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viernes, 27 de agosto de 2021

Propósitos para el curso que empieza

 Muy fácil: este año, 2 y muy claros. 

El primero de ellos: el Código Estructural. El pasado 10 de agosto se publicó en el BOE el nuevo Código Estructural, que anula las instrucciones anteriores sobre las estructuras de hormigón y de las de acero, y además desarrolla la parte de estructuras mixtas de hormigón y acero laminado. Además, creo, aprovecha para asemejarse a los eurocódigos. En total, 1789 páginas de nueva norma. A los 3 meses de su publicación entrará en vigor el edicto, salvo que el encargo sea anterior a ese día (10 de noviembre de 2021) y la obra se empiece antes del 10 de noviembre de 2022. Por lo tanto, en este curso he de estudiarme esas páginas, saber qué cambia y porqué. O bien...

O bien hago como todo el mundo y compro una actualización de los programas informáticos, y ya sabrán ellos qué hacer. Sin duda, éste es el camino que elegirá la inmensa mayoría de los calculistas de este país; y como me huelo que siguiendo la tendencia de los últimos veinte años el nuevo enfoque de la norma será incomprensible para los humanos, creo que acabaré haciendo yo también lo mismo.

¡1789 páginas! La burocracia es un cáncer que se reproduce por sí misma sin control hasta acabar apoderándose de todo y anquilosando allá donde llega.

El primer objetivo es pues muy fácil. El segundo...

Mi segundo propósito es bimmizarme. Sí, ya sé, con todo lo que he despotricado (y despotricaré) acerca del BIM. Pero Galileo. Y también, la verdad, cuando uno tiene su currículo ya hecho y apenas me queda en el convento, las ganas que se tienen de luchar acaban evaporándose. Voy a intentar hacer las cosas en BIM, y que sea lo que Dios quiera. A quien quiera que me pida un croquis le responderé una semana más tarde con un modelo ifc. Quien me pida un plano, modelo ifc. Quien me pida una explicación, 600 páginas de listados numéricos. Con un poco de suerte, los que me pidan los croquis, planos y explicaciones serán pipiolos que no sabrán que lo que doy no es lo que pedían. Ésa será mi venganza, y poder hacerlo será, creo, lo que más me impulsarán a bimmizarme. Sé que es cuestión de fuerza de voluntad, porque mi impulso será siempre resolver las cosas de una manera fácil y rápida, pero confío en que me aliente el que prueben ellos su propia medicina.

Sí, se presenta un curso divertido.

jueves, 5 de agosto de 2021

¿Es el BIM un verdadero cambio de paradigma?

https://www.youtube.com/watch?v=BBMcgREgyXU 

 

 

Respuesta: sí, lo es. El BIM es la herramienta clave para que las máquinas tomen el control. Es la quintaesencia de la renuncia del control por parte de los calculistas, y tras ellos vendrán todos los demás.

A aquellos que, por no ser calculistas, no tengan la perspectiva suficiente: los ordenadores se crearon para ayudar a los calculistas. En el principio, los ordenadores sólo calculaban. Cálculos aritméticos, primero, geométricos después, algebraicos más tarde. Invirtieron matrices, aunque usted no sepa qué es eso o qué trascendencia tiene. Pero así fueron las cosas, empezaron como una herramienta de cálculo. Herramienta a la que se le fue sacando provecho, eso sí: atrévase ahora a vivir sin ordenadores.

Con los años, los ordenadores, los chips, los cerebros electrónicos, han pasado a ejecutar muchas de las tareas que antes hacían personas. Pero nunca tuvieron el verdadero control: detrás siempre había personas. Siempre hubo ingenieros. 

Calcular la estructura de un edificio es un cálculo complejo. Es tan complejo que, de hecho, muchas tipologías estructurales, muchas maneras de construir un edificio, han estado ligadas a las posibilidades de calcularlas. Dicho de otra manera: usted no sabe de ningún puente curvo que no se haya calculado con ordenadores. De tablero curvo en planta, quiero decir. Sin embargo, a medida que los ordenadores han sido más potentes y se han desarrollado programas de cálculo más complejos y capaces, se han ido diseñando puentes cada vez más espectaculares. Más difíciles de calcular, también. Ahora nadie proyecta un puente de tablero recto si puede evitarlo, qué van a decir sus colegas de él como lo haga. Y con los edificios pasa algo parecido. Bien, para ambas cosas disponer de ordenadores ha sido una gran ayuda. Primero, hacían las operaciones matemáticas más farragosas. Luego iteraron y dimensionaron. Luego se mejoró la manera de introducir los datos, de crear los modelos, y se introdujeron las normativas en los ordenadores para asegurarse de que los resultados eran conformes. Las normativas cambiaron y se diseñaron pensando en que fueran ordenadores los que comprobaran la conformidad de lo que se proyectara. Se volvieron ininteligibles para los humanos, aptas sólo para los cerebros electrónicos. Hasta los planos sacaban, los ordenadores. Pero en todo el proceso había un ingeniero a los mandos.

Llegó un punto en que la informática permitió a los ingenieros crear modelos de lo que se quería, pulsar un botón y obtener los resultados. El ingeniero había proyectado sin tener ni idea de las normativas y las exigencias, sin saber si lo que había proyectado era complicado o sencillo, grande o pequeño, estético o antiestético, práctico o aparente. Y todo ello sin dejar de escuchar su sinfonía favorita de Brahms.

Creo que fue a principios de los 80, cuando aparecieron las máquinas herramientas de control numérico: es decir, tornos, fresadoras, máquinas manejadas por ordenador. Empezaba la era del CAM, la mecanización ayudada por el ordenador. Y al mismo tiempo, el CAD: el diseño ayudado por ordenador. En cuestión de segundos apareció el CAE: la ingeniería ayudada por ordenador. El técnico, con su ordenador, diseñaba la pieza y su mecanizado. En 1988 me presentaron un programa que diseñaba placas de circuitos integrados. En minutos. Poco a poco los ordenadores fueron usurpando (la palabra es un poco agresiva, pero descriptiva) las tareas de las ingenierías, y al final llegó el futuro: dado que todo podía hacerse por ordenador, hágase por ordenador a la vez. El BIM.

El BIM es crear un modelo de ordenador en el que todos aportan lo que tienen que aportar. Una reproducción informática completa de lo que se proyecta, sea un edificio, un avión o un coche de F-1.

El BIM es un cambio de paradigma en dos sentidos.

El primero de ellos, ya he escrito muchas reflexiones al respecto, es que supone la desaparición del plano como lenguaje del técnico. Ya no se hacen planos, carecen de sentido. Sólo los últimos escalones de la cadena, los obreros de la construcción, los necesitan. Ellos y los del pleistoceno que estamos camino de la extinción o aún no nos hemos adaptado. Nadie más. Y, como he declarado a menudo, al no emplear planos se pierde la capacidad de entenderlos y se evoluciona a sobrevivir sin ellos, a no necesitarlos. El BIM es la muerte del plano, y cuando esté de verdad desarrollado e implantado ya no habrá más planos.

(disculpen un momento; la mera idea de lo que escrito es para mí tan impactante que necesito unos minutos para asimilarlo).

El segundo cambio aún no ha llegado, pero llegará. No creo que ocurra en menos de diez años, pero sin duda será un hecho consumado dentro de 20. Y no será que no se ve venir, hasta un austrolopiteco como yo lo sabe y lo anuncia desde hace años.

Los programas de ordenador han ido usurpando la tarea de los ingenieros. Con su "deja, que ya lo hago yo" han terminado haciéndolo todo. Hasta el punto de que los ingenieros hemos incluso dejado de saber qué había que hacer: el ordenador iba a saberlo por nosotros. A pesar de todo, la usurpación nunca había sido completa: entre otras razones, porque había cosas que los ordenadores no podían resolver. No estaban aún desarrollados lo suficiente, también tardaron muchos años en conseguir ganar a Kasparov. Pero ya lo están. 

Veamos un ejemplo: un arquitecto diseña un edificio y le pasa su modelo BIM al ingeniero calculista para que "calcule" la estructura. El calculista pasa el modelo BIM por su programa de cálculo, el programa añade al modelo BIM la estructura y el calculista devuelve al arquitecto el modelo BIM, ahora ya con la estructura incorporada. Después del calculista le llegará el modelo al ingeniero de aire acondicionado para que repita el proceso en lo que a él atañe, al de incendios, al fontanero, al electricista, al arquitecto de fachadas, a los especialistas en suelos, paredes y otros acabados, a los carpinteros de ventanas y puertas, a todos los demás.

El primer eslabón, el más débil, el primero en caer, es el calculista. Es el más maduro, el que más ha sido usurpado por el ordenador. El que menos sabe lo que hace. El más prescindible. El que menos razones tiene para seguir existiendo: el arquitecto, con su programa de modelar BIM, en un momento dado apretará el botón de "dimensionar estructura" y se le dimensionará la estructura. El arquitecto podrá cambiar lo que quiera, y con el botón de "chequear estructura" sabrá si sus cambios son aceptables o no. No necesitará al calculista para nada.

