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martes, 26 de enero de 2016

La lámpara



Hace año y medio, quizá algo más, me encargaron el cálculo de una lámpara. Una lámpara de techo. Y al poco de entregarla, me encargaron otra, la del piso superior. A veces, los calculistas decimos que estamos calculando la pata de un sofá para explicar el poco trabajo que tenemos. En esta ocasión, de verdad se lo digo, el encargo fue una lámpara de techo.

¿Qué hay que calcular ahí?, se dirán. ¿El anclaje al techo, quizás?

No, no. Tenía que calcular la estructura interior de la lámpara. Aparte del anclaje al techo, claro. Pero el meollo era la estructura interior.

En mi descargo, tengo que decirles que la estructura soporte de la lámpara medía 17 metros de largo por 5 de ancho, y la lámpara tenía 8 niveles porque medía unos 8 metros de altura. Y, claro, hay que contar en cómo hacer el mantenimiento de la lámpara. Fue el perfecto ejemplo de idea parida por un arquitecto (en este caso, arquitecta prestigiosa) que necesita de ingenieros para llevarla a cabo.

El diseño de la lámpara era… cuasi-incomprensible. Raro. Complicado de entender (lo que quiere el arquitecto) y de resolver (lo que se puede hacer). Me reí mucho, despotriqué siempre que pude, acerca del retorcido diseño y el sin sentido que, a mi manera de ver, suponían esas lámparas, siendo que la necesidad de iluminación se podía resolver con los estándares del mercado de una manera rápida, cómoda y económica.

Hasta que el otro día se hizo la visita final de obra y vi la lámpara terminada.

Que dé luz (que la da) es lo de menos. Es impresionante. La arquitecta es un genio y yo soy un patán por carecer de la visión y la comprensión que a ella le sobra. Y así lo escribo, en mi reconocimiento de mi patanería.

Es posible que en el futuro tengan noticias de la lámpara, no me extrañaría; como mínimo, no me extrañaría que saliera en revistas de arquitectura, lo merece. También es posible que algún día estén bajo ella y se fijen en ella.

De ser así, acuérdense del mentecato ingeniero que la calculó. Que no supo ver el Moisés que había dentro de esa piedra. Pero es que sólo soy ingeniero. Y por cosas como ésta necesitamos a los arquitectos. 
 
 
Elvis Presely - Burning love

viernes, 11 de julio de 2014

De competencias, arquitectos e ingenieros



Andan un poco revueltos los gremios a cuenta de la nueva ley de servicios profesionales; parece ser que la ley a va alterar las compentencias de cada uno, pero no hay una información sólida de qué cambios serán. Imagine usted (si no es ingeniero ni arquitecto) que aparece una ley que le cambia lo que puede hacer y quiénes lo pueden hacer; normal que haya alboroto. El que hubo con los quiosqueros y la venta de tabaco, el que habría si en los estancos se pudieran vender medicinas, no se precisaran estudios de Derecho para ejercer de juez o si los profesores de piano pudieran expedir bajas médicas de la Seguridad Social. 

Por supuesto, en el caso que nos ocupa ambos bandos (y el de los ingenieros, además, divididos en sus propios bandos) han lanzado los tradicionales mensajes apocalípticos sobre el fin de la profesión, el desmoronamiento de la sociedad y la vuelta a las cavernas. Recuerdo, precisamente, un artículo que escribí hace tiempo sobre el tema, así que no me extiendo.

Hoy mismo, por ejemplo, he recibido una notificación de (el nombre lo cito de memoria) el Consejo de Colegios Oficiales de Ingenieros, quejándose. No entendí muy bien el motivo de la queja, pero creo que se quejaban por adelantado. Se quejaban de que "se decía" que se iban a cambiar competencias y no estaban siendo consultados.

Dicho lo cual, en este debate (y en todos los similares) hay dos sandeces que confunden a la mayoría y llevan  a muchos (y a cualquier representante de un Colegio Oficial) a decir tonterías.

En primer lugar, no son lo mismo. Y, como no son lo mismo, son diferentes. Escuchando a todas las partes, tengo claro que este punto es muy difícil de entender. Todo el mundo da por supuesto que él es diferente a los demás; pero nadie asume que los demás son diferentes entre sí. 

Un ingeniero Industrial no es un Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y ninguno de ellos es un Ingeniero Naval. Todos son ingenieros y todos tienen habilidades básicas comunes, algunas comunes a todos y algunas comunes entre ingenierías. También un arquitecto tiene habilidades comunes a algunas ingenierías, pero un ingeniero no es un arquitecto y un arquitecto no es un ingeniero.

Incluso dentro de una misma carrera madre hay especialidades. Un ingeniero industrial "eléctrico" es diferente a un especialista mecánico o a un especialista en organización industrial, textil o químico. 

En segundo lugar, aunque dos profesiones sepan hacer el mismo trabajo, no lo hacen igual. Por ejemplo, que un ingeniero industrial pueda proyectar COMPLETAMENTE un edificio industrial no significa que si proyecta completamente un edificio residencial, aunque sepa, su trabajo vaya a tener la misma calidad que el de un arquitecto. La razón es difícil de explicar, pero existe.

Como aplicación al ejemplo del ingeniero y el arquitecto, fíjese en este símil: ¿amueblaría usted el salón de su casa con muebles de oficina? ¿Porqué no? El mobiliario de oficina le dota de mesas, armarios y estanterías, sillas y sillones, papeleras y muebles auxiliares, lámparas, teléfonos, cortinas y persianas... Son muebles de calidad y cumplen perfectamente la función: las estanterías admiten libros en cantidad y diversidad. ¿Entonces? Pues lo mismo ocurriría si un ingeniero industrial diseñara un edificio residencial.

Porque no son lo mismo.
 
En otras palabras, yo no le aconsejo que me contrate para proyectar una iglesia, el puente sobre el río Kwai, una nave para hacer la ITV de buques o una explotación porcina.

