Pongámonos en
contexto.
Christian Wulff fue
elegido en 2010 presidente de la República Federal Alemana. En diciembre de
2011 se descubrió que a principios de 2010, cuando era todavía presidente del
estado de Baja Sajonia, había viajado a Miami con su familia (pagando él los
billetes), pero había aceptado que Air Berlin le hiciera un
"upgrade", un salto de categoría de los asientos. Como cuando hay
overbooking en clase turista y hay plazas libres en bussiness y meten a
turistas ahí. En tiempos, cuando yo viajaba con la tarjeta de viajero frecuente
de la compañía que me interesaba, solía preguntar si quedaban plazas en
bussiness, porque a veces permitían el upgrade.
El caso es que Wulff
lo reconoció… y pagó los 3.000 euros que se había ahorrado. Pero siguió en el
disparadero.
Lo siguiente que le
pasó fue más turbio. Unas acusaciones de que hacía unos años su mujer había obtenido un buen
préstamo de un constructor local con la casa como garantía, en el curso de las
cuales negociaciones ella había aceptado un regalo de unos 150 euros.
La primera acusación la lanzó el
Bild (no precisamente un ejemplo de rigor periodístico) el 28 de noviembre de
2011. Wulff intentó dar todas las explicaciones que pudo de lo que
realmente había pasado (hubo un préstamo, sí, pero fue
en condiciones de mercado; y no hubo regalos), pero ya se sabe cómo es la prensa, aquello se prestaba
a murmuraciones. Y dimitió el 17 de febrero de 2012.Dimitió como presidente de la República. Y hubo juicio. Dos años después, el 27 de febrero
de 2014, en el juicio se le declaró inocente de todos los cargos. Wulff y su mujer eran completamente inocentes. Pero
había dimitido, aun sabiendo que era inocente. Wulff opinaba que sobre su cargo no podía caer ni la más
mínima sospecha de irregularidad y que el cargo estaba por encima de la persona
que lo desempeñaba.
Estos días, el tema estrella es "lo de Pujol". La red está llena de artículos, muchos de ellos excelentes. A mí me encantaría echar también mi cuarto a espadas, pero el día anterior al famoso anuncio yo les estaba bosquejando un artículo sobre una anécdota personal que me ocurrió con un alemán y en la que iba a disertar acerca de la diferencia de caracteres entre ellos y nosotros. Y, claro, con esa idea en mente, la reflexión que me vino al instante es la diferencia de comportamiento entre ellos y nosotros, que ya se sabe que el comportamiento deviene del carácter.
En concreto, pensaba en Artur Mas.
Porque Artur Mas no es un recién llegado criado por una familia de ocelotes en lo más profundo de la más tupida selva. En 1995 Jordi Pujol le nombró consejero (en una consejería importante para Pujol: Obras Públicas), y en 1997, consejero de Economía y Hacienda hasta que el 2001 le nombra Conseller en Cap, un cargo que se inventó para él, equivalente a vice-pujol. Es su mano derecha, tanto en el gobierno como en el partido. Es también el heredero in péctore cuando Pujol se retira. Y conviene decir que Pujol no llega a retirarse del todo, siempre está ahí.
Es decir, durante casi 20 años Mas ha sido el hombre de Pujol. Pierde elecciones, pero nunca se le cuestiona, porque es el hombre de Ubú. Mientras Ubú no le retire la confianza, Mas seguirá ahí. Y Pujol nunca le retira la confianza.
En estos 20 años, Mas conoce a toda la familia Pujol. Les ve evolucionar, medrar, convertirse (todos) en empresarios de éxito extraordinario (extraordinario para los demás, en esa familia era lo ordinario).
¿Creen que Mas no sabía nada?
A principios del 2004, en un agrio debate en el Parlamento de Cataluña, Mas, entonces en la oposición, arremete contra Pasqual Maragall. Y éste le responde que su problema, sr. Mas, se llama 3 por ciento. Todos entendemos qué quiere decir Maragall con ello. ¿Y qué hace Mas en ese debate? Pliega velas. Cambia de tema. No le responde airado que no tolerará dudas sobre su honor y cosas así. No, dejémoslo, no nos ataquemos. ¿Ha visto usted lo del Madrid...?
