sábado, 4 de octubre de 2014

La comunidad



Imaginemos que en un edificio de viviendas se forma una comunidad de vecinos. Ocurriera así que los vecinos de Avenida de Europa, 11, por ejemplo, se doten de unas normas de convivencia, unos presupuestos, unos protocolos de asignación de gastos, un sistema de reparto de enteros, de elección de presidente, secretario, administrador, etc. Todo ello de común acuerdo, o como quiera que fuera el sistema que rigiera antes de ese acuerdo (por ejemplo, si antes había sido todo el bloque de un propietario único o de una misma familia). Y supongamos que esto fuera en 1978, y 35 años depués el vecino del 5º2ª dice que no se siente a gusto en esa comunidad y que lo deja. En concreto, que deja su propia comunidad de vecino.

¡Ah, pero resulta que eso no es dicho y hecho! Mantiene el ascensor de los demás, la escalera, la fontanería, la estructura, la instalación de gas, la antena,... No, los vecinos le dicen que diga lo que quiera pero que mientras él esté en el 5º2ª es parte de la comunidad de Avenida de Europa, 11, y ha de comportarse como un buen vecino de la misma. El del 5º2ª protesta, y se dedica a cumplir unas normas y acuerdos, lo que le convencen, y otros no. Por ejemplo, se niega a pagar la derrama para la mejora de la azotea y deja su bicicleta con un candado donde los buzones. 

Pues bien, este problema tiene varias soluciones. Una sería que el vecino del 5º2ª, llamado al orden, depusiera su actitud. Otra sería renegociar las normas de convivencia y los acuerdos conjuntos.

De momento, lo de deponer su actitud parece que no funciona. Y la segunda vía... el vecino del 5º2 dice que sí, que se cambien... a lo que él quiere. Que la opinión de los demás no le importa, porque en su casa manda él. Claro, el resto de la escalera no lo acepta, y esta segunda vía, de momento, queda aparcada. Con lo que una vez explicado esto al díscolo, éste da la tercera solución: 
- Pues me largo.
- Genial, le responde el presidente. Ahí tiene usted la puerta.
- No me ha entendido bien, le responde el 5º2ª. Me largo... con mi piso. Me lo llevo, y seré Avenida de Europa, 5º2ª.
- Perdone usted, pero usted puede irse cuando quiera, pero no puede llevarse el piso. Es parte fundamental del edificio, siempre lo ha sido y siempre lo será.
- El piso es mío, y se viene conmigo.
- No, oiga. El piso es suyo, sí, nadie se lo discute. Puede hacer usted en él lo que se le antoje, repintarlo, redecorarlo, tirar tabiques, dotarlo de wifi o de aire acondicionado. Pero hay una serie de elementos que son comunes, como la estructura, las fachadas, las bajantes, la instalación eléctrica y de gas, que puede trazarlas como quiera, pero que han de cumplir unas normas que no fijamos ni usted ni yo. Y hay una serie de actividades que no puede hacer. No puede sobrecargarlo en exceso, no puede pegarle fuego y no puede reconvertirlo en almacén de residuos radiactivos, por ejemplo. En resumen: que sea usted propietario del piso sólo significa que tiene su uso y tiene derecho a hacerle unos cambios que consideremos intrascendentes, y todo dentro de unas normas que no establece usted. Y una de esas normas es que su actitud se resuelve con una de las dos opciones primeras, o se larga. Pero se larga sin su piso, ¿entiende?


Simon & Garfunkel - Kodachrome / Maybellene

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