cosas diferentes de cómo las hacen las mujeres. Y esto puede causar desconcierto y a menudo desagrado. Como he dicho antes, que haya estas diferencias no justificará nunca un comportamiento que desagrade a la mujer por parte de un hombre con la excusa de que los hombres nos comportamos así. En absoluto digo esto. Lo que ocurre es que el comportamiento del hombre ha de ser juzgado bajo la perspectiva del hombre. Y viceversa. Supongamos una situación en la que el hombre "se levanta, se viste y se va" y la mujer se queda dolida. No hemos de juzgar al hombre desde el punto de vista de la mujer ("menudo cerdo") ni a la mujer desde el punto de vista del hombre ("¿pero qué más quería?"); al contrario, lo correcto es que si el comportamiento concreto del hombre fue, desde el punto de vista del común de los varones, indelicado o irrespetuoso, entonces sí el dictamen es que el tipo se comportó como un cerdo. Pero si su legítima estaba esperando en casa y era ya muy tarde y él se lo había dejado bien claro antes, ¿qué más quería? Y a la mujer hay que analizarla desde el punto de vista de la mujer promedio; es comprensible que se sintiera utilizada, pero si despechada se dedicó a hacerle la vida imposible es una cosa, si dolida por el cerdo decidió no volver a tratar más con él es otra cosa, y si acto seguido llamó al nombre siguiente en la agenda es otra. Habitualmente, el hombre espera que la mujer acepte la situación y no se moleste porque él se vista y se vaya, y la mujer acepta la situación mientras sea temporal y el hombre termine por dejar a su legítima y juntarse establemente con ella; ambas cosas son muy diferentes, y esto suele explicar porqué estas historias no acostumbran a terminar bien.

Lo que quiero decir es que los varones tenemos más acentuados, por lo general, unos ciertos rasgos del carácter y más atenuados otros, y lo mismo en las mujeres. Y debemos ser conscientes de ello. Y no juzgar a los demás por no tener el mismo corte de carácter que tenemos cada uno de nosotros; al contrario: intentemos averiguar los rasgos de carácter del otro para mejor comprenderle y luego juzgarle.

 

 

Dan Fogelberg - Leader of the band

No hay comentarios:

Publicar un comentario