martes, 8 de noviembre de 2016

Los muertos de Laruns

 


Laruns es el primer pueblo francés que uno se encuentra cuando desciende el valle del Ossau. Es cierto que hay antes un par de aldeas y algunas cabañas de pastores, pero no cuentan como "Francia"; Francia empieza en Laruns. Que no es un pueblo muy grande, leo en la wikipedia que tiene unos 1.200 habitantes, pero a mí me encanta Laruns y voy siempre que puedo (lo normal es un par de veces al año, lo siento).

Porque Laruns, ya digo, es un pueblecito, pero impresiona porque lo tiene todo. Todo lo que uno esperaría encontrar en una ciudad española de diez o quince mil habitantes, y puede que más.

Cuando voy a Laruns mi rutina es siempre la misma: aparco enfrente de la panadería, donde compraré unos croissants cuando me suba al coche de vuelta, como último acto allí, y voy caminando hasta la plaza, donde me sentaré en alguna terraza a tomarme un helado, un café o lo que corresponda. Lo importante es el camino de la panadería a la plaza, porque se pasa por delante de la escuela. Delante de la escuela está el monumento a los caídos, y me paro siempre. Siempre.


El monumento a los caídos honra a los fallecidos del pueblo en las guerras de Francia. En concreto 4 guerras. De más reciente a más antigua:

- La guerra de Argelia, Marruecos y Túnez. En esta guerra murieron 2 vecinos, cuyos nombres figuran en un lateral del monumento.
- La guerra de Indochina. También 2 vecinos, con los nombres en el mismo lateral.
- La segunda guerra mundial. Ocho muertos. En ese lateral.
- Y la primera guerra mundial. Porrocientos muertos, en los demás laterales, my apretados. No sé, creo que unos 60.

En fin, ¿no? 60 muertos. Muchos más que en la segunda, no digamos las del Vietnam y África. Y supongo que el balance de heridos será proporcional. Por cierto que en 1914 Francia tenía 39 millones de habitantes, por los 67 de ahora.

Lo que quiero decir es que el impacto que tuvo la primera guerra mundial es mucho mayor que la segunda. Hasta el punto de que puede considerarse la segunda como un simple epílogo de la primera. Que vale que lo de los seis millones de judíos fue una pasada, pero aparte de eso no fue sino la culminación del machaque de la primera. Sí, sabemos un montón de la segunda guerra mundial y parece que no hubo otra; pero no desdeñemos el impacto de Hollywood en eso. Además, la segunda guerra no solo es mucho más fotogénica, es que está llena de historias. La primera guerra es mucho más sencilla: las grandes batallas, Verdun, Marne, Somme, duraron meses. Muchos meses cada una, sin apenas avances de los ejércitos. Sólo muertos por ambos lados: los soldados iban, se enfrentaban y morían. Un día un bando avanzaba 20 m y al siguiente los perdía. Unos morían por ganar esos 20 m y otros por no perderlos, pero el caso es que morían. En la segunda guerra, en realidad, no murió tanta gente en las batallas. Como prueba el monumento de Laruns.

Puede que una prueba del tremendo impacto de la primera guerra mundial fue el cambio que supuso en el arte: de repente, todo lo anterior careció de sentido, y hubo que buscar nuevas formas para expresar nuevas ideas, nuevas realidades. No sé si han leído La montaña mágica, de Thomas Mann. Es un petrecol casi infumable sobre la estancia en un balneario en los Alpes de los enfermos de tisis. El libro es gordísimo porque todo transcurre muy despacio, y las descripciones son prolijas (aprovecho para recomendar la genial descripción de la casi muerte por congelación del protagonista). Al final del libro, el protagonista se alista en el ejército (1914)... y muere. Punto. Fin. No más. No más después de mil páginas donde se cuenta cada cerveza. No tiene sentido, un final tan abrupto. No tiene sentido, salvo la forma de reflejar que esa guerra supuso el fin del mundo como se conocía.

O, por ejemplo, La marcha Radezsky, de Joseph Roth. Otro libro gordo en el que cuenta la vida en el imperio austrohúngaro. De nuevo, estalla la guerra y todo desaparece. El protagonista, por supuesto, muere. Y como el Castorp de Mann, de una manera absurda y desprovista de heroísmo. Una bala, y ya está. 

Y hay muchas más novelas, escritas entonces, que responden al mismo esquema. Y también películas. Pero ¿saben qué? Si ven Sin novedad en el frente, de Lewis Milestone, lo entenderán: al terminar la película... ¡Dios! No existe un mayor alegato antibelicista. No acaban pensado "qué tíos, qué fenómenos", ni "menudo espectáculo". No, salen pensando que la guerra es un horror. Pues el mundo, en la primera guerra, se vio enfrentado a un horror como no lo había visto en ninguna otra guerra, y al acabar no pudo seguir siendo como había sido. Fue una experiencia de la que no salió igual.

Yo no sé realmente por qué, pero pienso que todas las guerras serán un horror, pero la primera guerra mundial fue más horrorosa que las demás. Y creo que eso también nos lo recuerda el monumento de Laruns.




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