Soy un bicho de otra época. Cuando era chaval, mi dormitorio era una habitación superpoblada (llegamos a ser cinco, durmiendo). La habitación de mis dos hermanos mayores era, en cambio, un cuarto despejado debido a que las camas de ellos eran plegables (cuando, siendo yo más pequeño aún, yo dormía en esa habitación no lo eran, pero en la época a la que me refiero sí). Además, la habitación mía tenía una mesa redonda en el centro, con sus correspondientes sillas, y el baúl de los juguetes. La mesa, por supuesto, era el centro de una considerable actividad, lo que contribuía a que no hubiera mucho espacio de tránsito. El caso es que era natural que yo pasara muchas horas en la habitación de mis hermanos mayores; más aún, estando allí el aliciente sobre el que versa este artículo.
El dormitorio de mis hermanos era un espacio razonablemente cuadrado, con sus cuatro paredes. Una estaba ocupada por la ventana y una mesa que era un tablero alargado debajo de la ventana, y otra, perpendicular, por el mueble completo que albergaba las camas, el armario ropero y zapatero y las librerías. Las otras dos paredes, como la superficie principal del cuarto, estaban despejadas, decoradas con algunos carteles de películas (que conseguía mi hermano cuando se retiraba alguna película de los cines, iba en el momento en que ponían el cartel de la película nueva y pedía el de la vieja)… y este mapa de Europa:
En acumulado, horas mirándolo. Interminables juegos con mis hermanos, retándonos a localizar tal río o tal ciudad. Estimando distancias, recorridos, viajes. Por ejemplo, en los minutos que transcurrían entre que terminábamos de comer y teníamos que lavarnos las manos para volver a salir para ir al colegio por la tarde. ¡Qué quieren, cada época tiene sus maneras de entretenerse!
El caso es que para mí Europa es ese mapa. Por ejemplo, sigo pensando en Chequia y Eslovaquia como una unidad, como dos países hoy separados pero que en realidad son uno solo. O que cuando me hablan de Hungría, interiormente la identifico como "ese país verde oscuro del centro". ¡Qué le voy a hacer!
Y tengo para mí que no soy el único al que le pasan estas cosas.
Cheb Khaled - Aïcha