domingo, 18 de mayo de 2014

Una conversación espeluznante



El pasado viernes tuve una conversación con un excalculista, muy buen calculista por cierto hasta que un buen día se cansó de los gajes de este oficio y se metió a comercial de una oficina de cálculo de estructuras. Esta empresa era muy buena, pero básicamente calculaba estructuras. Quiero decir, en los años  del oro llegaron a ser unos 40, si no me falla la memoria, pero cuando se acabó el oro lo pasaron muy mal. Ya saben, EREs, despidos,... quedaron 13, con la jornada reducida, el sueldo reducido,... todo eso.

Hace algún tiempo, me lo encontré y le pregunté qué tal les iba.  Buf, estaba siendo duro, pero empezaban a remontar el vuelo. Habían tenido que cambiar su modelo, ya no trabajaban apenas para clientes locales, y estaban buscando la faena en el extranjero. Y ahí estaba, mi excalculista, peinando las posibles ofertas, buscando socios locales, intentando tejer una red internacional de contactos con la que presentarse a concursos. Muy diferente de lo que habían hecho siempre, el trabajar directamente para arquitectos. Muy duro, también. Pero era lo que había, y poco a poco estaban consiguiendo encargos. En sitios rarísimos, pero encargos a la postre.

Por eso me alegré, cuando el otro día me contó que las cosas les iban bien y estaban contentos. Ya eran 30. ¡30! Pero entonces me dijo el truco. Ya no es como antes. Nada de contratos indefinidos, eso por descontado. Es que ya ni siquiera contratos temporales. Contratos por obra, por proyecto. Contratan a la gente para un encargo específico, se realiza el encargo y adiós muy buenas. "¡Y qué gente!", me decía. "Buscando" me explicaba, "se encuentra de todo. Eso sí, no es fácil, hay que saber buscar. Y buscar en todos los sitios".

"¡Y a qué precios!", me dijo. "Encontramos gente buenísima, auténticos especialistas, que trabajan por ... por...".

Y me contó algunos casos. Es cierto, me confesó, que no siempre les sale bien la jugada; pero están encontrando - y explotando- auténticos chollos.
Quizá ustedes opinen que, en la práctica, estos trabajadores son como los autónomos, ejerciendo la profesión por cuenta propia. Les contratan para un proyecto, lo realizan, lo cobran y adiós muy buenas. Pero no. No es lo mismo. Un profesional independiente acepta encargos. Puede tener una racha en la que no le entre nada, sí, pero puede tener buenas rachas con varios proyectos encima de la mesa. Puede estar, al mismo tiempo, negociando otros proyectos para cuando se acaben esos. Puede intentar establecer sus honorarios. Con el tiempo, establece una red de contactos, y confía en que si no uno, de otro lado saldrá algo; si consigue trabajar para 20 arquitectos, es más fácil que alguno tenga algún proyecto en la fase de cálculo. Trabaja con la confianza de considerarlos "clientes", sabiendo que si ellos consiguen encargos, él también conseguirá encargos. Que cuentan con él para el futuro. Y aquí no. Aquí tenemos un proyecto. Dedicación exclusiva. El trabajador no puede trabajar al mismo tiempo para otro despacho, realizar otros proyectos, distribuirse el tiempo para cumplir con todos, hacer ofertas con los precios que cree que debe. Aquí se le encarga un trabajo, un cálculo, una semana, dos de trabajo, y adiós gracias. Para el siguiente cálculo no contaremos contigo, buscaremos a otro. Quizás este otro sea un poquito mejor que tú en el caso concreto del nuevo cálculo, o quizás nos salga aún más barato... o quizás, si lo quieres, te lo lleves si bajas aún más tu precio. Tú decides, pero rapidito.

¿Capitalismo salvaje? ¿Ley de oferta y demanda? Miren, no me vengan con historias. Hay casos en los que las cosas no funcionan así, y éste es, ha de ser, uno de ellos. 


Michael Jackson - Dirty Diana

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