martes, 9 de diciembre de 2025

Sánchez (la corrupción no es el problema)

 

Unos apandadores se pusieron las botas exigiendo o aceptando, no es lo mismo aunque el resultado sí lo sea, sobornos a cambio de concesiones de obras. Y similares.

 


 

En realidad, lo normal en los gobiernos democráticos: a veces pasa.

Los apandadores eran la cuadrilla más íntima del presidente del gobierno, a los que reunió o con los que se reunió para conquistar el poder cuando era un apestado. Bueno, a veces pasa, los más próximos son los que traicionan. 

También ha habido corrupción en puestos intermedios, abusos y aprovechamientos para chanchullos. Insisto, estas cosas son normales y pasan. Precisamente porque pasan están recogidas en el Código Penal. Si fueran cosas que jamás pasaran no estarían tipificadas. Sí, es cierto que no es del todo normal que sea un ministro, y nada menos que el superministro al cargo de la obra pública, el que se llene las faldriqueras; pero si miramos en la cualificación de la banda del peugeot (un portero de burdel cortador de troncos, un técnico de aparatos frigoríficos, un maestro de escuela que había derivado en vulgar apparátchik y, como jefe, un licenciado en Económicas que encargó su tesis doctoral a un negro y el negro hizo un refrito de sandeces y cortas y pegas de por ahí) y nos preguntamos porqué esos 4 pusieron tanto empeño en conquistar el poder entenderíamos mucho de lo que vino después. En cualquier caso, son cosas que podemos soportar. La corrupción no es el problema, porque es parte de la vida.

El problema es todo lo demás. Es el colonialismo institucional. El intentar controlar todas las instituciones, incluso las que no tiene que controlar, y querer que sean partidistas (en concreto, de su partido) por más que deban ser neutrales. Sea la Corona, el Congreso y el Senado, la Guardia Civil, el Tribunal Constitucional, el CNI, el INE, el CIS, la CNMV, el Instituto Cervantes o la RAE, Correos o los Paradores Nacionales, las empresas de la SEPI, RTVE o la junta de regantes de Valdemorillo de la Sierra. Todo lo que no recoge el Código Penal porque ¿cómo se iba a imaginar que ocurriera? Es un deterioro generalizado que abre un camino (¿a partir de ahora, el presidente del gobierno es el amo del cortijo y como tal ha de actuar?) que ninguno de los demás debemos querer que se transite.

Formalmente, la letra de la Constitución la cumple más o menos, cuando puede no y cuando no puede, en la medida que pueda, no. Pero en espíritu, ni la Constitución ni los más esenciales principios democráticos. Ni los más esenciales.

No, la corrupción tipificada en el Código Penal es mala cosa pero no es el problema. 

 

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