Pero tampoco me propongo para cosas no tan rimbombantes: ni haría el estudio de viabilidad de un aserradero ni diseñaría la pista de rodadura de un aeródromo; ni sugeriría la reparación de una calzada ni haría los presupuestos de un proyecto fuera de mi especialidad de estructuras. Y que tuviera conocimientos suficientes para hacer todo ello - o fuera capaz de adquirirlos- no significa que mi trabajo fuera el deseado: le decoraría su salón con muebles de oficina.

Por lo tanto, cuando se debata sobre las distintas competencias de cada oficio, si deben tener o no una reserva de actividad y todas esas cosas, piensen que hablamos de profesiones diferentes. Suficientemente diferentes. Pero en todas las direcciones: si yo, ingeniero industrial, me diferencio de un ICCP, también me diferencio de un arquitecto; que es lo mismo que decir que también un arquitecto es diferente de un ingeniero industrial.

Otra historia, totalmente otra, es si tiene sentido que se regulen reservas de actividad. ¿Por qué los ingenieros industriales somos los únicos que podemos proyectar silos de misiles nucleares? O torres de alta tensión, igual me da.

Imagine que un bufete de abogados, Dios no lo quiera, le lleva sus asuntos. De variado pelaje, si me permite decirlo. Supongo, suponemos todos, que en el bufete habrá abogados especializados en los distintos ámbitos y no se meterán en algo que no dominen; si para un asunto concreto no los tienen, le aconsejarán la derivación a otros especialistas. Por ejemplo, la anulación de su matrimonio a un despacho que trabaje con tribunales de La Rota.

Pero eso no quita para que su interlocutor con el bufete sea único, típicamente con un socio. Este socio no es especialista en todos los ámbitos, pero usted entiende que en cada momento le habla en representación del especialista.

Pues en ingeniería y arquitectura puede ocurrir lo mismo. Puede haber un despacho con decenas o cientos de arquitectos e ingenieros. ¿Por qué no puede haber formalmente un único firmante de los proyectos? ¿Por qué no puede ser el mismo firmante de todos los proyectos del despacho? A fin de cuentas, firma en nombre del despacho aunque luego los jueces le procesen a él personalmente (ésa es otra guerra).

Si un profesional se atreve a aceptar un encargo y lo lleva a cabo, ¿por qué he de prohibirle que lo haga? Por egoísmo, porque tendría la esperanza de que, no dejándole hacerlo, fuera más probable que me lo encargaran a mí. Este egoísmo se disfraza con el eufemismo de "defensa gremial"; más eufemismo aún: "defensa de la profesión". 

También es cierto que ese mismo profesional es libre de sacarse el titulo que le acredite para ese trabajo que quiere hacer. Pero ni el título es garantía de que una persona sabe, ni su ausencia del desconocimiento. Y me revienta que a partir de ciertas edades se menosprecie a grandes profesionales por no tener un título tan rimbombante como el otro.

¿Entonces?

Pienso que lo ideal sería que se establecieran categorías de trabajos y de profesionales. Cada trabajo, valorado según su empaque, requiere un profesional de categoría mínima acorde. La categoría del profesional se obtendría por puntos, obtenidos tanto por su formación como por su experiencia visada, y también por sus años y puestos laborales. De esta manera los jóvenes empiezan desde abajo, realizando trabajos de menor cuantía - pero para los cuales la formación específica da un plus de competitividad frente a otros jóvenes-, mientras que a un profesional con mucha experiencia ya no se le tiene que mirar el título. Y que sea el mercado y el tiempo el que sitúe a cada uno en su sitio.

De todas maneras, aquí manda "Europa", y por lo tanto huelga cualquier discusión sobre este tema. Es hablar por hablar. Aunque siempre divierte cómo se retratan los de los Colegios Profesionales. 



Dire Straits - Telegraph Road



miércoles, 23 de abril de 2014

Relato corto en el día del libro



Cuenta la leyenda que San Jorge fue un caballero que salvó a una ciudad a la que un dragón exigía cada día una doncella como tributo, so pena de destruir la villa.


Todos aprendemos desde nuestra más tierna infancia esta bellísima historia sobre el héroe, caballeroso, valiente y desprendido, el simpar gesto de la hija del rey que se presta al sacrificio para salvar a todas las demás doncellas sin escaquearse, y el sentido del deber del rey, que acepta que su hija sea merendada por el dragón.

Aunque, la verdad, la historia no transcurrió exactamente así. El paso del tiempo, la transmisión oral, el que ya no quede ninguno de los presentes,... todo ayuda a que algunos detalles se hayan transformado poco a poco, omitiendo algún dato aquí, maquillando alguna cosita allá y acullá...

En realidad, ésta que sigue es la verdadera historia:

La parte primera es más o menos como se nos ha contado siempre. El dragón que tiene sumida a la ciudad en la desesperación, los bravos que se han enfrentado sin éxito a la fiera, pereciendo todos a la vista de la aterrorizada población, y el desconocido recién llegado que se ofrece a luchar por la princesa. Lo que el rey, por supuesto, acepta en su desesperación.

El caballero, echado el órdago, se retira a prepararse. Meditabundo, empieza a comprender el lío en el que se ha metido. ¿Qué hacer? ¡Hum! La ciudad tiene buenas murallas, grandes y sólidas; el dragón no ha podido con ellas. ¿Será posible que...? "¡Mozo, acude presto!", llama. El escudero se acerca solícito. Pronto, el caballero es enterado de que sí, en la ciudad hay un potente colectivo de ingenieros. Sí, es posible que puedan reunirse con el caballero. Sí, el mozo sale presuroso a convocarles: no hay tiempo que perder.

En la sala de vela de armas del castillo en la que se ha recluido el caballero "para rezar y preparar su alma", los ingenieros escuchan al caballero. Va a enfrentarse al dragón y, por supuesto, desea salir vivo y victorioso de la lid. Rescatar a la princesa ilesa sería un punto importante, además.

