jueves, 21 de enero de 2016

Perdiendo el idioma





Recibo un correo de una asociación profesional en la que me comunican que un grupo de estudiantes de un máster de una universidad de aquí solicitan que contestemos a una encuesta para un estudio que están haciendo (los chicos, no la asociación).

El correo me lo envían, como es pauta en la asociación desde que cambiaron a la chica que los prepara, en catalán y en español. Las preguntas de los estudiantes estaban en español.

Del texto de mi asociación en catalán no voy a decir nada; pero el texto en español era penoso. Penoso, lamentable. No erratas tipográficas, sino errores de a) escribir partes de palabras en catalán, sobre todo terminaciones verbales, y b) usar construcciones y preposiciones como si fueran en catalán (por ejemplo, en catalán se está "a casa", no "en casa"). La persona que escribió el correo es una profesional, contratada por nuestra asociación y que le paga por su trabajo, que incluye redactar y enviar estos correos. Entiendo, por ello, que la moza ha puesto interés y profesionalidad; es decir, que, como mínimo, habrá repasado su escrito antes de enviarlo a las personas que a la postre le pagan.

No se ha dado cuenta de los errores que ha cometido, eso es todo. No sabe que habla un español lamentable. Suficiente para entenderla, sobre todo viviendo aquí y acostumbrado a este español, pero no tiene un español suficiente para escribir textos profesionales.

Luego está la encuesta de los estudiantes. Una presentación muy escueta, y una decena de preguntas a bocajarro. No reproduzco aquí el texto porque no merecen el espacio, pero se lo resumiré: con faltas de ortografía, en algunas preguntas tuteándonos y en otras tratándonos de usted, y sobre todo: con preguntas complejas de responder. Tipo "¿Cuál crees que ha de ser la política de gestión del CO2 del gobierno?". No era ésta una de las preguntas, claro, pero de este jaez. Cortas de plantear, de respuesta compleja.

Y claro. Pues que no. Los estudiantes, los listos, querían que les hiciera su trabajo. Y no sólo: que se lo mecanografiara también. Hacia dónde se dirige el sector de la construcción, cuáles son los nuevos retos que se plantean y qué estrategia estamos adoptando para resolverlos, todo eso. Supongo que alguno no verá la jugada y picará, y si pican dos pardillos los listos ya tienen el trabajo terminado. Tentado he estado de devolverle el correo a nuestra gestora de la asociación, explicándole lo que pretendían los estudiantes y pidiéndole que no picara más, que filtre mejor estas cosas, pero... he decidido pasar. No dedicarle ni dos minutos - salvo para escribir este artículo, como ven.

Pero les estaba hablando del deterioro del idioma. Un grupo de estudiantes de un máster universitario escriben un texto dirigido a profesionales de alta titulación. Supongo que discuten entre ellos qué decir y cómo. Lo escriben y lo repasan. Y estando todos de acuerdo, lo envían.

El texto, como era de esperar, estaba lleno de errores gramaticales. Errores que indican que no dominan el idioma. Ni siquiera en un nivel suficiente para redactar diez preguntas.

Los estudiantes, como la empleada de la asociación, se han educado en Cataluña con el sistema de inmersión lingüística. Ése que consiste en no estudiar en español salvo dos horas a la semana (y en muchos sitios, persiguiendo incluso que los niños hablen entre ellos en el recreo en español), con la excusa de que el español ya se aprende en la calle sin necesidad de lecciones. Y con el argumento adicional de que la gramática se aprende porque es la misma que la del catalán.

Nuestro sistema educativo es cada vez peor. Pero como los maestros de ahora ya han sido educados con un sistema malo, no conocen el sistema bueno y no reconocen lo malo que es el suyo; ya no hay remedio. Pues con el deterioro del idioma ocurre lo mismo. Aquí, en Cataluña, mucha gente habla un español tan paupérrimo que no se da cuenta de lo paupérrimo de su español.

En fin. Primero sólo estaba la inmersión lingüística. Se decía, muchos decíamos, que aquello no iba a ser bueno. Ahora tenemos la inmersión lingüística y un montón de jóvenes que no son competentes en español. No sé si que los jóvenes no sean competentes en español va a tener consecuencias negativas, pero... yo creo que sí. De momento, estamos formando una sociedad más pobre mentalmente. Más incompetente.

Y eso seguro que no es bueno. Pero ¡ey!, al menos estamos construyendo Cataluña. Su Cataluña, quiero decir.


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