A la desaparición del calculista seguirán todas las demás, con procesos análogos. Incluso sensaciones tan subjetivas como el confort de los usuarios serán reguladas por los ordenadores. ¿Acaso no existen ya los edificios inteligentes, que se autorregulan para el confort de los humanos que los ocupan? El BIM diseñará las instalaciones para conseguir el confort que se le establezca, no les quepa duda. Y adiós a los ingenieros que las diseñaban.

No sé si los calculistas aguantaremos 10 años. 20 seguro que no, no cabe duda. Y los demás no vendrán mucho después de nosotros.

Aunque no creo que desaparezcamos; ése es el segundo cambio de paradigma que supone el BIM: redefine la función de los ingenieros.

¿Qué haremos los ingenieros? A ver, ha de quedar claro que los ingenieros nunca desapareceremos, salvo que la humanidad vuelva a las cavernas. El ingeniero es el ingenio humano, y siempre habrá alguien que quiera discurrir. Ahora bien, el camino que marca el BIM es que el ingeniero se dedicará a inventar, a mejorar, a controlar que las cosas sean correctas, y a resolver los imprevistos. Más o menos, lo que ya hacen los ingenieros en las fábricas.

¿Y los ingenieros especialistas?  De nuevo, los calculistas somos el futuro en el presente. Trabajaremos de asesores cuando nos requieran, apareceremos cuando surjan problemas, cuando haya accidentes o imprevistos, y sobre todo buscaremos los márgenes, las cosas que los ordenadores aún no saben hacer. ¿Qué caramba!, ¿acaso no hay en las tripulaciones de los grandes vuelos un "ingeniero de vuelo"? Uups, ya no: los ordenadores terminaron sustituyéndoles.

No sé lo que nos deparará el futuro, pero estoy seguro de que dentro de muchos años, cuando echemos la vista atrás, veremos la implantación del BIM como un hito señero en el camino que habremos recorrido.




Así somos - Lágrimas negras



lunes, 26 de julio de 2021

¿Es el plano el lenguaje del técnico?

https://www.youtube.com/watch?v=HAKnWi15ycs 

 

 

Hace muchos años participé, como perito experto, en un juicio de patentes. El asunto era importante, y en consonancia no dictaminaba yo solo, sino que éramos tres  los ingenieros. Resumiendo, el juicio versaba sobre que una parte acusaba a la otra de estar vulnerando patentes de la primera. ¿Lo estaba? Para eso había que precisar qué era lo que estaba protegiendo la patente. Y ahí radicaba parte de nuestro problema: los planos de la patente no se correspondían al 100% con la memoria. Digamos que la parte acusada vulneraba o los planos o la memoria, no recuerdo. Yo era, con mucho, el más joven de los tres ingenieros, y en un momento de los debates el más veterano sentenció: "el lenguaje del técnico es el plano".  Decidimos que la esencia de la patente eran los planos y que en ellos nos teníamos que centrar.

Puede que alguno se escandalice, ¡cómo va a tener preferencia el plano! Pues la tiene, y así está establecido: en un proyecto, en caso de contradicción la preferencia la tienen, por este orden, los planos, las mediciones y presupuestos, el pliego de condiciones técnicas y, por último, la memoria.

Pasaron los años, y yo he seguido pensando que el lenguaje del técnico es el plano.

Yo, no hace falta decirlo, soy un ingeniero del pleistoceno. Soy de una época en la que había planos. Ahora que están desapareciendo, ¿qué?

Me ocurre cada vez con más frecuencia que, sea por taras genéticas o por incompetencia, las partes con las que trabajo, arquitectos y constructores, son cada vez más reticentes a plasmar sus ideas en planos. Y me cuesta un mundo entenderles. Me envía el arquitecto un modelo BIM (la palabra clave), un modelo tridimensional de su proyecto, y no puedo. O me envían los talleres sus modelos tridimensionales de la estructura, para que se los apruebe. 

Cuando un arquitecto me da un proyecto para calcular, lo primero que tengo que hacer es entenderlo. Y para entenderlo, lo disecciono. Lo divido en sus plantas, examino cómo se relacionan en vertical, todo eso. Pero en un modelo tridimensional esto no existe, es un todo. Ha de ser trabajo mío el extraer de ese modelo las vistas en planta y en alzado,y tener cuidado de no dejarme nada que pueda influir. Es trabajo mío. Antaño era del arquitecto, él dibujaba las plantas, las fachadas y los alzados. Ahora ya no, y no creo que sea para ahorrarse el arquitecto el coste de hacerlo pasándomelo a mí (aunque puede que sí). No, creo que es porque los calculistas modernos ya no necesitan tampoco los planos: meten el modelo 3D del arquitecto en sus programas, y ya calculan ellos por él.

Así que, por esta parte, soy un ingeniero del pasado, dirán ellos. Un ingeniero que aún entiende lo que calcula, quiero responder yo.

En el sentido contrario, cuando el ingeniero es el generador de planos, ocurre lo mismo. Ya todo se calcula con modelos tridimensionales, y los resultados del cálculo son eso, modelos 3D. ¿Quién quiere planos? Pues yo, porque sigo pensando en planos. Y necesito planos para comprobar que mi idea se ha desarrollado bien. Pero nadie más.

Hace unos años hablaba con una constructora. Estaban enamorados del BIM. Su capacidad para generar listados de mediciones. El BIM les permitía gestionar la obra con mayor facilidad.

El otro día entregué un proyectillo, una pasarela que tenía seis escalones en un tramo de su recorrido. Después de explicarle los planos a la arquitecta, me dijo que le parecía todo muy bien, pero que si no tenía unas perspectivas (vistas 3D, decía ella) para que se entendiera todo. Dio la casualidad que sí las tenía, porque el programa las había generado pero yo había descartado el plano porque para mí no aportaban nada y estaba en la montaña para reciclar. Lo recuperé, y con ese plano todo lo demás le dio igual.

Sencillamente, esa arquitecta ya no tenía la capacidad de vislumbrar la estructura sólo con plantas y alzados.

Al día siguiente, en otra obra, el taller me pide que le apruebe "los planos" antes de ejecutarlos. Los talleres modernos tienen dos características, cada vez lo veo más claro, y cuanto más modernos y a la última más acentuadas las tienen.

La primera de ellas es que necesitan que la dirección de la obra le apruebe los planos que ellos mismos se generan a partir de los planos que les da la dirección de la obra. Y no importa que me enfade y avise desde el primer día de que yo no reviso nada, que ellos construyan y si resulta que no es lo que yo quería ya me oirán. Es una causa perdida. No sé qué pasa en los talleres, pero ya no quedan técnicos con los redaños suficientes para asumir ellos la responsabilidad de su propio trabajo. Y es el signo de los tiempos.

La segunda característica es la aversión al plano. Son incapaces de dibujar. Absolutamente. Gracias a los ordenadores, ya no saben. Bien, eso lo tengo asumido, les pasa incluso a los arquitectos e ingenieros más jóvenes que yo. Pero en el caso de los talleres, su modelo 3D lo es todo. Y es lo que me envían. 

Por ejemplo, hace poco entregué una estructura. La estructura era muy, muy sencilla, y sólo hice un plano en A-3 en tamaño original; la cosa no daba para más y el cálculo me ocupaba medio folio. Bien, el taller hizo un modelo 3D de mi estructura ¡y me envió el modelo para que lo aprobara! Yo les respondí que no, y que si querían que me enviasen un plano. Que por fuerza coincidiría con el mío, ya he dicho que aquello era tan sencillo que no daba para más. Al final tendré que aprobar su modelo 3D, porque ellos no van a generar ningún plano, no van a fabricar hasta que yo lo apruebe, el cliente no tiene tiempo de que ellos se bajen del burro y no me compensa meterme en más discusiones.

Otro ejemplo, especialmente sangrante, fue uno en que la constructora decidió cambiar toda la estructura; yo les dije que podían, pero que yo no la iba a rediseñar. Así que contrataron a una ingeniería, que hizo el rediseño, y para ahorrar no le encargaron las uniones: ya se las resolvería, gratis, el taller que ejecutara. La ingeniería me pasó los planos y sus cálculos, y bueno. Pero luego el taller quiso que yo aprobara sus uniones. No hay problema, les dije, denme los planos que los miro. No me los dieron. Y tampoco me dieron el modelo 3D, porque no lo harían hasta que yo no aprobara sus uniones. ¿Qué me dieron? Páginas y páginas de anexos de cálculos generados por el programa IDEA (en el programa IDEA uno hace un modelo tridimensional de la unión y el programa calcula). Y querían que con esos anejos de cálculo yo supiera cómo iban a hacer las uniones. Y no conseguí, jamás, ni un simple croquis.

Si los nuevos talleres, los más modernos y vanguardistas, ya no usan un plano ni aunque les vaya la vida en ello, ¿tiene todavía vigencia el lema sobre el lenguaje del técnico? Es obvio que no: el técnico, en el futuro, ya no va a hablar mediante planos, y estos tiempos aciagos son la transición hasta que desaparezcamos los del pleistoceno y queden sólo los jóvenes. ¿Es bueno, es un avance?

