Cincinnati, Ohio
De Pittsburgh al Mississippi, bajando el río Ohio, se pasa por Cincinnati; en la otra orilla, Covington, ya en Kentucky. Precisamente, en ese punto desagua el Licking, ya les conté que hasta el ferrocarril las vías de comunicación eran los cursos de agua, y Kentucky está lleno de ellos. Normal, entonces, que allí se fundaran las dos ciudades.
El rio Ohio, también se lo he dicho antes, históricamente fue la frontera entre el Norte y el Sur, entre el Este y el Oeste; señal de que no sería un río fácil de cruzar. En Cincinnati, al menos 400 m de anchura, costaba 25 centavos que le pasaran a uno en un frágil esquife, 1 dólar si se hacía el viaje con carreta, ya en un barquito. Así que la cuestión de construir un puente estuvo desde el primer día. Claro que ¿cómo hacerlo?
En este punto, les recomiendo que lean mi entrada anterior cruzando-el-rio-ohio-desde-1850, si no lo han hecho ya.
Antes de construir un puente de verdad, los hombres de Cincinnati pidieron una prubea de que la cosa funcionaría. Covington decidió empezar por un puente sobre el Licking; el elegido, John Roebling, que ya había levantado dos puentes en los ríos menores que llegan a Pittsburgh. Empezó en 1846 (recuerden que estamos en tiempos pre-Bessemer), y se inauguró en 1854. Por fin un puente colgante como Dios manda. Algo apoteósico. Bueno, en realida no del todo como Dios manda: a las dos semanas lo cruzaron dos pastores (a caballo) con 19 reses y el puente se vino abajo. Completamente, sólo quedaron las pilas. Que, eso sí, se usaron en la reconstrucción, porque tener un puente era impepinable.
Llegaron malos tiempos para este tipo de empresas, por aquello de la guerra, pero la necesidad seguía ahí; el ejército, que no podía esperar más, levantó un "puente" provisional, pero de pontones; no era realmente un puente. Es igual, en Cincinnati creyeron en Roebling y le encargaron, ahora sí, uno sobre el Ohio. Se inuguró el 1 de diciembre de 1866, y ese día lo cruzaron... cien mil personas. Al mes, se abrió al tráfico rodado (de carros y carretas, claro).
Lo irónico del tema es que Roebling ha pasado a la historia, pero no por sus puentes en Cincinnati o Pittsburgh, sino por una copia que hizo del de Cincinnati, y que (para más inri) no llegó a terminar porque murió antes, tuvo que rematarlo su esposa). Eso sí, en una localización más vistosa que el paso de Ohio a Kentucky: es el archifamoso puente de Brooklyn.
Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.
Hace tiempo que no incluía un poema, y cualquier ingeniero debería saber recitar al menos los primeros versos de éste, escrito por Antonio Machado, desesperado por una larga y penosa enfermedad que estaba matando a su esposa.