lunes, 31 de diciembre de 2018

La increíble realidad de Cataluña





Una de las mejores cosas de los blogs es el hecho de que a menudo se leen mucho tiempo después de escritos. A diferencia de los periódicos (de papel y digitales), la radio y la televisión. El interés de esta característica es que nos sirven a los que los escribimos para contar cosas que, de otro modo, parecerían increíbles. Por ejemplo y sin ir más lejos, la situación política en las provincias catalanas.

Inciso: harto estaba de que los medios públicos catalanes, los políticos lacis, los políticos que quiere caerles bien a los lacis (es decir, los que no quieren que les llamen fachas, por ejemplo los socialistas) y los medios de comunicación que necesitan las ayudas del gobierno autonómico se refirieran a España como "el estado español". De manera constante. Jamás les sale la palabra España, por razones que desconozco. El caso es que estaba harto, y me parece que lo lógico es hablar de "las provincias catalanas", a ver si así se dan cuenta de lo estúpido  y molesto que es su retintín.

A lo que iba. Lo que pasa en estos pagos hay que contarlo ahora, porque dentro de años nadie lo creería.

Intentemos recapitular hechos, en un orden más o menos cronológico pero tampoco con una precisión absoluta.

El año pasado, en unas sesiones nocturnas en el parlamento catalán los días 6 y 7 de septiembre los separatistas derogaron la Constitución y el Estatuto en Cataluña. Declararon que ellos, el Parlamento, eran soberanos absolutos y que estaban más allá de cualquier tipo de control. Sus decisiones iban a ser indiscutibles y no había nada más que hablar. Con tal poder convocaron un referéndum de independencia el 1 de octubre, nuestro ya popular 1-O. Y acto seguido cerraron el Parlamento.

El 20 de septiembre una secretaria judicial, acompañada de agentes de la guardia civil, entró a registrar unos despachos de la Consejería de Economía en los que se creía que había pruebas de que se estaba tramando algo. Al titular del despacho le faltó tiempo para llamar a su secretaria y decirle que tirara todo por la ventana mientras algún subalterno entretenía a los agentes; pero lo importante es que las masas, lideradas en primera instancia por los Jordis, mandamases de la ANC y de Omnium, asaltaron la consejería. Los guardias civiles se hicieron fuertes dentro y al día siguiente consiguieron salir (a la secretaria judicial la evacuaron por la azotea con un helicóptero).

El 1 de octubre fue el referéndum. Como se temía, los mozos de escuadra fueron no sólo espectadores pasivos, sino que además se dedicaron a dificultar lo que hacía la Policía Nacional y la Guardia Civil. Por supuesto, de cumplir las órdenes judiciales de impedir el referéndum nada de nada. Ahora se pretende juzgar a los mandos de los mozos, y se comprende, pero desde luego el daño está hecho: no son nuestra policía, son una policía política. Y para ellos somos el enemigo, es terrible decirlo pero las actuaciones que han tenido estos meses no dejan lugar a pensar otra cosa.

El 3 de octubre habló el Rey. En no sé cuántas poblaciones de por aquí se ha declarado al Rey persona non grata. Las autoridades catalanas le consideran el enemigo público nº 1. Para todos los que no somos separatistas, el discurso fue como si nos devolvieran la vida: al menos el Rey no nos olvidaba, no nos iba a abandonar. Y con la fuerza que transmitió se produjo la manifestación del 8.

El 8 de octubre fue la manifestación anti indepe. Aquel día se dio la vuelta a la tortilla: desde entonces, los separatas son minoría allá donde vayan, y los no separatas lo sabemos: nosotros somos más.

Unos días después Puchi proclamó la independencia. A los 3 segundos dijo que no, que la dejaba en suspenso. Nadie entendió nada: ¿había proclamado o no la independencia? No parecíamos independientes, es verdad, pero había dicho... El gobierno de Madrid le envió un requerimiento  sobre si había o no había proclamado la independencia. Y, como ya le conocía, le advertían en ese escrito que si su respuesta no era un no claro se entendería como un sí. Puchi se cagó en los pantalones y no respondió. El gobierno le exigió una respuesta, él la fue retrasando,el gobierno le puso una fecha tope, empezó a activar el 155 y Puchi hizo tres cosas. En primer lugar, el viernes por la tarde declaró la independencia. Eso sí, no lo hizo en la reunión plenaria del Parlamento, sino luego, fuera, en las escaleras. En segundo lugar, dijo a sus consejeros que descansaran el fin de semana (no parece el momento más adecuado, si se ha declarado la independencia, como si tras el parto - la salida estricta del bebé del cuerpo de la madre- todo el personal le dijera a la parturienta que ellos ya volverán, que ahí se las componga) y que el lunes, a los despachos a trabajar. Y en tercer lugar, ese domingo se escapó escondido en el maletero de un coche.

