sábado, 30 de julio de 2022

Lo que las pruebas de acceso a la universidad revelan

https://www.youtube.com/watch?v=Y8PWkTnsrCo 

 

 

Anuncia el Gobierno que modificará las pruebas de entrada en la universidad. Actualmente, el 96% de los alumnos las aprueba; el 21%, con una nota de sobresaliente. Está claro que más que una selección, es un trámite. Y en éstas aparece el Gobierno para modificarlas.

¿Para endurecerlas? Pues no, para hacerlas más fáciles. Para limitar la necesidad de memorizar, y premiar, dicen, "la madurez del alumno". O quizá no, quiero creer que la idea original de los padres de la criatura era reparar el desastre actual; lo que pasa es que soy poco optimista, y aunque las intenciones sean buenas, la experiencia nos muestra que la evolución no suele cumplir las intenciones. O, como refleja la sabiduría popular, "hecha la ley, hecha la trampa". Y conste que me gustaría que esas intenciones se cumplieran; pero, como leí hace poco en un texto inglés del siglo XVIII, el espíritú de un país se puede mantener, pero cuando se ha perdido no se puede recuperar. Y las pruebas actuales, si no otra cosa, sí nos sirven como fotografía del estado de la enseñanza en nuestro país.

Fijémonos en unos pocos datos estadísticos:

1) El 25% de los alumnos de bachillerato acaban esa etapa con una nota media de sobresaliente; el 33%, si estudiaron en Murcia, Andalucía o Asturias, entre otras comunidades. 

2) Tras el COVID el Gobierno introdujo unos cambios en las pruebas, y el número de sobresalientes aumentó un 85%.

3) Ahora ya se puede uno presentar con asignaturas suspendidas, es decir, sin tener el bachillerato aprobado en su totalidad.

Si uno lo piensa, no es probable que el COVID haya vuelto inteligentes a los alumnos; más bien, que se ha bajado el listón. Lo mismo ocurrirá, me temo, en Murcia y las otras, si se las compara, o con todas en general si se las compara con, digamos, mi tiempo: no éramos más tontos que ahora, y no creo que las técnicas pedagógicas que se emplean hayan causado salto tal en el aprendizaje de los alumnos (el otro día hablé con una alumna de máster, ya con título de ingeniera por lo tanto, y me dijo que "le sonaba" "el Lazarillo de Tormes", pero su expresión no verbal me indicaba que no tenía ni repajolera idea de qué le estaba hablando), así que la única explicación que se me ocurre es que el listón se ha bajado.

Pero volvamos a la alumna de máster. Todos los chicos, en mi época, leímos la novelita, muy divertida ella hasta el punto de que incluso a los más zotes de la clase les gustaba; y todos, sin excepción, sabíamos de ella años antes de que nos hicieran leerla: con 12 años, al estudiar la Historia de la Literatura española, el Lazarillo era uno de los títulos inexcusables. Como la Celestina o el Quijote, se estudiaba que existía. La ingeniera de la que hablo no lo sabía, y sin embargo su expediente académico sería brillante y había sacado el grado de ingeniería en los años reglamentarios. ¿Por qué no sabía ella de la existencia de la novela? Porque no se lo habrían enseñado. ¿Por qué no se lo habrían enseñado? No sería porque creyesen que los chicos de ahora son demasiado tontos o incapaces, sino porque considerarían que no era necesario. Al final, si sólo les enseñan 4 conocimientos, el examen para saber si los saben ha de ser, por fuerza, muy fácil, y sacar una buena nota también.

Lo que nos está midiendo los altos porcentajes de aprobados y sobresalientes no es que los alumnos son muy listos o se está enseñando muy bien, sino que se enseña muy poco. Aduzcan todas las razones que quieran, esgriman todas las ventajas del sistema actual, pero la realidad es esa: se les enseña cada vez menos; hoy en día, ya muy poco.

He escrito en muchas ocasiones sobre este asunto, he dejado clara mi postura de que ésta no es una buena idea y que lo acabaremos pagando. Ahora bien, en verdad no sé si es bueno para un país que sus habitantes sean más o menos cultos, ni si es clave en la felicidad de las personas o no; no puedo, por tanto, argumentar si las políticas actuales de educación son mejores o peores. Sí puedo, y lo hago, pedir que no nos hagamos trampas al solitario: dejemos de alardear de los sobresalientes de nuestros chicos, de que son la generación más preparada de nuestra historia y de lo mucho que se aprende, porque las notas son mentira y la realidad es que los chicos de ahora aprenden muchas menos cosas que los chicos de antes.

Y, en lo personal, me da mucha pena. Privarles del conocimiento que tenemos es no compartirlo con ellos. Y es como quedarnos nosotros la comida sabrosa y dejarles a ellos la insípida y sólo nutritiva. Suponga que aprender a disfrutar de la comida sabrosa exige un esfuerzo, y que muchos no quieren pagar ese esfuerzo y aceptan alimentarse sólo con la insípida. Con el tiempo, los que disfrutan de la comida sabrosa se cansan de perder el tiempo con los insípidos, y el acceso al sabor se va perdiendo. Ahora cada vez somos menos los que conocemos la comida sabrosa; pero todavía quedan muchos que, aunque no la conozcan, sí saben de su existencia y de que algunos la disfrutamos. Estos deberían ser los que exigieran a gritos que al menos con sus hijos sí se comparta tal comida y no la insípida que comen sus padres. Pero no lo hacen.



Miranda Lambert - Tin man

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