lunes, 28 de marzo de 2016

Las procesiones de Semana Santa



Podría decirse que soy un fan de la Semana Santa, pero yo creo que los auténticos capillitas y también la mayoría del público diría que no lo soy tanto. Que soy, más bien, un aficionado moderado. A favor de la primera idea está el hecho de que cada año, haga frío o calor, me voy a Zaragoza a ver las procesiones. A favor de lo segundo... que no me gustan.

A ver. Yo soy lo que se podría decir un aficionado viejo. Yo las veía en los setenta. ¿Quién hay que pueda decir lo mismo? En los ochenta era un fanático. Lo sabía todo, las veía todas. Me junté con gente que vivía sólo para las procesiones, y aprendí un montón de cosas que la gente no sabe. Ví en primera línea cuando la Piedad salió con seis cofrades a caballo y espachurraron a los del Prendimiento, que se habían negado a desalojar san Cayetano hasta que no entraran su paso. Permitir al Prendimiento entrar habría, en primer lugar, desorganizado la salida de la Piedad, pero sobre todo habría roto su sacrosanta tradición de que salieran a las 12, y esto último la Piedad no lo iba a permitir. Como el Prendimiento se negó a hacerlo, algunos de la Piedad apartaron el paso del Prendimiento y ¡tacatún! no sé de donde salieron, pero los seis jinetes obligaron a la sorprendida sección de tambores del Prendimiento a apretarse contra las vallas verdes y la Piedad desfiló ente las filas de los del Prendimiento. Y, a todo esto, el Descendimiento, viendo lo que estaba pasando, se metió como pudo en la calle Santa Isabel para hacer sitio y esperar a salvo a que escampara todo ese lío. Al año siguiente, el 850 arena de C.P. se plantó en la esquina de Alfonso I y el coso, y A.E. y otros, con equipos de radioaficionados, fueron avisando de por dónde iba cada procesión, en un intento de regular el tráfico de cofradías. Y el año anterior, el Descendimiento había tenido un problema parecido con los de Atado a la Columna... Pero todas estas historias son de hace muchos años, y sólo las sabíamos los que estuvimos allí o aquellos oyentes de testigos a los que les interesara mucho lo que pasaba. Y ni había muchos testigos, ni había apenas oyentes interesados. 

La parte buena de aquel definitivo incidente fue que se desató una carrera entre todas las cofradías por coger la posición en la calle Alfonso, y facilitó, para el lego y poco exigente, la contemplación: ya no había que saber itinerarios y horarios, bastaba con ir a la plaza de España y todas pasarían por delante, una detrás de otra. Eso, más la promesa de espectáculo en san Cayetano: los ingredientes definitivos para el boom de las cofradías. A los pocos años, todo el mundo podía presumir de haber visto a todas las cofradías. Todo el mundo se autocalificaba de conocedor profundo. El Heraldo empezó a publicar los itinerarios, y el ser un entendido fue aún más fácil.

Como es lógico, cuanta más gente viera las procesiones más populares se hicieron las cofradías, y el número de inscritos aumentó más allá de toda lógica. No quiero decir que el incremento de cofrades - y por tanto de personas con derecho a voto en las asambleas y de nuevas intenciones en las juntas de gobierno- fuera la razón, pero coincidió en el tiempo con una práctica que yo aborrezco pero que todo el mundo cree que es secular y característico: las cofradías aumentaron sus salidas. Antes, a las Siete Palabras se la veía el Viernes Santo. Y punto. Y la Piedad salía el jueves a las 12 de la noche. Se contaban con los dedos de una mano las cofradías que hacían dos procesiones. Y, de pronto, como por arte de birlibirloque, todas las cofradías se inventaron traslados, vía crucis y procesiones "de la...". Muchas fueron procesiones en barrios periféricos, barrios por los que nunca había procesionado nadie. ¿Buscaban nuevos caladeros? No lo sé, pero, de nuevo, más procesiones era más visibilidad. Y las cofradías aumentaron. Y aumentaron. Y más gente acudía a verlas.

Mi cofradía, por ejemplo. A nuestra salida acudían únicamente los más capillitas, los más metidos en el mundillo. Y durante el recorrido, los familiares de los cofrades y poco más. Y como éramos muy pocos cofrades, era muy poco público. Además circulábamos por calles muy degradadas del casco antiguo, calles que nadie quería pisar. Desde luego, si alguien quería hacer ostentación, la mía era la cofradía más equivocada. Hoy creo que para ver la salida principal hay que pedir turno el año anterior. Todo el recorrido es una bulla y la gente espera mucho tiempo en la posición para vernos pasar. Nada que ver con treinta años antes, donde cualquier procesión se veía en primera fila; de hecho, los más veteranos de mi cofradía aún se siguen asombrando de la cantidad de público que se congrega.

Entonces ¿qué es lo que no me gusta? ¿El tener que sacar codos para una tercera fila o ver las entradas desde cuarenta metros? ¿Acaso el saber que muchos, temo que la mayoría de los cofrades, están sólo por tocar el tambor o por contarlo? No, qué va. Me parece excelente que la gente se apunte en masa a las cofradías, si no se desvirtúan. No, lo que no me gusta es el boato. Lo que el diccionario de la RAE define como "ostentación en el porte exterior". Y aclaro que ostentación es "jactancia y vanagloria". y también "magnificencia exterior y visible". Alarde de riqueza y poderío aunque a veces, cual escudero de lazarillos, no haya para nada más. Y no me gusta, porque las más de las veces - es nuestro carácter- el esfuerzo en el boato se hace a costa del esfuerzo en lo que de verdad importa.