¿Por qué ni Mas ni nadie de CiU saltó nunca para combatir esa infamia? ¿Cómo permitieron que semejante frase quedara ahí escrita (y mentada a menudo)? Claro que todos saben la respuesta, pero...
El caso es que la pregunta que me hago es ¿a qué viene ahora esa actitud de nuestro líder, de que "Yo soy el primer sorprendido", "estoy profundamente dolido por este anuncio", "no tenía ni idea, nunca lo hubiera creído"...?
Como ven, en Alemania esto no hubiera ocurrido así. Cualquier presidente, ante la posibilidad de que se le asociara con su durante tantos años mentor y compañero de equipo, habría dimitido: se podría hablar mal de la persona, de Artur Mas, pero no del cargo, no del presidente. Eso, ellos, lo tendrían clarísimo.
Dicho lo cual, otro día les contaré la anécdota de la que les hablaba.
Estos días, el tema estrella es "lo de Pujol". La red está llena de artículos, muchos de ellos excelentes. A mí me encantaría echar también mi cuarto a espadas, pero el día anterior al famoso anuncio yo les estaba bosquejando un artículo sobre una anécdota personal que me ocurrió con un alemán y en la que iba a disertar acerca de la diferencia de caracteres entre ellos y nosotros. Y, claro, con esa idea en mente, la reflexión que me vino al instante es la diferencia de comportamiento entre ellos y nosotros, que ya se sabe que el comportamiento deviene del carácter.
En concreto, pensaba en Artur Mas.
Porque Artur Mas no es un recién llegado criado por una familia de ocelotes en lo más profundo de la más tupida selva. En 1995 Jordi Pujol le nombró consejero (en una consejería importante para Pujol: Obras Públicas), y en 1997, consejero de Economía y Hacienda hasta que el 2001 le nombra Conseller en Cap, un cargo que se inventó para él, equivalente a vice-pujol. Es su mano derecha, tanto en el gobierno como en el partido. Es también el heredero in péctore cuando Pujol se retira. Y conviene decir que Pujol no llega a retirarse del todo, siempre está ahí.
Es decir, durante casi 20 años Mas ha sido el hombre de Pujol. Pierde elecciones, pero nunca se le cuestiona, porque es el hombre de Ubú. Mientras Ubú no le retire la confianza, Mas seguirá ahí. Y Pujol nunca le retira la confianza.
En estos 20 años, Mas conoce a toda la familia Pujol. Les ve evolucionar, medrar, convertirse (todos) en empresarios de éxito extraordinario (extraordinario para los demás, en esa familia era lo ordinario).
¿Creen que Mas no sabía nada?
A principios del 2004, en un agrio debate en el Parlamento de Cataluña, Mas, entonces en la oposición, arremete contra Pasqual Maragall. Y éste le responde que su problema, sr. Mas, se llama 3 por ciento. Todos entendemos qué quiere decir Maragall con ello. ¿Y qué hace Mas en ese debate? Pliega velas. Cambia de tema. No le responde airado que no tolerará dudas sobre su honor y cosas así. No, dejémoslo, no nos ataquemos. ¿Ha visto usted lo del Madrid...?
¿Por qué ni Mas ni nadie de CiU saltó nunca para combatir esa infamia? ¿Cómo permitieron que semejante frase quedara ahí escrita (y mentada a menudo)? Claro que todos saben la respuesta, pero...
El caso es que la pregunta que me hago es ¿a qué viene ahora esa actitud de nuestro líder, de que "Yo soy el primer sorprendido", "estoy profundamente dolido por este anuncio", "no tenía ni idea, nunca lo hubiera creído"...?
Como ven, en Alemania esto no hubiera ocurrido así. Cualquier presidente, ante la posibilidad de que se le asociara con su durante tantos años mentor y compañero de equipo, habría dimitido: se podría hablar mal de la persona, de Artur Mas, pero no del cargo, no del presidente. Eso, ellos, lo tendrían clarísimo.
Dicho lo cual, otro día les contaré la anécdota de la que les hablaba.
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