Sí, sí que lo es. Supongo que sí. El lenguaje del técnico va a ser el modelo 3D, eso es todo. Lo importante es que el técnico tenga un lenguaje. Que haya técnicos que necesiten expresarse, no solo operadores de ordenador.

Y mi problema es que estoy, claramente, obsoleto. Era algo que tenía que pasar.




Jorge Cafrune - No soy de aquí


jueves, 22 de julio de 2021

Revisando proyectos

Me pide un cliente que revise un proyecto que encargó a una ingeniería. Pasa a veces, sobre todo cuando trabajan con varias ingenierías y les gusta que se vigilen entre sí.

Revisar el proyecto de un colega es siempre un asunto delicado. Por supuesto, los ingenieros somos unos cretinos y cuando tenemos la oportunidad de poner a caldo a otros nos sale el colmillo asesino y para qué les voy a contar: hasta los ingenieros de Mercedes son unos mantas a nuestro lado. Pero con el tiempo uno se da cuenta de lo cretino que se es (con el tiempo: cuando otros ingenieros cretinos han revisado suficientes proyectos de uno); y en realidad, lo que la propiedad o la constructora quiere saber es si lo del proyecto se le va a caer o no y si se están matando moscas a cañonazos, y lo demás les da igual.

Así que desde hace tiempo yo intento alabar el trabajo del colega y criticar sólo lo que en buena lid es un tema a discutir. Cuando la revisión es así, mi experiencia es que la ingeniería responde bien: donde se ha equivocado lo reconoce, y donde el error es mío (una revisión siempre se hace con mucho menos detenimiento que el proyecto) me lo ha demostrado, yo reconozco mi error y emito un dictamen favorable, y todos contentos. Yo, el que más.

Recuerdo un caso que la documentación de la estructura y cimentación medía más de 1,50 m de altura. La obra era complejísima, y sin embargo había muy pocos errores. ¿Dónde se equivocaban? En los márgenes del proyecto. En las cosas pequeñas, a las que no se dedica atención porque ya se ha resuelto lo principal. En los elementos que el ingeniero senior deja ya que los resuelvan los junior. Como si después de diseñar un fórmula 1, uno  dejara el tapón de la gasolina al becario.

En el caso que nos ocupa, el proyecto era muy fácil. Muy fácil. Muy, muy fácil. Tan fácil, que ése fue el error de la ingeniería. Sin duda, el proyecto lo resolvió un ingeniero junior con muy poca experiencia. Le darían un par de directrices, las ideas geniales de cómo resolverlo (se notaba), y luego le dejaron solo, porque no creo que cobraran mucho, ya que esa ingeniería era una subcontrata de otra ingeniería.

Como he dicho al principio, lo que la Propiedad quiere saber es si aquello se va a caer. Y no, no se iba a caer. Las soluciones proyectadas eran correctas, se veía a simple vista, sin necesidad de sacar la calculadora; ya he dicho que era un proyecto muy fácil.

¡Qué desastre de proyecto!

Los errores que cometían eran de dos tipos: formales y despreciables. 

Los formales son aquellos que solo afean el resultado: por ejemplo, que describan el terreno empleando la descripción de otro proyecto. O que aparezca en el encabezado la referencia a otro proyecto y no a éste. Que digan "la obra es en Cáceres" y sea en Tarragona. Cosas así. Afean.

Los despreciables son aquellos que los legos no perciben y los profesionales, directamente, no van a hacer ni caso. Por ejemplo, y son extraídos del proyecto que nos ocupa), que empleen tornillos M14 (y de un tipo que no existen), que pongan en los planos que la obra está cerca del mar (no lo está), detalles típicos que no son de aplicación en esta obra y que la propia constructora resolverá cómo hacerlo,... cosas así.

El problema mío es que si no los señalaba sería como hacerlos míos. Y además, qué caramba, si la ingeniería no quería que le sacara los colores no haber cometido los fallos. Que hubieran revisado el proyecto antes de entregarlo: yo tardé menos de una hora en encontrarlos todos, y no tenía ni idea de qué iba el tema.

En fin, espero que no se enfaden conmigo y que en cambio aprendan la lección.

Y es que todos los ingenieros jóvenes cometen los mismos fallos en todas partes. Lo que da que pensar, porque son errores "modernos". En mi época no se cometían.

Muchos errores son lingüísticos. Muchas faltas de ortografía, muchas palabras en catalán, muchas palabras que en catalán se emplearían pero que en español no. Y en algunos casos, traducen mal (no dominan el español, es la verdad) y no se dan cuenta de que la traducción que han hecho tiene otro significado:

"No obstante, es conveniente, que a no ser que hallen órdenes en contra, se cumpla..."

Lo que el escribiente quería decir es "a no ser que haya órdenes". Pero tendría el texto en catalán, y no dominaría los subjuntivos en castellano. El resultado es que uno no sabe si hay que esperar a que un equipo de arqueólogos busque primero alguna tablilla de madera con órdenes en caracteres cuneiformes, si hay que enviar a la policía a registrar la obra, si se confía en que algún peón encuentre por allí un papelajo...

Muchos otros errores son el resultado de reescribir textos. Uno tiene la memoria de un proyecto, y la aprovecha para el siguiente: cambia la localización y cuatro cosas más y ya está. Y así salen los textos: el seguro de mi coche no cubre los daños que cause por introducir mi coche en un acelerador de partículas. Juro que  está escrito en lo que no cubre: daños por erupciones volcánicas, guerras, cosas así. Y la transmutación de la materia de mi coche. Estoy seguro de que el ingeniero que escribió la cláusula debió quedar la mar de satisfecho. Pues en la memorias de los proyectos, igual. Terminan describiendo montones de cosas que no son de aplicación en el proyecto (imaginen que haya instrucciones para ponerse el chaleco salvavidas que encontrarán debajo de su asiento... en un bólido de F-1).

Además, siempre se dejan algo por cambiar, y el resultado llega a ser de risa. En el proyecto los anejos de cálculo hacen referencia constante al sótano -2; y no había ningún sótano.

Otro error moderno: en los planos había textos con letras de 5 mm de altura, y textos importantes con letras de seis décimas. Ilegibles. Y, sin embargo, no lo vieron. No vieron nunca los planos en papel, sólo en pantalla; y en pantalla, como se hace el zoom que haga falta...

Son, ya digo, fallos modernos: fallos por hacer el proyecto por ordenador. Pero hay algo más, algo mucho peor.

Los jóvenes de ahora no aprenden. No se responsabilizan de su propio trabajo. No lo repasan. Lo miran y no ven los fallos que cometen. Y esto, una y otra vez. Y otra, y otra. No sé porqué es. Cuando yo tenía 23 años mi jefe me echó una bronca; no volví a cometer aquellos fallos. Un año después, en otro empleo, también cometí un fallo y recibí la pertinente bronca. Nunca más. Cuando cometía fallos, mis jefes me sacaban los colores. Y yo salía de allí decidido a que no me volvieran a abroncar más; y si para ello debía no cometer errores, no los cometía y por si acaso repasaba lo hecho. Los de ahora no sé si tienen sangre de horchata o es que están tan acostumbrados a que les revisen su trabajo que no hay manera.

Y yo no debería quejarme: mientras estos chicos estén haciendo proyectos a mí no me faltará trabajo. Como Nadal y Djokovic, que aún no hay tenistas que les echen. Pero desilusiona ver cómo ahora se hacen las cosas peor que antes, y cómo los chicos de ahora tienen menos capacidades que los de antes. No todos, claro, sigue habiendo mozos extraordinarios. Pero el nivel medio es muy decepcionante.

Me gustaría que el jefe de la ingeniería se sonrojara al ver mi informe, y decidiera que los jóvenes de su despacho han de avergonzarse también y les cantara de verdad las cuarenta, a ver si se espabilaban. Porque al ver lo que dan ellos por bueno se me cae la cara de vergüenza ajena. Que dicen que son tan ingenieros como yo.

domingo, 4 de abril de 2021

Construyendo el Golden Gate

https://www.youtube.com/watch?v=xMP2DY95Jv0 

 

 

A menudo se nos dan píldoras de información, puede que deslabazadas; sobre todo, durante los años de escuela. La gran mayoría de estas píldoras quedan sepultadas por el olvido - casi siempre instantáneo-, pero no todas. A los que conservan muchos de estos datos curiosos se les suele identificar como "bichos raros", "cerebritos", o así. 

Yo recuerdo, de mis años en la Escuela (cuando es con mayúscula es mi centro universitario), un par de píldoras sobre el Golden Gate. La primera de ellas, imagino que de las asignaturas de geometría descriptiva o de topografía, era que las torres principales son tan altas y están tan separadas entre sí que en el diseño hubo que tener en cuenta la esfericidad de la tierra: la distancia entre las bases no es la misma que entre las puntas.

