ABUELO.—Si fuera por mí, te recibiría tranquilo. Tengo setenta años.
PEREGRINA.—(Con suave ironía.) Muchos menos, abuelo. Esos 70 que dices son los que no tienes ya.
Es un fragmento de La dama del alba, de Alejandro Casona. A esas alturas de la obra tanto el abuelo como los espectadores saben que la peregrina es, en realidad, la Muerte. Por eso la peregrina, que sabe cuándo tendrá que volver a por el abuelo, le dice que no alardee, que los que tiene son los que le quedan por vivir, muchos menos; los setenta son los que ya ha gastado de los que tenía al nacer.
Es, digámoslo así, otro planteamiento. Otra forma de ver la vida.
En otro orden de cosas, provoca cierta ternura comprobar que, en 1944 una persona de 70 años era "ya muy vieja". Y lo era.
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