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Leo que Almudena Grandes va a ser declarada hija predilecta de Madrid. Tras su muerte, los representantes de izquierdas clamaron que había que proclamarla tal (hija predilecta, no muerta), y los de derechas, que ni pensarlo; ignoro qué quería el pueblo llano. El caso es que como mandaban los de derechas, la cosa no prosperó. Al poco, parece, el alcalde (del PP) tuvo que negociar los presupuestos de la ciudad para el año que viene. Y el resultado de la negociación fue que los presupuestos saldrían adelante a cambio de lo de Almudena Grandes.
Vale esta anécdota como botón de muestra de uno de los grandes males de este país, lo que se entiende aquí por negociar: por alguna razón, cuando queremos una cosa todo lo demás no importa. Pongamos como ejemplo a los presidentes de clubes de fútbol: quieren a un jugador, y terminan pagando 10 veces lo que vale, pero no les importa, lo querían y lo tienen. Cuando los objetos en discordia son de la misma naturaleza, no hay problema. Si a cambio de que hoy vayamos a los toros mañana vamos al fútbol, todo bien. Pero cuando la naturaleza de los objetos es diferente, entonces uno le está tomando el pelo al otro: a cambio de que hoy vayamos a los toros, me quedo tu coche. El que tienes y, no hace falta decirlo, el que tengas en el futuro, porque el pacto es "me quedo tu coche". Pero ¡ey!, vamos a los toros como tú querías, siempre sales ganando tú.
En el caso que nos ocupa, el alcalde quería unas partidas económicas específicas para el año que viene, y a cambio negoció, ofreció o transigió en asuntos que nada tenían que ver con el objeto de la discusión. Esas partidas económicas serán olvidadas dentro de un año, no digamos dentro de cinco o diez, y lo otro seguirá. Dentro de diez años, la izquierda podrá decir “conseguí tal cosa a cambio de algo que ni recordamos qué es ni importa ya”. Ejemplos hay de sobra, a diestro y siniestro y todos los años: a cambio de la aprobación de los presupuestos de tal ejercicio, ciertos partidos se llevaron prebendas y ventajas a perpetuidad. ¿Quién sabría decir qué partidas económicas lograron Felipe González o Aznar o Zapatero y qué gracias por ello podemos darles hoy, a cambio de lo que concedieron por ellas? Por ejemplo, la inmersión lingüística en Cataluña, las competencias educativas, la policía autonómica y tantas y tantas cosas, ¿a cambio de qué fueron? ¿Nos sigue pareciendo un buen trato? Y lo mismo ocurre cuando lo que se negocia es el mirar para otro lado “donde no te incumbe”: yo te apruebo los presupuestos y a cambio tú me dejas tranquilo y no te metes en mi comunidad autónoma o en mi ayuntamiento.
Hay tres tipos de gobernantes. El buen gobernante es el buen gestor. Ése es también su error, pues al estar centrado en la gestión se convierte en el negociador lila: a cambio de su objetivo, cede en todo lo demás. El mal gobernante es el mal gestor. Como es un desastre como gestor, se centra en lo que no es la gestión, en cosas como los nombres de las calles y quién es hijo predilecto. Pero, al igual que el buen gestor, negocia como un español y a cambio de sus sandeces cede también en un montón de tonterías. Ninguna de ellas relacionada con la gestión, pues la gestión es cosa suya y no de sus contrarios en esa negociación. Y luego está el gobernante que es buen gestor y también es buen negociador. El problema de éste es que, me temo, no es español.
Insisto: si echásemos la vista atrás, ¿nos seguiría pareciendo que hicimos un buen trato?
Villancico tradicional - ¡Oh luz de Dios! (O Tannenbaum)
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