Los ingenieros asienten. Comprenden lo complicado de la situación, la urgencia y necesidad. Su cacumen no para de trajinar opciones, posibilidades, variantes, ideas. El caballero es medido y pesado, su fuerza calibrada y su habilidad en el manejo de las armas puesta a prueba. Salen todos al patio, y ensillan al caballo. Algunos movimientos para calibrar la pericia del jinete y el brío de la bestia... ¡basta, no hay tiempo para más! La colación de vísperas está servida y no hay que hacer esperar. Durante el refrigerio, los ingenieros meditan y discuten entre ellos. Y, tras el receso, se reúnen de nuevo con el caballero.

Éste escucha atentamente. Le explican que debe combatir al romper el día, para que el dragón esté frío. Pues es sabido que los dragones son reptiles de sangre fría, y necesitan el calor del sol para moverse con agilidad. También a esa hora el sol estará bajo en el horizonte, y el caballero deberá aprovecharlo luchando siempre de espaldas al sol. Pues de todos es sabido que los párpados de los dragones son transparentes, lo que les confiere esa mirada fija que tanto paraliza de miedo a sus presas. Esta transparencia deberá aprovecharla consiguiendo que los rayos del astro incidan directamente en los ojos del dragón, cegándole.

Instruyen también al caballero sobre en qué zonas extramuros deberá intentar la lucha: hay terrenos blandos, con baja compacidad, en la que el dragón se hundirá fácilmente, ralentizando sus movimientos. Otros, mientras tanto, le cambian su vieja adarga por una lanza nueva, más ligera aunque más larga y más resistente. También le refuerzan el escudo y la coraza y le rediseñan el yelmo y la silla de montar de manera que pueda apoyar mejor su nueva lanza. La espada es repasada y saneada, las bridas del caballo y el estribo reparados y ajustados. Finalmente, le enseñan al caballero a sacar el mejor partido de todas las nuevas mejoras, y le explican cuáles son los puntos débiles en el cuerpo de los dragones y la manera de alcanzarlos, al tiempo que le detallan los peligros que debe evitar: no sólo el fuego sulfuroso que expele por las fauces, sino también sus garras de tres dedos terminadas en uñas de quince centímetros que partirían el espinazo de un buey, y la musculada cola que suele emplear para golpear traicioneramente cuando el infeliz está previniéndose de su fuego y sus garras.

Raya el día cuando, satisfecho, el caballero pide a los ingenieros que se retiren, a fin de poder descansar unos minutos. Los ingenieros salen, pero el más anciano y sabio de todos ellos se las apaña para quedarse el último. Cierra la puerta y se encara con el caballero. Han hecho todo lo que han podido, pero siempre hay tiempo para un último consejo. Aprovechando la intimidad, el anciano le habla con franqueza. "Sepa, por último, Vuesa Merced, que esos aires de chulín arrogante que gasta, con los que parece que va a comerse el mundo, le servirán de cara a la galería, pues la plebe es estulta por naturaleza. Pero ahí fuera, cuando esté frente al dragón, hará mejor en asumir una actitud humilde. Con todo, salga tranquilo Vuesa Merced, pues tenga presente que Dios existe y además es bueno".

Amanece y el caballero sale a la muralla. El pueblo lo aclama, y nos cuenta la historia que se enfrentó al dragón y todo salió a pedir de boca. Resultó victorioso, mató a la fiera y rescató a la princesa, la cual, no podía ser de otra manera, cayó rendida a sus encantos. La vuelta a la ciudad y el recibimiento apoteósico. El caballero ha entrado en la leyenda.

Pero la historia sigue un poco más allá de donde termina la leyenda. Ésta acaba con el caballero marchando de la ciudad con la princesa y (este detalle se omite a veces) un carro de dos bueyes cargado de oro y riquezas. Sí, pero la historia añade algo más: en la puerta de la muralla, el caballero se fija en que el viejo ingeniero le está esperando.

Caracoleando su montura, el héroe se acerca al anciano y le musita al oído: "Muchas gracias, venerable. No lo habría conseguido sin vuestra ayuda". El viejo ingeniero, que está allí en representación de todos sus colegas, le responde:

"Aceptamos las gracias, Vuesa Merced, pero sepa que no es eso lo que esperamos del héroe. Admitimos que se lleve la gloria y se canten historias sobre su bravura y arrojo. Y que se lleve a la chica y además un carro lleno de riquezas. Pero en verdad una parte de esas riquezas nos pertenece en justicia a nosotros, pues, como bien reconoce, Señor, sin nuestra intervención los huesos de Vuesa Merced estarían ya blanqueándose al pie de la muralla con los de tantos otros caballeros que nos despreciaron antes".

EL rostro del caballero enrojeció de cólera, y sacando el pie del estribo propina al anciano una patada que lo arroja al barro. "¡Cómo osas!", porfiere. "¿Acaso os prometí algo a cambio? ¡He sido yo quien ha vencido al dragón!". Y espoleando a los bueyes, se alejó de allí y nunca más se le volvió a ver.

Los demás ingenieros, que habían contemplado la escena desde la puerta, levantaron a su decano. "Teníais razón", les dijo entonces el viejo. "Era un arquitecto".




Gladiator Soundtrack- The Battle


jueves, 23 de mayo de 2013

Ya que estamos...

Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero
(Proverbio español)
 
El otro día leí, en no recuerdo qué periódico, un artículo sobre no recuerdo qué; pero era un artículo de política, más o menos. Criticaba que el coste de una obra pública se había disparado. Quizá se tratara de un hospital y la cosa iba de que no podían pagar a los médicos pero sí las obras, ni me acuerdo ni me importa ahora, pero me hizo gracia que el periodista decía que los costes se habían disparado por el cumplimiento de la regla "ya que estamos". Y me hizo gracia, porque era la primera vez que leía en un periódico esta justificación; normalmente, en los periódicos los costes se disparan y punto; lo importante es rajar sobre el partido del gobernante que lo ha promovido.

Por supuesto, todos entendemos qué quiere decir el "ya que estamos": pasa en todas las obras, sean las que sean. En las obras públicas es posible (yo no voy a decirlo) que una parte del presupuesto o del coste final... ¿cómo decirlo?... "no se gaste en la obra", y esto pasa a veces incluso en obras privadas, por supuesto, pero como son del todo privadas nos importan menos: recuerdo, por ejemplo, una obra de hacer unos trasteros en una vivienda; al vecino que promovió el tema y coordinó todo el trastero le salió gratis.