Desde entonces los separatas han ido dando tumbos. No saben qué hacer. Su único objetivo es provocar; la diferencia con antes es que ahora ven la cárcel como algo muy real. Pensaban sus popes que quizá irían a la cárcel, sí, pero un par de noches tan solo, por aquello de asustarles. Y resulta que no, que van a pasar años (sería lo correcto, aunque con un tipo como Sánchez de presi cualquier cosa es posible). Y esto ha sido todo. Un año de bravatas, de palabras y gestos, y nada más. En este año el parlamento ha estado cerrado la mayor parte del tiempo, en que los separatas descubrieron que no tenían mayoría les faltó tiempo para declararlo cerrado, y la misma técnica usaron cada vez que se olieron que iban a perder una votación. En cuanto a las masas, cometieron un error: establecieron los lazos amarillos como símbolo. Ellos mismos se pusieron la señal, ahora todos sabíamos quiénes eran. Y ellos mismos vieron que muchos no lo eran, que ellos eran pocos. Se han ido destapando, cada vez son menos y cada vez son más violentos. Es comprensible, están frustrados y son conscientes de su impotencia, de que los engañaron (muchos) o de que se les acabó el chollo (los otros).

En estas que Sánchez quiso hacer una reunión del Consejo de Ministros en Barcelona el 21 de diciembre. Y, claro, el gobierno catalán (gobierno sólo de nombre, porque no ha tenido ninguna iniciativa) declaró que aquello era una provocación, que me aspen si entiendo por qué, y quedó claro que llamaban a sus guerrillas urbanas a impedirlo. Otra cosa es que sus guerrillas urbanas hicieran un ridículo espantoso en el intento, pero las ganas del gobierno catalán de molestar y de poner palos en las ruedas ahí estaban.

Lo que pasa es que la situación aquí no aguantó tanto. Cuando el suplente Torra tuvo el mando, su decisión fue dar 200 millones a TV3, que lo estaba pasando "muy mal". Reabrir embajadas, más publicidad, nuevos cargos, esas cosas. Y los médicos dijeron basta, no aguantamos más. Y los bomberos, y los funcionarios, y los mozos de escuadra. Estos colectivos dijeron que basta, que no iban a aguantar más por la república y que querían que se les arreglara lo suyo ahora. Que no esperaban a ese día en que les prometieron que de las fuentes manaría miel y ambrosía. Las huelgas y revueltas hicieron a mucha gente ser un poquito más conscientes de la realidad, y creo que cada vez más están percibiendo que les tomaban el pelo.

En fin. El resumen del año podría ser: número de leyes aprobadas e iniciativas legislativas, 0; número de actos institucionales y catas de ratafía a las que ha asistido nuestro presidente suplente, 4.500.000 o así. Veces que han hecho el ridículo... incontables.

Eso, lo de los ridículos que han hecho, las burradas que han dicho, las falsedades que nos han querido hacer tragar, los desplantes y los feos, las veces que han quedado en evidencia,... todo eso, me temo, es inregistrable. Hubo que vivirlos para creerlos.





Fleur East - Sax (versión de Ana Guerra en OT2017)

Los crímenes de nuestros padres




El otro día estaba viendo un documental en televisión, sobre las obras de arte desaparecidas en España. En un momento dado citaron el tema de las guerras, el arte es lo primero que se busca (y luego o cuando no lo hay, el honor de las mujeres). Lo glosaban con imágenes de fanáticos musulmanes destruyendo esculturas en Afganistán e Irak... y en ese momento intervino un arqueólogo.Él explicaba que había estado allí, que lo había sufrido mucho, pero que tampoco nos pongamos tan gallitos: aquí también se había hecho, y antes que ellos. Y empezó su retahila: ya en el imperio bizantino, con la controversia iconoclasta...

Cambié de canal.

Hace casi 1.300 años del inicio en Bizancio de la disputa sobre las imágenes de santos. La discusión tenía argumentos sólidos en ambas partes, así que no es algo a ridiculizar; pero se trata de que es una historia de más de mil años.

¿No podemos criticar la destrucción de una obra de arte porque hace más de mil años unos bizantinos también lo hicieron? Y aunque no hicieran mil años. Aunque lo hubiera hecho mi abuelo, o mi padre. ¿No podemos criticar los paseos guerracivilistas porque nuestros abuelos también los hubieran hecho? ¿Pero qué mierda de argumento es ése?

