Ha creado polémica la concesión del premio nobel de literatura a Bob Dylan. Mucha gente, por lo que parece muy alterada por la noticia, ha escrito que esto es el acabóse, que no se sabe dónde vamos a ir a parar y que esto es un pitorreo. No sé, la verdad, a qué viene tanta alteración; yo, cuando me enteré, me dije a mí mismo pues vale, y seguí con mis cosas. He ido a conciertos suyos, tengo muchos de sus discos (los buenos, creo) y todo eso, pero ya escribí aquí en otra ocasión sobre sus letras, pero esto del nobel... Pues vale.
Se dan seis premios nobel al año. Tres son científicos: de Física, de Química y de Medicina. Y tres son sociales: de la paz, de literatura y de economía.
Los tres científicos son a personas que realmente han hecho algo y que han conseguido avances de los que nos beneficiaremos todos. Pero nadie de entre nosotros sabe a quién se los dan ni porqué, ni seríamos capaces de entender lo que han hecho para merecerlo y mucho menos calibrar si el premio es justo o se lo merecía más otro.
En cambio, los tres sociales... Digamos que ninguno de los que ganan el nobel de economía se ha hecho multimillonario. Quizá porque no sabían tanto. O porque el nivel necesario para ganar un nobel en economío es menor que para hacerse multimillonario. Aunque tampoco es de extrañar: los economistas sólo saben explicar lo que ha pasado, pero no tienen ni idea de lo que va a pasar.
El nobel de la paz tampoco es que sea muy riguroso. Obama, por ejemplo, ganó el nobel sin quererlo; se lo dieron antes de que hiciera nada, y la academia explicó que tenían muchas esperanzas puestas en el muchacho. Vamos, para ir ganando tiempo. También se lo ha llevado otro que dedicó su vida a la lucha. Pero no a la lucha leal, en campos de batalla, sino a los atentados, los secuestros, los asesinatos... Y, por supuesto, nunca se arrepintió de aquello.
El nobel de la paz es un premio de risa. Al Gore tiene el premio nobel de la paz.
Y por último, tenemos el nobel de literatura. Este premio hay que entenderlo: no se premia a un coloso de la literatura mundial, alguien cuyas obras se vayan a seguir leyendo dentro de quinientos años; simplemente, no puede quedar desierto y hay que nombrar a alguien. Lo habitual es buscar algún escritor armenio, nigeriano o de las Fidji, alguien que nadie lea. Así uno puede fardar: yo sí he leído a este tipo, y tú no. Que no quita para que algunos de estos escritores valga la pena leerlos, pero también vale la pena leer a John Grisham: sus novelas son muy entretenidas.
El nobel de literatura es fácil de entender: por ejemplo, en España lo ganó Vicente Aleixandre. Éste es el nivel. El tipo pertenecía a la generación del 27, y en aquel momento estaba vivo. Para entonces yo ya había estudiado la generación del 27, y les aseguro que su nombre no figuraba por ninguna parte. Y no porque fuera antifranquista: sí estaban García Lorca y Rafael Alberti, sin ir más lejos. No, es que el tipo no tenía el nivel. El necesario para que los estudiantes supieran su nombre, digo. Para el nobel sí lo tenía.
Así que no me molesta que Dylan gane el premio nobel de literatura, porque para mí el premio nobel de literatura no significa ningún honor. Al contrario, creo que es otro motivo más de vergüenza para los premios nobel. Para los laureados, porque estar en una lista con la gente que están no es motivo de orgullo, y para la organización, porque cada vez se hunden más en el pozo del pitorreo.
La organización de los premios nobel, en mi opinión, debería establecer un nivel mínimo y tener el valor necesario para declararlo desierto todos los años que hiciera falta.
Sin embargo, no es raro que en física, química y medicina el premio lo ganen varios a la vez: no hay premios para tantos como lo merecen.
Da que pensar, ¿no?
Bob Dylan - Masters of war