miércoles, 8 de diciembre de 2021

Nuklearrik? Bai, eskerrik asko

 

Fue el grito de guerra a finales de los 70 y primerísimos 80. Seguramente tuvo que ver en su popularidad el que los gobernantes estuvieran a favor de la energía nuclear, por lo que estar en contra era ser de izquierdas y molar. El debate sobre las nucleares podía tener entonces algo de enjundia, pues el accidente de Harrisburg (1979) estaba en la mente de todos. Sin embargo, más de 40 años después, tenemos el accidente de Chernobyl en 1987, que obviamente no puede equipararse a las centrales occidentales modernas, y el de Fukushima en 2011. No sé, yo diría que la técnica actual tiene esto de las centrales nucleares bastante bajo control.

Da igual, la opinión pública sigue en contra de la energía nuclear. Por los numerosos inconvenientes y peligros que comporta, aducen. A pesar de que todos los técnicos del sector energético insisten en que son necesarias, que no podemos prescindir de ellas. Pero ¿y si...?

¿Todo el mundo está en contra? ¡No! Hay un pequeñísimo sector que sí está a favor: los que trabajan en ellas, los que se benefician directamente de su presencia. Es curioso, porque se supone que en caso de accidente estas personas serían las primeras y las que más sufrieran las consecuencias. Y no obstante están a favor.

Me pregunto qué ocurriría si se pudiera decir que sólo las zonas que resultasen afectadas por un accidente nuclear o que sufrieran los efectos de la radiación serían las beneficiadas por la energía generada por las centrales. Y que cuando las centrales térmicas, las que queman petróleo, carbón o gas, parasen porque ya se hubieran acabado esas materias primas, sólo quien tuviera cerca una nuclear podría aprovecharse de su energía. Que pudiera hacerse que, por ejemplo, a la provincia de Barcelona no viniera electricidad de origen nuclear porque no hay centrales nucleares en esa provincia. Y por supuesto todo con la debida repercusión en el recibo: el que consume electricidad barata la paga barata y el que consume de la cara la paga cara. Me da en la nariz que habría una ola imparable de fervor hacia las nucleares: nosotros también queremos nuestra central, podría ser el lema.

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