El segundo dato vendría de alguna asignatura de estructuras o de materiales. Los materiales tienen un límite: no se pueden construir puentes de piedra con una separación entre apoyos superior a un cierto límite, porque la cantidad de piedra necesaria para permitir este salto entre apoyos genera tanta carga que la piedra falla más aún. Por razones como ésta no encontraremos catedrales de piedra con una separación entre columnas mayor que la de Gerona: 23 m. En el caso de la madera, el límite es mayor, pero el problema es el mismo. Y no deja de tener su gracia que estos límites, antes de las teorías de la resistencia de los materiales, necesariamente se descubrirían por prueba y error: irían construyendo las cosas cada vez más grandes, hasta que se les fueran rompiendo por sí solas mientras las construían. Pues bien, el dato que se quedó en mi memoria es que en el caso del acero el Golden Gate se acercaba a ese límite.

En wikipedia he encontrado esta foto sobre el Golden Gate en su fase de construcción en mayo de 1936:


Pero la foto que impresiona es ésta de 1935:

Y es que de alguna manera se tuvo que construir, ¿no? Eso sí, un golpe de viento, una súbita bajada de tensión o cualquier otra cosa... y se acabó. Y en la boca de la bahía, en el Pacífico norte, el viento es importante.

O no: Joseph Strauss, el ingeniero que diseñó el puente (aunque el diseño estructural corrió a cargo del ingeniero Charles Ellis, a la sazón el vicepresidente de la Ingeniería Strauss), estaba desde el principio muy preocupado por la seguridad de los obreros, y montó una novedosísima red de seguridad para intentar disminuir las consecuencias de un resbalón o una caída. Y funcionó: 19 trabajadores que cayeron salvaron la vida por la red. Aunque otros 11 no; desconozco por qué murió el primero, pero los diez siguientes fallecieron porque lo que cayó fue un andamio en el que estaban y el andamio rompó la red (los nombres de los 11 fallecidos se honran en una placa en la entrada sur).

La verdad es que Strauss consiguió un importante salto adelante en la seguridad en las obras al normalizar el empleo no sólo de la red, sino también de cascos, líneas de vida, mascarillas de respiración para los roblonadores (los roblones se hacen con el acero a unos 1000°C, y a esa temperatura se liberan gases), gafas para mejorar la visión de los trabajadores (por los destellos que causaba el sol en el mar), ¡crema protectora para caras y manos (por los fuertes vientos)!, instrucciones de dietas para que los trabajadores no sufrieran mareos,... e incluso montó un hospital de obra, con médicos de verdad. Pero la medida estrella fue su famosa red.


Por cierto: los 19 que sobrevivieron a la caída fundaron un club: el club "a mitad de camino del infierno".


Y otro por cierto: Strauss, el ingeniero director, acusó a Ellis, el ingeniero calculista, de haber desperdiciado tiempo y dinero, y Ellis no figuró como ingeniero en la placa que se puso en el puente. Aunque los planos, que se archivaron en la Librería del Congreso de los EE.UU, sí están firmados por él y en 2012 se le reconoció con una placa en el puente. Lástima que llevara 63 años muerto. Y es que siempre es el calculista el primero en pagar el pato.

Cabe preguntarse por qué despidió Strauss a Ellis. Calcular el puente llevó más de diez años. Y Ellis trabajó en ello sin descanso; hasta el punto de que en diciembre de 1931 Strauss obligó a Ellis a tomarse unas vacaciones. Y tres días antes de terminar sus vacaciones, Ellis recibió una carta de Strauss diciéndole que tenía que pasarle todo el trabajo a su ayudante porque él iba a tener vacaciones sin fecha de fin... y sin paga. No sé porqué lo hizo, y quiero creer que no fue porque Strauss tuviera cierto resentimiento contra él, porque el diseño original de Strauss del puente era éste:


Y las recomendaciones de Ellis (y de otros expertos en el tema) terminaron cambiando el diseño hasta su elegantísimo final:

Fuente: la Librería del Congreso

Aunque se dice el diseño se cambió porque la gente de la bahía opinó que el diseño de Strauss era feo. Pero lo cierto es que el comportamiento de los diferentes diseños (porque hubo varios) fueron analizados hasta la saciedad, y la razón del cambio fue siempre estructural.

En fin, si quieren ver las fotos de los diseños iniciales y fotos espectaculares del puente: https://medium.com/urban-explorations/the-other-golden-gate-bridges-28e8512b1a08. Vale la pena.




Manuel Ruiz Vidriet y Manuel Pérez Tejera - Rocío (marcha procesional)

sábado, 27 de febrero de 2021

Volviendo a los monasterios

 https://www.youtube.com/watch?v=mDZG-BM3AoI

 


Hace relativamente poco le criticaba a un joven ingeniero que el plano de sección que me mostraba carecía del sombreado que indica lo que se secciona. Cuál no sería mi asombro cuando el joven no entendía de qué le hablaba. Y es que, por lo que me contó, no sabía que era ese sombreado: nunca había estudiado Dibujo Técnico. Quizá fue entonces cuando comprendí lo que pasaba.

Desde hace muchos años vengo observando un descenso en el nivel de la enseñanza de los ingenieros. Pero siempre pensaba "bueno, ya les enseñará la vida". No me importaba que no aprendieran en la universidad, daba igual que un ingeniero no entendiera la fatiga de los metales; ya lo aprendería luego.

Poco a poco me fui dando cuenta de otro detalle: el arte del croquis se está perdiendo. El otro día me pasaron un plano de una escalera. Era incomprensible, así que el lunes, por pura diversión, le pediré a la arquitecta que me envíe el corte vertical de la escalera; y se lo pondré fácil, no le pediré un plano formal, sólo un croquis a mano alzada. Estoy seguro de que tardará unos días, pero me enviará un plano formal: no sabrá hacer croquis a mano. Me atrevo a decir que no conozco a ningún ingeniero menor de 50 años que haga croquis a mano alzada.

Es curioso: la vida no está enseñando a los ingenieros a hacer croquis a mano alzada. Y, sin embargo, el no saber croquizar no está deteniendo a los nuevos ingenieros. ¿Qué está pasando? Es simple: es un saber que ya no es necesario. Es como el joven ingeniero que no sabe representar un corte en sección. No sabe y no aprenderá, porque no lo va a necesitar. Con el diseño por ordenador, el BIM y todo eso, ese conocimiento es inútil. Teniendo en cuenta que el propio ordenador se comunica con las máquinas que fabrican, las representaciones y los criterios de dibujo destinados a facilitar que un operador humano entienda lo que se hace carece de sentido. Sé que suena pedante, pero es verdad: la cantidad de saberes de los que carecen los nuevos ingenieros nos haría enrojecer a los antiguos. Y si bien hasta ahora yo pensaba "es joven, ya aprenderá", hoy en día soy de otra opinión. Veo que todos los jóvenes son así, y veo que no aprenden. Y veo que con ordenadores que hacen el trabajo por ellos esos saberes no les son necesarios.

Entonces pienso que es un poco como la pérdida del saber que se produjo en la decadencia y tras la caída del imperio romano, que el saber de entonces quedó recluido en los monasterios, y ni siquiera todo, sólo una parte. Y que durante mil años apenas se produjeron avances y no salieron en esa sociedad genios que la hicieran avanzar.

Quiero decir, es algo que ya ha pasado antes. La pérdida colectiva de saberes. Nos cuesta creer, porque España fue el lugar donde menos se perdió el conocimiento tras la caída del imperio de Occidente (supongo que los visigodos fueron los menos bárbaros de todos, o también porque antes de las invasiones habían sido el pueblo que más había estado en contacto con los romanos y siempre se esforzaron en mantener la relación), pero por ejemplo en Inglaterra volvieron a la edad de piedra, ni si quiera a la del bronce. Hasta el punto de que perdieron el conocimiento de cómo hacer ladrillos y tejas.

Pues bien, pienso que ahora nos está pasando algo parecido. Por lo menos en España. España está perdiendo, como sociedad, saberes. Y es que el saber no va sólo por épocas, también por países: no es el mismo conocimiento tecnológico el que tiene Alemania que el que tiene Etiopía, por ejemplo. Pues España va perdiendo el suyo. Llegará un momento en el que el conocimiento nos vendrá de fuera. Y no nos vendrá todo: muchas cosas no sabremos hacerlas. No seremos capaces.

La trampa de esto es que es un proceso gradual. Lento. De manera que todos conocemos casos de ingenieros jóvenes que inventan, que desarrollan, que descuellan. Claro que sí. Pero cada vez serán menos. Cada vez estos se irán antes a Estados Unidos, a Alemania, a Japón. Llegará un momento en que seguiremos teniendo ingenieros españoles inventando, sí, pero estarán allí. Y, como los romanos, no lo veremos venir. Es lo que yo denomino una jaula Daniel Quinn, una en la que no te das cuenta que te estás metiendo hasta que ya no puedes salir.



