jueves, 26 de mayo de 2016

Caleb



En otra entrada contaré el porqué, pero el caso es que llevo desde el pasado verano que no me quito el nombre de Caleb de la cabeza. El nombre de Caleb es muy común en series y películas americanas (una vez que soy consciente de ello), y viene de un personaje de la Biblia que protagoniza una escena que sí conocía (hay que decir que mi conocimiento de la Biblia es, casi seguro, superior al de la media de los españoles) pero no sabía que él era el protagonista.

Cuenta la Biblia, en el libro del Éxodo, que Moisés guió a los israelitas tras su fuga de Egipto hacia la Tierra Prometida, entonces Canaan y ahora Israel o Palestina (según preferencias). Por razones que nadie sabe, los israelitas no fueron directos de Egipto a Israel, sino que vagaron por el desierto durante 40 años. De hecho, Moisés nunca entró en Canaan. Por un quítame allá esas pajas (entiéndaseme), Dios le dijo a Moisés que él no lo lograría, y llegado el momento sólo le permitió contemplar Canaan desde un monte elevado. Fue Josué el que lideró a los israelitas en la conquista de Canaan, no sé si recuerdan lo de las trompetas de Jericó.

Hasta aquí el conocimiento popular. Que, como es normal, sólo capta pinceladas de la historia completa. Para el pasaje que nos interesa, tenemos que consultar el libro de los Números (el siguiente al Éxodo). Allí se nos dice que (como era lógico) los israelitas, tras salir de Egipto y cruzar el Mar Rojo, se dirigen a Canaan. Pero Canaan no está deshabitada, y los judíos no son amigos de compartir nada con nadie, así que han de expulsar a los okupas de "su" Tierra Prometida. Conviene, por lo tanto, que se avancen exploradores (o espías; de hecho parece ser que la palabra era ambivalente) para investigar el nuevo territorio. Doce exploradores, uno por cada tribu. De la tribu de Efraín, Josué. Y de la tribu de Judá, Caleb. Caleb, hijo de Jefuné, el queniceo. Marchan los 12 y exploran Canaan durante 40 días; cuando vuelven, explican a los israelitas que sí, que Canaan es una tierra fabulosa en la que mana la leche y la miel. Pero... Siempre hay un pero.

Resulta que es una tierra poblada por muchos pueblos terribles, entre ellos uno de gigantes. Caleb opina que no pasa nada, que podrán con ellos, que Dios estará de su parte. También Josué tiene fe en el Señor, pero los otros diez no piensan así: son de la opinión de que están condenados, su causa es desesperada y no tienen nada que hacer. Mejor, pues, volverse a Egipto.

Así lo contaba La Biblia de los Niños

Aquí hay que leer un poco entre líneas: tenemos a dos tipos que contradicen a los demás, con el riesgo de dejarles en ridículo. Éstos reaccionan intentando desacreditarles. En este punto hay que tener en cuenta un detalle: Caleb es hijo de Jefuné, el queniceo. ¿Qué es eso de "el queniceo"? Quenaz se cita en el Génesis como un nieto de Esaú (al que le birló Jacob la primogenitura gracias a un plato de lentejas), así que Caleb no era de la estirpe de Jacob; es decir, no era israelita antiguo, hay que entender que su origen sería de otra tribu con la que coincidiesen y que sería adoptado. Por lo que supongo que no sería muy apreciado por muchos de sus compañeros, cuando no despreciado.

Y Caleb, apoyado por Josué, critica al pueblo su falta de fe y valentía. El pueblo, por descontado, reaccionó en la forma que era habitual en él: intentó apedrearlos. Los escraches son más antiguos de lo que imaginábamos.

La Biblia de los Niños
Total, que tenemos al pueblo de Israel bramando que el Señor les ha conducido a una trampa, que van a morir todos, y que mejor volver a Egipto. ¿Y el Señor, qué opina? Pues aquí tenemos la sorpresa: está harto. Los israelitas lllevan tiempo quejándose sin cuento, a la mínima dificultad, y Él ha ido tragando y ayudándoles cada vez más. Pero en esta ocasión dice que basta:
¿Hasta cuándo me va a rechazar este pueblo? ¿Hasta cuándo van a desconfiar de mí, con todos los signos que he hecho entre ellos? Voy a herirlos de peste y a desheredarlo.
Moisés, claro, intercede. Pide perdón en nombre del pueblo, aunque también intenta enredarlo: si el pueblo no logra la tierra que le ha prometido, todos los demás pueblos se burlarán diciendo que "el Señor no ha podido llevar a este pueblo a la tierra que les había prometido con juramento, por eso los ha matado en el desierto" (Núm. 14, 16).

Y sí, el Señor rectifica. Pero sentencia:
Le perdono, como me lo pides. Pero ¡por mi vida y por la gloria del Señor que llena toda la tierra!, ninguno de los hombres que vieron mi gloria y los signos que hice en Egipto y en el desierto, y que me han puesto a prueba diez veces ya, y no han escuchado mi voz; ninguno de ellos verá la tierra que prometí con juramento a sus padres. Nadie de los que me han rechazado la verá. Pero a mi siervo Caleb, que tuvo otro espíritu y me fue enteramente fiel, lo haré entrar en la tierra que ha visitado, y sus descendientes la poseerán.
 Y ordena a Moisés que dé el siguiente mensaje:
¡Por mi vida, oráculo del Señor, que os haré todo lo que me habéis dicho a la cara: en este desierto caerán vuestros cadáveres, los de todos los que fuisteis censados, de veinte años para arriba, los que habéis murmurado contra mí. No entraréis en la tierra en la que juré estableceros. Sólo exceptúo a Josué, hijo de Nun, y a Caleb, hijo de Jefuné... Vuestros hijos serán nómadas cuarenta años por el desierto, y cargarán con vuestra infidelidad, hasta que se consuman vuestros cadáveres en el desierto... Para que sepáis lo que es desobedecerme.
Y, como chascarrillo, cuenta la Biblia que en ese momento los otros diez espías cayeron fulminados, al instante.


La Biblia de los Niños es más suave
Y ésta es la historia de Caleb. Luego aparecerá, con 85 años, tras la conquista de Canaán, para recordarle a Josué lo que se le había prometido 45 años antes. Esta historia, por cierto, nos explica el porqué vagaron 40 años en el desierto. Pero también nos da una enseñanza que conviene traer a colación:

En primer lugar, el pueblo se equivoca. Suele equivocarse. En la búsqueda de su destino es constante la falta de fe en los principios y valores que les sacaron de Egipto y las ganas de volver a una vida más fácil, de esclavos quizá, pero sin riesgo por qué deparará el mañana. Y cuando se reúnen en asamblea y deciden qué hacer toman las peores decisiones. El pueblo no es sabio, ni mucho menos. Y tampoco tolerante: ya hemos visto que es de piedra fácil.

Y en segundo lugar, estas malas elecciones y comportamiento no salen gratis. Tarde o temprano, se pagan.

El que tenga entendederas, que entienda.



Simon & Garfunkel - The sound of silence (versión de Emiliana Torrini)

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