martes, 10 de mayo de 2016

Otra vez a votar (II): Rajoy



Bestias del campo, venid a comer, bestias todas de la selva. Los guardianes están ciegos, no se dan cuenta de nada; perros mudos, incapaces de ladrar, vigías perezosos con ganas de dormir, perros voraces que no se sacian. ¡Y ellos son los pastores, que no comprenden nada! Cada cual va por su camino, cada uno a su ganancia. "Venid, yo traigo vino, nos embriagaremos con licores. Mañana será como hoy. Hay provisión abundante".
Is 56, 9-12

Han pasado veintisiete siglos, y seguimos igual.



Me encorajina que en estas nuevas elecciones se presentan los mismos. Vale que habrá cambios en las listas provinciales, pero seamos francos: cambian los nombres que, aunque salieran elegidos, seremos incapaces de decir cuáles eran. Los nombres que importan, los que nos hacen elegir una papeleta u otra, ésos no cambian.

Mariano Rajoy es registrador de la propiedad. Ganó la plaza de Santa Pola (Alincante) por oposición en 1980. Es, pues, un funcionaro de élite, que desarrolla una labor que sólo se encomienda a los mejores. Sin embargo, en 1981 dejó el puesto para ser diputado autonómico en Galicia. Su carrera, salvo esos meses, se reduce a diputado autonómico, diputado de la oposición, ministro (de lo que sea, el apellido no importaba) y presidente del gobierno. Con todo, su currículum sigue siendo mejor que el de sus rivales, pero hay otras cosas.

Una de las cosas que no me gustan de este hombre es que fuera de leer el Marca y el ciclismo, no le conozco más aficiones. Me gustaría que se prodigara por el Real, que se supiera de alguna escapada a Londres o Milán para asistir algún estreno en La Scala o en el Albert Hall, que cada verano el ¡Hola! y el Lecturas nos informara que se llevaba diecisiete libros de ochocientas páginas que tiene pendiente, que se manifestara preocupado por el descrédito del latín, no en vano ha sido ministro de Educación y Cultura. O que se supiera que es un forofo de Shakespeare, Quevedo, Zurbarán o Delacroix. De Arcángelo Corelli o de Berlioz, me da igual. Pero de alguien.

Que nos diera algún pensamiento profundo. Algún principio ético del que no fuéramos conscientes. Alguna idea elaborada. Que ya sé que no sabe de Ciencias, que es un hombre de Letras, y no esperaba que nos diera lecciones sobre el cambio climático, el pico del petróleo, el fracking o la teoría económica del capitalismo (que, por cierto, es la teoría económica que se sigue en este país). Pero algo.  

Otra cosa que tampoco trago es que no es un líder honrado. Puede que sea un hombre honrado, pero entonces no es un líder, porque la cúpula de su partido, hoy, es el patio de Monipodio. Y si resulta que sí, que él es el lider del partido, entonces es que no es honrado. Es Monipodio. Un líder honrado arramblaría con todo, echaría a todos de los que tuviera la más mínima sospecha de que quizás alguna vez se colaron en la panadería, y traería a gente nueva. Gente de la que no se pudiera decir que no ha de estar en el pelotón de los incorruptibles. Y, si no lo consigue, el líder honbrado da un portazo y se larga bramando que con vosotros no puedo ni quiero. Nada de esto está ocurriendo, por lo que afirmo que tengo razón.

Mi opinión personal es que es un hombre corrupto dentro de lo normal. Nadie aguanta 35 años en política de alto nivel sin hacer nada reprochable. Sin una decisión quizás injusta, sin un apoyo interesado, sin un hoy por ti y mañana por mí, sin un por el interés te quiero Andrés. Como los ciclistas, admito que si es un profesional, algo hace. Y no me importa, mientras sea "lo normal". Que lo lleven una tarde a los toros en helicóptero, que su hijo se salte las listas de espera, que se haya ido "de viaje oficial" a las Seychelles con su familia, o que le hayan perdonado unas multillas de aparcamiento. Incluso que algún constructor le comprara un coche hace treinta años (sí, si sólo fuera eso me conformaba). No creo que sea corrupto al nivel de un Pujol o un Bárcenas, pero sí estoy seguro de que conoce a muchos que, bajo su paraguas, se han corrompido más allá de lo razonable y lo ha tolerado. Y eso sí que no, amigo Rajoy.

En fin, Rajoy el 20-D pasado no ganó. Y los demás líderes dijeron que, con él, ni al cine. Sólo por eso debió haberlo dejado. Se creyó imprescindible. Creyó que nadie de su partido podría hacer bien las cosas, que él tenía que estar.

Y esto es lo que menos soporto. Rajoy, tío, vete a tu casa. Porque llevas mil años chupando de la teta pública, porque el servicio que debías prestar a tu país ya lo prestaste hace años, porque no tienes talla intelectual para liderarnos, ni brío ni honradez suficiente y, sobre todo, porque te crees imprescindible. Porque crees que nadie podrá hacerlo tan bien como tú. Y cuando alguien cree que es él o el caos y menos mal que está él, es el momento de deshacerse de ese alguien. 




La Bullonera - Jota del perro del hortelano y de la Virgen del Pilar

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