Y, sin embargo, muchas personas lo tienen como válido. ¿Cuántas veces no me han dicho que no puedo criticar algo porque "antes"...? Por ejemplo, antes las mujeres necesitaban permiso del marido para viajar. Ergo no puedo criticar los velos musulmanes. Hace 400 años se expulsó a los moriscos, los cristianos se merecen cualquier persecución que sufran. Y así con todo. El ejemplo más famoso es el del exterminio de los indígenas en Iberoamérica. Se supone que todos los españoles somos genocidas asesinos que masacramos a la población autóctona. Da igual que esa población autóctona es claramente visible hoy en día en las calles de cualquier población americana, más aún en los pueblos y aldeas. Y da igual que nuestros bisabuelos no salieran de sus pueblos, menos aún para ir a matar a americanos. Da igual que, por ejemplo, en Uruguay una vez conseguida la independencia los próceres uruguayos llamaron y reunieron a todos los charrúas en un lugar de su campiña y allí los mataron a todos. Da igual, porque el objetivo es descalificar al contrario (se entiende que es porque se está perdiendo una discusión y no se tienen otros argumentos), y para descalificar al contrario cualquier método les es bueno.

Esta técnica, por supuesto, es casi tan antigua como la manzana (porque Adán no podía usarla, claro), y la reconocemos, sin ir más lejos, en la leyenda negra española. Que además de falsa y desarrollada por los que en realidad deberían sufrirla, no deja de ser un acusar por los crímenes de sus antepasados. Pero no por ser vieja está en desuso. 





Martinha - Eu daria a minha vida

Votar a Vox




Hace algún tiempo, antes de las elecciones andaluzas, tenía escrito esto:

Tengo la intención de, en mis próximas elecciones (que no sean municipales, tampoco hay que pasarse) votar a la papeleta que encuentre más a la derecha. Vox, por ejemplo.

Puede que el viejo Franco tuviera razón, después de todo: que el mal de España son sus políticos, y que con ellos al mando iremos de mal en peor. Consciente o inconsciente de ello, mucha gente piensa igual. Pero ¿qué hacer? Ante la falta de confianza en nuestros políticos no es de extrañar que salga por peteneras por ambos lados del foro. La salida típica, la que cuenta con prestigio en nuestra piel de toro, es la extrema izquierda, mezclada de un nihilismo anarquista y ácrata. No nos representan, etc. Asambleas y todo eso, democracia para el pueblo, ya saben. Esta línea de actuación se centra en el ciudadano, al que le van mal las cosas. El sistema es el culpable, no el ciudadano (nunca se les ocurre insinuar que el ciudadano tiene parte de culpa por estirar más el brazo que la manga, meterse en aventuras sin tentar sus fuerzas y, en definitiva, fiarse al "si me vienen mal dadas, ya me lo resolverán" que parece que es el lema inconfeso de esta gente). Claro, luego resulta que los que se ponen al frente de esta corriente de indignación son unos julais que de gestión pública no tienen ni idea pero de medrar ya lo creo que sí, y lo hacen: ¡quién te ha visto y quién te ve!

Por el otro lado también una salida; pero todo el prestigio que tiene el extremismo de izquierda lo tiene en desprestigio el de derecha. Por lo que se le acusa en público de ser la peste, el hambre, la guerra y la muerte en un solo caballo, y eso tirando por lo bajo. Hasta el punto de que hoy en día es de agradecer que a uno sólo lo llamen franquista: al menos, no lo llaman simpatizante de Vox, eso sólo se reserva para los casos más extremos. Para los confesos de Ciudadanos o del PP, por ejemplo.

Pero el extremo por la derecha tiene una diferencia fundamental con respecto al extremo izquierdo: no se basa en lo mal que le va al ciudadano, sino en lo mal que se están haciendo las cosas en general. El votante de extrema izquierda quiere garantizada una nómina por el mero hecho de vivir, que a los ricos les vaya mal y que su perro pueda votar; el de extrema derecha quiere que desaparezcan las autonomías (los funcionarios autonomicos, en realidad), que se le enseñe a los politicos catalanes  y vascos quién manda aquí... y que de verdad haya alguien que mande y lo demuestre. Pero, sobre todo, quieren alguien que no tenga pelos en la lengua, que llame a las cosas por su nombre y que diga lo que pensamos todos. Luego sus líderes serán unos mangantes como todos, claro, es sólo cuestión de tiempo, pero la diferencia con los otros creo que está clara. Tanto como que unos quieren que a las cosas se les llame por su nombre y los otros justamente todo lo contrario.

