sábado, 29 de agosto de 2015

¿Y si los largamos?




Se nos explica en los evangelios (Lc 11,5-8, o Lc 18,1-5) que si uno pide y pide incansable, al final recibe, siquiera para que no moleste más.

Bien, nosotros tenemos una mosca cojonera llamada clase gobernante de Cataluña. Hace años afirmé que lo suyo no es más que independentismo de salón, pero son cansinos hasta la extenuación. ¿Y si les damos lo que dicen que quieren? No lo que quieren, porque lo que quieren es dinero e impunidad judicial; no, la independencia que reclaman. Súbita y cruda, eso sí, que ya sabemos que todos queremos un piso de soltero costeado por nuestros padres, provisionado por ellos y con la colada y plancha a su cargo. Y que si su plan de vacaciones nos interesa, pues nos apuntamos. No, digo, algo inmediato, sin anestesia, y HOSTIL. Como cabreados. Como que cedemos porque no los aguantamos más, pero de mal humor. Bloqueo diplomático internacional, control de fronteras, aranceles, pérdida del fondo de pensiones, nada del Barça en nuestra liga… Y pérdida de la nacionalidad española, se siente. El que quiera seguir siendo español de nombre, que se venga aquí.

Como catalán, les aseguro que a mí no me importaría. Confío, claro, en que la parte catalana del fondo de pensiones se emplearía en ayudar a los que nos cambiáramos de país - quiero decir, a los que nos viniéramos a España-. ¿Echaría de menos a Cataluña? Supongo que sí, pero tampoco nada serio. No se crean que Cataluña es algo increíble: la costa es bonita, como todas las costas, y las zonas montañosas como todas las zonas montañosas. Planicies y ondulaciones, en realidad de todo lo hay mejor. Barcelona es única, lo reconozco, pero como lo son Viena, París o Venecia: no sufrimos porque no estén en nuestro país, están "ahí". Vale, no tendríamos la Segarra, el Urgell o la Cerdaña, pero tampoco a sus antipáticos habitantes. Lo uno por lo otro.

Total, en unos años estaríamos acostumbrados y en un par de generaciones el tema será agua pasada.

¿Nos iría mejor o peor? Miren, como nos vaya a nosotros depende de nosotros mismos, no de los catalanes, ¿no?  Ahora bien, en términos absolutos algo perderíamos, faltaría más. Pero ¿compensa la parte positiva, el deshacernos de tan desagradables compatriotas? Si me preguntan a mí, les diría que sí.

Que conste que este ejercicio de ficción lo planteo como un no-catalán, como alguien que no puede hacer nada para cambiar a los gobernantes de Cataluña. El catalán sí puede intentarlo, y es lo que debe hacer. Porque esta historia/histeria es sólo de la clase gobernante, que tiene las razones espúreas antes anotadas.

Pero, me dirán ustedes, ¿qué pasa con los catalanes que no quieren dejar de ser españoles y catalanes? Pues miren, si el 27-S no se produce ningún cambio espectacular en la escena política, si no se vuelcan en los dos partidos (PP y C's) que apuestan claramente por la unidad, no me van a dar ninguna pena: ellos mismos se lo habrán buscado. El voto podemita ayudará a los secesionistas a corto o a medio plazo; el voto a Unió o al PSC, lo hemos visto años y años, les ayuda a corto y a medio. Quien vote a éstos, pienso yo, es que le importa poco lo que le pase a su país; sólo mira por su bolsillo. Que les zurzan.

Hace dos o tres años, lo que había en España con relación al prusés era asombro. Que podríamos reducir a "¿cómo es que estos tíos están pidiendo la independencia y 5.000 millones del FLA?". Ahora, en cambio, es hastío; cada vez leo más opiniones a favor de largarlos.

Lo más gracioso del tema, si es que tiene alguna gracia, es que los gobernantes (y la burguesía adinerada que les apoya) va de farol, quiere que el gobierno se achante y les dé más dinero. Pero como jamás dejarán de pedir, llegará un momento en que el hartazgo podrá a los demás y entonces les saldrá el tiro por la culata y les tocará a ellos el llanto y el rechinar de dientes, porque estarán a merced de los podemitas catalanes, y éstos, ya sin Madrid, les crujirán.



Edvard Grieg - Peer Gynt (En la gruta del rey de la montaña)