Mariachi Chávez - El cascabel

sábado, 7 de noviembre de 2020

Estudiar Ingeniería hoy

https://www.youtube.com/watch?v=jsKqR--oUno



Un año más, las notas de corte de muchas ingenierías son las más bajas. Es cierto que Ingeniería en vehículos aeroespaciales tiene un 11,658 como nota mínima, pero eso tiene truco: ofertan 60 plazas. Si ofertaran 390, como en Enfermería, estoy seguro de que con un 5 se entraría: no es fácil encontrar por estos pagos 390 estudiantes que quieran dedicar su vida a diseñar vehículos aeroespaciales. Para estudiar una ingeniería de tecnologías industriales no hace falta un 10, y tal y como están diseñadas las PAU actualmente, para no obtener un 10 hay que ser bastante paquete. Bueno, pues hay paquetes estudiando ingenierías. Ingeniería de sistemas de telecomunicación sólo oferta 20 plazas, y aun así han entrado alumnos con un 8,936. Ingeniería civil en la UPC, 8,626. Ingeniería mecánica en la UPC, 225 plazas, un 7,556. Electrónica de telecomunicaciones en la UAB, 20 plazas, 6,31. Diseño industrial en la UPC, 100 plazas, 5,566. En la UAB piden un 5. Vamos, que me los imagino repartiendo flyers cerca de las discotecas y los profesores animando a la gente que pasa por la calle a entrar y matricularse. Ingeniería geológica y ambiental en la UPC, 5. Tecnologías industriales en la UPC, 5. Obras públicas en la UPC, 5. La lista es enorme. Si usted no se empeña en diseñar el rover de Marte, puede estudiar ingeniería.

Parece ser que, como siempre, hay pocas chicas. Claro que uno podría decir que tampoco hay muchos chicos, así que no hay que rasgarse las vestiduras: podría razonarse que las ingenierías son para pringados y que las chicas se las apañan para no acabar ahí.

Por otro lado, las ingenierías arrastran un sambenito de ser carreras duras. Es obvio que si se matriculan paquetes, la tasa de suspensos será mucho más alta que en medicina, a la que sólo llegan los mejores de cada curso.

Todo esto, claro está, no me llena de orgullo y satisfacción. Preferiría que hubiera tortas para entrar, pero no en la diseño de rovers en Marte. Que, dicho sea de paso, es posible que sea una necesidad en el futuro, pongamos dentro de 40 años, pero hoy en día... no sería la especialidad que aconsejase. No, me gustaría que la pugna fuera en las ingenierías básicas, las troncales. Lo curioso es que esto ocurre en algunos sitios. La ingeniería mecánica que pide un 5 en la UPC pide un 10,82 en Valencia. Pero son pocos los casos, muchos de ellos con dobles titulaciones (esto no lo he terminado muy bien de entender, puede que sea demasiado antiguo: no sé para qué quiere un ingeniero tener además una titulación en matemáticas o en física).

No sé porqué es. Quizá, porque la gente sepa el dinero que ganamos los ingenieros. Bromas aparte, yo creo que es un problema que atañe a todo el país. Que sus chicos no quieran ser ingenieros.

Es posible que la culpa sea porque en realidad el pueblo llano no sabe bien qué hacen los ingenieros. Y no basta con decirles que somos los que tomamos las decisiones inteligentes en este país. Yo mismo, calculista de estructuras. Cuando digo que soy calculista siempre veo una cara de extrañeza. ¿Y qué calculo?, me preguntan. Estructuras, respondo sabiendo que la cara va a cambiar a ignorancia completa. ¿Eso qué es? La gente no sabe lo que es una estructura. Lo explico, y las siguientes preguntas son si eso se calcula, y si eso no es cosa de arquitectos. Pues imagínense ustedes explicar la misión de un ingeniero en una fábrica. Normal que los chicos no quieran ser ingenieros. En sus vidas hay médicos, enfermeros y farmacéuticos. Maestros, filologos y profesores de química, física o matemáticas. Les enseñan informática, ven a los políticos y saben del trabajo de los periodistas y los arquitectos. Saben de los cocineros de élite y de las escuelas de cocina. Pero no aprecian el trabajo de los ingenieros. Teclean, pero no se paran a pensar cómo se fabrica un teclado, una pantalla o un ordenador. La silla en la que están sentados y la mesa que tienen delante. La ropa que visten o cómo se consigue llenar una despensa. No, son cosas que se dan por... Que ni se dan. Que ni se plantean. Y vale que es lógico, no podemos saber de todo ni nuestro cerebro puede estar constantemente planteándose las preguntas de lo que no sabe, pero no estaría de más que en algún momento en las escuelas los maestros les hicieran reflexionar a los chicos y les dijeran: nosotros no sabemos cómo se hacen las cosas, los ingenieros sí.




Amalia Mendoza - Échame a mí la culpa

martes, 30 de abril de 2019

Cargas concentradas en forjados unidireccionales

Hoy me apetece escribir una entrada técnica. Y es que hay días que uno no está para nadie. Ya se me pasará.


500 kilos. Dudo que más. ¿Sabe qué es? La carga máxima que podría poner, concentrada, si el suelo de su casa fuera un forjado unidireccional. Para una casa es más que suficiente, así que puede usted estar tranquilo. Pero si el forjado tiene un uso de almacén o de trastero, la cosa se apura un poco. Y si lo usa como garaje, sepa que no deberá nunca usar el gato dentro. En cualquier caso, creo que los técnicos debemos ser conscientes del dato.Y, como me temo que ninguno lo es, he decidido escribir esta entrada. Por si a alguien le interesa.

Vamos allá.

La gracia de un forjado es que la carga se reparta entre las distintas viguetas o nervios aunqe sólo se aplique en uno de ellos; por ejemplo, una pared o una estantería pesada. La norma de cálculo establece cómo se evalúa ese reparto de carga, pero tiene una pequeña condición, que aunque es obvia la explica bastante mal. Ya sabemos cómo es la norma. Y lo que pretendo en esta entrada es explicar esa condición.

El tema se trata en el anejo 12 de la EHE-08. Apartado 5.1. Ahí se dice que -se entiende que para que se produzca el reparto de cargas entre viguetas- la losa superior hormigonada en obra debe armarse para un cierto momento. Y luego explica cómo se reparte esa armadura. Y no dice más. Para rematar la confusión, el referido momento de cálculo indica que es 0,3pd para cargas lineales y 0,125Pd para cargas puntuales.

Como cualquier calculista sabe, ni 0,3pd ni 0,125Pd son momentos flectores. Así que... ¿cómo operar?

Pues buscando en otro sitio. Yo, en el libro de Calavera "Cálculo, construcción, patología y rehabilitación de forjados de edificación". Ahí se explica mejor la cosa. Y es lo que voy a resumir a continuación.

Lo primero que hay que entender es que estos valores no viene de formulas deducidas de la mecánica de materiales. Todo el método del reparto de cargas viene de una base experimental amplia; del libro de Calavera he podido rastrear la información de la norma española hasta el Cahier francés de los forjados, pero no he accedido al documento francés; en cualquier caso, aceptemos que son valores obtenidos de ensayos y experiencias y que están del lado de la seguridad con un margen razonable.

En segundo lugar, el truco de la fórmula de la norma: es un momento flector por unidad de longitud. El resultado de la operación tiene unidades de L·F/L.

Una vez determinado el momento flector, la armadura que ha de tener la capa de compresión es MTD/(0,8dcfyd), siendo MTD el momento antes calculado, y dc el canto útil de la armadura transversal. Aquí, dado que la capa de compresión es de escasos centímetros, yo suelo tomar directamente la mitad del espesor; tampoco sé seguro si la armadura transversal irá arriba o abajo, digan lo que digan los planos. Y las unidades cuadran: la armadura obtenida es también por unidad de longitud. Si, por ejemplo, dc y fyd las ha introducido en cm, la armadura resultante serán los cm² por cm de ancho. 

¿Qué más hay que saber? Bueno, la norma no lo dice, pero en principio el método es válido para interejes entre nervios o viguetas no superiores a 75 cm. También, que la capa de compresión ha de tener cierto espesor, pero eso ya se lo encontrará cada uno cuando haga sus números.

Una información adicional: la EHE tabula el reparto cuando la carga concentrada se encuentra "sensiblemente en el centro de la longitud", y sólo entonces. De nuevo, información imprecisa no vaya a ser que se les pueda acusar de algo. Bien, "sensiblemente en el centro del vano" se refiere a la mitad central. ¿Y si la carga está en alguno de los dos cuartos extremos? La EHE calla. Ahí hay que tener en cuenta que el reparto no lo es tanto: el forjado transmite para homogeneizar deformaciones, pero cerca de los extremos la vigueta cargada no deforma tanto, con lo que hay menos necesidad de reparto. Yo, en su momento, me hice un reparto de la cuarta potencia (la deformación sigue una ley de cuarta potencia), pero Calavera hace el reparto lineal: de 1 en el apoyo al 0,3 a un cuarto de la luz para establecer el porcentaje de carga que absorbe la vigueta cargada, y en las paralelas el reparto de la carga que se transmite es en la proporcion titular de la EHE sobre la carga que queda. Aplicando el sentido común).  

miércoles, 6 de marzo de 2019

¿Debe el ingeniero calculista preocuparse por el proceso?





