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martes, 26 de septiembre de 2023

Envenenar a los buitres

https://www.youtube.com/watch?v=Jwy4eIUBDvE 

 

 

El otro día me compré el libro de Amador Guallar Los últimos días del África salvaje. En el capítulo XIV cuenta su visita al museo Moholoholo, en África del Sur, que se dedica a mostrar otras facetas de la caza furtiva o de, por ejemplo, los atropellos de animales en las carreteras. La faceta que no queremos ver, por supuesto. El caso es que nos cuenta Guallar la práctica de envenenar a los buitres. Y es extraño, porque ¿qué interés puede haber en envenenar a los buitres? ¿Qué hacen de malo?

¿Por qué se envenena a los buitres? En nuestra cultura occidental asociamos los buitres a la muerte, con lo que son, para nosotros, aves siniestras, de mal agüero. Pero en África (donde, por cierto, la muerte..., en fin, ya saben) no es así. La creencia allí es que, como vuelan tan alto, pueden ver el futuro. Y por eso dan buena suerte. Así que existe un mercado oculto (y nada barato) de cabezas de buitre, también de sus patas, que se emplean para los ritos de magia, o para ponerlas debajo de su almohada y que eso les traiga suerte. Otros extraen el cerebro, lo secan para aplastarlo y convertirlo en polvo, y se lo fuman. Creen que así pueden ver el futuro.

Pero no es por eso por lo que se envenena a los buitres. Lo anterior es sólo un beneficio adicional, un "ya que estamos", pero no es la razón para envenenar buitres.

A los quince minutos de matar un elefante ya hay buitres sobrevolando la escena. Esos buitres se ven a muchos kilómetros, y son la señal clara de que ahí hay algo. Los guardabosques de las reservas y parques, cuando ven los buitres, siempre se acercan a investigar qué pasa. Sin experiencia y herramientas adecuadas, cortar los colmillos a un elefante adulto puede llevar un día entero, así que los cazadores furtivos no quieren que haya buitres. Y da igual que la presa sea un elefante o no, quieren tener el máximo tiempo para descuartizar la presa y aprovechar toda la carne o despellejarla.

Por eso envenenan a los buitres. No quieren que existan, quieren que desaparezcan. 

Como dice la cita con la que Guallar abre el capítulo, si los animales fueran capaces de formular una religión representarían al Diablo con forma humana. 

 

 

 

The Hollies - Long cool woman in a black dress 

martes, 27 de junio de 2023

Números romanos

https://www.youtube.com/watch?v=x38SI_1nA0s 

 

 

He leído hace unos días que en Suecia han decidido dar marcha atrás en eso de la digitalización de la enseñanza. Que no, que en las escuelas los niños han de leer libros de papel y escribir a mano. Ni tabletas, ni ordenadores ni gaitas. Vuelven los libros de texto y, por supuesto, el memorizar los contenidos. La marcha atrás parece que se ha decidido porque se han dado cuenta de que los jóvenes están teniendo una menor capacidad de comprensión. Que no saben leer y que su capacidad de comprender lo leído está por los suelos, que no consiguen memorizar y que no consiguen mantener la atención. Y se ha perdido la escritura a mano, lo que puede parecer baladí pero resulta que es clave para todos los demás conocimientos (y muchos más).

Es el momento en que alguien recuerda que en Silicon Valley los de las grandes tecnológicas digitales están llevando a sus hijos a escuelas "analógicas", en las que lo digital no entra en absoluto. No quieren tabletas, internet, pantallas y buscadores para sus hijos. Vaya. ¿Y hasta ahora nadie se preguntaba el porqué?

Pues resulta que los suecos sí. Y han llegado a las mismas conclusiones. Tanta herramienta capaz de pensar por nosotros, de realizar múltiples tareas mucho mejor y todo eso, en la práctica se convierte en una debacle mental, una trituración de cerebros. En los niños y los adolescentes, una hecatombe en la que ellos son los bueyes y los dioses lo digital, internet y los cachivaches con pantallas.

Salvo en España, claro. Aquí no nos ha pasado eso que dicen que pasa: nuestros alumnos han obtenido las mejores notas históricas tras el bachillerato, con sobresalientes en porcentajes inauditos; el porcentaje de aprobados en las pruebas de acceso a la selectividad supera el 98% en algunas provincias y las notas en esas pruebas superan de media más del 10, y no me cabe duda que en los próximos años, con la introducción de ChatGPT, el 95% obtendrá matrícula de honor, cracks que somos. Además, tenemos una tasa de universitarios entre nuestros jóvenes de las mejores, si no la mejor, de Europa... Es evidente: o aquí aún no ha llegado la digitalización a las escuelas, o la estamos sabiendo integrar correctamente, o eso que cuentan son patrañas.

Lo que me cuesta entender es el porqué de eliminar, en España, los números romanos del temario de Primaria. Vox tampoco lo entendió, y el año pasado registró una pregunta al Gobierno de Sánchez en este sentido. La respuesta del Gobierno fue, más o menos: «No se ha incluido el sistema romano de numeración puesto que presenta serias dudas en cuanto a su contribución al sentido matemático». Los números romanos no tienen sentido matemático porque «no se pueden usar para estimar y aproximar, componer y descomponer números, buscar relaciones y patrones en los números, usar diferentes niveles de precisión,no permiten realizar operaciones aritméticas de forma operativa, además de no incluir (sic)» (el párrafo termina de esta forma). En su respuesta, el Gobierno añade que quizá los números romanos puedan tener lugar en otras materias: «Puesto que el conocimiento del legado cultural derivado del Imperio Romano es fundamental, en especial en España, el currículo no excluye que se puedan estudiar los números romanos, como elemento cultural, en otras áreas de la Educación Primaria». Lo que, como todo el mundo sabe, es garantía de que los maestros los van a enseñar. En clase de gimnasia o manualidades, seguramente.

Yo... no sé qué responder. Soy una persona ya mayor, digamos del pleistoceno, y sí me enseñaron los números romanos cuando era pequeñito, 6 ó 7 años. Pero no me enseñaron a sumar, restar o multiplicar con números romanos sino arábigos: nunca me enseñaron a sumar con números romanos. No sé para qué creía el Gobierno de Sánchez que se enseñaban los números romanos en nuestras escuelas. Pero tampoco voy a entrar en esa discusión: si los padres de los niños están de acuerdo con que sus hijos no aprendan los números romanos, yo ya no voy a luchar por que aprendan. No costaba nada, apenas requería tiempo y permite entender las fechas de las lápidas, las horas de muchos relojes o si alguna vez ven escrito "siglo XXI" o "Alfonso XIII", pero allá ellos.

Aunque, con sinceridad, no sé a qué estamos jugando.


Ya puestos, la cosa no se acaba con los números romanos. ¿Qué más se eliminó del temario? La regla de tres. Sí, el método que permite deducir que si una persona necesita dos litros de agua, tres personas necesitan seis litros. Sí, Vox preguntó también por este asunto, y la justificación del Gobierno vino a ser que «la regla de tres, como indica su nombre, es un algoritmo rutinario, que no implica ningún tipo de razonamiento. Desde la perspectiva de la didáctica de las Matemáticas, se muestra que la regla de tres, fuera de contexto, produce dificultades en la enseñanza del razonamiento proporcional». El «desarrollo de la competencia matemática, en particular, el razonamiento sobre las situaciones de existencia o no de proporcionalidad, es imprescindible; pero el nuevo currículo de matemáticas ha evitado el uso de reglas, trucos o pautas algorítmicas no razonadas».

