martes, 20 de noviembre de 2012

Otis

Seguro que a ustedes les suena el nombre de Otis. ¡Qué diantre, claro que les suena! ¡Otis, el de los ascensores! ¡Ascensores Otis!

Más difícil es, si no trabajan ustedes en el mundillo de los ascensores, que sepan qué es Otis. En realidad, quién era Otis. El señor Otis, el fundador de Ascensores Otis.

El señor Otis era un norteamericano, nacido en 1811 y muerto en 1861 (no llegó a cumplir los cincuenta, ojo al dato). En 1852, Otis inventó un dispositivo que incrementaba enormemente la seguridad de los ascensores, y empezó a fabricar ascensores "seguros". Pero, claro, no vendía muchos, porque a casi nadie le gustaban los ascensores en aquella época.

¿Saben ustedes que los cables de los ascensores se calculan con un coeficiente de seguridad mínimo de 10? Pues en 1850, en Estados Unidos, no. Y los cables, las poleas, los enganches,... a veces se rompían, el ascensor caía y la gente moría. Muy a menudo. Por eso a nadie le gustaban los ascensores. De rebote, no se construían edificios de más de seis plantas (ya se imaginan el porqué). Ni en Nueva York. Normal, ¿no? Pues bien, Otis resolvió el problema, aunque al principio no vendía mucho: era víctima de la impopularidad de su negocio. Hasta que llegó la Exposición Mundial de Nueva York, en 1854. Ya saben, entonces se solían presentar inventos en estas ferias; y Otis no fue menos. Construyó un ascensor con su dispositivo. En una exhibición pública, se subió, junto con cajas, barriles y otros pesos, y... mandó que cortaran el cable del ascensor. Lo hicieron... y el ascensor cayó. Pero ¡ey! cayó sólo unos centímetros. Su invento paró la caída y no le pasó nada. De ahí a la gloria y a una de las mayores compañías de ascensores del mundo. Y hasta hoy. Esta mañana, revisando un ascensor, encontré el dispositivo de Otis. Básicamente, el mismo principio que inventó, en 1852.

No sé si describirles su invento; si ustedes no son ingenieros mecánicos o ingenieros "antiguos", probablemente les sonará a chino. Digamos, esquemáticamente, que es un tipo de freno centrífugo. Porque no es de esto de lo que quería hablarles.

Verán, lo de Otis... es que hay muchos señores Otis. La historia de Estados Unidos está llena de señores Otis. Gente que inventa algo, que descubre algo, que patenta algo, que tiene una buena idea, lucha por ella y se hace millonario. Y, sin embargo, la historia de España... Adolece un poco, ¿verdad? Artistas y toreros, sí que hemos tenido. Hasta hace un siglo o menos, podríamos presumir de hechos de armas como el que más ¡y más aún! Podemos contar algún deportista extraordinario, si nos ponemos. Pero inventores, me temo que de eso tenemos pocos. Alguno, claro, pero...

En Estados Unidos, en 1810 había 7,2 millones de personas (hombre arriba, hombre abajo, según los días). En España seríamos unos 11 millones de personas, aproximadamente: un país más antiguo, con más historia e instituciones, y sin embargo... ni siquiera hacíamos entonces censos fiables. El caso es que teníamos del orden de un 50% más de población que Estados Unidos, que también se metía entonces en guerras como nosotros. Y sin embargo, en el siglo XIX salieron un porrón de inventores allí por cada uno que salió aquí. Y el triunfo de aquellos es incomparable con el de los nuestros. ¿Qué habría sido de Monturiol o de Isaac Peral, si hubieran sido americanos?

La pregunta legítima que nos hemos de hacer es ¿porqué esta diferencia? También los españoles queremos mejorar las cosas, y hacernos ricos. Vamos, digo yo. Pero no lo conseguimos en la misma medida que ellos. ¿Qué cambia, de un país al otro? No es el clima, no es la tierra ni los recursos naturales, no es la pobreza o riqueza de las personas o colectiva, ni su cultura. Tampoco la educación: ni Otis estudió la ESO, ni el bachillerato antiguo, ni asistió a las escuelas de la Segunda República ni nada. Hablamos (por ejemplo) de un tío que nace en 1811 y que inventa algo en 1842: a saber qué andábamos haciendo aquí en aquellos años. No, tiene que ser otra cosa. Y yo creo que está en el carácter. El carácter de las personas y el carácter colectivo.

Por ejemplo: la quintaesencia de lo que se denomina el espíritu norteamericano es el tan nombrado "sueño americano". Ellos tienen un sueño, como todos, pero en Estados Unidos te enseñan a creer en él y a luchar por convertirlo en realidad. Aceptan tu "locura" porque entienden que es tu sueño, y te ayudan. ¿Necesitas financiación, socios, colaboradores? Cuenta con nosotros. Y los resultados, a la vista están.

Aquí, en cambio,... Si el joven formula una idea, en seguida el padre le dice que no. Que no sueñe y siga picando. Que quién se cree que es. Y el joven entiende que es mejor dejarse de sueños y cuentos de lecheras y seguir picando, que hay que comer; no va a luchar más. Y si le cuenta su idea a alguien más, alguien que entienda, le dirá que aquí las cosas siempre las hemos hecho así. Si pide financiación, ningún director de oficina creerá en él y ningún banco le fiará. Claro que hay excepciones, pero son... eso, excepciones. A lo mejor sacamos un Otis de cada cinco millones de habitantes; ellos sacan uno de cada medio millón. Y a lo mejor me quedo corto: intente nombrar inventores españoles del siglo XIX, y luego que alguno se haya hecho rico. ¿Cuánto capital humano hemos desperdiciado a lo largo de nuestra historia? No tengo ni idea.

En fin. Aquí seguimos, ingenieritos de a pie intentando hacerlo mejor cada día, innovando a escala "española". Justificándonos con las siestas, las tapas y "lo bien que se vive aquí". Encantados de conocernos.

Cuando lo pensamos, es desesperante, y más aún que tendríamos que cambiar tanto que es imposible que cambiemos; no es una cuestión de LOGSES ni leyes de educación ni más dinero para los maestros. Me temo que ésta es una lucha que ya perdimos hace mucho y que jamás ganaremos; y, peor aún, que en el pecado tenemos la penitencia. Por los siglos de los siglos.

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