miércoles, 7 de noviembre de 2012

Calcular estructuras, hoy


En los buenos viejos tiempos, cuando un pardillo ingresaba en una oficina de cálculo de estructuras dispuesto a labrarse una exitosa carrera profesional, lo primero que tenía que hacer era… afilar lápices, limpiar los restos de goma de borrar de los planos tras las correcciones de los técnicos, cortar los planos, encargarse de las copias y llevarlas a sus destinatarios, todo eso.

Tras un primer periodo, poco a poco, se le va explicando qué se ha borrado y por qué. Pero, eso sí, debe seguir barriendo. Pasado el tiempo, si el chaval apunta maneras, se le iba dejando hacer trabajos algo mayores. Primero, de estructura metálica, que es más fácil. Y luego, de hormigón. Poco a poco. Hasta que ya no se le repase su trabajo y éste reúna ya suficiente entidad como para que, si la caga, vayan todos a la cárcel o a la calle. Ahí es ya técnico completo, como sus antecesores.

Actualmente, las cosas no son así. El pardillo empieza copiando CDs, fotocopiando documentos o imprimiendo planos. Planos en pdf, al inicio, y generados en Autocad después. Es importante que vaya cogiendo soltura en Autocad, cuanto antes. Y ya, por fin, cuando ya sabe manejarse con el ordenador y los programas, un día… empieza a calcular estructuras. Primero, de hormigón, que es más fácil. Y luego, metálicas. Pero antes de hacer metálicas habrá hecho montones de edificios de hormigón. Cuanto más altos y más pisos tengan, mejor.

La razón es muy sencilla: el mozo ya no calculará. Manejará el programa Cype (por citar uno), y el Cype calculará. Lo importante es que el introduzca bien los datos (para lo que necesita su pericia como usuario del ordenador) y formatee correctamente los resultados. El hormigón, sobre todo los bloques de viviendas, suele ser sota, caballo y rey y los programas se bastan solos para hacer casi todo el trabajo; cuando la estructura es metálica ya es más fácil que haya singularidades que requieran una cierta pericia. Lo importante es que el calculista en ciernes, antes de doctorarse, habrá calculado cientos de miles de metros cuadrados de estructuras de hormigón. Y las habrá calculado bien y muy rápidamente.

Y, sobre todo, lo habrá conseguido con sólo nociones básicas de estructuras; su dominio del ordenador y los programas será la clave de su éxito.

Ya exitoso, será entonces cuando nuestro pardillo decida si sigue su carrera de productivo calculista de estructuras o si se especializa y se convierte en estructurista, capaz de atacar incluso los problemas que haya que resolver a mano o con escondidas analogías.




Lo que quiero decir es que, hoy en día, los programas de cálculo son tan buenos…(y  más que lo serán). Ya no es necesario saber en profundidad. Con los conocimientos iniciales, sobra.

Es como los programas de proceso de textos y los correctores ortográficos: ya no necesitas saber de ortografía, e incluso parcialmente corrigen la sintaxis. Al igual que cualquiera argumenta que no es necesario saber calcular una raíz cuadrada o un porcentaje porque hay calculadoras, ya hay gente que dice que no es necesario saber las reglas de ortografía y que la caligrafía carece del más mínimo sentido (para mucha gente escribir a mano es tan inusual como marcar un número de teléfono haciendo girar un disco con un dedo).

Pues con las estructuras pasa igual. Antes, el calculista necesitaba saber. Y cualquier cambio normativo era estudiado, analizado y desmenuzado. Ahora, en cambio, cualquier cambio normativo (que los hay, y telúricamente más importantes que los que había antes), exige… comprobar que el programa de cálculo ya está actualizado a esa normativa. Y punto.

Y les aseguro que es así. Cuando cambia una norma, lo importante es tener la actualización del programa. Ya sabrá éste qué cambios son y qué hay que hacer. De hecho, estoy convencido que el 99,9% de los calculistas desconoce lo que dice (y porqué lo dice) la más reciente norma de estructuras de acero. Y va a seguir desconociéndolo hasta que salga una nueva actualización (una nueva norma) que la derogue.

No voy a dictaminar si esto es bueno o es malo. Hombre, conocer las normas cuando se es calculista nunca está de más, pero… ¿a quién le importa si el calculista que le ha calculado la estructura habría sabido calcularla a mano?

Hoy en día es rarísimo que se calcule algo sin ayuda del ordenador, fuera del asta de una bandera o la caseta del perro. La categoría del calculista se demuestra a pie de obra, cuando el constructor no hace lo que le ordenaron o aparecen sorpresas; ahí, cuando hay que improvisar en segundos, se separan a los hombres de los niños. Pero también, las más de las veces, y metidos en hormigón hasta las rodillas,… lo que digan las normas suele importar un bledo. Se actúa por instinto, sin planos y sin dejar constancia.



Todo esto es relativamente nuevo. Quiero decir, aún quedan por ahí ingenieros antiguos, así que no sabemos qué ocurrirán cuando todos los calculistas sean operadores de ordenador. Pero yo soy optimista, y estoy convencido de que el talento saldrá adelante y seguirá habiendo excelentes técnicos, como los hay ahora y los hemos tenido siempre. Aunque no sepamos calcular una raíz cuadrada.

2 comentarios:

  1. Vaya, ahora entiendo porqué me hicieron empezar con hormigón, especialmente con reticulares... supongo que a ti te tocó empezar con metálica, jeje.

    Venga va, háblanos otra vez de nuestro Amado Líder, aún se me saltan las lágrimas cuando recuerdo tu genial entrada.

    Un abrazo!

    Laure

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  2. Eso sucede ahora en muchos ámbitos. Lo más gordo puede ser a nivel de navegación. Buques y aviones se orientan por satélite y la mayoría de los que manejan esas máquinas ya no serían capaces de situarse a mano. Un fallo generalizado de la navegación por satélite originaría un caos.

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