También existen obras en las que el coste se dispara, básicamente, porque el proyecto original era una porquería: sin ir más lejos, podríamos hablar de un famoso arquitecto-ingeniero valenciano con oficina en Suiza y que considera que, aunque la obra tenga un propietario, la propiedad intelectual es suya y por lo tanto el propietario no puede reformar lo construido sin su permiso, que...

Y por supuesto en muchas obras salen imprevistos: hace poco hice una obra con una cimentación con micropilotes, en la que me basé en un geotécnico que me daba un terreno decente, y ordené micropilotes de 9 m. Se perforaron los 9 m... y seguían saliendo lodos. Todo era lodos. Con la mitad de las perforaciones ya hechas (y cerradas a cuatro metros, tan malo era el terreno) tuve que cambiar: el tipo de micropilotes, su diámetro, su longitud, incluso el número y todo lo que conlleva. El presupuesto de micropilotes, por descontado, se va a multiplicar por... Cosas que pasan, esto fue la semana pasada y la que viene ya miraré qué pasó con el geotécnico, pero de momento el cliente paga lo que sea necesario.

Pero, sin discusión, el principal responsable de los sobrecostes es el ya que estamos. Ya que estamos tomándonos una cervecita, venga una de patatas. Ya que estamos comprando (en IKEA) un sillón nuevo, nos llevamos tres sartenes, dos lámparas de pie y un juego de cortinas. Ya que ponemos parquet, pintemos la habitación, y ya que estamos cambiamos los muebles, ponemos puertas nuevas y cableamos el ADSL... El ya que estamos rige prácticamente toda nuestra vida. Pero en las obras es la repanocha. 

He participado en varias obras menores, de cambio de fontanería y electricidad y pintado de habitaciones, que han terminado construyendo un edificio al lado. Sin ir más lejos, estoy en un proyecto que empezó (hace unos años) como una reforma menor, y... Era un edificio en forma de C, una parte central y dos alas que tienen la planta baja abierta, como porches. En la parte central, en el nivel de la cubierta hay una azotea para tender, con los casetones de las escaleras y los ascensores, y un cubierto de chapa que conecta ambos núcleos. Ampliaremos un poco esta zona, quitamos la chapa de cubierta.. dos plantas más. Por un lateral hay parcela: avanzamos el edificio. En la zona central hay un pequeño sótano: ampliamos el sótano a toda la parte central incluso lo que avanzamos. Vamos debajo de la cimentación existente, con lo que la cosa empieza a complicarse demasiado: mejor, demolemos el cuerpo central y lo edificamos de nuevo. Ya puestos, en las alas se podría poner, en la planta baja, un forjado sanitario en lo que son los porches. Y quien dice un forjado sanitario... que tenga al menos un par de metros de altura de cámara, y que sea accesible desde el nuevo sótano de la parte central. Por supuesto, las plantas las sobrecargamos: más tabiquería, instalaciones, aire acondicionado, cumplimiento del CTE, parquet, wifi y TV en todas las habitaciones, lavabos aptos para minusválidos... El ascensor existente lo cambiamos por dos ascensores, y ya que estamos, por entrada por dos lados. Ya que estamos, ampliaremos el sótano "forjado sanitario" para poner equipos que íbamos a poner en la cubierta. Y ¡oh cielos!, si tenemos más sitio en la cubierta podemos poner más equipos. Ya que estamos, con unas bancaditas y... lo siento, me olvidé: los equipos de cubierta han de estar cubiertos, para no mojarse, y cerrados, que no entren pájaros en el recinto. Toma cubierta metálica encima de la cubierta que habíamos hecho encima de la cubierta de ahora... 

Cualquier arquitecto o ingeniero puede contar la suya del ya que estamos más bestia: el chalet de dos plantas que se puso un ascensor interior y, ya que estamos, le excavamos dos sótanos, le recrecimos dos plantas por encima, y además del ascensor le pusimos un montaplatos (la cocina estaba en el primer sótano y el comedor en la segunda planta) y un montacoches, que el aparcamiento se lo puso en el segundo sótano: ¡toma foso!

A mí me gustan los arquitectos que saben controlar los ya que estamos, porque el principal causante es siempre la Propiedad cuando se reúne con el arquitecto. Pero a menudo también el arquitecto cede a este impulso primario, y ya que estamos...


jueves, 3 de enero de 2013

¿La liberalización matará a los arquitectos?


El Ministerio de Economía ha preparado un anteproyecto de ley de servicios profesionales que, entre otras cosas, viene a decir que los ingenieros con competencias en Edificación podrán también proyectar y dirigir obras de edificios residenciales, culturales, docentes o religiosos, algo que hasta ahora sólo podían hacer los arquitectos. Y, ya puestos, si hasta ahora las obras de los arquitectos necesitaban que las dirigieran un arquitecto técnico y las de los ingenieros y los ingenieros técnicos no, pues tampoco los edificios residenciales que proyecten los ingenieros necesitarán un arquitecto técnico que dirija su ejecución; también pierden éstos la exclusividad que tenían.



Yo no sé bien qué es eso de "competencias en edificación"; yo soy Ingeniero Industrial, y aunque estudié la rama Mecánica, creo que competencialmente puedo ejercer de las demás ramas de la Ingeniería Industrial (eléctrica, química, textil, y las que sean).  En la edificación somos competentes cuando es de carácter industrial o pseudo-industrial (un silo de misiles nucleares intercontinentales, por ejemplo),  cuando lo de edificación es más bien  discutibles (un silo de cemento  o una torre de alta tensión es complicado  catalogarlo como "edificio"), y, en fin, en multitud de elementos de los edificios, por lo que imagino que sí seremos competentes.  Y digo yo que también lo serán los de Caminos, los de  Montes, los de Minas, los Aeronáuticos (que pueden hacer edificios para pruebas, hangares,...), los Navales (proyectan todo lo que haya en un astillero o en una plataforma flotante, entre otras lindezas), etc. Esto en el caso de los Ingenieros Superiores; en el caso de los Técnicos yo creo que se tira por elevación y también entran todos o casi todos; el texto del Ministerio (la presentación que comento está disponible en muchos sitios, por ejemplo aquí) habla de  "ingenieros" a secas, en el misma frase que "arquitectos" (página 12), así que puede que se refiera sólo a Ingenieros Superiores, pero no tendría sentido. Aunque en la página siguiente, cuando habla de los arquitectos técnicos también los contrapone a los ingenieros Y a los ingenieros técnicos. No sé, no sé. Por otro lado, como a partir de ahora hay "grados", "másters" y cosas así, pues que yo no me manejo mucho con lo que es cada uno y cómo se debe titular.


