Desde Oklahoma City hacia el oeste por la I-40 (o la antigua Ruta 66, si lo prefirieran), se llega a Amarillo, Texas. Si estuviera el doctor Sheldon Cooper a nuestro lado, nos diría que la mascota del estado es el armadillo, animal curioso cuyo óvulo fecundado permanece 4 meses latente, tras los cuales siempre se divide en cuatro, naciendo cuatro machos o cuatro hembras. O quizás nos diría que la primera palabra que se dijo desde la Luna nos remite a Texas: fue "Houston". O, conociéndole, tal vez nos dijera que el nombre de Texas no proviene del español "tejas" sino de la palabra india (Hasini) "tejas", que significaba "amigos". Cooper es un pedante insoportable.
Aunque hay que reconocer que se lo habríamos puesto a huevo, como vulgarmente se dice. Y es que Texas es una fuente inagotable de datos curiosos. Amarillo, por ejemplo, tiene el mayor pozo de helio del mundo. ¿A que no lo sabía? Pues dése prisa, porque se calcula que ese pozo se agotará en ocho años. A propósito de lo cual, algunos expertos opinan que el precio del helio se debe multiplicar por 20 para que no compense desperdiciarlo como ser desperdicia hoy en día. El helio se agota a marchas forzadas y su precio se va a disparar hasta que sea un lujo su empleo; ¿por qué cree que el petróleo va a seguir un camino distinto?
Pero en realidad mi interés por hablarles de Texas no es por preguntas del Trivial. Verán, la historia de Texas no es exactamente como nos la han contado. Eso de John Wayne, David Crockett, El Álamo, todo eso... bueno, hay algunos detallitos extra que se suelen omitir y que quizás cambien las cosas. Los tejanos, luchando gallardamente contra los trasnochados mejicanos... en fin.
El primer dato es que Texas pertenecía a Méjico. El sur, al oeste del Mississippi, no era territorio "de las trece colonias". Era territorio español primero, y mejicano tras la independencia de Méjico después. Que era un territorio poco poblado, vale, pero era mejicano. O español. Y de los indios, claro, ni los españoles ni los mejicanos quisieron nunca expulsar a los indios. Y ahí, en la imcomparecencia y la debilidad de la potestad española y/o mejicana, los americanos se movieron como pez en el agua.
En 1821 la independencia de Méjico no era total. Un tal Moses Austin, buscando rehacer su fortuna, consiguió una autorización del gobernador español para emigrar a lo que es el este de Texas con 300 familias (con la condición de que fueran católicos, lo que dijeron serlo... siendo, por supuesto, más protestantes que Lutero). Para cuando lograron llegar, Austin había muerto, pero el proyecto lo continuó su hijo, y Méjico había conseguido ya la independencia y poco les importaba, en esos mismos meses, lo que estuviera pasando en su lejano norte: tenían otros problemas de los que preocuparse. Y los inmigrantes de Austin se establecieron.
Abreviemos: en 1834 había veinte mil estadounidenses y cinco mil mejicanos. Más los esclavos de los estadounidenses, claro. La esclavitud estaba prohibida en Méjico, y ahí había un problema. Los inmigrantes alegaban el respeto a sus costumbres y todo eso, y pedían ayuda a sus parientes del este del Mississippi. Y seguían llegando. Finalmente, con el apoyo de la Unión, los inmigrantes se declararon independientes. En Méjico las aguas iban revueltas, y se había hecho con el poder el famoso general Santa Ana. Sí, la batalla del Álamo fue real. Sí, los mejicanos aplastaron a los tejanos. Pero Santa Ana tenía más problemas en el verdadero Méjico, y los tejanos tenían el apoyo de sus primos... Al final, Texas se declaró independiente. Fue en 1836, quince años después de la primera inmigración.
¿Y luego? Bueno, los tejanos habían nacido estadounidenses, y no querían realmente ser un país independiente. Querían seguir siendo estadounidenses. Todo era cuestión de llegar a un arreglo - quizá es buen momento para señalar que Texas es el único estado, aparte de las 14 primeras colonias, que se unió "libremente", sin ser un territorio sobre el que la Unión había proclamado tener la soberanía-, y se llegó. Hubo algunos problemillas, porque Texas era un estado hermano de los estados esclavistas del Sur, y el Norte no tenía ninguna simpatía por los tejanos ni quería que Texas también se uniera, pero ya saben ustedes cómo acabó la cosa.
También la alta política influyó lo suyo: los tejanos querían ser parte de la Unión, entre otras cosas porque no querían vérselas a solas con los mejicanos, que no reconocían del todo su derrota; Gran Bretaña reconoció la independencia de Texas, porque albergaba la idea de tener un país amigo en esa parte del mundo (recordemos que Gran Bretaña y los EE.UU. en esa época se llevaban a matar), y a los EE.UU. no les hacía ninguna gracia que hubiera un país amigo de Gran Bretaña en su frontera sudoeste; casi mejor tener un estado esclavista más. Y el Norte, que se las estaba teniendo tiesas con los ingleses en su cercano Canadá, terminó tragando.
No sé ustedes, a mí esta historia me recuerda en algo a la Marcha Verde. Y la pregunta que me hago es si es correcto que la inmigración cambie al país de acogida. ¿Las 300 primeras familias emigraban o invadían? Si miles y miles de emigrantes llegan a un territorio, se niegan a mezclarse y exigen respeto a las costumbres que traen de su país de origen, y con un ritmo procreador mucho más elevado sustituyen a la población original como mayoritaria, ¿qué hacemos? ¿Es correcto? ¿Cuáles fueron los fallos de la población de origen? ¿No tener un ritmo reproductor tan alto? ¿O también no exigirles la asimilación y la renuncia a sus costumbres? ¿O incluso acogerles? Si los mejicanos hubieran recibido a tiros a los primeros inmigrantes y les hubieran hecho saber que no serían bien recibidos, Texas seguiría siendo parte de Méjico, ¿no? Por cierto que los mismos Estados Unidos se forjaron así: los inmigrantes - y sus descendientes- aniquilaron a los pobladores iniciales y también expulsaron a las potencias europeas que para ellos representaban los poseedores legales de esas tierras. En ciertas cosas son los titulares de la ley del embudo, está claro.
En Oklahoma City les recomendaba conocer la Historia y aprender de ella las experiencias que nos ofrece. En el caso de Texas, diría que con mayor interés aún.