Esta mañana caminaba por la calle París. Se había formado un atasco, y la causa era un camión hormigonera que salía de una obra que se estaba ejecutando al final de la calle. La calle París, conviene saberlo, no es una calle cualquiera. No destaca por sus dimensiones de cualquier otra calle del Ensanche, pero en cuanto a tráfico... es fundamental. Es una vía básica, no ya del barrio sino para la movilidad entre los grandes barrios. Por ejemplo, es el camino natural para ir desde L'Hospitalet, Sants y Les Corts para llegar hasta la calle Aribau (de subida) y Balmes (de bajada). Por si fuera poco, la sra. Colau (¡por favor, que acabe esto cuanto antes!) quitó un carril de circulación para convertirlo en carril bici. Lo sé, tan cerca de la Diagonal es estúpido, pero así es ella. El tráfico de bicicletas, si lo preguntan, es ridículo. Quizá una bicicleta por cada cien coches. No, menos. Bueno, el caso es que la hormigonera tenía que incorporarse a la calle y para permitirlo los obreros habían interrumpido el tráfico. No he dicho que la obra, de manera autorizada, había ocupado un carril de circulación para tener espacio para las necesidades de la obra, que el solar - en este momento está en la construcción de sótanos- no permite nada, se solicitó permiso y se concedió. Pero la hormigonera tenía que maniobrar para salir, y se formó un pequeño atasco que hizo el tapón en una vía que necesita muy poco parabloquearse.

Y yo me pregunté entonces: ¿debió el ingeniero de estructuras tener en cuenta la conveniencia de minimizar la interferencia con el tráfico? Por ejemplo, resolviendo la estructura con hormigón prefabricado, o qué sé yo. La pregunta es extensiva a todos los trabajos: ¿debe el proyectista preocuparse de resolver el cómo se construye?

Aparentemente la respuesta es que sí, sin duda. A ver si resulta que va a parir un proyecto muy bonito pero irrealizable. O irrealizable con los medios disponibles. Pero quizá no deba. 

Desde luego, el proyecto debe ser realizable y con los medios disponibles: el ingeniero no es un arquitecto ni un político, y mucho menos un cuñado. Eso, tratándose de ingenieros, se da por descontado. Pero esto no significa que el ingeniero deba discurrir cómo construirlo. Para eso está, sobre todo, el equipo constructor. 

Por otra parte, en el propio diseño del proyecto el ingeniero está indicando cómo construir, y es inherente a la solución proyectada. Si es con estructura metálica, suele indicarse si es atornillada o soldada, cómo ha de ir montada, etc. Si es de hormigón se decide si es prefabricado, cómo se arma, etc. Si algo se resuelve con madera, si se hacen apoyos aquí o allí, de qué tipo son y cómo se ejecutan, todas estas decisiones las toma el ingeniero al proyectar. 

Pero tampoco es necesario ir mucho más allá, hay cuestiones en las que a menudo no se entra: en las dimensiones de las piezas para su transporte, en la grúa necesaria y su emplazamiento, en los medios que podrá emplear el constructor (por ejemplo, en una rehabilitación en una casa es posible que todo deba subir por una escalera estrecha), en necesidades como la disponibilidad horaria o, como en el caso de la obra de la calle París, en la convivencia con el resto del mundo, un asunto no menor en las obras públicas.

Quiero decir, que zapatero a tus zapatos. Que el ingeniero diseñe una estructura construible, y ya se encargarán otros especialistas de discurrir la óptima forma de llevarla a cabo.

Ahora bien, hay una razón que aún no hemos sacado a colación: el factor humano. La mayoría de los ingenieros (creo que absolutamente todos los ingenieros que conozco) no se preocupan. No es su trabajo, ya lo hará otro. Yo, en cambio, no consigo no intentar resolver el tema. Puede que sea porque a menudo me llegan cosas complicadas, de esas que ni los técnicos de construcción saben, de entrada, cómo llevarlas a cabo. Y acaban preguntándome, pues no en vano soy el padre de la criatura y llevo mucho más tiempo que ellos pensándola y analizando todo lo que influye. O puede que sea porque incontables veces me han ejecutado mal las obras: gente no tan lista como yo (no es modestia: los obreros de las obras suelen ser más fuertes, resistentes e incluso habilidosos que los ingenieros, pero lo de estrujarse el cacumen no suele ser lo suyo). El caso es que a poco que me interese el encargo - sí, hay muchos trabajos que son rutinarios, alimenticios- y me caiga bien el encargante - de nuevo sí, no puedo permitirme el decirle que no a nadie-, me implico del todo en su diseño. Y eso conlleva el pensar y decidir cómo se ha de construir. Y lo reflejo en el proyecto. Más aún, busco maneras de obligar a que no puedan hacerlo de otra manera - los ingenieros sabemos cómo-. Estos proyectos son los que más me gustan, está claro, pero también los que más disgustos suelen acarrearme. Precisamente porque consiguen construirlos de otro modo, y siempre encuentran la manera. ¿Es que no soy tan listo, después de todo? Pues yo creo que no es eso: es cierto que a menudo el constructor, que sabe lo que le cuesta de verdad las cosas - inciso: y siempre mucho, mucho menos de lo que usted se cree y le digan-  prefiere hacerlo de alguna manera que yo haya descartado por parecerme a mí que supondría mucho trabajo o que sería muy cara, pero las más de las veces es, me parece a mí, por la natural tendencia de los españoles (o al menos de los que trabajan en la construcción) de no hacer las cosas como nos dicen que se han de hacer sino como a cada uno de nosotros nos parece que deberían hacerse. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Y les diré: tengo ejemplos a capazos.

Por descontado, toda esta preocupación tiene un coste: fácil que el 80% del tiempo que empleo sea en discurrir el proceso constructivo. Y no, no se me paga (al menos de forma explícita). Pero no puedo evitarlo: a menudo coincido con otros calculistas, veo lo que proyectan, cómo lo proyectan, lo poco - nada- que se preocupan por el proceso constructivo, y no puedo evitar pensar que qué birria de trabajo han hecho.
 
Supongo que en el fondo se trata de la calidad del propio trabajo.




The calling - Wherever you will go

domingo, 11 de febrero de 2018

La memoria de los proyectos





Formalmente, y salvo indicación en contra en el Pliego de Condiciones, en caso de contradicción el orden de preferencia de los documentos de un proyecto (y dejando aparte a la D.F., máxima autoridad) es: planos, medicio­nes y presupuesto, pliego de condiciones y memoria. Es decir, frente a lo que digan los demás documentos, la memoria no sirve para nada. En la práctica, de hecho, se construye prescindiendo casi absolutamente de la memoria.

La pregunta, en este caso, es: si la memoria no tiene trascendencia, ¿por qué preocuparse por ella?

Bien, las leyes obligan a que haya una memoria y a que ésta tenga un cierto contenido. La estructura ha de cumplir determinados requerimientos, y este cumplimiento se ha de probar demostrándolo en la memoria. Fuera de eso, sí, la memoria de un proyecto no tiene vida propia.

No, eso no es verdad. Lo correcto es decir que la memoria no tiene vida propia a corto plazo. Si la memoria es correcta, su vida es a largo plazo, porque dentro de un proyecto, la memoria es lo que su nombre indica. Su memoria. Y esto es así porque cuando el proyecto sea historia, será la memoria lo que realmente nos informe del proyecto. He trabajado con más de un proyecto de hace más de treinta años antes. Y con proyectos antiguos de terceros, también, y con otros no tan antiguos . De hecho, a veces un proyecto de hace cuatro años hecho por uno mismo es, en la práctica, casi tan desconocido como un proyecto de los neardentales. A veces, incluso un proyecto del año pasado. ¿Porqué hicimos algo? ¿Qué condicionante había o que intención teníamos, que ahora no recordamos? Y es normal: cuando acabamos un trabajo, reseteamos el cerebro y pasamos al siguiente.

Pues bien, siempre el documento más útil, de largo, ha sido la memoria – cuando ha existido-, ya que incluía los datos fundamentales: qué y cómo se proyectó, y con qué capacidad de carga.

Así pues, la buena práctica debe ser que la memoria un proyecto se redacte pensando en los que tendrán que consultar el proyecto en el futuro. Por lo tanto, la memoria ha de seguir el siguiente esquema:

1) Identificar la estructura, y si la memoria es una separata, la actuación general.

2) Identificar la normativa que se aplica:

2.1) La de obligado cumplimiento

2.2) Las otras normativas que subsidiariamente se hayan aplicado (y no hay que incluir otras normas que legalmente sean vigentes, si no son de aplicación en este proyecto, como tampoco citamos el Código de Comercio).

3) Una descripción de la estructura. Y, a ser posible, una descripción verdadera. Así sabremos, cuando llegue el momento, si se han hecho modificaciones a posteriori o, si han pasado muchos años y las soluciones tecnológicas que se emplearon ya no son actuales, podremos identificarlas. A los más jóvenes puede que les cueste creerlo, pero los materiales, aceros y hormigones, los perfiles, los prefabricados y todo en general vienen y se van.