Lo cierto es que la intención de Sánchez en lo que respecta a las Matemáticas (y que sabemos, de nuevo, por la respuesta dada a otra pregunta voxiana) es "desarrollar el máximo de las potencialidades en todo el alumnado desde una perspectiva inclusiva". Para ello, los saberes a impartir de la asignatura los dividen en tres ciclos:

  • Primer ciclo: contribución de las Matemáticas a los distintos ámbitos del conocimiento humano, desde una perspectiva de género.
  • Segundo y tercer ciclo: valoración de la contribución de las Matemáticas a los distintos ámbitos del conocimiento humano, desde una perspectiva de género. 

En su desarrollo sobre la idea de las Matemáticas con perspectiva de género, el Gobierno explica que no debe ignorarse la contribución de las mujeres a la historia y progreso de las Matemáticas y a su aplicación en otras áreas. Y destacan que mujeres como Ada Lovelace, Sophie Germain o Florence Nightingale deben ser estudiadas al igual que Pitágoras, Laplace o Newton. Por ser mujeres, naturalmente. 



No sé, repito, a qué estamos jugando. No comprendo que estas cosas no se hablen ahora que se acercan elecciones, no comprendo que la educación de los hijos no les importe a los padres, o que estos renuncien a debatir estos temas porque no creen que el debate tenga utilidad frente a los deseos de "el Gobierno". No entiendo la resignación de todos los que deberían no resignarse. No sé qué democracia es ésta en la que vivimos, la verdad.



Vivaldi - Las cuatro estaciones: Invierno (1er movimiento)

martes, 28 de marzo de 2023

De lo que contesçió a la golondrina con las otras aves cuando vio sembrar el lino



Un día fablava el conde Lucanor con Patronio, su consejero, et díxol’:

—Patronio, a mí dizen que unos mis vezinos, que son más poderosos que yo, se andan ayuntando et faziendo muchas maestrías et artes con que me puedan engañar et fazer mucho damno; et yo non lo creo, nin me reçelo ende; pero por el buen entendimiento que vós avedes, quiérovos preguntar que me digades si entendedes que devo fazer alguna cosa sobresto.

—Señor conde Lucanor –dixo Patronio–, para que en esto fagades lo que yo entiendo que vos cumple,plazerme ía mucho que sopiésedes lo que contesçió a la golondrina con las otras aves.

El conde Lucanor le preguntó cómo fuera aquello.

—Señor conde Lucanor –dixo Patronio–, la golondrina vido que un omne senbrava lino, et entendió, por el su buen entendimiento, que si aquel lino nasçiesse, podrían los omnes fazer redes et lazos para tomar las aves. Et luego fuesse para las aves et fízolas ayuntar, et díxoles en cómo el omne senbrava aquel lino et que fuesen çiertas que si aquel lino nasçiesse, que se les seguiría ende muy grant dampno et que les consejava que ante que el lino nasçiesse que fuessen allá et que lo arrincassen. Ca las cosas son ligeras de se desfazer en el comienço et después son muy más graves de se desfazer. Et las aves tovieron esto en poco et non lo quisieron fazer. Et la golondrina les afincó desto muchas veces, fasta que vio que las aves non se sintían desto, nin davan por ello nada, et que el lino era ya tan cresçido que las aves non lo podrían arrancar con las manos nin con los picos. Et desque esto vieron las aves, que el lino era cresçido, et que non podían poner consejo al daño que se les ende seguiría, arripintiéronse endemucho por que ante non avían ý puesto consejo. Pero el repintimiento fue a tiempo que non podían tener ya pro.

Et ante desto, cuando la golondrina vio que non querían poner recabdo las aves en aquel daño que les vinía, fuesse para’l omne, et metiósse en su poder et ganó de’l segurança para sí et para su linage. Et después acá biven las golondrinas en poder de los omnes et son seguras dellos. Et las otras aves que se non quisieron guardar, tómanlas cada día con redes
et con lazos.

—Et vós, señor conde Lucanor, si queredes ser guardado deste dampno que dezides que vos puede venir, apercebitvos et ponet ý recabdo, ante que el daño vos pueda acaesçer. Ca non es cuerdo el que vee la cosa desque es acaesçida, mas es cuerdo el que por una señaleja o por un movimiento cualquier entiende el daño quel’ puede venir et pone ý consejo porque nol’ acaezca.

Al conde plogo esto mucho, et fízolo segund Patronio le consejó et fallóse ende bien.

Et porque entendió don Johan que este enxienplo era muy bueno fízole poner en este libro et fizo estos viessos que dizen assí:

En el comienço deve omne partir el daño que non le pueda venir.

Don Juan Manuel: El conde Lucanor (cuento VI)

 

Por si usted no se siente cómodo leyendo el castellano del siglo XIV, éste sería su traslado en español moderno:

 

Otra vez, hablando el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, le dijo:

—Patronio, me han asegurado que unos nobles, que son vecinos míos y mucho más fuertes que yo, se están juntando contra mí y, con malas artes, buscan la manera de hacerme daño; yo no lo creo ni tengo miedo, pero, como confío en vos, quiero pediros que me aconsejéis si debo estar preparado contra ellos.

—Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que podáis hacer lo que en este asunto me parece más conveniente, me gustaría mucho que supierais lo que sucedió a la golondrina con las demás aves.

El conde le preguntó qué había ocurrido.

—Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, la golondrina vio que un hombre sembraba lino y, guiada por su buen juicio, pensó que, cuando el lino creciera, los hombres podrían hacer con él redes y lazos para cazar a los pájaros. Inmediatamente se dirigió a estos, los reunió y les dijo que los hombres habían plantado lino y que, si llegara a crecer, debían estar seguros de los peligros y daños que ello suponía. Por eso les aconsejó ir a los campos de lino y arrancarlo antes de que naciese. Les hizo esa propuesta porque es más fácil atacar los males en su raíz, pero después es mucho más difícil. Sin embargo, las demás aves no le dieron ninguna importancia y no quisieron arrancar la simiente. La golondrina les insistió muchas veces para que lo hicieran, hasta que vio cómo los pájaros no se daban cuenta del peligro ni les preocupaba; pero, mientras tanto, el lino seguía encañando y las aves ya no podían arrancarlo con sus picos y patas. Cuando los pájaros vieron que el lino estaba ya muy crecido y que no podían reparar el daño que se les avecinaba, se arrepintieron por no haberle puesto remedio antes, aunque sus lamentaciones fueron inútiles pues ya no podían evitar su mal.

»Antes de esto que os he contado, viendo la golondrina que los demás pájaros no querían remediar el peligro que los amenazaba, habló con los hombres, se puso bajo su protección y ganó tranquilidad y seguridad para sí y para su especie. Desde entonces las golondrinas viven seguras y sin daño entre los hombres, que no las persiguen. A las demás aves, que no supieron prevenir el peligro, las acosan y cazan todos los días con redes y lazos. 

