Este año, la Superbowl se ha disputado en Nueva Jersey, complejo urbano de Nueva York. Seattle ha ganado por paliza; esta temporada no he visto ningún partido de Denver, pero sí de Seattle, y… me lo creo. Pero en España no se habla de la Superbowl en una conversación de deportes, sino de música. Y, a veces, de economía. Y aquí es donde quiero aportar un intrascendente dato, para que usted también tenga algo que decir cuando surja el tema.
A ver cómo se lo explico:
¿Se han fijado? Mil dólares la entrada. Pues era de las baratitas, porque el precio medio de las entradas era de unos mil quinientos dólares.
Entre febrero y junio de 2013, usted podía apuntarse a una lista para entrar en un sorteo de entradas, dos como máximo por persona. Había 1.000 entradas disponibles por ese método. En octubre se notificaron los afortunados compradores. Hasta septiembre, se podía optar también a unas pocas entradas para sillas de ruedas. Estas entradas tenían la ventaja de ser las más baratas, 500 dólares cada una, pero el inconveniente de que no se podían revender. El resto de las entradas valían 800, 1000, 1200 y hasta 2.600 dólares (sí, ése es el precio que figuraba en las entradas), que daban acceso al restaurante del estadio...
Y aún las había más caras. Usted podía comprar una entrada de la zona E a la NFL por 7.299 $. Claro que, aparte de la entrada, incluye un trato vip, acceso al restaurante 3 horas antes y hora y media después,... y en el restaurante ocurriría como en Eurodisney, que de vez en cuando aparece alguna animadora o algún jugador, etc. Y plaza preferente de aparcamiento. No, el ticket del aparcamiento no está incluido.
En realidad, la cosa es un poco más complicada de lo que aquí estamos acostumbrados. En primer lugar, las entradas no se venden así como así. Aparte de esas mil de sorteo directo y las de compromisos de la NFL, la mayoría de las entradas se distribuyen a los 32 equipos, y estos las reparten a su vez. Por sorteos. Y, como esto es América, casi todo el mundo, una vez adquirida la entrada, la revendía o subastaba. Las casas de venta de billetes se nutren de estas entradas, y como es de imaginar, los precios
fueron cambiando. Suben, bajan,... Cuando llegaron los playoffs, se
dispararon. Luego, los finalistas, Denver y Seattle, son mercados
pequeños, poca afición en el resto del país,... los precios bajaron. Y
entonces llegó la ola de frío. Y los precios se hundieron.
Relativamente, claro. Porque para entonces, las entradas se vendían con
el obvio paquete del hotel, desplazamientos, todo eso. Tres mil, cuatro
mil dólares,... lo que usted quisiera:
Por supuesto, quien quisiera ir al bar del estadio tenía que preparar la cartera:
Pero a estas alturas, no iba a discutir, ¿verdad?
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