Llamativo para los internautas ha sido también que diga que cualquier persona puede ser propietario y/o titular de una farmacia. La gente de internet, que salta a la mínima y que no suele reparar que la frase siguiente dice que, a pesar de ello, la dirección de la farmacia sí sigue siendo competencia exclusiva de farmaceúticos.

El mandamás de los arquitectos da la impresión de ser internauta, porque le ha faltado tiempo para dirigir un comunicado a todos los arquitectos en los que les dice que "… la información disponible en este Consejo Superior desvela la pretensión del legislador de extender la reserva de actividad de la arquitectura a todas las ingenierías, lo que sin duda supondría la más grave agresión a nuestra profesión sufrida hasta la fecha y que conllevaría su práctica desaparición, así como la destrucción de la arquitectura en nuestro país…" y, por supuesto, informa de que ha puesto en marcha todas las medidas de presión que se le han ocurrido, manifestación de estudiantes incluida.

Vamos a ver. Si yo soy muchimillonario y decido invertir en una farmacia y contratar a un farmacéutico para que la gestione y me rinda cuentas y beneficios, ¿cuál es el problema? ¿Acaso el propietario de una industria farmacéutica ha de ser farmacéutico?

Existe el argumento de que un ingeniero no está preparado para sustituir a un arquitecto, no tiene sus conocimientos ni su pericia, por no hablar de su gusto estético. Se colige, por tanto, que un ingeniero no debe sustituir a un arquitecto. Este argumento es ridículo: yo, ingeniero, desde luego que no sé hacer el trabajo específico de un arquitecto, pero eso no es lo mismo que decir que ningún ingeniero sabe hacer el trabajo de un arquitecto. En realidad, el ingeniero sabio (el ingeniero necio no es ninguna amenaza para los arquitectos como colectivo), si algo sabe es que "zapatero, a tus zapatos". No se va a meter a arquitecto. Sin embargo, ¿porqué no una firma de ingeniería y arquitectura? ¿Porqué no va a poder una firma con cincuenta ingenieros y treinta arquitectos en plantilla (en el mundo hay despachos con 10.000 personas y más) diseñar, por ejemplo, un hotel? Hasta el último arquitecto reconocerá que claro que puede. ¿Entonces? Bueno, lo que piden es que el proyecto lo firme un arquitecto. Pero es que ese proyecto lo han hecho entre muchos, con aportaciones seguramente de ingenieros, ingenieros técnicos, arquitectos, arquitectos técnicos, delineantes proyectistas y quizá más gente aún. Si la estrategia de la empresa es que los proyectos lo firma un único responsable de todos los proyectos, el Director Técnico o el propietario ¡o quien sea!, ¿qué importa el título de la persona que se responsabiliza en nombre del despacho completo? Imaginemos que el Director Técnico tiene ambas titulaciones y que no ha intervenido en ese proyecto en concreto (es una firma con muchos técnicos y muchos proyectos). ¿Puede firmarlo añadiendo que es Arquitecto y no puede si dice que es Ingeniero? Esto es lo que me subleva. El título por el título.

Porque, no nos engañemos, en la práctica esto solo afecta a los despachos multidisciplinares, en los cuales haya probablemente arquitectos que hagan el trabajo de verdad, y la ley de lo que versa es de la persona que lo firma, que es quien figura como primer responsable. Que en una empresa son la Dirección y los Propietarios, tengan el título que tengan. Es raro que un ingeniero que no sepa se ponga a ejercer de arquitecto.
Otra cosa es que el ingeniero se autoproyecte; por ejemplo, su propio chalet o un pabellón de invitados en los jardines de su villa. Ahí yo sólo puedo decir: Allá él.
De hecho, recuerdo que en mi primera juventud pasé unos veranos en unos terrenos que se estaban urbanizando - hoy creo que es zona de altísimo standing-. A un lado de la calle estaban nuestros bungalows, y al otro tierra salvaje y luego la playa. Y en la zona de tierra salvaje, una parcelita. Donde (me contaron que era) un obrero de la construcción se iba levantando, en sus fines de semana, un chalet. De dos plantas, y con torre redonda tipo Exin Castillos. A mí, es que ver lo de la torre redonda me dejaba alucinado. ¡Qué tío! 

Al respecto, hace tiempo me pidieron resolver un curioso caso: una casa se había partido por la mitad, en vertical. Completamente. Resulta que era un chalet; el chalet tenía una zona de una sola planta y otra de dos plantas; la parte de una planta se la había construido en su momento el suegro del actual propietario hace más de cuarenta años, y la parte de dos plantas ya la habían construido el propietario y su cuñado. Y al decir "habían construido" quiero decir eso mismo: lo había hecho  el suegro y sus hijos, primero, y luego el yerno con la ayuda de su cuñado, mañosos que eran. No tenían nociones de arquitectura ni de ingeniería, pero ahí estaba. Y la estructura, fontanería, cableado, aislamiento y todo lo demás,a ojo, sin cálculos ni gaitas. Ni estudio geotécnico. Pues bien, el yerno y su cuñado habían hecho unos cimientos según les pareció… pero el suegro, directamente, no. Había visto el terreno muy duro, y  ¡Ancha es Castilla!. Para más inri, el chalet estaba en la divisoria de un monte y… la parte de una sola planta se asentaba parcialmente, en realidad, sobre un relleno  hecho en su día para nivelar la divisoria y no tener que excavar, y con las lluvias (aquél fue un año especialmente lluvioso), el relleno se había corrido y la mitad de la casa había oscilado. Como suena. Con la pertinente grieta vertical que se imaginan.



