Ayer coincidí en el ascensor con un judío. Se le reconocía fácil, porque el hombre lucía una muy orlada kipá cubriéndole la coronilla.
El caso es que él iba al 5º y yo al 4º, con lo que no tenía tiempo que perder. Le pregunté "disculpe, ¿es usted judío". Y sí que lo era. Entonces le dije que no se veían muchas personas con kipá, por la calle.
Me contestó: "Por eso la llevo. Para que vean que existimos. Que no sólo hay árabes, musulmanes...". Claro que sí, le respondí yo, que bien fácil es ver a personas con turbantes o con vestidos "de los suyos"... pero habíamos llegado al 4º, por lo que le deseé un buen día y me apeé.
Al salir del ascensor, pensé que me habría gustado tener más tiempo para hablar con el judío. Quería decirle que, en mi opinión, la gente habla mal de Israel y les tienen como los malos, pero simplemente porque la gente es idiota. La gente no piensa. Y me habría gustado decirle que, cuando alguien le criticara, le preguntara a su vez: "si tú tuvieras que vivir en un país de Oriente Próximo, ¿en cuál querrías vivir? Pues ahí lo tienes".
Y es que, en realidad, ése es el punto. Criticar es fácil, decir quiénes son los buenos y quienes los malos. ¡Es tan "fashion"! Pero si uno tuviera que elegir, lo tenemos claro. Así que algo no encaja.
Si quien critica es una mujer, eso ya es de juzgado de guardia. ¿Qué mujer preferiría ser palestina a judía? Y si usted es un hombre, ¿de verdad preferiría que su hija fuera palestina en vez de judía?
Si alguna vez me lo vuelvo a encontrar, se lo pienso decir.
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