»Y vos, señor Conde Lucanor, si queréis evitar el daño que os amenaza, estad precavido y tomad precauciones antes de que sea ya demasiado tarde: pues no es prudente el que ve las cosas cuando ya suceden o han ocurrido, sino quien por un simple indicio descubre el peligro que corre y pone soluciones para evitarlo. 

Al conde le agradó mucho este consejo, actuó de acuerdo con él y le fue muy bien.

Como don Juan vio que este era un buen cuento, lo mandó poner en este libro e hizo unos versos que dicen así:

Los males al comienzo debemos arrancar, porque una vez crecidos, ¿quién los atajará?



Solomon Keal - Glencairn: Piano/cellos

jueves, 9 de febrero de 2023

'Sumisión' es una distopía... o tal vez no

https://www.youtube.com/watch?v=dzymcUk5XXk 

 

 

He leído Sumisión, de Michael Houellebecq. 

Una distopía es una imaginación de una sociedad futura de características negativas, un futuro distópico es lo opuesto a un futuro utópico. Por ejemplo, Los juegos del Hambre, y tantas películas por el estilo. 1984 es una distopía, Un mundo feliz es una distopía, Blade Runner es una distopía, Desafío total, Perseguido, Mad Max,...

Las distopías están muy bien como novelas o películas, pero en la medida que alguna de sus características se convierte en realidad... 1984, sin ir más lejos. 

Pues bien, cabe preguntarse si Sumisión va a ser sólo una distopía, una novela, o si llegará a convertirse en realidad.

El argumento es muy sencillo: cual Episodio Nacional, a través del transcurrir cotidiano de un personaje somos testigos de los cambios en la política nacional francesa. La hipótesis de partida de esos cambios es la constatación de que en las elecciones al presidente de la república, lo normal desde hace años es que partido más votado sea el Frente Nacional, con mucha ventaja pero no la suficiente para tener más del 50% de los votos. Al no alcanzarlos, ha de realizarse una segunda vuelta, sólo el Frente Nacional y el segundo partido más votado, e impepinablemente los franceses, como si fueran españoles, votan al segundo partido sea el que sea con tal de que no gane el Frente Nacional. Pues bien, lo que ocurre en la novela es que en la primera vuelta, por unas pocas décimas de ventaja sobre los otros partidos, el partido que queda segundo es la Hermandad Musulmana (partido ficticio). El líder del partido islamista proyecta una imagen de persona moderada y amante de la cultura francesa, y promete cargos políticos y ministerios a los líderes de los demás partidos a cambio de su apoyo. Lo obtiene, y en la segunda vuelta gana al Frente Nacional. El presidente de Francia pasa así a ser un islamista. Una vez en el poder, las mujeres vuelven a sus casas abandonando el mercado laboral, con lo que el paro disminuye. Menos subsidios de paro, pues. Y ese dinero lo invierte en subsidios familiares, para ayudar a las familias cuyas mujeres se quedan en casa criando hijos. En síntesis, los islamistas se quedan con las carteras de Educación y de Familias, la economía les importa poco.

En política exterior, lo que promueve el presidente francés es favorecer la adhesión a la UE de Turquía y de Marruecos, con vistas a que luego se unan Argelia, Egipto,... Como al poco también ganan los islamistas en Bélgica y creo que en otros países, pues la cosa evoluciona favorablemente. Y si uno se imagina al panoli de nuestro líder oponiéndose, se convence de que la adhesión sería más rápida que la de Austria. En general, y aparte de que los judíos huyen del país apenas se huelen lo que va a pasar, la gente... se acostumbra. Unos primeros disturbios del Frente Nacional, y luego cada uno sigue con su vida. Socialistas, comunistas, derechistas, nacionalistas, musulmanes, ¿qué más da quien gobierne mientras me deje tranquilo?

El protagonista de la novela es profesor universitario, ateo e indiferente a todo, con el único interés en tener sexo. Ese mismo ateísmo e indiferencia le ha impedido tener una pareja estable y formar una familia, así que suele nutrirse de las alumnas universitarias. Con los islamistas en el poder tiene que abandonar la universidad porque ha de hacer profesión de fe islámica, pero poco a poco descubre que los que la hacen... tienen esposas. Investiga, y resulta que él tendría 3. Que se las asignarían, no tendría que ir a ligárselas. Y la verdad, la oferta... es muy tentadora.

Mas o menos, esto es lo que pasa en la novela. Hay, claro, descripciones detalladas del protagonista y de la vida que lleva, con lo que me parecen a mí muy ácidas críticas soterradas al mundo cultureta de los profesores de Letras (el protagonista vive de ser una autoridad mundial en Joris Karl Huysmans, ya ven, como si un español fuera una autoridad mundial en Ramón de Campoamor), pero la esencia aterradora es la perspectiva de que un partido musulmán gane las elecciones.

Lo más terrorífico al leerla es darse cuenta de que ¿y si sí? ¿Sería posible...?

¿Sería posible?

Lo primero que tendría ocurrir es... que los musulmanes votaran. Que hubiera un partido musulmán, y que se presentara un musulmán. De momento, ninguna de estas cosas suceden. Pero podría ser. Que apareciera un líder musulmán que creyera en conseguirlo y que montase el partido correspondiente, y arrastraría a los jóvenes musulmanes de las banlieues. ¿Y si ocurriera? Supongo que, por demografía, es cuestión de tiempo que ese partido quedara... en segundo lugar.  Y si quedara en segundo lugar... bien, en la novela queda claro que es muy posible que ganase.

¿Y luego? ¡Quién lo sabe! Pero precisamente. La clave de lo que ocurre en la novela, de los cambios que se producen, es que nadie reacciona. Nadie se lo espera (sí, los servicios secretos, pero a estos los callan), nadie sospecha, luego nadie ve los peligros. Y se implantan poco a poco, y un día te das cuenta que apenas se ven chicas con minifalda por las calles y que las tiendas de ropa para adolescentes están desapareciendo de los centros comerciales.

 

 

 

Estopa - Ya no me acuerdo

 

domingo, 5 de febrero de 2023

Trás-os-Montes

Por mi cumpleaños me regalaron Tràs-os-Montes, de Julio Llamazares. Excelente elección.


 

Seguro que todo el que lee está sometido a un bombardeo inacabable de noveluchas "de aeropuerto", tipo (todo lo que sigue, inventado) Confianza ciega, de Lauren Kelly: "El amor puede llevarnos a lugares que nunca soñamos alcanzar", o Noche de niebla, de Konrad Gustafshonn: "Un trepidante thriller psicológico en el que nada es lo que parece". O intercambien los títulos, si les parece. Creo que me explico.

Jamás pierdo el tiempo con estas novelitas, porque estoy seguro de que al terminarlas (o abandonarlas) pensaré que qué pérdida de tiempo, con la de obras maravillosas que no leeré.

Sin embargo, desde la primera página de la obra de Llamazares me di cuenta de que con ésta no me iba a pasar. Desde el primer momento uno nota que está ante una novela que solo leerla ya es un placer en sí mismo.