Pero bueno. Lo que más gracia me hace es eso de "...grave agresión a nuestra profesión ... que conllevaría su práctica desaparición, así como la destrucción de la arquitectura en nuestro país…".  Ustedes perdonen, pero no puedo menos que sonreirme y recordar que lo mismo dijimos los Superiores en 1986, cuando la ley de atribuciones autorizó a los Ingenieros Técnicos a hacer lo mismo que los Superiores. Sí, porque hasta entonces no podían hacer industrias si la potencia superaba los 250 CV, o si tenía más de 100 trabajadores, o si la línea eléctrica era a más de 15.000 V, o (es un recuerdo, vale como idea) si la estructura era de más de cinco plantas, por ejemplo. Para seis plantas tenías que ser Superior. Y en 1986 se les autorizó. Se imaginan la respuesta del colectivo de Superiores, claro. Protestas, manifestaciones con ataúdes, esquelas en los periódicos anunciando la muerte de la Ingeniería,… vamos, lo normal en estos casos.

Y, sin embargo, han pasado más de 25 años y aquí seguimos, y si dentro de 25 años ya no quedan arquitectos no será porque los ingenieros se han comido sus competencias, sino porque para entonces tampoco habrá ingenieros.

Así que, oigan, que un estudiante de ingeniería clame que es el Fin, pase por su juventud e inexperiencia, pero que lo haga el presidente del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España...

jueves, 1 de marzo de 2012

Usain Bolt y la reina de Inglaterra

A veces me toca trabajar para arquitectos que…

No, empiezo de nuevo: A veces me toca trabajar para clientes que sólo quieren lo mejor. A veces, ese cliente tiene título de arquitecto. A veces lo que tiene son "nociones" o "estudios" de arquitectura. Y a veces lo que tiene es una prima de su mujer que es decoradora, y entre nosotros se interpone un arquitecto que cuando hay hambre hace lo que sea.

Generalmente, este cliente "sólo quiero lo mejor" lo que encarga es su propia casa. Y para su propia casa sólo quiere lo mejor. Si algún arquitecto lee esto, ya no necesita seguir leyendo: ya sabe lo que quiero decir (y por suerte para mí y desgracia para él, a él le ocurre mucho más a menudo que a mí; parte de su trabajo es precisamente filtrarme a estos tíos). Para los demás, voy a poner un ejemplo.

Imaginemos que en vez de su propia casa, el cliente "sólo quiero lo mejor" encarga un traje para él. Imaginemos, ya puestos, que el cliente es una mujer de edad indefinida pero ya madura, ajada por la vida y con una silueta inclasificable por el ministerio ése que hizo las tallas femeninas; baste decir que de un vistazo se sabe que no pertenece al equipo nacional de natación sincronizada.

Y que acude a una modista. Ha estado mirando revistas, y tiene las ideas muy claras, sabe lo que quiere. Como ya digo, sólo quiere lo mejor.

Lleva una foto de Isabel Preysler en la gala anual de Porcelanosa. Quiere ese vestido.

Pero con el sombrero que llevaba la sobrina de Lord Malcolmsmith en las carreras de Ascott, ése tan espectacular.

En los hombros, las charreteras que llevaba Michael Jackson en aquella gira, que eran muy bonitas.

El escote quizá no, prefiere el que lució Lady Gaga en la gala de los Grammy.

En la cintura, un nudo enseñando ombliguito como Brigitte Bardot en "Y Dios creó a la mujer".

La minifalda y las medias de Jamie Lee Curtis en "Mentiras Arriesgadas".

Los calentadores de Eva Nasarre: siempre quiso unos calentadores como ésos.

Y de zapatos, por supuesto, sólo lo mejor: las zapatillas de Usain Bolt, que con ésas se corre que se las pela.

Explícale a la señora que las zapatillas de Usain Bolt van a juego con un pantalón cortísimo de color verde y una camiseta de tirantes de amarillo chillón con un cartel blanco delante y detrás que ponga en letras grandes: "TDK 493".

Lamentablemente, sólo lo entenderá cuando vea a Usain Bolt corriendo los 100 metros lisos llevando el sombrero de la Reina de Inglaterra.

martes, 17 de enero de 2012

De la Arquitectura

Un grupo de amigos estaba discutiendo sobre cuál era el más antiguo de los oficios:
- El más antiguo, en contra de lo que la gente cree, es el de médico - dijo él-, pues la Biblia explica que Dios creó a Eva a partir de una costilla que extrajo a Adán, y eso, amigos míos, es una labor de cirugía.
- Sí, sí - dijo el ingeniero-, pero antes, del caos original Dios creó el mundo, el cielo y la tierra; y ésa es una obra de ingeniería.
- Totalmente de acuerdo - apostilla el político-, pero ¿quién creó el caos?
Bromas aparte, ¿dónde para la Arquitectura? He descubierto, por los comentarios, que hay un arquitecto que me lee, así que intentaré explicar qué es un arquitecto. A ver cómo lo explico...

Imaginemos que un arquitecto decide crear un hombre. Una vez escuchado (o no) su cliente y presentado unos bocetos sobre cómo debe ser ese tipo, el arquitecto llama al ingeniero de esqueletos y le explica sus ideas, lo que quiere, a veces incluso le insinúa que le pagará... El ingeniero de esqueletos, según lo que crea que va a cobrar, le diseña un esqueleto más o menos apañado.  No cumplirá del todo las especificaciones del arquitecto, pero es lo que hay. Resignado, el arquitecto trabaja con ese esqueleto y llama al ingeniero de vísceras y órganos, y luego al ingeniero de músculos; por último, el especialista en pellejos le diseña la piel, las uñas (con un nuevo modelo patentado que viene de Alemania), el pelo, todo eso. Así que firmado el último albarán, el arquitecto dirá "Levántate y anda", y ya tenemos el tipo listo para servir. Probablemente le saldría más o menos algo como esto:


Dicho así, parece que el arquitecto no ha hecho nada más que mandar, y sin embargo... Ni el ingeniero de esqueletos, ni el de órganos, ni el musculista o el pellejista sabría hacer un hombre. Y si por un casual se juntaran todos ellos, tendríamos... el monstruo de Frankestein, versión no censurada para mayores con reparos.

