En Barcelona tenemos Cosmocaixa y el Museo de Historia Natural. El Museo de Historia Natural, les diré, es interesante pero se nota que no han puesto mucho cerebro en su configuración. Esto, unido a que lo sacaron del parque de la ciudadela y lo llevaron más allá del Fórum, malcomunicándolo - al menos conmigo-, hace que vaya poco. Mi favorito es, pues, Cosmocaixa, y no hay año que no lo visite una o dos veces.
Me encanta Cosmocaixa.
Ahora bien, cuando voy a Cosmocaixa no puedo evitar darme cuenta de que la mayoría de los visitantes son niños y los adultos que los acompañan. Y recalco el hecho de que los adultos están porque acompañan a niños. Hay, sí, turistas adultos que acuden sin niños; pero son los menos.
Lo mismo ocurre en otros equipamientos "de conocimiento", como el Museo de Historia Natural, el zoo o el acuario. Ignoro cuál es la situación en los museos culturales, caixafórum y similares, y no recuerdo cuál era el público la última vez que fui al museo egipcio. Sí sé que la audiencia del principal museo de Barcelona, el del F.C. Barcelona, está formada en su mayoría por adultos y jóvenes que viajan solos, y si hay niños lo son en su calidad de acarreados por sus padres. También es cierto que el coste de la entrada del museo del FCB es tal que cualquiera pensaría que llevar a un niño es un derroche excesivo, mientras que Cosmocaixa es casi gratis y, para los niños, gratis del todo.
Esta actitud no es sólo de Barcelona: también la he visto en los diversos centros de Dinópolis y (por citar sólo mi último viaje) la Cité de l'Espace de Toulouse.
Da la impresión de que la gente cree que la ciencia - incluyendo las ciencias naturales- es sólo para los niños. Que cuando uno alcanza una cierta edad, en torno a la legal para hacer lo que uno quiera, uno está ya libre de tener que aprender. Y que pasa a ser ya un usuario de "la cultura". Lo cierto es que los grandes centros culturales están, por todos, considerados "para adultos" (en el sentido de que no son sitios a los que llevar a niños), y los centros "de conocimiento" lo son para niños. Esto es un sentimiento general, por supuesto, pues no faltará quien me diga que el museo del Prado, por ejemplo, es recomendabilísimo para niños. Y es cierto que mejor nos iría si ya de niños acostumbráramos a pasear por esos centros o asistir al teatro o a conciertos de música clásica.
Pero los centros científicos son para niños, dicen. Demasiado bajo para mi nivel, supongo que pensarán. Y a los que vamos motu proprio nos miran como bichos raros. Frikis, nos llaman. Cerebritos, empollones. Bichos raros.
Lo más curioso de
todo es que, cuanto mayor se es, cuanto más se sabe, más entretenidos son los
equipamientos de conocimiento. Más interesante es Cosmocaixa, un centro de
dinosaurios o un museo militar. Al igual que cuanto más olores y sabores sabe
uno diferenciar, más intensa es una cata de vinos, y cuanto más entiende uno de
pintura más disfruta uno en el Prado, cuanto más sabe uno de ciencias más
disfruta en estos sitios. Cuanto más sabe uno de animales más disfruta en el
zoo, el acuario o un museo de historia natural. Pero no, a nadie se le pasa por
la cabeza que uno pueda pasar un buen rato en un planetario, un museo técnico o
uno científico.
En fin. Yo creo que
lo triste no somos los bichos raros, sino los que no lo son. Los que se lo
pierden. Los que eligen vivir sin saber, sin comprender el mundo que les rodea.
Y les aconsejo a todos ustedes que cambien. Acudan a los museos técnicos y científicos.
Visítenlos a fondo, hasta que les echen. Lean los paneles, participen en las
experiencias interactivas, apúntense a las sesiones extra, intenten comprender
lo que les enseñan y lo que supone. Parecen centros para niños, pero no: son
para adultos. Lo de los niños sólo es un gancho para atraerles a ustedes.
Y, desde luego, si
tiene usted niños, programe ya el año para visitar al menos 3 ó 4 de estos
sitios. Al menos. Usted no se arrepentirá y sus hijos se lo agradecerán.
Navajita Plateá (y Alba Molina) - Noches de bohemia