sábado, 23 de abril de 2016

Los Siete Petrecoles



23 de abril, día del libro. 400 años después de la muerte de Cervantes. Ya saben, el del Quijote.

¿Han leído el Quijote? O no lo han leído, o agradecen haberlo olvidado. Porque, por supuesto, es un petrecol.

Petrecol es una palabra que no está en el diccionario de la RAE, pero me entienden. El Quijote es un petrecol; no, es uno de los Siete Petrecoles.

Pero ser un petrecol no es sinónimo de ser un tochazo insoportable. De hecho, los Siete Petrecoles son, lo descubre uno cuando los lee, apasionantes. Lo que pasa es que tienen fama de todo lo contrario, y como además sus argumentos son muy conocidos, nadie los lee.

Hoy, 23 de abril, día del libro, les voy a recomendar cualquier de los Siete Petrecoles. Anímese, compre uno de ellos y léalo. Puede que usted no dé para más, pero si tiene usted el cacumen que confío en que tenga, disfrutará con su lectura. Y ¿quién sabe?, igual se anima a leer otro. ¿Y otro, y otro...?

Por descontado, todo el mundo tiene su propia lista de cuáles son los Siete Petrecoles. La mayoría de las personas no los han leído, pero han leído listas de petrecoles y creen que, si no los incluyen en sus listas, quedarán como ignorantes. ¡Je! Se distinguen a kilómetros esas listas, porque incluyen a Proust o a Joyce, entre otros. Cuando una lista incluya a alguno de ellos, ya puede decir que es falsa y que el patán de turno no ha leído ni la mitad de los libros que cita.

Porque, insisto, los Siete Petrecoles son fascinantes. Los siete.

Y ésta es, puesta por orden cronológico, la verdadera lista de los Siete Petrecoles:

1) La Ilíada, de Homero. "Canta, ¡oh diosa!, la cólera del Pélida Aquiles". ¿Cómo puede uno resistirse al mejor inicio de toda la Historia de la Literatura? La Ilíada es una novela de acción que muy bien podría ser el argumento de una película de Rambo: el héroe, agotado en una guerra que dura ya diez años, no interviene en una acción y su amigo acude en su lugar; su amigo muere y el héroe se lo toma como algo personal y decide vengarse. Y, por supuesto, el héroe es el mejor guerrero de todos los tiempos, Rambo desencadenado.

Pero la Ilíada no tiene sólo un argumento: está además fabulosamente bien escrita, y uno lo nota cuando la lee. No es sólo un bocado muy nutritivo, es que al mismo tiempo está muy rico.

Por otro lado, ésta es mi lista y yo pongo las trampas que quiero. Y una de ellas es que este apartado 1º es doble. Porque, junto con la Ilíada, añado:

1bis) La Odisea, de Homero. La historia de "aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo". La historia de Ulises, sus esfuerzos por volver a casa y cómo escapa de la encerrona que le habían montado allí. La tensión va creciendo a lo largo del libro, porque mientras Ulises se acerca a casa uno va viendo cómo los que pretenden quedarse con su mujer y su hacienda urden un plan contra él. Cuando ocurre, al final, la escena del enfrentamiento.... ¡ah, nunca se ha igualado!

Por cierto: desde hace milenios se considera la Eneida, de Virgilio, la tercera en el pódium de las grandes obras. No lo es. La Eneida sí es un peñazo insoportable como uno cree que son las otras dos. Las obras de Homero no tienen nada que ver. Al principio cuesta un poco hacerse con el estilo narrativo, pero sólo un par de páginas. Cuando uno se da cuenta que no sobra ni un solo adjetivo, se empieza a leer de corrido y se convierte en un homerista acérrimo.

2) La Divina Comedia, de Dante. Dante la tituló simplemente Comedia, pero cuarenta años después ya se la calificaba de Divina. Y para siempre.

Vale, lo reconozco. Es un texto... para iniciados en la lectura. Hay que estar curtido en muchas horas en la cama para entender por qué, desde el principio y a lo largo de los siglos, se le ha considerado una obra cumbre de la literatura. Además, hay que leerla en la traducción de Angel Crespo y en verso; en prosa es demasiado densa, se pierde el ritmo.