Trás-os-Montes cuenta un viaje de cinco días que hizo el autor en agosto de 1995 a la región homónima de Portugal, la esquina noreste del país. La quizá región más pobre de toda Europa Occidental. En el viaje no ocurre nada. No hay argumento, no hay intriga. Simplemente, el autor se levanta por las mañanas, conduce durante el día, y por las noches duerme. Eso sí, se denomina a sí mismo "el viajero", porque él viaja. Lo que le interesa es el desplazamiento en sí, el viaje. No el destino. Aunque al final acabe hasta las pelotas de tanto desplazamiento, de tanto atravesar siempre lo mismo, y no vea la hora de llegar a Braganza. Jajá, seguro que nos pasaría a todos. Y aun así esa parte es tan apasionante como el resto del libro. Como el resto del viaje.

Desde el primer momento, la obra me recordó a Viaje a la Alcarria, de Camilo J. Cela y que glosé en esta entrada,  y estoy seguro de que la asociación no es casual, que el autor la buscó. Y, sin embargo, no importa. Leer ambas obras es una delicia

Luego he sabido que hizo más viajes, que no es tan simple, pero me da igual. Leerlo ha sido una delicia. Este hombre escribe de maravilla, pues ya ven con qué material tan pobre ha creado una delicia suprema.

Tres años después de él empecé yo mi pateo privado por Portugal, aunque por zonas mucho más ricas, yo viajaba por trabajo. Y sin embargo, en aquellos viajes por el Portugal profundo descubrí cosas que Llamazares también, y las describe. Seguro que ya han desaparecido, no en vano hace 25 años de aquellos viajes, pero sí: fueron reales, él es mi prueba.

Y una cosa que me llama la atención, ahora, es que el libro se publicó, parece, en 1998, y sin embargo la mía es una primera edición de 2018, ambas en la misma editorial Alfaguara; quizás es que decidieron darle una segunda oportunidad y lo volvieron a editar como si fuera nuevo. Aunque encontrarlo en una librería a finales de 2022 también me parece chocante, creía que los libros duraban pocos meses en las estanterías. No sé, como son clientes míos quizás aproveche para preguntarles la próxima vez que me llamen.

Sí, me ha salido una entrada del todo punto deslabazada, un churro de ideas inconexas, sin guión: esta claro que no soy Llamazares. Pero vamos, seguro que han captado lo que quiero decirles: si lo encuentran, cómprenlo; no se arrepentirán.

lunes, 19 de diciembre de 2022

Causa de la ruina de la monarquía visigoda

https://www.youtube.com/watch?v=LTyj856BtWY 

 

 

80. Causa de la ruina de la monarquía visigoda.— La verdadera y la única causa fue la forma electiva de la monarquía, que, poniendo el poder supremo al alcance de todas las ambiciones, animaba a todos los pretendientes, y daba calor a las intrigas, a las sediciones y a las guerras intestinas. Muza conocía la frecuencia y la periodicidad de estas luchas fratricidas, y esta fue la razón que explica por qué preparándose para aprovecharse de ellas, emprendiéndola sólo con los recursos de su Gobierno de África, no apresuraba sus preparativos hasta que en España estallara una nueva revolución. Y no tuvo mucho que esperar: el movimiento estalló en los primeros días de 711, y la lucha de los partidos presentó tal carácter de animosidad, que aun ante el común peligro el partido vencido no se reconcilió con el vencedor, ni se presentó con él en el campo de batalla sino para asegurar mejor su venganza, pasándose al enemigo en lo más empeñado del combate. La monarquía visigoda pereció, pues, porque estaba políticamente dividida, como Polonia sucumbió en el pasado siglo.

Félix Sánchez Casado, catedrático del Instituto de San Isidoro e individuo del Real Consejo de Instrucción Pública: Prontuario de Historia de España y de la civilización española, Madrid 1907.

 

Me han regalado, por mi cumpleaños, este libro de Historia de España, escrito en realidad en 1897 pero ampliado en la parte contemporánea en 1907 y que es, colijo, un manual para los profesores y maestros de las escuelas. En verdad tiene modos antiguos, que pueden entenderse mirando la época de composición, pero es muy interesante: cuenta muchas cosas que -en mi opinión- se han ido perdiendo por el proceso natural de degradación de la transmisión de los conocimientos. Así, mis mayores estudiaron la monarquía visigoda con mucho más empeño que yo (la famosa lista de los reyes godos, abandonada ya en mi tiempo pero citada como ejemplo del rigor y causa de los terrores estudiantiles de antaño), pero yo la estudié con mucha más profundidad que mis menores y estoy seguro de que muchos estudiantes de ahora dirían "¿visiqué?". 

El caso es que no recuerdo haber estudiado nunca, en ningún curso, un análisis de las causas de la caída visigoda, y me ha sorprendido el texto que reproduzco. Es que nunca me había parado a pensarlo.

Y, al mismo tiempo, el análisis me ha sonado no sólo lógico, sino también extrañamente familiar. Trece siglos después, aún nos reconocemos en el retrato de aquellos antepasados.



Richard Wagner - Tannhäuser (obertura)

 

jueves, 3 de noviembre de 2022

Vestirse por los pies

Leía esta mañana en la prensa una entrevista en la que el entrevistado, en un momento dado, afirmaba ser una persona «que se viste por los pies». Me sonreí, porque el significado de esa expresión no es el que el entrevistado creía. Él no lo sabía.

Confieso que nunca había oído esa expresión antes de que la dijera nuestro anterior presidente, Mariano Rajoy, en una entrevista que le hicieron. Lo que Rajoy quería decir es que él era una persona juiciosa, razonable, que no hace estupideces. Que se viste por los pies. Supongo que Rajoy tampoco sabía lo que significa de verdad. O significaba, hay que reconocer que si nadie la emplea con su sentido original sino con el que le daba Rajoy, pues a partir de ahora eso significará.

A lo que voy. Tiempo después de lo de Rajoy, estaba yo leyendo un Episodio Nacional de Benito Pérez Galdós, y me encontré con la frasecita de marras. La decía uno de los personajes, defendiéndose de una acusación o explicándose, no recuerdo bien. Pero estaba claro el significado, clarísimo. Y no era ése.

¿Qué significa que alguien "se viste por los pies"? Pongámonos en 1890, cuando escribía Galdós. ¿Quién no se vestía por los pies?  Obviamente las mujeres, eso está claro. Pero ¿qué hombre no se vestía por los pies? Fácil, si lo piensan: los curas. Los curas vestían sotana. Y las sotanas no tienen perneras. Eso es lo que estaba diciendo el protagonista, que él no era un cura.

lunes, 12 de septiembre de 2022

Carne de presidio

Los presidios no eran, originalmente, lo que todo el mundo cree, sino los fuertes fronterizos que los españoles empezaron a construir a medida que iban ampliando sus dominios, especialmente por el norte de Méjico y todo el vasto sur de los Estados Unidos que hay entre el Golfo y el Pacífico.

Ya conté, el otro día, que estaba leyendo un libro sobre los ingenieros en el imperio español (enlace aquí), y en él explica que los españoles, que querían que su imperio fuera réplica del romano que tenían idealizado, denominaron presidios a los fuertes fronterizos porque los romanos llamaban así a las fortificaciones que "presidían" el avance de las legiones. Solo que la frontera española estaba mucho más lejos que la romana, era mucho más larga y, sobre todo, contaban con muchos menos medios y hombres.

