viernes, 11 de julio de 2014

De competencias, arquitectos e ingenieros



Andan un poco revueltos los gremios a cuenta de la nueva ley de servicios profesionales; parece ser que la ley a va alterar las compentencias de cada uno, pero no hay una información sólida de qué cambios serán. Imagine usted (si no es ingeniero ni arquitecto) que aparece una ley que le cambia lo que puede hacer y quiénes lo pueden hacer; normal que haya alboroto. El que hubo con los quiosqueros y la venta de tabaco, el que habría si en los estancos se pudieran vender medicinas, no se precisaran estudios de Derecho para ejercer de juez o si los profesores de piano pudieran expedir bajas médicas de la Seguridad Social. 

Por supuesto, en el caso que nos ocupa ambos bandos (y el de los ingenieros, además, divididos en sus propios bandos) han lanzado los tradicionales mensajes apocalípticos sobre el fin de la profesión, el desmoronamiento de la sociedad y la vuelta a las cavernas. Recuerdo, precisamente, un artículo que escribí hace tiempo sobre el tema, así que no me extiendo.

Hoy mismo, por ejemplo, he recibido una notificación de (el nombre lo cito de memoria) el Consejo de Colegios Oficiales de Ingenieros, quejándose. No entendí muy bien el motivo de la queja, pero creo que se quejaban por adelantado. Se quejaban de que "se decía" que se iban a cambiar competencias y no estaban siendo consultados.

Dicho lo cual, en este debate (y en todos los similares) hay dos sandeces que confunden a la mayoría y llevan  a muchos (y a cualquier representante de un Colegio Oficial) a decir tonterías.

En primer lugar, no son lo mismo. Y, como no son lo mismo, son diferentes. Escuchando a todas las partes, tengo claro que este punto es muy difícil de entender. Todo el mundo da por supuesto que él es diferente a los demás; pero nadie asume que los demás son diferentes entre sí. 

Un ingeniero Industrial no es un Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y ninguno de ellos es un Ingeniero Naval. Todos son ingenieros y todos tienen habilidades básicas comunes, algunas comunes a todos y algunas comunes entre ingenierías. También un arquitecto tiene habilidades comunes a algunas ingenierías, pero un ingeniero no es un arquitecto y un arquitecto no es un ingeniero.

Incluso dentro de una misma carrera madre hay especialidades. Un ingeniero industrial "eléctrico" es diferente a un especialista mecánico o a un especialista en organización industrial, textil o químico. 

En segundo lugar, aunque dos profesiones sepan hacer el mismo trabajo, no lo hacen igual. Por ejemplo, que un ingeniero industrial pueda proyectar COMPLETAMENTE un edificio industrial no significa que si proyecta completamente un edificio residencial, aunque sepa, su trabajo vaya a tener la misma calidad que el de un arquitecto. La razón es difícil de explicar, pero existe.

Como aplicación al ejemplo del ingeniero y el arquitecto, fíjese en este símil: ¿amueblaría usted el salón de su casa con muebles de oficina? ¿Porqué no? El mobiliario de oficina le dota de mesas, armarios y estanterías, sillas y sillones, papeleras y muebles auxiliares, lámparas, teléfonos, cortinas y persianas... Son muebles de calidad y cumplen perfectamente la función: las estanterías admiten libros en cantidad y diversidad. ¿Entonces? Pues lo mismo ocurriría si un ingeniero industrial diseñara un edificio residencial.

Porque no son lo mismo.
 
En otras palabras, yo no le aconsejo que me contrate para proyectar una iglesia, el puente sobre el río Kwai, una nave para hacer la ITV de buques o una explotación porcina.

Pero tampoco me propongo para cosas no tan rimbombantes: ni haría el estudio de viabilidad de un aserradero ni diseñaría la pista de rodadura de un aeródromo; ni sugeriría la reparación de una calzada ni haría los presupuestos de un proyecto fuera de mi especialidad de estructuras. Y que tuviera conocimientos suficientes para hacer todo ello - o fuera capaz de adquirirlos- no significa que mi trabajo fuera el deseado: le decoraría su salón con muebles de oficina.

Por lo tanto, cuando se debata sobre las distintas competencias de cada oficio, si deben tener o no una reserva de actividad y todas esas cosas, piensen que hablamos de profesiones diferentes. Suficientemente diferentes. Pero en todas las direcciones: si yo, ingeniero industrial, me diferencio de un ICCP, también me diferencio de un arquitecto; que es lo mismo que decir que también un arquitecto es diferente de un ingeniero industrial.

Otra historia, totalmente otra, es si tiene sentido que se regulen reservas de actividad. ¿Por qué los ingenieros industriales somos los únicos que podemos proyectar silos de misiles nucleares? O torres de alta tensión, igual me da.

Imagine que un bufete de abogados, Dios no lo quiera, le lleva sus asuntos. De variado pelaje, si me permite decirlo. Supongo, suponemos todos, que en el bufete habrá abogados especializados en los distintos ámbitos y no se meterán en algo que no dominen; si para un asunto concreto no los tienen, le aconsejarán la derivación a otros especialistas. Por ejemplo, la anulación de su matrimonio a un despacho que trabaje con tribunales de La Rota.

Pero eso no quita para que su interlocutor con el bufete sea único, típicamente con un socio. Este socio no es especialista en todos los ámbitos, pero usted entiende que en cada momento le habla en representación del especialista.

Pues en ingeniería y arquitectura puede ocurrir lo mismo. Puede haber un despacho con decenas o cientos de arquitectos e ingenieros. ¿Por qué no puede haber formalmente un único firmante de los proyectos? ¿Por qué no puede ser el mismo firmante de todos los proyectos del despacho? A fin de cuentas, firma en nombre del despacho aunque luego los jueces le procesen a él personalmente (ésa es otra guerra).

Si un profesional se atreve a aceptar un encargo y lo lleva a cabo, ¿por qué he de prohibirle que lo haga? Por egoísmo, porque tendría la esperanza de que, no dejándole hacerlo, fuera más probable que me lo encargaran a mí. Este egoísmo se disfraza con el eufemismo de "defensa gremial"; más eufemismo aún: "defensa de la profesión". 

También es cierto que ese mismo profesional es libre de sacarse el titulo que le acredite para ese trabajo que quiere hacer. Pero ni el título es garantía de que una persona sabe, ni su ausencia del desconocimiento. Y me revienta que a partir de ciertas edades se menosprecie a grandes profesionales por no tener un título tan rimbombante como el otro.

¿Entonces?

Pienso que lo ideal sería que se establecieran categorías de trabajos y de profesionales. Cada trabajo, valorado según su empaque, requiere un profesional de categoría mínima acorde. La categoría del profesional se obtendría por puntos, obtenidos tanto por su formación como por su experiencia visada, y también por sus años y puestos laborales. De esta manera los jóvenes empiezan desde abajo, realizando trabajos de menor cuantía - pero para los cuales la formación específica da un plus de competitividad frente a otros jóvenes-, mientras que a un profesional con mucha experiencia ya no se le tiene que mirar el título. Y que sea el mercado y el tiempo el que sitúe a cada uno en su sitio.

De todas maneras, aquí manda "Europa", y por lo tanto huelga cualquier discusión sobre este tema. Es hablar por hablar. Aunque siempre divierte cómo se retratan los de los Colegios Profesionales. 



Dire Straits - Telegraph Road



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