Luego está lo del miedo. "¡Que viene Vox!", dicen. Queriendo dar miedo, intentando que creamos que son el coco que vienen a matarnos. El miedo a Vox es manipulado. Identificarlos con los nazis es manipulado. Típico de la izquierda de este país. Y se les tilda de inconstitucionales, cuando son ellos quienes quieren que se cumpla la constitución y los que así les llaman son precisamente los que quieren reventarla, Podemos, BILDU, los independentistas catalanes y vascos, etc. Y los del PSOE que quieren caerles bien a estos, por supuesto.

Y no, los de Vox son personas supongo que normales que quieren llamar a las cosas por su nombre. Que no quieren hablar de portavoces y portavozas.

Que opinan que esto de las autonomias, oiga, pues que no está saliendo bien. Que hay mucho funcionario público y mucha empresa pública, y que quizá esto se podía gestionar de alguna manera más eficiente. Como haría cualquier empresa. Que sí, que puede que la idea fuera muy buena, pero es que nos están saliendo un montón de reyezuelos de taifa que no miran por el bien común y patatín patatán. Y que se les han dado demasiadas libertades: la inmersión obligatoria para pobres, por ejemplo.

Y que opinan que esto de la inmigración tampoco se está gestionando bien. Que por parecer molones y progres se han cometido muchos errores.


¿Cuál es, en mi opinión, la utilidad de votar a Vox? El toque de atención que supone para los demás partidos. La idea es que los demás se pregunten qué está pasando, y se den cuenta. La esperanza mía.


Creo que sigue siendo vigente.

El buen resultado de Vox en las autonómicas me ha sorprendido, como a cualquiera que no siga la política, pues pensaba que eran una opción minoritaria, testimonial. De pronto, resulta que no lo son. Los tolerantes izquierdistas no han tardado un minuto en clamar contra ellos (cuanto más a la izquierda, más: los más izquierdistas llamaron a no reconocer el resultado de las elecciones), y por supuesto a negar a todos el derecho a hablar con ellos. Se les llamó fascistas al mismo tiempo que se convocaron escraches contra ellos. Se les tildó de anticonstitucionales al tiempo que se clamaba en contra de los pilares básicos de nuestra constitución. Y, por descontado, aplicaron el razonamiento lógico en ellos: si hablas con Vox, entonces eres uno de ellos, entonces eres un fascista antidemocrático, entonces mereces que te paseen.

Ahora, lo más curioso del caso es que no explican que de la noche a la mañana haya 400.000 fascistas antidemócratas en Andalucía. Claro, reconocer la verdad sería reconocer que esas personas se han cansado de las mentiras e insultos que escupen sin cesar sus líderes izquierdistas y que han decidido votar, al menos esta vez, a personas que hablan claro y dicen las cosas como son.

Y mientras tanto yo alucino con lo que se llega a decir de Vox. No, en realidad alucino con que eso mismo no se diga del extremo opuesto.



La oreja de Van Gogh - Rosas

domingo, 25 de noviembre de 2018

Los últimos días




Estuvieron casados no sé, más de sesenta años. Don Ignasi se mantuvo muy bien, con ochenta y tantos seguía yendo todos los días al despacho. Pero a los 89 le operaron de la próstata, y aquello acabó con él. De golpe le cayeron todos los años encima, y se convirtió en un anciano incapaz. ¡Quién te ha visto y quien te ve! El deterioro, muy rápido, lo afectó a la movilidad - no en vano perdió todo el tono muscular que tuviera- y al oído. Luego, a la vista. Y de cabeza iba bien, no crean, pero si no oye no se entera. Y apenas ve. Le cuesta caminar, no sale de casa porque los tres escalones del portal son casi infranqueables, y además ¿adónde ir? Hizo vida familiar con sus hijos, sí, pero sobre todo hacía mesa camilla con su esposa. Pocos años después, un par de días antes de Navidad, murió. No recuerdo si en junio había sido bisabuelo o si lo iba a ser el junio siguiénte, qué más da.

La señora Montserrat siguió adelante. Era unos cuantos años más joven que su marido (obviamente la guerra civil, que le había cogido con veinte años, le había afectado el calendario vital), y se encontraba razonablemente bien; hasta el punto de que yo creí, cuando los conocí, que ella era su hija y no su esposa.

