miércoles, 16 de septiembre de 2015

Rachas




Hace muchos años descubrí que el trabajo de un ingeniero independiente va por rachas. Hay temporadas con mucho trabajo, a veces más del asumible, y hay temporadas con poco, a veces ninguno. Descubrí también que estas rachas se producían, año tras año, en las mismas fechas; no necesariamente las mismas para todos los ingenieros, supongo. Yo soy ingeniero de estructuras, y ya en Zaragoza, ya en Barcelona, año tras año las rachas llegan y se acaban como las estaciones. 

Hay dos rachas buenas por año y dos malas. El buen año se produce cuando las rachas buenas se estiran en el tiempo de manera que las rachas malas sean sólo periodos más relajados; el año malo es cuando las rachas buenas no son buenas en demasía y las rachas malas se alargan demasiado. Y el secreto de la felicidad del ingeniero, en este aspecto, es saber que las rachas malas son sólo eso, rachas, y que si se sigue porfiando la tortilla terminará por girarse.

Este año me quedé sin faena a mediados de julio. El primer día, el segundo, se agradece un poco. Uno limpia su mesa, imprime doumentos que no había impreso, ordena viejos papeles, y, como en mi caso, se descubre que no se ha pagado el impuesto de circulación que vencía el 1 de mayo y se pone al día con el ayuntamiento. Pero este año hubo un tercer día. Se convirtió en una semana, y luego en dos. Nada. Nada de nada. Una obrilla, que me obligaba a una visita de obra los jueves por la mañana, sin otro particular que redactar un acta después. Me podría haber ido de vacaciones a mediados de julio y el mundo no se habría enterado, pero tenía que seguir estando ahí, por si acaso. Haciendo llamadas a ver si hay algo, esas cosas. Aproveché para leer algunos libros técnicos de esos que uno no resiste ni la contraportada, e hice largas pausas a mediodía en las que me iba a comer a la piscina, pero... 

Al final me fui de vacaciones; incluso me tomé algunos días de más, a ver si así. Pero ¡quiá! Volví, y nada. Y pasó otra semana más, ya había bien entrado septiembre.  ¡Me subía por las paredes!

Y entonces llegó una chorradilla. La estiré para que me durara una mañanita... y llegó otra chorradita. Y otra. Me convocaron en Madrid (1 día de viaje), justo antes surgió algo con un poco más de cuerpo... Hoy es 16 de septiembre. Hace dos semanas, el 2 de septiembre, estaba investigando si el tiempo pasa más deprisa cuando miras el reloj o cuando no, y hoy me he venido a casa preguntándome a quién podría contratar para sacar la faena que se me está acumulando. Un cliente me ha pedido tener un proyecto el 28 de este mes, y tras una negociación he conseguido el 9 de octubre; mi objetivo ahora es un aplazamiento, pongamos de tres semanas más. Una de las chorraditas de principio de mes, que aún no he cerrado, lleva camino de convertirse en un Juggernaut, y la vorágine que llevo me está impidiendo preparar cosas que me vencían la semana que viene y que voy a tener que postergar a... Dios mío, ¿a cuándo?

El trabajo nos viene por rachas, y las rachas suelen ser en las mismas fechas cada año. Me alegra ver que el bajón de junio, este año también ha pasado.




Tchaikovsky - El cascanueces. Paso a dos

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