Estos fuertes, perdidos en las inmensidades de Tejas, Nuevo Méjico o Arizona, no eran destinos soñados, sino todo lo contrario. Guarniciones olvidadas, que recibían insuficientes soldadas, sin nada que hacer (ociosidad, madre de todos los vicios), sin medios para ser eficaces, a menudo con la subsistencia como objetivo fundamental, para defender a algún misionero loco (como es lógico, no hay comercio apenas en la frontera de Nuevo Méjico) o a los pueblos indios en los que hubiera habido éxito y se hubieran convertido al catolicismo. Hasta el punto que algunos presidios se clausuraron porque ¿para qué?

Pues bien, el libro cuenta que las guarniciones de los presidios empezaron siendo de 25 hombres, luego aumentados a 50 y finalmente a 100, y ésta era una cantidad que en la práctica no se conseguía. Porque había un problema: reclutar. Como he dicho, no eran los destinos soñados por nadie, no digamos ya por los que querían hacer una carrera de armas. Al final, y como es fácil de imaginar, las guarniciones se completaban "con toda clase de desesperados, perezosos e irresponsables -con toda franqueza la escoria del Imperio-".

Fácil es imaginar de dónde vendría la expresión "ser carne de presidio". 

viernes, 26 de agosto de 2022

Con la barba sobre el hombro

...Pues viendo Cortés que para socorrer a unos pueblos de los que le demandaban socorro e ir a ayudar los de Chalco para que viniesen a nuestra amistad no podía dar recaudos a unos ni a otros, porque allí en Tezcuco habíamos menester estar siempre la barba sobre el hombro y muy alerta, y lo que acordó que... 

Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de la Nueva España

Bernal Díaz del Castillo fue un soldado de Hernán Cortés que participó en la conquista de Méjico y que años después escribió sus recuerdos de esa conquista. Y es importante recalcar que era un soldado, porque a diferencia de los oficiales pasa las penurias, que fueron muchas, en grado máximo.

Y una de ellas es que tenían que estar siempre con el arma a punto, temiendo que en cualquier momento les agredieran los indios. En el pasaje concreto están en Tezcuco, pueblo próximo a la ciudad de Méjico y hasta poco antes aliado de los aztecas, y que Cortés había sabido ganar para su causa. Pero, a pesar de que se suponía que eran amigos de los españoles, estos no se fiaban: había demasiados entre ellos que tendrían amigos y parientes entre los mejicanos, por ejemplo. Además esta etapa de la conquista sucede después de la Noche Triste, cuando tuvieron que salir de Méjico luchando por su vida. En cualquier momento podía la población de Tezcuco alzarse contra ellos.

Por lo que, como dice Díaz, estaban siempre "la barba sobre el hombro".

No se puede decir más claro.

 

lunes, 15 de agosto de 2022

Un imperio de ingenieros

https://www.youtube.com/watch?v=WI7YCYR4EyM 

 

 

Durante la pausa de la comida en una visita a obra en Valencia aproveché para dar un paseo por el barrio. Encontré una librería (a punto de cerrar, era la hora de comer); entré, ví rápido un libro que pensé que podría gustarme y sin pensármelo mucho lo compré (ya a oscuras). El libro se titulaba "Un imperio de ingenieros", rezando el subtítulo "una historia del Imperio español a través de sus infraestructuras", y eran sus autores Felipe Fernández-Armesto y Manuel Lucena Giraldo. Cuando lleguen las vacaciones de verano lo leeré, pensé. Y a la cartera.

Llegadas las vacaciones, llegó el momento. ¿Fue un acierto comprarlo o una pérdida de dinero?

Fue un gran acierto.

El imperio español fue especial, único. Antes y después que él hubo imperios asombrosos, pero fueron imperios territoriales. Imperios donde podías ir con relativa facilidad de una punta a la otra, y aunque fueran extensísimos no había entre extremos las distancias que sí se daban en el español. Hablo, claro, de imperios preindustriales. También hubo imperios extensos, como el portugués, el inglés o el holandés, pero eran imperios "costeros": de las costas y de los puertos clave no salían. Sólo el español penetró en los territorios. Y no (sólo) con ánimo de explotarlos, sino también de desarrollarlos. Porque esa fue otra característica que los imperios costeros de su época no tuvieron: al igual que hicieron los romanos, modelo de imperio para aquellos españoles, ellos incorporaron los territorios a su monarquía, para ellos tan súbditos del rey eran los peninsulares como los no peninsulares.

Y para esa asimilación, los ingenieros resultaron fundamentales.

El libro, que cuenta todas estas cosas, es entretenidísimo. Supongo que en las próximas entradas traeré a colación cosas que cuenta, pero ahora quiero, a modo de introducción, referirme a dos detalles de cómo era, en la Edad Moderna, la profesión de ingeniero en España.

Según estudios, en el siglo XVI había 4 categorías de "ingenieros": teóricos, artistas, soldados y ejercientes.

Los teóricos en realidad no eran muy ingenieros: eran científicos y gente de despachos, no personas de obra.

Los artistas son lo que ahora llamaríamos arquitectos. Para ellos, la belleza del resultado era importante.

El tercer grupo, los soldados, son los ingenieros militares y navales. Gente que construye barcos, que mejora cañones, que prepara defensas o levanta puentes.

Y el cuarto grupo, los ejercientes, son los técnicos especialistas: niveladores, constructores, fundidores, relojeros, etc.

Como se intuye (y conté en una entrada hace años), los ingenieros descendemos, sobre todo, de la rama militar de la profesión. Y es lógico, ya que los ejércitos eran la mayor entidad organizada y la que tenía necesidades que resolver de manera expeditiva. Si había que construir un campamento, fortificar un perímetro o atravesar un río, la sociedad podía tomarse su tiempo para llevarlo a cabo, pero el ejército no. De ahí que en su seno se encontrase a los ingenieros. Pero lo importante es que ya entonces estaba la ocupación de ingeniero reconocida como tal, por más que el acceso no estuviera reglado.

Y una cosa que no sabía: los arbitristas, los que proponían arbitrios. Leo en el diccionario de la RAE que un arbitrista es una "persona que propone proyectos o soluciones quiméricos, especialmente en el ámbito de la política y la economía", claramente una degeneración de su significado original (y que el DRAE recoge como segunda acepción). Pero en la Edad Moderna el arbitrista era otra cosa: era un ingeniero (o no necesariamente) que proponía un arbitrio: una idea, un plan, un proyecto. Si la Corona, el Cabildo o quien fuera aceptaba acometerlo, y si tenía éxito, utilidad o beneficio, al arbitrista se le daba una merced, una ganancia. No hacía falta que fueran inventos, como las patentes actuales: si uno traía un proyecto (en ese momento, una ocurrencia) de un silo para el grano, una toma de agua para poner una fuente en la plaza Mayor o el trazado de un camino a alguna ciudad distante, por poner ejemplos, si conseguía convencer a las autoridades y luego hacerlo realidad, el proyectista (o sus herederos) recibía el premio correspondiente. Y yo me alegro de que así fuera.

