domingo, 17 de abril de 2016

Las explicaciones de la azafata




Ya conté que el otro día tuve que volar a Bilbao. Como soy buena persona, al sentarme en mi asiento me abroché el cinturó de seguridad, puse la bandeja en posición vertical y atendí a las explicaciones de la azafata.

Ya saben, avión con seis puertas de salida, dos allí, dos allá, etc. 

Hubo un tiempo en que volaba mucho por motivos de trabajo. Los que vuelan por trabajo son muy diferentes de los turistas y los que vuelan por placer. Se nos reconoce a kilómetros porque, en primer lugar parece que tenemos que tener prisa. Que volar es un mal trago que hay que pasar, y que sea cuanto antes. Pero, sobre todo, se nos reconoce por la cara de hastío que hay que tener en todo momento. Ya en la puerta de espera hay que parecer que estamos hasta las orejas de volar. Sea luego "finger", pasillo, autobus o a pie por la pista, los desplazamientos hasta el avión han de ser como si estuviéramos hasta las orejas de hacerlos. Nada de excitación, nada que atraiga nuestro interés. Cuando cogí el avión de vuelta, una pareja se hacía una foto en la escalerilla. Yo esperé paciente y sonreí cuando me pidieron perdón, pero el buen trabajador tiene que poner cara de perdonarles la vida. Cuando se entra en el avión, nada de mirarlo, y menos admirarlo: directo al asiento y a la revista o al ordenador. Y luego está la prueba definitiva. Cuando la azafata da las reglamentarias explicaciones de seguridad, el viajero por trabajo mira cualquier cosa menos a la azafata. Por nada del mundo atendería, atender es cosa de novatos. Y él no lo es, él es un duro y curtido trabajador con miles de millas a a sus espaldas. Más aún: la cara de fastidio ha de mostrar que ¡por amor de Dios!, que pase cuanto antes este trago.

Yo no digo que hay que gritar ¡Bravo! al aterrizar y aplaudir; pero... Sí, hubo un tiempo en que yo era de los que ponían cara de fastidio, creía que tenía que hacerlo para demostrar que yo tampoco era un novato, pero un día caí en la cuenta de que para las azafatas, que se saben las instrucciones de memoria, que las repiten por nuestro bien y no por el suyo, que son burladas en monólogos y parodias, es muy desagradable notar la cara de fastidio, el no querer atender. Ellas sólo hacen su trabajo, el que no atiende lo que les está transmitiendo es que no quieren que lo haga. Creo que fue una azafata quien me lo comentó, en cierta ocasión. Por lo mismo que nos despiden con una sonrisa, no nos cuesta nada devolver saludo y sonrisa. Y yo intento adelantarme, ser el primero en sonreir y saludar, y desearles también a ellas un buen día o unas buenas noches: también ellas están en el avión por trabajo.

En fin, que desde entonces intento poner cara de atención. Interrumpo lo que estoy leyendo, alzo la cabeza y las miro. Es sólo un minuto, no cuesta tanto. Además, siempre pienso que, si ocurre la emergencia, cuanto mejor se sepa uno esas instrucciones más probable es que se sigan. Es lo que hace el entrenamiento. Porque seguro que son momentos caóticos en los que uno actúa casi por instinto, en los que estaremos encantados de haber atendido durante las rutinarias explicaciones. Más aún, me asombra que los comerciales, todos con más de cien vuelos al año, no atiendan: son los que tienen mayor probabilidad de sufrir un accidente, digo yo. Aunque sea por estadística.

Dicho lo cual, pienso que esas explicaciones deberían mejorarse. Por ejemplo, deberían decir que es buena idea tener el cinturón de seguridad abrochado: no es imposible que el avión se cruce con una bolsa de aire, y tenga una caída de, pongamos, 1.000 metros. Para el avión, no es un problema grave. Para usted, es como si se cayera esos mil metros. Si no está sujeto, se estrellará contra el techo. No es necesario que lleve el cinturón bien apretado, pero mejor consérvelo.

También se dice siempre que los chalecos salvavidas no deben inflarse en el interior del avión. Deberían explicar el porqué. Si se infla dentro, entra el agua en la cabina y el hueco de salida no está en la parte más alta de la cabina, usted no podría salir. Ha ocurrido, se han recuperado cuerpos en el interior de aviones con el chaleco hinchado.

No sé, en general creo que no insisten en las instrucciones que necesitaríamos en una emergencia (¿posición de impacto, por ejemplo?), porque bastante resquemor tiene mucha gente como para que encima le hablen de esas cosas; además, no va a pasar nada. Pero no me disgustaría que en la revista que siempre hay en cada asiento se incluyera un capítulo de seguridad en el que ampliara esta información.

En cualquier caso, yo ya siempre atiendo (o finjo atender) a las instrucciones de las azafatas. Porque darlas es su trabajo, y lo hacen por mí.




Orquesta Mondragón - Viaje con nosotros

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