Pero los años pasaron. Al principio la cosa era viable, ella compraba poco y para esto están los servicios de reparto a domicilio. Luego, la asistencia con la casa. Fue perdiendo facultades, la vista, y la cabeza a veces. Una persona para acompañarla durante el día, más tarde una persona también por las noches. Hasta que, con 93 años, sus hijos tomaron una decisión: la ingresaron en una residencia. Ua buena residencia, pero una residencia. Y allí sigue, ciega del todo. Y esperando. Algunos ratos vienen a verla, le hablan. Pero la mayor parte del tiempo, tan sólo espera. ¿Qué espera? El final, claro. Como todos. No lo sé seguro, porque nunca lo dicen, pero... ¿qué otra cosa pueden hacer? Sobre todo cuando han llegado a una edad en la que, por fuerza de la Naturaleza, están solos: sus amigos han muerto, o ya no están en condiciones de seguir en contacto.

Cuando yo era chico, recuerdo que me hablaron en el colegio (en la clase de Religión, claro, en qué otra asignatura se iba a tratar ese tema) el caso de no recuerdo quién, que pensaba que él vivía porque tenía una misión que cumplir. El tipo no sabía cuál era esa misión, pero sí que él no vivía porque sí. Él tenía un papel que representar, tenía un sentido que él viviera. Había sobrevivido a ni idea qué, y ésa era la explicación que él encontraba a que todavía estuviera vivo. Como digo, no recuerdo nada más, sólo la idea. Idea que me pareció acertadísima, y de la cual extraje dos enseñanzas clave. La primera, por supuesto, que todos tenemos un papel o misión. Nos conviene, entonces, entender cuanto antes qué papel es, qué se espera de nosotros, el objeto de que vivamos, pero no es esto el tema de esta entrada. 

La segunda enseñanza es que, pues que vivimos por alguna razón, cuando ya no está en nosotros el papel activo por fuerza tenemos un papel pasivo. Esto es particularmente cierto en el caso de los ancianos, como la señora Montserrat. Esta mañana, por ejemplo, me he encontrado con la señora Matilde, gran amiga de la señora Montserrat, y le he preguntado por ella. Me ha puesto al día, pero se ha despedido con un, más o menos, "la verdad es que los viejos no deberíamos vivir tanto". A lo que yo le respondí: "pues para ver lo que hacen". ¿Lo que hacen ellos?, me respondió asombrada. "No, lo que hacen los hijos". "Pero si ella no ve nada, no sabe lo que hacen". "No, no me refiero a que lo sepa ella. Me refiero a que lo sepan sus hijos".



 
Pointer sisters - Jump (for my love)

viernes, 23 de noviembre de 2018

La hora de Religión



Reúne el Gobierno que tenemos en estos momentos las dos características definitorias de los gobiernos que solemos tener: son unos jetas impresentables que crean problemas donde no los hay, y no teniendo ni repajolera idea de lo que deben hacer se dedican a marear la perdiz sin intentar en ningún instante resolver los problemas que de verdad deberían afrontar. A todo lo cual añade otra que ellos poseen en grado máximo, superlativo, y que me temo que a partir de ahora vamos a sufrir en todos los gobiernos venideros, abierta ya la veda: son populistas y demagógicos ad nauseam.

Tenemos un gobierno en el que el presidente no es diputado. Siendo un principio obligatorio según la CE (han usado un resquicio legal, enunciativo, para soslayarlo), esto bastaría por sí mismo para obligarles moralmente a convocar elecciones; algo, por cierto, que dieron a entender que harían, cuando la moción de censura. De la moción de censura podría escribir también mucho, y del proceso por el que se llegó a ese punto, pero para qué. Sin embargo, como botón de muestra de lo que quiero decir, analicemos brevemente la situación con la Justicia.

En primer lugar, y por encima de todo, debería el PSOE tener como criterio de actuación el defender el buen nombre del poder judicial, pasara lo que pasara. No por las personas, pues tampoco ellos hablan por las personas que son sino por los cargos que desempeñan, sino por concepto. La independencia de la Justicia jamás ha de ponerse en duda, al igual que el que un ministro sea corrupto no significa que en España la Administración Pública sea la corrupción hecha carne.

Así que si el Tribunal Supremo lía la cosa con eso de los impuestos sobre los actos jurídicos documentados, el Gobierno, en vez de criticar al TS y anunciar que va a hacer leyes contra lo que han dictaminado (¡y que su principal socio político, Pablo Iglesias, salga diciendo que él "ni acata ni respeta" la decisión de los jueces!), en vez de generar un estado de opinión pública que acusa a los jueces de estar vendidos a la gran banca, debería explicar unas cuantas cositas.