Esto de los arbitrios, por cierto, me ha hecho comprender mejor la vida de un ingeniero sobre el que tratará una de mis próximas entradas: Blasco de Garay.

En definitiva, que yo sea un rollazo explicándome no significa que el libro no sea ameno e interesante, y recomiendo encarecidamente su lectura. En verdad, el dominio técnico de España en aquellos siglos es evidente, y fue causa necesaria para el mantenimiento del imperio. Un imperio, repito, como no ha habido otro.

Para terminar quiero recomendar la presentación que se hizo del libro en la Fundación Rafael del Pino (ya que el libro fue una iniciativa suya vehiculada a través de su fundación): https://frdelpino.es/video-frdelpino/un-imperio-de-ingenieros/. Da gusto oír a los dos autores.

Lo dicho, todo ingeniero que se precie debería leerlo. Siquiera para saber que una fanega era un rectángulo de 576 estadales cuadrados, información utilísima para quien sepa lo que es un estadal y que el libro dice: cuatro varas. La vara, explica también, equivalía a 3 pies. O a 4 palmos, como prefiera. Lástima que aquí comete el libro su error, cuando en el apéndice de unidades pasa éstas a unidades métricas, se nota que son hombres de letras y no les salta el error a los ojos: dicen que la vara son 0,835 milímetros, cuando querrían decir 0,835 metros o 835 milímetros. Lo que en definitiva nos lleva a decir que una fanega eran aproximadamente 0,64 hectáreas.

 

 

Ashley McBryde - A little bar in Dahlonega

 

lunes, 11 de julio de 2022

El verano que leeré a Cicerón

https://www.youtube.com/watch?v=V0O0nzkESTI 

 

 

Este verano pienso leer a Cicerón. El relato de la conjuración de Catilina. Lo cierto es que leí el relato de la historia siendo niño (no joven: niño), pero entonces no supe apreciarlo: me quedé con la, a pesar de su iniquidad, bravura de Catilina y sus fieles, pues todos murieron con las heridas de frente. Y ahora creo que ya estoy preparado.

¿Qué clase de infancia tuve, se preguntarán ustedes? ¡Leer a Cicerón de niño y presumir de ello! No, no fue así en realidad.

En primer lugar, he de decir que tuve una infancia feliz. Ocurre, sin embargo (o como causa, no sé) que en aquella época los niños teníamos mucho tiempo libre. La oferta televisiva era reducida, y lo habitual es que un niño viera un único programa al día; los fines de semana más, porque había televisión por la mañana y por la tarde echaban una película; también habría dibujos animados después de comer, y en general las tardes de los sábados y domingos era de programación infantil. Pero en general la televisión no era el entretenimiento habitual de los niños. Piénsese que no habiendo grabadores de vídeo, o gustaba lo que ponían entonces o nada. Tampoco lo era la radio: había muy pocas emisoras, con una programación nada atractiva para los chavales (no para mi abuela: imposible perderse el serial de la tarde de Radio Nacional). Y no sólo había pocas emisoras: había pocos receptores. Radios, en una casa, acostumbraba a haber una. Y no era para que jugaran los niños.

Oír música, por descontado, tampoco: las casas que tenían tocadiscos lo tenían en el salón, y de nuevo: no era para los niños.

Y como no había maquinitas de videojuegos, las opciones reales de entretenimiento eran dos: jugar o leer. Ir al cine no era habitual, al circo realmente excepcional.

La verdad es que los días eran muy largos, así que había tiempo para todo: para ver un poco la televisión, para jugar y para leer. Y yo leí mucho.

El segundo dato es que los niños lectores leen mucho y acaban devorando todo lo que cae en sus manos. Entre el verano de los seis años y el de los 7 cayó la colección de Los Cinco; a los ocho Los tres investigadores y los Hollister; a los 9 las novelas de detectives (Jan), y a los 10 empecé con las novelas de Salgari, pero de Salgari creo que hablaré otro día. Hace poco he leído un artículo de prensa en el que el periodista opina (por su experiencia) que si los niños aprenden a leer muy pequeños (digamos 3 ó 4 años), y leen las cosas infantiles cuando son infantes, luego avanzan mucho más en sus lecturas que cuando los niños empiezan a juntar palabras con 5 y con 6 justo les llega para leer textos básicos. Bien, el mío fue un caso de los primeros, precoz para los parámetros actuales pero frecuente en mi tiempo. Ya ven, fui fruto de esa educación de la que tantas pestes echan los pedagogos actuales, y ellos sí que saben; lo digo, para que entiendan que no fui yo, es que me educaron así.

Y que antes leíamos más de niños lo aportaré con 3 datos:

- El primero: leía las novelas de Jan porque aquel curso le regalé por su cumpleaños a un compañero de clase un lote de novelas de Jan. O quizá ya había leído algunas para entonces, da igual. Lo importante es que con 9 años, a un compañero en su fiesta de cumpleaños le regalé libros de detectives. Ese compañero era un zote estudiando y un as del fútbol en el patio. Y también leía.

- El segundo: leía las novelas de Salgari porque un compañero de clase con el que compartía trayecto de autobús las leía, y aprovechábamos esos trayectos para leerlas juntos. Ese compañero se defendía en clase, y no era bueno al fútbol en el patio. Con 10 años, leía novelas de Salgari como un poseso, y era porque igual que yo ya había agotado los pasos previos.

- El tercero: los de mi edad, cuando hablamos del tema, nos encontramos en que casi todos leímos esas novelas u otras del estilo, sean Las aventuras de Guillermo, Los siete secretos,... Aunque, he de confesarles, esto suele guardarse en secreto, sólo para los momentos en los que sabemos que todos los presentes estamos en el ajo; para todos los demás, leíamos El capitán Trueno, El jabato, Roberto Alcázar y Pedrín, y demás tebeos: ni bajo tortura confesaremos que leíamos libros infantiles. 

En fin. Probablemente no lea a Cicerón tampoco este verano (la verdad: escribí este artículo al inicio del verano del año pasado, y ya ven). Pero mi conclusión esta vez es que la afición a la lectura se ha de cultivar desde muy pequeñito, no vale querer que se aficionen ya creciditos. No hay que quejarse que los adolescentes no lean (no digo ya los jóvenes), si a los seis ya no eran ávidos lectores. Que no son los chavales de 12 años los que han de devorar las historias de Mortadelo y Filemón, sino los niños de 6 y de 7. Corren el riesgo de que les salgan como yo, pero aun así les aconsejo intentarlo.

 

 

 

P.S.: me explica mi hermano que Cicerón es el autor de las Catilinarias ("¿Hasta cuando, Catilina, abusarás de nuestra paciencia...?"), pero que la historia de la conjuración la escribió Salustio. Que Cicerón es infumable, pero que Salustio es muy ameno y entra solo. Anotado queda. Yo tenía más a Salustio por la guerra de Yugurta, pero visto que sí, y que además él estaba allí (una garantía), cambio mi declaración: Salustio.

 

 

 

Little big town - Pontoon 

miércoles, 24 de noviembre de 2021

Os Lusíadas

https://www.youtube.com/watch?v=dlYPGjXy_LA 

 

 

Hipérbaton es una palabra curiosa, y también representa algo curioso.

