domingo, 5 de febrero de 2023

Trás-os-Montes

Por mi cumpleaños me regalaron Tràs-os-Montes, de Julio Llamazares. Excelente elección.


 

Seguro que todo el que lee está sometido a un bombardeo inacabable de noveluchas "de aeropuerto", tipo (todo lo que sigue, inventado) Confianza ciega, de Lauren Kelly: "El amor puede llevarnos a lugares que nunca soñamos alcanzar", o Noche de niebla, de Konrad Gustafshonn: "Un trepidante thriller psicológico en el que nada es lo que parece". O intercambien los títulos, si les parece. Creo que me explico.

Jamás pierdo el tiempo con estas novelitas, porque estoy seguro de que al terminarlas (o abandonarlas) pensaré que qué pérdida de tiempo, con la de obras maravillosas que no leeré.

Sin embargo, desde la primera página de la obra de Llamazares me di cuenta de que con ésta no me iba a pasar. Desde el primer momento uno nota que está ante una novela que solo leerla ya es un placer en sí mismo.

Trás-os-Montes cuenta un viaje de cinco días que hizo el autor en agosto de 1995 a la región homónima de Portugal, la esquina noreste del país. La quizá región más pobre de toda Europa Occidental. En el viaje no ocurre nada. No hay argumento, no hay intriga. Simplemente, el autor se levanta por las mañanas, conduce durante el día, y por las noches duerme. Eso sí, se denomina a sí mismo "el viajero", porque él viaja. Lo que le interesa es el desplazamiento en sí, el viaje. No el destino. Aunque al final acabe hasta las pelotas de tanto desplazamiento, de tanto atravesar siempre lo mismo, y no vea la hora de llegar a Braganza. Jajá, seguro que nos pasaría a todos. Y aun así esa parte es tan apasionante como el resto del libro. Como el resto del viaje.

Desde el primer momento, la obra me recordó a Viaje a la Alcarria, de Camilo J. Cela y que glosé en esta entrada,  y estoy seguro de que la asociación no es casual, que el autor la buscó. Y, sin embargo, no importa. Leer ambas obras es una delicia

Luego he sabido que hizo más viajes, que no es tan simple, pero me da igual. Leerlo ha sido una delicia. Este hombre escribe de maravilla, pues ya ven con qué material tan pobre ha creado una delicia suprema.

Tres años después de él empecé yo mi pateo privado por Portugal, aunque por zonas mucho más ricas, yo viajaba por trabajo. Y sin embargo, en aquellos viajes por el Portugal profundo descubrí cosas que Llamazares también, y las describe. Seguro que ya han desaparecido, no en vano hace 25 años de aquellos viajes, pero sí: fueron reales, él es mi prueba.

Y una cosa que me llama la atención, ahora, es que el libro se publicó, parece, en 1998, y sin embargo la mía es una primera edición de 2018, ambas en la misma editorial Alfaguara; quizás es que decidieron darle una segunda oportunidad y lo volvieron a editar como si fuera nuevo. Aunque encontrarlo en una librería a finales de 2022 también me parece chocante, creía que los libros duraban pocos meses en las estanterías. No sé, como son clientes míos quizás aproveche para preguntarles la próxima vez que me llamen.

Sí, me ha salido una entrada del todo punto deslabazada, un churro de ideas inconexas, sin guión: esta claro que no soy Llamazares. Pero vamos, seguro que han captado lo que quiero decirles: si lo encuentran, cómprenlo; no se arrepentirán.

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