miércoles, 13 de abril de 2016

Aeropuertos





Vuelo a Bilbao. Espero el embarque mientras las azafatas dan las instrucciones; en español. Las repiten en catalán, y luego en inglés. No las dicen en vasco. En la puerta de al lado, un vuelo a Granada, se dan en español e inglés. No en catalán. ¿Por qué en mi vuelo se dan en catalán? ¿Por qué no se dan en vasco?

Lo cierto es que no hay una sola persona que sepa catalán y no español; al menos, en Cataluña. Por lo tanto, no se trata de una razón práctica. No sé la razón. Pero, fuera la que fuera, el vasco tuvo peor trato.

Como ingeniero, me gusta la eficiencia. Minimizar el esfuerzo para maximizar el resultado. Y cuando uno busca la eficiencia, uno aprende que todo tiene un coste; la clave es encontrar su beneficio.



Según parece (creo que incluso se cuenta en su hagiografía oficial), nuestro nuevo mandamás Puigdemont, cuando volaba de Barcelona a Madrid se desviaba a Bruselas, para llegar a Madrid por la puerta de vuelos internacionales y enseñar el pasaporte. Dicen también que gustaba de esperar a que en los hoteles entrara el turno de noche para registrarse, porque el personal nocturno, dicen los mismos, solían ser inmigrantes sin conocimientos y Puchi les colaba un carnet de identidad falso de ciudadano catalán. ¡Y es que Puchi es un catalán como no hay otro!

Estas historias, por supuesto, no son más que tonterías de las que se dicen cuando no hay nada interesante que contar. Puede que alguna vez su avión lo desviaran a Bruselas por lo que fuera y él llegó como vuelo internacional (en cierta ocasión a mí me desviaron a Bruselas por algo de una huelga, y en vez de un vuelo directo con Iberia fui a Bruselas con Sabena y de ahí a BCN con Virgin, o al revés), y puede que alguna vez haya llegado a un hotel por la noche. De ahí a lo que se cuenta hay un trecho, pero ya digo que a veces uno alardea sin tener de qué, y estas cosas se dicen. No es esto lo que me irrita.

No. Se trata de que hay gente adulta (quiero decir, mayor de edad) que de una manera u otra vive del erario catalán, y que da pábulo a estas estupideces. Que las hayan escrito, publicado, comentado. Que las hayan creído, o como mínimo propagado con la intención de convencernos de que eran ciertas. Que Puchi no haya hecho una declaración desmintiendo que tenga el cerebro de un adolescente desnortado.

Pero qué podíamos esperar. Las cosas tienen un coste, que tarde o temprano se paga. Aquí nos hemos esforzado en comportarnos como auténticos idiotas; es lógico que tengamos los dirigentes que tenemos. No damos para más. Llenamos nuestras vidas de imbecilidades, y así nos va.

Me pregunto cuando caerán en la cuenta de esto esos que creen que venimos de monos diferentes.



Edmund Angerer - Sinfonía de los juguetes

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