Cada año monto el belén en mi casa. De hecho, montamos 3 ó 4, pero yo soy el responsable del titular. El de las figuras de arcilla, los corchos simulando montañas, el musgo, el serrín y todo eso. Ese belén.
Dispongo de un espacio de 137x53 cm. No es mucho, pero no tengo más. E imagino que en muchos hogares el belén es más reducido; pero es que a mí no me gustan los belenes que monta la gente, los que yo acostumbro a ver. Los encuentro sosos, aburridos. Poco imaginativos. Y no me refiero a que no aparezcan astronautas entre los pastores, sino a que los belenes suelen ser planos. Como el escenario del teatro, un espacio liso y libre delante, el portal y la decoración detrás, puede que incluso un telón de fondo de ambientación. Y en el portal, la composición de las figuras. El Niño en el centro, la Virgen a un lado y San José al otro. Si hay un mulo y una vaca están detrás, circundado la escena (por cierto: en esta entrada de hace 9 años les explicaba porqué ponemos un asno y un buey, no un mulo y una vaca, en los belenes).
Montar el belén, todo hay que decirlo, es fácil que se convierta en rutinario: se hace todos los años, generalmente en el mismo sitio siempre (yo fui cambiando cada año, pero llegó un momento que no pude acceder a otro espacio que no fuera el desde entonces empleado), la escena que se representa es siempre la misma y con los mismos elementos (las adiciones suelen ser pequeñas y esporádicas)... No es como el árbol de navidad, que cada varios años la santa decide que se ha aburrido de la decoración de siempre y que este año va a cambiarla toda.
Pues bien, cada año yo monto el belén diferente. Y eso que siempre empleo los mismos elementos y San José siempre hace de San José. El truco mío es sencillo: mis belenes... no son planos.
La gracia del asunto es que, a diferencia de la mayoría de la gente, yo no tengo una mesa o una tabla que dé la medida. Lo que tengo son varias tablas, de tamaños muy diversos. Viejas puertas de armarios, baldas, restos de trabajos de bricolaje, algún mueble que desmonté,... Voy guardando. Y cuando llega el momento, saco todo lo que tengo y decido. Unas encima de otras, un voladizo allá, otro acullá, unos sargentos por detrás impidiendo vuelcos,... Lo que hago es crear un espacio con varios niveles, y ni siquiera el conjunto tiene un acabado rectangular. Luego los habituales corchos disimulan los saltos (además de la línea de fondo, claro), y el resultado es que quedan espacios muy diferenciados con pasos (caminos) específicos, no hay una llanura por la que la gente converge. El clásico puente que no puede faltar, por ejemplo, suele permitir salvar uno de esos desniveles.
Pruébenlo. Es muy sencillo, y si no tienen tablas pueden usar libros. Monten una base no plana, y luego armen el belén con lo que tenga. Verán que se les abren muchas más posibilidades que las les da el belén plano. Y verán que se divierten mucho más armándolo. Y luego enseñándolo, que esa es otra.
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