Primero, la palabra: es esdrújula, y se acentúa. Hi-pér-baton. Uno podría pensar que es aguda, por aquello de acabar en -batón, pero no. Y, sin embargo, la palabra en plural ¡es llana! Y por lo tanto no se acentúa: hiperba-tó-nes. El plural se acentúa con la tendencia que le daríamos en singular, y en singular no se acentúa como podría deducirse de su acentuación en plural y parece natural. Un lío, al menos para mí.

Lo segundo, que el hipérbaton designa un empleo curioso del leguaje: el cambio en el orden habitual de las palabras: de madera la cuna

Todo esto viene a cuento de que estoy leyendo Los Lusiadas, de Camoens. En verso, por descontado. La obra es la epopeya de los portugueses y de su establecimiento del camino a la India. En los primeros cantos (aún no he terminado el libro) vemos a Vasco de Gama sorteando las trampas que le tienden los musulmanes en el lado oriental de África, que dominaban cuando él llegó para explorarlo. En un momento dado llega a un sitio donde le acogen bien y le piden, en la mejor tradición de las epopeyas, que cuente quién es, qué le ha pasado de interesante en el viaje hasta allí, que cuente de su tierra, lo normal cuando acoges a alguien de lejos. 

Fijos estaban todos aguardando
lo que el sublime Gama contaría,
cuando él, después de estar un poco pensando,
alzando la cabeza así decía:
- Mándasme ¡oh Rey! que vaya relatando
de mi gente la audaz genealogía;
no me mandas contar extraña historia
mas de lo míos alabar la gloria.
De alabar gloria de otros el empleo
cosa es que se acostumbra y se desea,
mas la alabanza de los propios veo
que se tendrá por sospechosa y fea
y para referirte, creo
que cualquier largo tiempo corto sea;
mas todo, pues lo mandas, se te debe,
iré contra lo usado y seré breve.

¿Breve? Las narices. El tío se explaya que da gusto. Y en un momento dado (canto III, estrofa 111), para  explicar una batalla frente a los moros en la que el ejército moro es muy superior, dice:

 Como el membrudo bárbaro gigante,
del rey Saúl con causa tan temido,
viendo al pastor inerme de él delante
de esfuerzo y piedras solo apercibido,
con palabra soberbia y arrogante
desprecia al flaco mozo no vestido,
que de la honda al son lo desengaña
de que más puede fe que fuerza y maña:

Sí, al principio la obra cuesta un poco leerla: en el principio son constantes las referencias a la mitología ("Que si el facundo Ulises escapara de caer en la Ogigia eterno esclavo y si Antenor los senos penetrara ilirios y en la fuente de Timavo"), pero se capta la idea, y en cuanto a los hiperbatones uno se va acostumbrando a deshacerlos automáticamente. En ese sentido, resulta refrescante leer las estrofas y hacer el ejercicio mental de poner lo que se dice en un orden entendible. 

Los Lusiadas es una obra de estilo manierista, es decir, barroca dentro del Renacimiento y antes de que llegara el Barroco. No se limita a contar una historia, sino que la cuenta con todo tipo de adornos y detalles; aunque son precisamente esos adornos y detalles los que hacen atractiva la historia, así que no es algo superfluo. Es más, intente contar usted el encuentro entre David y Goliat, a ver si le queda tan bien como a Camoens.

Porque entiendo que habrá captado que la estrofa traída es, precisamente, esa escena. Sería una pena que, por carecer uno de cultura religiosa, careciera uno de la capacidad de apreciar el arte de Camoens.


Chascarrillo final: por razones que desconozco, en el colegio estudié esta obra con el título en portugués, Os Lusíadas, que incluye tilde en la i. Para escribir este artículo he empleado el título en español, y se me ha hecho rarísimo.



Mary Hopkin - Those were the days

 


jueves, 16 de septiembre de 2021

Dante

 El pasado 14 de septiembre se cumplieron 700 años de la muerte de Dante. Diría Dante Alighieri, pero con Dante no hace falta: su nombre es suficiente. Como Galileo y Miguel Ángel.

El caso es que el aniversario ha pasado sin pena ni gloria. Más aún, diría que completamente inadvertido. Y no me extraña, visto el fasto que hicimos con Cervantes.

Lo más triste es que Dante, su Comedia que tras su muerte se calificó como Divina, es una cumbre de la humanidad. No sólo de la literatura italiana.

Hace unos años escribí un artículo sobre los siete petrecoles que había que leer. El segundo era la Divina Comedia, así que invito a quien quiera a leer la glosa que allí hice. Sigo suscribiendo cada palabra que escribí entonces.

La Divina Comedia es un libro maravilloso. Hace muchos años que lo leí, y lo sigo teniendo entre los mejores de los mejores. Insisto en que se lea en verso, y se ha de leer despacio, con mucho tiempo: a mí su lectura me llevó años. También es recomendable la suficiente experiencia de la vida; en mi caso, lo leí durante la treintena. No es un libro, creo, para la juventud: hay que haber pecado mucho, antes, para captar la grandeza del cielo.

En fin. Supongo que no la leerán, ¿verdad?

Ustedes se lo pierden. La obra es uno de los máximos logros de la humanidad, y el martes se cumplieron 700 años de la muerte de su autor.

sábado, 17 de julio de 2021

Consejos para el verano (y III): Zumalacárregui

https://www.youtube.com/watch?v=ks05BXdCjTM&t=328s 

 

 

Usaba en el artículo anterior la comparación de los escritories con los restaurantes.  Pues bien, el tres estrellas Michelín absoluto e imbatible de los escritores es Benito Pérez Galdós. Sí, ya sé. Qué espanto, qué plomazo. Un escritor antiguo, de los que se estudian en el colegio. Los folletines realistas, Fortunata y Jacinta y todo eso.

Vale, es cierto. Pero no es para tanto. ¿Es antiguo? El año pasado hizo 100 años de su muerte, aniversario que supongo que por inesperado pasó sin pena ni gloria. Es lo que tienen los centenarios, que nos cogen de improviso. Pero son las fechas de London, Conrad, Hodgson...

¿Folletines realistas? El Realismo era escribir las cosas tal cual son, nada que ver con el Romanticismo. Y, sobre todo, Galdós era periodista, y caray si se nota. El hombre escribía para que los lectores no soltaran la columna, no pasaran a otra cosa, y lo conseguía. Cuando uno empieza una obra suya, cuesta parar.

¿Se estudia en el colegio? Sí, y qué. ¡Qué más querrían todos los escritores que hay, que a ellos también los estudiaran en las aulas! Pero sobre todo ¿saben por qué se estudia a Galdós? Pues porque era muy, muy bueno. El mejor.

Y un putón verbenero, todo hay que decirlo.