La primera de ellas, que es de ingenuos creer que si la banca paga un gasto (el impuesto) al conceder una hipoteca, ese dinero que adelanta la banca no se lo va a cobrar al hipotecado ¡y con intereses! Pero no, ellos intentan que la gente crea que sí, que si lo paga la banca es realmente la banca quien asumirá el gasto.

La segunda de ella, que fue el PSOE quien instauró este impuesto. Que fueron ellos, vaya. Y que establecieron que lo pagaran los ciudadanos, no la banca. Ya que hasta ahora lo único que se está haciendo es lo que ellos dijeron que se hiciera.

Y la tercera, por no extenderme: que son ellos quienes lo han subido recientemente. El 50% en Anadlucía, por ejemplo. Otro 50% en Aragón, con el apoyo de Podemos. En Extremadura, en Castilla la Mancha.  Vamos, que se están haciendo las vírgenes ultrajadas cuando han sido ellos los felones.

Pero no cabe esperar otra cosa de los del PSOE: la vicepresidente Calvo ha dicho en rueda de prensa que, como lo que dijo Pedro Sánchez antes de ser presidente del gobierno ("Lo de Cataluña fue rebelión") fue antes de ser presidente del gobierno, pues no importa y por lo tanto el presidente del gobierno nunca ha dicho que lo de Cataluña fuera rebelión. Ya que ahora defiende lo contrario de lo que defendió 5 meses antes de llegar al cargo, cuando estaba haciendo méritos y lo que fuera para conseguirlo. Esto es aterrador, y que no se les caiga la cara de vergüenza, ni se arrepientan ni dimita, es inaceptable:¿ustedes se imaginan que, de ahora en adelante, un cargo público haga lo contrario de lo que dijo que haría porque cuando lo dijo aún no había obtenido el cargo? De todo lo que han hecho y de todo lo que harán, esto es lo más. Lo que más los definirá, y lo que jamás deberemos olvidar al recordar cómo eran.

Por cierto: la vicepresidente, cuando era ministra, saltó a la fama por defenderse con el argumento de que "el dinero público no es de nadie". Siendo su línea de defensa el que, no siendo de nadie, nadie debía criticarla por el uso que hiciera de él.

Tampoco considero de recibo lo de los abogados del Estado. Les han forzado a cambiar su acusación a los indepes, ahora sólo les acusan de sedición.  Son los abogados del Estado técnicos (en Leyes, pero técnicos), y debe respetarse su criterio: han de dejarles trabajar y que hagan lo que ellos consideren más conveniente.  Pero se ve que no es éste el concepto que tienen los socialistas de la democracia y la independencia de la Administración Pública.

Otro apartado curioso es el de la tumba de Franco. Como Figatélix no tenía calles para cambiar los nombres, el recurso que empleó para distraer al personal fue sacar la Ley de Memoria Histórica. Y como el doctor Plagio sigue sin tener calles a las que cambiar los nombres, pues no ha encontrado otra salida que dedicarse al tema de la tumba de Franco. Dejando de lado la habilidad con la que la están gestionando (por primera vez ha tenido que salir el Vaticano a decir en público que lo que dijo la vicepresidente que habían hablado era falso.

Pero es que esto de Franco es como el alcalde que cambia los nombres de la calle: no sabe afrontar los problemas de verdad. ¿Qué están haciendo con la inmigración (indefendible su demagogia con el Aquarius)? ¿Qué están haciendo con la despoblación? ¿Qué están haciendo con la natalidad, con la pirámide demográfica, con la calidad de la enseñanza, con el pitorreo que la Administración Pública catalana tiene con respecto a las decisiones judiciales (y estoy pensado específicamente, en las normas sobre el español en las escuelas)? ¿Qué pasa con las fuentes de energía? Será que no hay problemas más importantes.

Cortinas de humo. La política española, en especial para los partidos de izquierda cuando gobiernan, se ha convertido en cuestión de cortinas de humo.

Una de las últimas que están montando es, creo, la de la hora de Religión en las clases. Se ve que una hora a la semana (nominal, real es menos) es demasiado.

Es una idea desastrosa y que tendrá consecuencia, todas ellas negativas. Es una idea que aumenta muchísimo la entropía.

El principal argumento para reducir las horas de Religión es que se cree que se hace proselitismo. Que los niños quedan marcados a sangre y fuego como opusdeistas irredentos. El argumento no se sostiene cuando los mismos denostadores tuvieron incluso más horas de Religión en su infancia: si a ellos no les ha convertido en píos fanáticos católicos, ¿por qué creen que sí les ocurrirá a los niños de ahora? Nadie puede en verdad sostener que el dar un par de horas de Religión a la semana en el colegio lo convierte a uno en aquello que más odian. 