El argumento se estudia en las escuelas: unas fieras acosan a Dante, que se esconde en una cueva. La cueva tiene otra salida, por la que ha de escapar, pero es que ese camino le obliga a atravesar el Infierno, el Purgatorio y el Cielo. Durante siglos ha habido hombres que han buscado la entrada a esa cueva.

En fin, ya conocen todos el término "dantesco". La gente, que no aguanta la lectura del "Infierno" y lo deja, y desconoce las descripciones del purgatorio y del cielo.

Pues yo les diré una cosa: lo que hace grandioso a La Comedia es el cielo. Lo del cielo es... una experiencia religiosa, oigan. Eso sí, antes de llegar al cielo hay que pasar por el infierno y por el purgatorio. No hacerlo sería como ir directamente al pitillo del después.

3) El Quijote. De éste no hace falta hablar, y no lo haré.

4) Robinson Crusoe, de Daniel Defoe. 1719. No se lo esperaba, ¿verdad?

La historia de Robinson Crusoe es vox populi, y también ha dado al diccionario una palabra, "robinsón". Ha sido mil veces imitada y versionada, y sin embargo casi nadie la ha leído. Y eso que estamos ante una de las mejores novelas de aventuras de todos los tiempos.

Lo malo de estas historias tan populares es que las ditintas versiones (y películas) se quedan sólo con una parte de lo que cuentan. Por eso les parecerá increíble, pero Robinson Crusoe es, en verdad, uno de los Siete Petrecoles. Lean la obra completa, y estarán de acuerdo conmigo.

5) Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift. De 1726.   Vaya, otra obra archiconocida... de la que sólo conocen la primera parte. Gulliver, por supuesto tiene su palabra en el diccionario: liliputiense. Por lo del viaje a Liliput. Lo que todo el mundo sabe. Algunos, más cultos, sepan también que de Liliput Gulliver viajó al país de los gigantes. Pero nadie sabe que luego fue al de los inmortales, y luego...

En el caso de los viajes de Gulliver se aplica lo mismo que con Robinson Crusoe, lo mismo, en realidad, que con cualquiera de estos siete petrecoles. Pero, en este caso, la novela es más fácil de leer que todas las anteriores. Son historias relativamente cortas (la más larga, la de Liliput, tiene la ventaja de que es muy conocida), divertidas, y que siempre nos sorprenden con algo en lo que no habíamos caído. Pero, además, son muy juiciosas: nos damos cuenta de que nosotros mismos habríamos hecho lo mismo que Gulliver.

Cuando la leía, me daba cuenta de que estaba leyendo uno de mis Siete Petrecoles. Cuando la acabé, lamenté de profundis que se hubiera acabado.

6) Moby Dick, de Herman Melville. 1851. Llamadme Ishmael. De nuevo, un inicio fantástico. Aunque les seré franco: la novela es un peñazo. Un par de capítulos, titulados Cetología, me los salté. Con un par. La novela usa la famosa historia de la caza de Moby Dick como argumento para lo que no es sino una descripción de la navegación en el XIX. De hecho, la novela tiene dos partes, y a veces parece que las han escrito dos personas diferentes con ideas diferentes.

Pero, en cambio, es un pedazo de novela. No, más aún. Es una novela especial; no se hacen novelas así. O quizá es que no es una novela: es un siglo y un mundo.

y 7) ¿no les dije que habría más trampas? El séptimo petrecol no se lo diré yo: nómbrenlo ustedes. Este tipo de listas, la verdad sea dicha, se las ha de hacer cada uno. Piense, al menos, qué obra incluiría usted. Yo, a veces muchas y a veces ninguna. Aunque sí les voy a mencionar una novela que, lo reconozco, ya cuando la leía pensaba que estaba ante algo más que una novela: El Silmarilion, de Tolkien. Sí, de Tolkien. Pero si esperan una novela de aventuras tipo El Hobit o El señor de los anillos, me temo que no la encontrarán. Es mucho más profunda, al igual que la Biblia es mucho más que las batallitas de Sansón y David contra Goliat. Sí, si usted sólo lee historias, no pierda el tiempo con El Silmarilion. No captará ni la mitad de lo que se le estará diciendo.

Sí, para mí El Silmarilion es una obra magnífica. Quizás uno de los Siete Petrecoles.

23 de abril de 2016. Venga, hombre, no sea rancio: salga a la calle y cómprese un libro. Pero léalo, ¡eh!




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