Me cuentan que los de Atado a la Columna tienen desde hace un par de años un paso que no sacan porque no encuentran voluntarios para ello. Eso sí, ponen quinientos tambores en la calle. Tambores de los cuales algunos aún no se han enterado que sacan el paso de una virgen. Y lo hacen desde 1991. Pero es que a ellos les da igual. Estos se comportan como si se hubieran apuntado a una peña para tocar el tambor. Y no es sólo en los columnos, en todas cuecen habas.

Hay cofradías para lo que todo es un más. Más pasos, aunque sean copias unos de otros, ahora dicen que las Siete Palabras quiere sacar ¡siete! pasos iguales, uno por palabra. La Coronación de Espinas lleva no sé cuántas coronaciones, camino del Calvario tres caminantes, el Ecce Homo... Y venga vírgenes y crucificados. Y peanas, muchas peanas, que eso siempre da relumbrón. Los porteadores es lo de menos.

También aumentan los atributos. Los adornos. Y las cruces in memoriam, que ésa es otra. Antes, salvo la Piedad, todas llevaban una. O bien no ponían los nombres, o bien los ponían en letra pequeñita. La Piedad llevaba tres, porque escribía los nombres con letra enorme, espaciosa, y claro: no les bastaba una cruz, ni dos. Me reía yo, con mi cuñado, y le decía que si seguían con esa "tradición" llegaría un momento que tendrían más cruces que cofrades. Pues se ve que otras cofradías se han apuntado a la insensatez, y también llevan varias. ¡Como la Piedad!, a ver qué se creen.

Y quizá lo peor: piquetes. Hasta los ochenta se salía de tres en tres, con los bombos al final. Creo que fue la Entrada quien primero dividió los bombos en dos grupos y los metió entre los tambores. Las Siete Palabras pasó a formar de cinco en fondo y las cofradías que podían lo imitaron (el Calvario, en un quiero y no puedo, lo hacía de 4 en fondo). Luego la Sangre de Cristo obligó a que en el Santo Entierro se fuera de 5 en fondo, y así van ya casi todas. Pero diría que fueron las Siete Palabras (no sigo a la Piedad, quizá ellos lo hicieron antes) quien primero desgajó un piquete de tambores. Ya saben, para llevar detrás del Cristo. Por supuesto, toda cofradía que se precie tiene un piquete: si no, parecería que es que no pueden, y antes muertos que sencillos. ¿Qué pinta un piquete, si veinte metros por delante van trescientos tambores? Nadie me lo ha explicado. Entonces es un intentar separarlos de los tambores. Venga atributos, entre los tambores y el paso. El ideal, que no se oigan los tambores, que parezca otra parte de la procesión. ¿Qué pintan entonces, los tambores, si van solos? Tampoco nadie me lo ha explicado. Y el mayor ridículo es en el momento de la entrada. El paso lo entran los tambores, no hay duda (de momento). ¿Y el piquete? Pues los tambores callan un momento, dejan al piquete que toque una marchita (un alarde de virtuosismo), y luego lo meten ellos. No sé, transmite una sensación de perdonavidas muy poco cofrade. Y encima, parece que ahora se están poniendo de moda las bandas de música, aunque sólo llegue para un cuarteto.

Todo esto, para mí, es boato. Ostentación, alarde. Porque no hay nada serio detrás. No hay una teología en el piquete o en llevar tantos estandartes (que alguna, de frente, parece las legiones de Roma). Y tanto boato no es fácil de conseguir, conlleva mucho trabajo, mucho esfuerzo. Es lo que me da más rabia. Ese esfuerzo se debería canalizar en otra dirección. En lo que es importante, de verdad. ¿Es llevando más estandartes, más banderines, cada vez más bordados y lujosos, como se incita al arrepentimiento al pueblo? Yo creo que no. 

Las cofradías, dejando aparte su actividad a lo largo de todo el año (bueno, sí, una idea: seguro que la actividad beneficiosa se ve resentida por el esfuerzo dedicado al boato), lo que hacen es una estación de penitencia. Esta estación de penitencia es la procesión: llevan en procesión una imagen por las calles públicas, y (al menos en Zaragoza) realizan una predicación pública. El cofrade, en teoría, debe ir ya preparado, arrepentido de su vida licenciosa, confesado y con propósito de enmienda, y la procesión es su penitencia (es duro, procesionar con un capirote o un tercerol). Además, la procesión tiene una componente evangelizadora porque, como explicaba mi abuelo, para muchas personas, sólo al pasar la procesión ocurre que vean la imagen de Jesús o de la Virgen. Ya saben, si Mahoma no va a la montaña, la montaña ha de ir a Mahoma. Uno nunca sabe si la procesión va a dar fruto, pero hay que intentarlo.

¿Saben esto, los cofrades? ¿Lo tienen claro? Lo dudo. Lo dudo mucho. Y, fallando lo primordial, todo lo que hacen no es más que jactancia y vanagloria. Boato. Boato hueco sin nada detrás.

Y mientras las cofradías explotan de gente, las iglesias se vacían. Algo no me cuadra.

Es lo que no me gusta, de la Semana Santa zaragozana. El camino que parece que ha elegido.




La Dolorosa - Salida (Miércoles Santo, 2011)

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