4) Muy importante: hay que describir qué cargas se han considerado, qué hipótesis, qué coeficientes y qué combinaciones. Y esto hay que hacerlo pensando que dentro de quince años hay que entender este proyecto concreto, intentando que realmente el lector entienda qué cargas hemos contado. Por ejemplo, no aporta gran cosa listar las densidades de las fábricas según la norma; lo verdaderamente útil es indicar que las fachadas exteriores se han contado a 860 kg/m.

5) Hay que explicar el cálculo que se ha hecho. No es necesario detallarlo (aunque es de agradecer), pero si se ha hecho alguna simplificación o consideración no obvia, debemos indicarlo; especialmente, en elementos no incluidos en las normas o cuyas formas están muy alejadas de las canónicas (verbi gratia, hay algunos encepados que…)

(Por supuesto, hay que incluir también los distintos apartados obligatorios por imperativo legal).

En definitiva:

La memoria ha de decir para qué cargas y cómo se ha calculado la estructura; no ha de ser una mera enumeración de obviedades, verdades del barquero y artículos normativos.

Y si cree que es un trabajo que no vale la pena, le daré una razón para que lo haga bien: es muy posible que, si hay una segunda parte en esta historia, le llamen a usted.




Victor Manuel - Quién puso más

martes, 28 de noviembre de 2017

La casa de 1578




Me llaman para que opine sobre el estado de una casa que, por lo que figura en el arco de piedra de la puerta, se construyó en 1578. Hace casi 450 años, no está mal. Yo no tengo ojo para distinguir si la casa es de 1578 o de 1678, les diré, pero es cierto que está en el centro de un pueblo antiguo, con aún algunos edificios medievales en pie. Así que puede ser.

Ah, hay otro dato: también figura en la fachada que fue restaurada en 1926. Hace cien años, cuando la casa tenía 350. Ya le tocaba.

La casa tiene dos plantas. Pero yo creo que sólo la primera es la original. De hecho, yo diría que de 1578 sólo quedan las paredes de planta baja y la de la fachada principal. El piso interior tiene una estructura de madera, y me extrañaría que en sus 450 años de vida no hubiera tenido nunca un incendio. Las paredes interiores en la planta baja son de piedra y muy gruesas. Las separaciones entre paredes son reducidas: sí, una casa construida en un pueblo apartado en el siglo XVI. Pero el suelo de las diversas estancias tiene formas diferentes, y seguro que edades diferentes. En una sala concreta, es de vigas de acero. Eso, en ese pueblo, ni en 1926.

La planta primera es más intrigante. Las paredes son de carga, de piedra, pero no tan gruesas como en baja. Me parecen de una época en la que o no tenían tantas piedras, o trabajaban mejor la madera y se arriesgaron a luces mayores. También hay algunos tabiques de ladrillo macizo de 4 cm: sin duda, esos tabiques vienen de la reforma de 1926. El piso está casi echado a perder, por eso me llamaron. Todos los muebles están calzados, y hay habitaciones donde da reparo entrar, la sensación óptica es que están a punto de hundirse. Es como la superficie de la arena en un reloj de ídem.

El suelo es de la clásica baldosa hidráulica de 1926: eso lo tengo claro. Es de esa reforma. También algunos muebles parecen serlo, pero ya es algo que a mí no me preocupa. 

La clave para entender la casa es el falso techo: es de cañizo, algo habitual en 1926. ¿Por qué una casa tiene falso techo? Para tapar los cables eléctricos. Por lo tanto, supongo que la casa se electrificó en 1926. Antes no habría falso techo, y la cara inferior del forjado sería vista. Las vigas de madera son de dos tipos: unas, tablones de color madera aserrada. Otras, negras. Están a distancias iguales, pero alternas. Las de madera aserrada son más altas y más más estrechas que las negras, y el cañizo está directamente atornillado a ellas.  Las negras, más bajas, sujetan el cañizo mediante un listón, también de madera serrada, que salva la diferencia de alturas entre vigas. 

Un examen más cercano a las vigas negras revela que tienen un dibujo, unas líneas talladas que le dan cierto aspecto ornamental. Está claro que son las vigas originales, y que el negro es la acumulación de años de humo de velas. No sé de qué siglo son, podría decir que del XIX, pero tampoco me extrañaría que fueran del XVIII. Me sorprendería que fueran del XVII o del XVI, pero por el hecho de que hubieran sobrevivido tantos siglos sin incidentes, más que nada.

El intereje entre vigas negras es 1,10 m, mayor del habitual. Es obvio que en 1926 demolieron el piso, mantuvieron las vigas negras, colocaron entre ellas las de madera aserrada, pusieron el pavimento de piso típico de 1926 y el falaso techo de cañizo (plus la instalación eléctrica, supongo). Como ya se ponía falso techo, las vigas de forjado quedaban ocultas y no necesitaban ningún trabajo.

Lo curioso es que las vigas "modernas", las de madera aserrada de 1926, están todas hechas polvo. Algo las ha afectado, y habrá que tirarlas. En cambio, las de ni se sabe cuándo están ennegrecidas, sí, pero se encuentran en perfecto estado. Ésas, se van a quedar. Quizá otros 400 años, quién sabe.




Status Quo - Whatever you want

martes, 21 de noviembre de 2017

Charla con calculistas



Resulta que no saben cambiar de unidades. De kilos a newtons, de metros cúbicos a centímetros cúbicos, esas cosas. Me confiesan (varios) que lo que hacen es buscar una página en internet que haga la conversión de unidades por ellos, pero que no siempre la encuentran y lo tienen que hacer a mano.

Y en esas stuaciones, se equivocan. Se equivocan mucho.

Uno de ellos, a la cara, me dijo que 1 newton son 10 kilos. Le pregunté si estaba seguro de que 1 newton eran 10 kilos, y me dijo que sí, que lo eran.

Le demostré matemáticamente que 1 kilo son 10 (9,8) newtones, no al revés; su resfuesta fue: "¿en serio?".




No saben cambiar de unidades. Nuestros calculistas. Y se quedan tan frescos. Ven normal que un calculista no sepa cambiar de unidades.

En 1950, 1960, 1970, 1980, incluso en 1990, un calculista que no supiera cambiar de unidades no encontraría nunca trabajo de calculista.

Ahora, como digo siempre, no es problema. El calculista no necesita saber calcular, sólo manejar un programa de ordenador. Y no se trata de una deficiencia de nuestro sistema educativo: en el colegio se les enseña, y si tuvieran que cambiar de unidades en un examen durante la carrera, seguro que todos lo harían. No, es que es un conocimiento que ellos mismos deciden que no es importante, que no vale la pena retener y que olvidan, como las reglas de ortografía. Y esto es lo que más me encorajina.




Es, pues, un ejemplo claro de un conocimiento que el técnico decide que no vale la pena que él tenga, bastando con que los ordenadores lo sepan. No hablo de la capacidad de hacer farragosos cálculos matemáticos o resolver ecuaciones con múltiples incógnitas, sino de un conocimiento muy sencillo y además fundamental.

Soy un ingeniero del pleistoceno, de acuerdo, pero quien crea que esto no tendrá consecuencias es tonto.

Los calculistas de ahora consideran que yo soy una especie a extinguir, que exagero y que no pasa nada porque no sepan cambiar de unidades.





Sophie Green - Lollipop

sábado, 3 de junio de 2017

A propósito del Tekla y los programas de ordenador




Escribía en mi articulo anterior acerca del Tekla y los programas BIM. Decía que no me gustaba el Tekla, como también he dicho en otras ocasiones que no me gustan los programas de cálculo (no quiere decir que no los use), y mientras lo escribía me dí cuenta, reflexionando sobre las cosas que no me gustaban del programa BIM, lo que no me gustaba de los de cálculo.

Con el Tekla, el operador (ya no puedo llamarlo delineante) monta un modelo de la estructura. Y cuando termina, pulsa una tecla y ¡voilá! se generan los planos y las mediciones. Hasta entonces, nada, tensa espera. Quiero decir, uno pierde el placer (a veces), el control, la satisfacción siempre, de ir montando el proyecto, verlo crecer y evolucionar de una idea embrionaria a un paquete completo de planos y mediciones que permitirá a unos semianalfabetos construirlo según mis deseos. En la delineación clásica, uno va supervisando el proceso de dibujo, corrigiendo errores, y muy a menudo captando problemas de diseño y recalculando la estructura: muchos de los fallos del técnico, todo aquello que no había pensado o en lo que no había caído, se ven cuando se dibujan. Al delinear, hay que pensar lo que se está dibujando. Y es este segundo pensamiento el que permite hacer la corrección.

