miércoles, 23 de abril de 2014

Relato corto en el día del libro



Cuenta la leyenda que San Jorge fue un caballero que salvó a una ciudad a la que un dragón exigía cada día una doncella como tributo, so pena de destruir la villa.


Todos aprendemos desde nuestra más tierna infancia esta bellísima historia sobre el héroe, caballeroso, valiente y desprendido, el simpar gesto de la hija del rey que se presta al sacrificio para salvar a todas las demás doncellas sin escaquearse, y el sentido del deber del rey, que acepta que su hija sea merendada por el dragón.

Aunque, la verdad, la historia no transcurrió exactamente así. El paso del tiempo, la transmisión oral, el que ya no quede ninguno de los presentes,... todo ayuda a que algunos detalles se hayan transformado poco a poco, omitiendo algún dato aquí, maquillando alguna cosita allá y acullá...

En realidad, ésta que sigue es la verdadera historia:

La parte primera es más o menos como se nos ha contado siempre. El dragón que tiene sumida a la ciudad en la desesperación, los bravos que se han enfrentado sin éxito a la fiera, pereciendo todos a la vista de la aterrorizada población, y el desconocido recién llegado que se ofrece a luchar por la princesa. Lo que el rey, por supuesto, acepta en su desesperación.

El caballero, echado el órdago, se retira a prepararse. Meditabundo, empieza a comprender el lío en el que se ha metido. ¿Qué hacer? ¡Hum! La ciudad tiene buenas murallas, grandes y sólidas; el dragón no ha podido con ellas. ¿Será posible que...? "¡Mozo, acude presto!", llama. El escudero se acerca solícito. Pronto, el caballero es enterado de que sí, en la ciudad hay un potente colectivo de ingenieros. Sí, es posible que puedan reunirse con el caballero. Sí, el mozo sale presuroso a convocarles: no hay tiempo que perder.

En la sala de vela de armas del castillo en la que se ha recluido el caballero "para rezar y preparar su alma", los ingenieros escuchan al caballero. Va a enfrentarse al dragón y, por supuesto, desea salir vivo y victorioso de la lid. Rescatar a la princesa ilesa sería un punto importante, además.

Los ingenieros asienten. Comprenden lo complicado de la situación, la urgencia y necesidad. Su cacumen no para de trajinar opciones, posibilidades, variantes, ideas. El caballero es medido y pesado, su fuerza calibrada y su habilidad en el manejo de las armas puesta a prueba. Salen todos al patio, y ensillan al caballo. Algunos movimientos para calibrar la pericia del jinete y el brío de la bestia... ¡basta, no hay tiempo para más! La colación de vísperas está servida y no hay que hacer esperar. Durante el refrigerio, los ingenieros meditan y discuten entre ellos. Y, tras el receso, se reúnen de nuevo con el caballero.

Éste escucha atentamente. Le explican que debe combatir al romper el día, para que el dragón esté frío. Pues es sabido que los dragones son reptiles de sangre fría, y necesitan el calor del sol para moverse con agilidad. También a esa hora el sol estará bajo en el horizonte, y el caballero deberá aprovecharlo luchando siempre de espaldas al sol. Pues de todos es sabido que los párpados de los dragones son transparentes, lo que les confiere esa mirada fija que tanto paraliza de miedo a sus presas. Esta transparencia deberá aprovecharla consiguiendo que los rayos del astro incidan directamente en los ojos del dragón, cegándole.

Instruyen también al caballero sobre en qué zonas extramuros deberá intentar la lucha: hay terrenos blandos, con baja compacidad, en la que el dragón se hundirá fácilmente, ralentizando sus movimientos. Otros, mientras tanto, le cambian su vieja adarga por una lanza nueva, más ligera aunque más larga y más resistente. También le refuerzan el escudo y la coraza y le rediseñan el yelmo y la silla de montar de manera que pueda apoyar mejor su nueva lanza. La espada es repasada y saneada, las bridas del caballo y el estribo reparados y ajustados. Finalmente, le enseñan al caballero a sacar el mejor partido de todas las nuevas mejoras, y le explican cuáles son los puntos débiles en el cuerpo de los dragones y la manera de alcanzarlos, al tiempo que le detallan los peligros que debe evitar: no sólo el fuego sulfuroso que expele por las fauces, sino también sus garras de tres dedos terminadas en uñas de quince centímetros que partirían el espinazo de un buey, y la musculada cola que suele emplear para golpear traicioneramente cuando el infeliz está previniéndose de su fuego y sus garras.

Raya el día cuando, satisfecho, el caballero pide a los ingenieros que se retiren, a fin de poder descansar unos minutos. Los ingenieros salen, pero el más anciano y sabio de todos ellos se las apaña para quedarse el último. Cierra la puerta y se encara con el caballero. Han hecho todo lo que han podido, pero siempre hay tiempo para un último consejo. Aprovechando la intimidad, el anciano le habla con franqueza. "Sepa, por último, Vuesa Merced, que esos aires de chulín arrogante que gasta, con los que parece que va a comerse el mundo, le servirán de cara a la galería, pues la plebe es estulta por naturaleza. Pero ahí fuera, cuando esté frente al dragón, hará mejor en asumir una actitud humilde. Con todo, salga tranquilo Vuesa Merced, pues tenga presente que Dios existe y además es bueno".

Amanece y el caballero sale a la muralla. El pueblo lo aclama, y nos cuenta la historia que se enfrentó al dragón y todo salió a pedir de boca. Resultó victorioso, mató a la fiera y rescató a la princesa, la cual, no podía ser de otra manera, cayó rendida a sus encantos. La vuelta a la ciudad y el recibimiento apoteósico. El caballero ha entrado en la leyenda.

Pero la historia sigue un poco más allá de donde termina la leyenda. Ésta acaba con el caballero marchando de la ciudad con la princesa y (este detalle se omite a veces) un carro de dos bueyes cargado de oro y riquezas. Sí, pero la historia añade algo más: en la puerta de la muralla, el caballero se fija en que el viejo ingeniero le está esperando.

Caracoleando su montura, el héroe se acerca al anciano y le musita al oído: "Muchas gracias, venerable. No lo habría conseguido sin vuestra ayuda". El viejo ingeniero, que está allí en representación de todos sus colegas, le responde:

"Aceptamos las gracias, Vuesa Merced, pero sepa que no es eso lo que esperamos del héroe. Admitimos que se lleve la gloria y se canten historias sobre su bravura y arrojo. Y que se lleve a la chica y además un carro lleno de riquezas. Pero en verdad una parte de esas riquezas nos pertenece en justicia a nosotros, pues, como bien reconoce, Señor, sin nuestra intervención los huesos de Vuesa Merced estarían ya blanqueándose al pie de la muralla con los de tantos otros caballeros que nos despreciaron antes".

EL rostro del caballero enrojeció de cólera, y sacando el pie del estribo propina al anciano una patada que lo arroja al barro. "¡Cómo osas!", porfiere. "¿Acaso os prometí algo a cambio? ¡He sido yo quien ha vencido al dragón!". Y espoleando a los bueyes, se alejó de allí y nunca más se le volvió a ver.

Los demás ingenieros, que habían contemplado la escena desde la puerta, levantaron a su decano. "Teníais razón", les dijo entonces el viejo. "Era un arquitecto".




Gladiator Soundtrack- The Battle


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