En cualquier caso, hay que tener en cuenta que la asignatura es voluntaria. No se le imparte Catolicismo a nadie que no quieran sus padres que se le imparta. En cuanto al argumento de que "es con dinero público y no quiero que los hijos de otros aprendan algo que no quiero que aprendan con dinero público", pues... Sí, yo tampoco quiero que otros niños aprendan Flauta con dinero público. O Ética, o lo que quieran. Pero a mí no me dan opción. Sólo tiene opción a usar ese argumento el que esté en contra de la religión católica, parece. Pero así son, los anticatólicos: quieren que no existan los católicos. El rasero que emplean con el catolicismo no lo usan con nadie más, y no sé porqué. No creo que sea por odio, mal pueden odiar lo que no conocen y tampoco hay muchas razones para odiar a la religión; más bien, creo que es porque ser anticatólico hace parecer antifranquista. Y ya se sabe que eso es lo que mola. Sí, es un poco triste que el motor de tu vida sea ir en contra de cualquier cosa que le gustara a Franco por ese único motivo, pero así somos nosotros, señora mía.

En cambio, ni se dan cuenta de que existe un poderoso argumento en contra en un momento en el que se intenta defender la presencia de las Humanidades en la enseñanza: la Religión es la más humana de las asignaturas de Humanidades. 

Veo también con asombro que quieren corregir lo de la Religión añadiendo más horas de Filosofía. ¿Van a explicarles a niños de diez años las teorías de Kierkegaard, por ejemplo? ¿No es más lógico enseñarles, a la edad en la que lo pueden aprender, las bases de la civilización judeocristiana que es, aunque les pesa y mucho, la nuestra? ¡Ah, pero suena bien la idea! De nuevo, populismo.

Y sin embargo es aterrador. Que lleguemos al punto en el que sólo los muy cultos conocerán la historia de Noé, de Adán y Eva, el sacrificio de Isaac, las leyendas de la Torre de Babel o Lot, de José, de Moisés, de Jonas, de Job o de David y Goliath, de Sansón y de Gedeón o del juicio de Salomón. Que no entenderán los grandes cuadros de nuestra pintura, las esculturas o el porqué de las catedrales, el sentido del Camino de Santiago o la importancia de Jerusalén. O, sin más: que no entienden la fuerza que mueve a millones, cientos de millones de sus conciudadanos, que no serán españoles, claro, pero sí franceses, portugueses, italianos, etc., y hemos de pensar en un futuro global, no en una España aislada del mundo.

A mí, supongo que como a todos, la política me aburre. No espero nada bueno de mis gobernantes, por lo que poco me interesa lo que hacen y menos lo que dicen. Los considero un mal que hay que sufrir, como la humedad cuando llueve o los catarros con los cambios de tiempo. Tengo asumido que no tienen ninguna estrategia demográfica, así que los grandes problemas del país no los van a resolver; como mucho, lograrán poner algún parche local y temporal. También comprendo que no ha de ser la sociedad la que resuelva el asunto demográfico. Pero el tema de la Educación es otra cosa. Porque ahí sí pienso que los políticos se mueven según interpretan que quiere la sociedad (ya que ellos, los políticos, quieren sus votos). Estoy seguro de que todos los políticos, en privado, estarían de acuerdo conmigo en muchas cosas de este asunto. Pero en público, que es lo que cuenta, lo negarán: se apuntarán al carro que creen que es lo que pide el pueblo. Como Pilatos cuando soltó a Barrabás, que también creyó que lo que gritaba el gentío congregado ante su palacio era lo que realmente querría Israel entero. Una referencia, por cierto, que los chicos que están educando no entenderán jámás. Ellos se lo pierden, sí, ¿pero no lo perdemos todos nosotros con ellos también?




Joni Mitchel - Both sides now

martes, 30 de octubre de 2018

Alta fidelidad




Estoy seguro: pocos jóvenes de ahora sabrán qué significa "alta fidelidad". Y, sin embargo, la alta fidelidad fue el sueño de casi todas las familias durante los 70, los 80 y me atrevería a decir que principios de los 90. Primero fue un sueño, un lujo imposible que quizá algún día. Después, ya con coche y televisor en color, la alta fidelidad empezó a ser algo más alcanzable. En los 80 ya era el deseo de todos. La máxima alta fidelidad. Lo más de lo más. Lo que nos diferenciaba a unos de otros, quién tenía más alta fidelidad que quién.