Pero con el Tekla, el operador genera de golpe un porrón de planos (muy feos y áridos, todo quiero decirlo, que el Tekla en este aspecto deja mucho que desear), y... no es fácil encontrar los fallos cuando lo que se revisa no es un plano sino un paquete de 50. La única manera es estar junto al operador mientras éste trabaja (menuda ganancia, entonces), pero tampoco: porque el operador va haciendo cosas, montando un modelo mediante el aburrido proceso de rellenar los farragosos cuestionarios en que consiste el programa, y así mal se supervisa y se repiensa la problemática de la obra.

Pues bien, me he dado cuenta de que con los programas de cálculo me pasa lo mismo: cuando uno introduce una estructura compleja, hasta que no da al botón de analizar no sabe si la estructura funciona o no. Y luego tendrá que ir elemento a elemento, viendo si infradimensiona o sobredimensiona, y no sabe si tocando aquí obtendrá un efecto allá...Muy diferente del sistema clásico, en el que el técnico reducía en pasos sucesivos la estructura a subestructuras cada vez más simples, y al resolver estas subestructuras simples una a una va, ni más ni menos, resolviendo poco a poco la estructura completa. Que es el procedimiento que todavía seguimos (yo, al menos) al predimensionar, y que ya veremos (yo no) cómo lo harán dentro de unos años, cuando los del pleistoceno ya no estemos y los titulares de entonces no sepan predimensionar.

Así que sí, en el fondo es eso. Los programas complejos de cálculo me hurtan el placer (a veces), el control, la satisfacción siempre, de ir resolviendo poco a poco, por mí mismo, la estructura. Que es lo que me gusta de mi oficio, qué quieren que les diga. 



Nat King Cole - Adelita

Tekla: formando tontos




Estos meses he participado en algunos proyectos que se han desarrollado con el sistema BIM. El sistema BIM lo define la wikipedia como:
El modelado de información de construcción (BIM, Building Information Modeling), también llamado modelado de información para la edificación,1 es el proceso de generación y gestión de datos de un edificio durante su ciclo de vida2 utilizando software dinámico de modelado de edificios en tres dimensiones y en tiempo real, para disminuir la pérdida de tiempo y recursos en el diseño y la construcción.3 Este proceso produce el modelo de información del edificio (también abreviado BIM), que abarca la geometría del edificio, las relaciones espaciales, la información geográfica, así como las cantidades y las propiedades de sus componentes.
Desde tiempos remotos, el diseño de los edificios ha partido de ideas de los técnicos, que éstos explican a sus delineantes, y que los delineantes plasman en planos que ellos dibujan. Los planos son rayas, líneas, arcos, rellenos,... dibujos en una hoja de papel o equivalente y que una persona con pericia puede a su vez interpretar, entender la idea del técnico, y construir esa idea. El sistema se puede informatizar, claro: los planos ahora se dibujan por ordenador, usándolo como un tablero electrónico; los cálculos, las mediciones, las descripciones... todo es susceptible de informatizarse. Pero el esquema básico se mantiene.

LLega un momento en que los programas de ordenador mejoran tanto que permiten cambiar este esquema. El cambio principal lo tenemos en que el ordenador ya no es un tablero electrónico que dibuja líneas y arcos, sino que recibe directamente las intenciones del técnico: vigas y columnas, tuberias, muebles, paredes, embaldosados, pinturas,... Ya no se dibuja algo que representa una puerta: directamente, se le marca al ordenador que ahí va una puerta. El ordenador ofrece muchos modelos de puerta, y se elige uno. Y el ordenador se encarga de todo lo demás: aparecerá en su sitio en todos los planos en los que deba, se tendrá en cuenta en las mediciones y el presupuesto, se despiezará su carpintería, se tendrá en cuenta su comportamiento al fuego... Ya nos podemos olvidar de la puerta. Más aún, si alguien quiere moverla o eliminarla, el ordenador se encarga. Todos tranquilos: es el BIM.

En el caso de las estructuras, el proyecto tradicional incluía un paso que los demás oficios tenía una importancia pequeña, y que en la estructura es la parte del león: el cálculo. Bien, del cálculo por ordenador y su evolución ya he hablado muchas veces en este blog, así que no me extenderé. De momento, los programas de cálculo evolucionan unos (CYPE, TriCalc,...) hacia generar ellos mismos los planos de estructuras, en un camino que no tiene futuro, y otros hacia transmitir la información a un programa "de dibujo" que sea propio del BIM. Es decir, conectarse con el programa que modela el edificio o proyecto. Es el camino correcto, porque llegará el día en que ambos programas se fusionen y al modelizar el edificio ya evalúe las cargas que ha de soportar y genere la estructura soporte. Sí, no es culpa mía si los calculistas tenemos tanto futuro como los aparcacoches de los bingos.

El caso es que, como decía al principio, he estado colaborando con dos proyectos BIM. Y es el futuro, pero en ambos casos mis sensaciones han sido negativas. ¿Por qué?

En primer lugar, mi colaboración en el diseño ha sido mínima. En el primero de ellos, un día me vinieron con la idea general, y aporté un predimensionado suficiente para que siguieran desarrollando esa idea. Tiempo invertido: unos minutos de presentación, charla insustancial y exposición del proyecto, unos minutos para que me expliquen qué querían de mí a esas alturas, y unos tres minutos en describirles de palabra un sistema estructural y unas dimensiones  aproximadas. Con eso se apañaron y modelizaron su edificio. Supongo que el proyecto evolucionaría, participarían más personas, no lo sé: no me tuvieron al corriente. 

Unos meses después, me vinieron con que la cosa tiraba para adelante y querían que me reafirmara en mi predimensionamiento y les explicara cómo resolver algunos detalles. Aquí sí que tuve tiempo y pude hacer cálculos, pero no hice mucho más. Luego me pidieron que les enviara algunos detalles de estructura para ellos ver cómo querría yo hacerlos, pero ya se encargarían ellos de dibujarlos.

Y fin. No sé si volverán cuando estén en la fase de obra, y no sé si quiero que lo hagan. El proyecto, no lo he dicho, era de un laboratorio de I+D. Pero no se me puede tener en cuenta como parte del equipo de proyecto, pienso yo. Y no lo pondré en mi currículum.

El segundo proyecto era mucho más complejo, y es comprensible que se gestionara peor desde el punto de vista del BIM. Como era más complejo, tuve que emplear programas de cálculo mucho más potentes, de ésos en los que modelizas el edificio completo, le das a un botón y a los dos minutos el ordenador escupe dónde hay que reforzar y dónde se está sobrado. Luego, el programa transmitía el modelo al programa Tekla, que es ya un programa BIM. Y un operador del Tekla se encargaba ya de todo lo demás, fin de mi participación.

A mí no me gusta el programa Tekla. Sin embargo, a los tontos les encanta. Porque genera perspectivas del conjunto de la estructura. Esas perspectivas no valen para medir ni para construir, por lo que en el método clásico de los proyectos no se hacían, pero dan una idea de lo que se quiere hacer. Los listos, viendo las plantas y los alzados no necesitamos la perspectiva, pero ya digo que los tontos sí. Así que a los tontos les encanta el Tekla, y no se puede discutir con tontos.

Tampoco me gustan los planos que genera Tekla, pero entiendo que es una cuestión de gustos, y que el programa tiene todavía mucho margen de mejora: también los copistas medievales pueden decir que prefieren sus iluminados a una página escrita con una máquina de escribir. He de asumir, una vez más, que soy un ingeniero del pleistoceno.

Pero lo que más me impresionó del programa Tekla es lo que permite: permite que un tonto "dibuje" la estructura metálica.

Dentro de las artes clásicas de la delineación, la delineación de la estructura ha sido un arte completa en sí misma, en especial la estructura metálica: para dibujar estructura metálica el delineante tenía que ser ducho en estructura metálica, no valiendo de nada la experiencia en otro tipo de planos. Y una de las mayores dificultades del dibujo de la estructura metálica es la concepción espacial. Si el delineante no tiene la pericia necesaria, el técnico - o el programa de ordenador- debía croquizar lo que el delineante debía dibujar, en este caso casi "calcar", pero si tenía oficio, bastaba con que el técnico explicara la solución: el proyectista la entendía, se la imaginaba en la cabeza y podía dibujar las plantas, alzados, secciones y despieces necesarios.

Esta misma habilidad de imaginación espacial servía para detectar los problemas y proponer soluciones, chequear lo dibujado, etc.

Pero esta habilidad conceptual no sólo se obtiene por nacimiento: se ha de desarrollar con la práctica; si no, se atrofia.

Pues bien, con el Tekla no se necesita. Con Tekla no hay que imaginar nada; uno modeliza un elemento, y el elemento aparece íntegro en la pantalla, incluyendo su interacción con los demás. El operario puede acercarse, girar la vista,... no tiene que imaginar. No tiene que esforzarse. No tiene que tener ninguna habilidad para imaginar objetos en el espacio. Es genial, ¿verdad?

Es genial. Ahora cualquiera puede dibujar estructura metálica.

¿Saben que pasará?

Que serán los tontos los que dibujen la estructura metálica. Los listos, que siempre escasean más que los tontos, se dedicarán a cosas para las que aún no valgan los tontos.

¿A que es genial?



Christina Perri - A thousand years