De todas formas, mi recomendación para leer en verano, para iniciarse con Galdós, son los Episodios Nacionales. Los EN son 46 novelas en cuatro series de 10 y una de 6; pero ¡ey! cada serie es independiente de las demás y se pueden leer salteadas. Luego en cada serie están más o menos ligadas una novela con la otra, pues comparten personajes y una trama general, pero hasta cierto punto se pueden leer sueltas; y por lo general la primera y la última están más desligadas de las demás. Por ejemplo, la 5ª de la tercera serie, La campaña del Maestrazgo, se puede leer aislada: cuenta una historia de un personaje secundario de la serie, mientras que la trama del protagonista principal queda apartada. La siguiente, La estafeta romántica, he de decir que me pareció una auténtica exhibición de maestría: es, simplemente, una relación de cartas entre los personajes, en las que se cuentan las andanzas (las no andanzas, más bien) de cada uno y lo mucho que se echan de menos. Y digo que es una exhibición de maestría porque con una sinopsis tan aburrida como ésta Galdós hace que leamos la novela de una tacada: no podemos esperar a saber la respuesta a cada carta.

En fin, empiecen con Zumalacárregui. La primera de la tercera serie. Totalmente independiente  de las demás, y muy entretenida. La tercera serie narra la primera guerra carlista y la regencia de María Cristina primero y Espartero después, terminando con las revueltas en Barcelona (revueltas que a la postre darían lugar al Plan Cerdá y al tramado del Ensanche barcelonés). La primera novela, como he dicho, es independiente. Luego hay seis novelas con Fernando Calpena como protagonista, culminando con nuestro hombre negociando el abrazo de Vergara, y las tres últimas, más flojas, son en realidad excusas para contar las cosas que pasaron entonces.


 

Para terminar, tres avisos sobre Galdón.

El primero de ellos: el hombre tenía un léxico extraordinario. Encontrarán muchas palabras que jamás emplean, que están olvidadas en algún lugar de sus diminutos cerebros pero que entenderán; otras, que no conocerán pero que entenderán por el contexto; y otras que habrán de reconocer que no tienen ni idea. Yo leo con libro electrónico, y lo tengo fácil: pulso sobre la palabra en cuestión y me aparece la definición de la RAE. Pues bien, uno de los placeres de Galdós es que el empleo de la palabra es exacto. Asombrosamente exacto. Es un maestro.

El segundo de ellos: la habilidad del hombre narrando es extraordinaria. Me da la sensación de que me estoy repitiendo como el pepino, pero es que es así. Quien come siempre algarrobas quizá no tenga paladar para las exquisiteces de El Buli, pero hay que esforzarse en saborearlas. Con Galdós, igual. Cada poco hay que levantar la mirada y darse cuenta de lo bien que escribe.

El tercer aviso: Galdós dispara con bala, pero no sólo eso.

El populacho es algunas veces sublime, no puede negarse. Tiene horas de heroísmo, en virtud de extraordinaria y súbita inspiración que de lo alto recibe; pero fuera de estas horas, muy raras en la historia, el populacho es bajo, soez, envidioso, cruel y sobre todo cobarde. Todos los vencidos sufren más o menos la cólera de esta deidad harapienta que por lo común no sale de sus madrigueras sino cuando el tirano ha caído. Si no le supo exterminar con su iniciativa y su fuerza, casi siempre se da el gustazo de rociarle con su fango; y a todas las instituciones o personas que caen por el esfuerzo de campeones de otra esfera más alta, el populacho les pone su ignominioso sello de inmundicia. La libertad y las caenas, a quienes alternativamente aduló, han visto sobre sí en el momento terrible a la furia inmunda que les escupía. Como la hiena, es intrépida con los muertos.
EN11 El equipaje del rey José
 
Galdós no solo nos retrata cual fotógrafo, y no me refiero como país (que también) sino como personas: cuando explica los porqués de los personajes, no podremos evitar pensar "tiene razón, somos así o cuando fuimos jóvenes fuimos así, cuando estuvimos en ese aprieto pensamos igual...". Galdós es un periodista, y en cada uno de sus artículos salimos todos nosotros. Pero no solo eso.

Galdós es un desengañado. Él no ve el mundo ideal de los románticos. Pero no se trata de eso.

Lo que quiero decir es que cuando se lea a Galdós hay que leer también el cuadro completo. Los detalles. Son los detalles los que hacen el cuadro tan auténtico. Hay que fijarse en los detalles de lo que va pasando. En los esfuerzos de los protagonistas por ser covachuelistas o por dejar de serlo; en la educación con la que se tratan unos a otros; en cómo pasan los ratos. En la pugna entre un bando y el otro, los diversos avatares políticos, quizá tan irrelevantes como los de ahora pero que nos revelan que todo lo de ahora ya ha pasado antes.

No me extiendo más. Mi consejo para este verano es que lean Zumalacárregui, la primera novela de la tercera serie. Amenísima. Y les diré una cosa: entre Zumalacárregui y Vergara está el relato de lo que pasó y la explicación del problema territorial que tiene España, que lleva teniendo 200 años. Y que viene de una guerra civil que la España de María Cristina no supo cortar y cuya negociación de la rendición del ejército del Norte es el origen de la ruina que ahora tenemos, los famosos derechos históricos.




Abel Moreno Gómez - Soledad franciscana (marcha procesional)


jueves, 15 de julio de 2021

Consejos para el verano II: Dick y el futuro

https://www.youtube.com/watch?v=TSLeHViCtbs 

 

Les hablaba, el otro día, de que el verano es el momento de leer. De hecho, es el momento de buscar lecturas nuevas. Cosas diferentes. Libros que, en principio, uno descartaría. Por concepto.

Por ejemplo, los grandes autores de la ciencia ficción. Pongamos que hablamos de Philip K. Dick, de Poul Anderson, de Robert Heinlein.

Las novelas de ciencia ficción, las buenas novelas, son muy buenas. Luego cada una tiene doscientas que la imitan, y ésas son malas, aburridas por ser cosas ya leídas, predecibles. Pero las buenas, las que ganan el premio Hugo, también las que ganan el premio Nébula, son muy buenas. Busque ésas; de hecho, seguro que en la portada o en la contraportada del libro, si ha ganado uno de los premios, lo dirán.

Sí, ya lo sé. Tienen mala prensa: se imagina uno que son historias de Flash Gordon o de Star Treck. Relatos del Oeste o novelas de detectives trasladadas al futuro. O esas distopías con las que nos bombardea Hollywood, Los juegos del Hambre y similares. Distopías, sobre todo distopías, todas iguales: un futuro con un mundo superpoblado y un gobierno universal despótico, y hombres (¡y  mujeres, que las historias modernas son políticamente correctas!) corrientes que se rebelan para ganar la libertad de ser ellos mismos, historias de ésas.

Y nada más lejos. Las novelas Hugo son los restaurantes Michelín de la ciencia ficción: hay restaurantes buenos y restaurantes que mejor olvidarlos, pero los Michelín son otra cosa. Y hay que comer en ellos para valorar la diferencia. Este verano vaya a su librería favorita, hojee entre los libros de ciencia ficción, busque uno que haya ganado el premio Hugo y lléveselo.

Y si cuando la está leyendo le da la impresión que es una historia conocida, o una variante de alguna película, serie de televisión o lo que sea que ya ha visto o leído… Lo más probable es que así sea. Pero será al revés: primero fue la novela que está leyendo, y luego la variante. Eso, seguro.

 

 

Blue Rodeo - Til I gain control again