Quiero decir, he trabajado con arquitectos que me han dejado de piedra. Yo intervengo en la obra en el momento de excavar, cuando ahí sólo hay tierra y barro, y la dejo cuando la estructura - el esqueleto- está terminado pero desnudo - como un esqueleto- y están trabajando los electricistas, los albañiles, los del aire acondicionado, los fontaneros... Todos nosotros vemos el edificio como el tipo sin pellejo, todo huesos, vasos sanguíneos, tendones y músculos,... ustedes me entienden. Incluso el pellejero ve el cuerpo como algo que envolver y se preocupa de cómo hacerlo, la fijación, la conexión del resto, la transpiración...

Y entonces, poco antes de que se entregue la obra, hay que acudir para verificar un equipo de climatización en la cubierta o cualquier otra cosica y... ¡cielos! espacios diáfanos, luz natural, acabados nobles, lujo, armonía, refinamiento y gusto estético, un apartamento con lavabo, cocina y seis habitaciones donde creías que sólo cabría un armario...

Vale, el arquitecto no ha hecho magia, pero sólo él veía lo que aquello iba a ser. Y además todas las órdenes inconexas que nos iba dando, mira tú por dónde, resulta que no eran tan inconexas...

Llegados a este punto, ¿somos los arquitectos y los ingenieros enemigos naturales? Pues...

Lo cierto es que normalmente el ingeniero trabaja para el arquitecto. Por lo tanto, el ingeniero tendrá las quejas naturales hacia la persona para la que debe trabajar ("el tío éste..."), y el arquitecto tendrá las quejas naturales hacia la persona que trabaja para él ("el tío éste..."). Fuera de ello, es ya cuestión de personas y no de oficios. Si el ingeniero y el arquitecto se llevan bien y se respetan el uno al otro, lo habitual es que más que trabajar colaboran, y todo va estupendamente. Si no se llevan bien o uno de ellos no respeta al otro, impepinablemente se verán como enemigos. Y si no se llevan ni fu ni fa, y como sucede muchas veces ni el ingeniero puede ver la obra acabada - con lo que el arquitecto no se gana el respeto del ingeniero- ni el arquitecto participa abiertamente del proceso de ingeniería - y entonces es el arquitecto el que no percibe la valía del ingeniero-, pues sí, lógicamente se percibirán en trincheras distintas y en los encuentros gremiales despotricarán divertidamente con una copa en la mano sobre los ingenieros o los arquitectos que a cada uno le haya tocado sufrir. 

Otra cuestión que se tercia: ¿Arquitectura es una profesión técnica o de bellas artes? Oficialmente, es una carrera técnica. Las leyes consideran al arquitecto "técnico competente". Además existe un principio: "el que firma el todo firma las partes". Es decir, el arquitecto, como responsable y autor oficial del proyecto del edificio, lo es de todas sus partes: es oficialmente el autor de la estructura, de la electricidad, de las instalaciones contra incendios, de todo. Es decir, el arquitecto sería así el técnico supremo.

Yo no lo tengo tan claro. Será porque en el colegio, en la asignatura de Arte estudiábamos la Arquitectura, la Escultura y la Pintura. Será por eso.

En realidad, el arquitecto es técnico en poquitas cosas. Para todo se apoyará en ingenieros especialistas, y llegado el momento de la obra, lo que es la parte técnica, la ejecución, es responsabilidad de un aparejador o "arquitecto técnico en ejecución de obras". Ni siquiera hará las mediciones, los presupuestos,...  Casi podría decirse que los únicos números que le corresponden son los cálculos de superficies y volúmenes que se edifican. Y todo esto no quita mérito alguno, pues si se construye una obra maestra es siempre debido al arquitecto. Yo puedo ser el mejor calculista, pero no dejaré de ser un virtuoso de las estructuras que ejecuta bien su trabajo y resuelve los problemas con la máxima eficiencia y el mínimo coste. Un arquitecto es otra cosa. Hay que dejarle trabajar y confiar en él. Él es el piloto del barco y nosotros los marineros y maquinistas; tener una buena tripulación será fundamental, pero el éxito de la singladura es cosa suya.

Y si, yo creo que los arquitectos son artistas. Con conocimientos técnicos, está claro, pero artistas. La parte del arquitecto en un proyecto es creación pura, es gusto, es ... es arte. Lo demás es mecánica y yo soy un virtuoso.

Pondré un ejemplo para explicarlo mejor. Esta vez, con nombre y apellidos. Y espero que si me leyera, no se ofendiera.

Ricardo Bofill es un insigne arquitecto con una larga y exitosa carrera. Suyo es el proyecto del hotel Vela, en Barcelona. Lo cierto es que las administraciones obligaron a una serie de constructoras a formar una UTE para construir el hotel (proyecto incluido) y otra UTE para quedárselo; las administraciones querían que hubiera un hotel enorme marcando el skyline de Barcelona, no pagarlo ni tenerlo, sólo que existiera. Ordeno y mando.

Total, que la UTE de las constructoras acepta ser propietaria del hotel, pero no lo quiere explotar. Y consigue que la cadena americana Starwood lo gestione. Starwood se distingue, entre otras cosas, por tener hoteles diferentes a todos; cada uno de sus hoteles ha de ser especial y único; han de tener "algo". Y ahí apareció el lío.

Starwood quería que Bofill diseñara las habitaciones. Bofil diseñaba las habitaciones, pero a los americanos no les gustaban. Entonces Bofill arremetía contra ellos, preguntándoles qué era lo que no les gustaba y qué eran lo que querían. Y los americanos no sabían decirle a Bofill qué era lo que querían. Tenía que ser él el que hiciera el diseño; si aparecía la genialidad de Bofill ellos la reconocerían, pero mientras tanto sus diseños, por buenos que fueran, serían sólo "normales". Llegaron a venir con abogados de allí para demandarle si no cumplía, que nosotros seguíamos construyendo contrarreloj y por ejemplo yo necesitaba el diseño de las habitaciones para adecuar la estructura, y ya habíamos salido de los sótanos...

Lo que ni Starwood ni Bofill advertían era que la edad de oro del artista ya había pasado. Bofill, su genio creativo, es de hace años. De la Gauche Divine, de la Modernidad, de toda esa época; ahora su arte se percibe como pasado de moda, y Bofill, que no tiene que demostrar ya nada a nadie, no era la persona idónea para un diseño vanguardista en 2007.

Y ésa es mi opinión. La Arquitectura debería considerarse una de las Bellas Artes, y los arquitectos son artistas. Los técnicos somos los demás.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Los arquitectos y el sentido común

¿Se acuerda alguien de SuperLópez? Es un ingeniero que durante sus años en Volkswagen y en General Motors consiguió prodigiosos ahorros y mejoras de la calidad (lo segundo conllevaba además lo primero), y en su momento se le consideró el megacrack de los ingenieros. 

También causan admiración los ingenieros que logran dispositivos más pequeños, más baratos y más potentes, coches más ligeros, que gastan menos y con más funcionalidades,…
 
El buen ingeniero consigue más por menos. Eficacia y rendimiento son sus divisas.
 
En cambio, los arquitectos van en dirección opuesta. ¿Qué es un arquitecto estrella, un "starquitec" que dicen los americanos? No hay más que ver sus proyectos. Faraónicos. Descabellados. El más bestia aún. ¿Que haces un edificio de doscientos pisos? Pues yo de doscientos cincuenta. No, de trescientos. Y con campo de fútbol en la terraza. Un gran arquitecto estrella no propone remodelar el Nou Camp con veinte millones de euros, no. Con eso no se cubre ni sus honorarios; la remodelación ha de valer trescientos, entendiendo que es sólo el precio inicial. Su orgullo es conseguir triplicar ese presupuesto, cuando menos.
 
Para nuestra desgracia, este tipo de genios suele conseguir proyectos públicos: dados por políticos con mi (nuestro) dinero. ¿El político quiere que su pueblo tenga el mejor aeropuerto de la Tierra, casi una estación interespacial? No problema. El arquitecto lo diseñará como si las naves a Júpiter despegasen cada seis minutos. En fin, creo que todos conocemos suficientes casos de primera mano como para mentar algún ejemplo. Pero también los arquitectos corrientes en los proyectos corrientes, si pueden la meten.
 
Biblioteca pública de Girona. Gana el concurso un edificio espectacular, con la zona verde exigida en el pliego, ¡en la cubierta! Una cubierta verde, se le llama. El jardín encima. Lo más lógico del mundo, ¿verdad? Por suerte, al final la economía se impuso un poquito y la cubierta se quedó en acristalada de color verde. 


 
Escarrilla, pueblo pirenaico. Según su web, 203 habitantes censados pero se advierte que la población real es la mitad. Centro de salud. No hay más que verlo:
  

Estos edificios serán todo lo bonitos que usted quiera, pero cualquier ingeniero lo habría diseñado mucho más funcional con un coste muchísimo menor; los excesos decorativos y estéticos, que saltan a la vista, indudablemente acarrean un coste en lo que tienen de ineficaz y de exigir al resto, aparte de en sí mismos. Es como si al Ferrari de Fernando Alonso le pusieran en el morro la figurita en relieve del caballito rampante del escudo. Todo y que quedaría monísimo, tú.
 
Dicho esto, cualquiera comprenderá que los ingenieros viéramos a los arquitectos como miembros importantes del Eje del Mal; y, sin embargo, también somos un poco corresponsables. Sí, porque tarde o temprano el arquitecto, para que su sueño se haga realidad ha de venir a nosotros. Y nosotros no le paramos los pies. ¡Ah, el cochino dinero, que nos hizo vender nuestra alma y nuestros principios!
 
Así, recuerdo una vez que vino al despacho un arquitecto con un proyecto. Quería construir un edificio de cuarenta plantas en Tánger. Una de las muchas peculiaridades de su diseño iba a ser que ningún pilar y ningún muro iría de arriba abajo, todos se interrumpirían en una altura u otra. ¡Ah, además el edificio iba a ser de viviendas!
 
Resulta que Tánger es una de las peores zonas sísmicas del mundo, con unos terremotos especiales. Calculamos el edificio, y salía una cimentación rayando en lo técnicamente inviable. Así que hubo que diseñar dispositivos antiterremotos, de ésos que se ponen en los rascacielos de Japón. Bien, ¿cuál es el problema? Pues que Tánger está en Marruecos, no en Japón. Y el marroquí no paga por una vivienda lo que un japonés; si encima está en un rascacielos con un sobrecoste estructural de órdago,…
 
Ignoro si se construyó o no. Si no fue así, sin duda sería el promotor el que le hizo ver al arquitecto que o proyectaba edificios de tres plantas como todos, o que ni lo intentara. Pero debimos ser nosotros, los expertos de estructuras, los que nos negásemos a tamaña irracionalidad. Y no lo hicimos.
 
Y ews que detrás de cada locura, de cada ineficacia y de cada idiotez construida de un arquitecto hay un ingeniero que ha conseguido llevarla a cabo. Por eso digo que somos partícipes.
 
Lo peor es que, poco a poco, el exceso se establece como "normal". Actualmente, cada metro cuadrado de una vivienda requiere unos 800 kg de estructura. Hace cincuenta años, se requería apenas 200 kg. Y ya nadie concibe que un centro de salud en un pueblo de cien habitantes no sea espectacular o que la biblioteca pública no impacte y cambie el carácter de todo un barrio.
 
Y esto tiene un coste, que pagará la sociedad y el medio ambiente. Mientras puedan, claro.