Hoy, la alta fidelidad ha desaparecido. En mi caso, y supongo que en el de más de uno, ha vuelto al lugar de los sueños: cuando sea mayor, volveré a tener alta fidelidad. 

Por si algún joven lee este artículo: la alta fidelidad es la reproducción, la búsqueda de la reproducción en realidad, del sonido musical a la perfección. Viene del tiempo en que la música se reproducía en "mono" (por un único altavoz), entre otras cosas porque también se grababa en "mono" (con un único micrófono) y el tratamiento de la grabación era también en "mono" (a través de una única pista). El efecto del "mono" es como el de escuchar con un solo oido, útil pero bastante pobre. La cosa mejoró cuando apareció el estéreo (dos micrófonos, dos pistas de tratamiento, dos altavoces), que proporcionaba ya un sonido estereofónico más o menos "envolvente. Poco a poco se fue grabando con más pistas, así que era lógico que los aparatos reproductores fueran mejorando. En la búsqueda de la alta fidelidad. El culmen se alcanzaba cuando, entre otras cosas, se dedicaba una habitación -y no pequeña- en exclusiva al equipo de música. Por supuesto, la habitación incluiría los pertinentes sillones, puede que un sofá, para escuchar cómodamente. Una mesa baja, un pequeño bar auxiliar,... Pero la joya de la habitación, de la casa, era el equipo de música. El tocadiscos. El amplificador. Los enormes bafles. Y el ecualizador. El ecualizador, cuando apareció, fue la leche. La diferencia entre tu equipo y el mío. Los primeros, más accesibles, tenían sólo 4 ó 5 frecuencias. Los buenos ya eran elementos aparte con no tengo ni idea cuántas frecuencias, y no sería extraño que viniera a instalarlo un técnico de "la casa". El ecualizador, y lo explico porque sospecho que el joven tampoco sabrá qué era, era un potenciador de frecuencias, cuyo objetivo era contrarrestar las frecuencias que, de forma natural, se difuminaban en la habitación por el mero hecho de la existencia de paredes y muebles, la posición y orientación de los altavoces, la calidad del equipo, etc.

El objetivo de la alta fidelidad es que se distinguiera el sonido de una gota de agua. Y a fe mía que se consiguió. hasta el punto de que escuchar música se convirtió en un placer. Algo que uno quería: no leer, no televisión, no conversaciones. Sólo escuchar la música. Y sólo el que ha escuchado aquella música, en aquellos equipos en aquellas habitaciones sabe realmente de qué hablamos, qué añoramos.

Ahora, en cambio, veo a la gente con esos minirreproductores, a menudo el teléfono, con esos auriculares, oyendo "esa música". Y me pregunto "pero éstos, ¿qué sabrán lo que es bueno?".

Sí, ya sé, soy un ingeniero del pleistoceno. Pero ¡qué acústica teníamos, en nuestras cavernas!

El primer susto con la música moderna me lo llevo cuando me hablan de los archivos comprimidos. Los MP3, MP4. Graban el sonido, sí, pero de una manera comprimida: no todas las frecuencias, porque ¿para qué? Total, el oido humano no va a distinguirlas todas... El caso es que la idea del mp3 es la de reducir espacio de archivo. A costa de la calidad del audio, pero seamos realistas: se va a escuchar en unos auriculares, seguramente en un entorno con su propio ruido ambiental (yo, en el coche las más de las veces). Con equipos de reproducción que también están diseñados para esa calidad de sonido.

Ése es el segundo susto: los equipos reproductores. Sí, minúsculos. Sí, los auricolares son ergonómicos y todo eso. Y sí, permiten escuchar en cualquier parte. Pero ¡por favor! Con alta fidelidad se escucha música; con lo de ahora, se oye. Y, sí, yo también tengo una birria de reproductor: mi ordenador, con unos pequeños altavoces de sobremesa. O el equipo del coche, si somos estrictos. Y, sí, suena -me parece- bien... Pero yo sé, y ustedes también, que no es lo mismo.

Claro que todo se explica, me temo, con el susto final. La música que mayoritariamente se escucha en la actualidad no se basa en la calidad del sonido: vamos, que ya no son los tiempos de Pink Floyd, Jean Michel Jarre o Mike Olfield. Sin querer menospreciarla (más de lo que ya hago), digamos sin más que la música basada en la riqueza de la instrumentación y los sonidos que producen se ha refugiado casi en exclusiva en las bandas sonoras de las películas. Que, eso sí, se están convirtiendo en auténticas joyas, de las que llegan a justificar el tener un equipo "hi-fi" en casa.

El caso es que yo añoro esos tiempos. Cuando escuchar música era una actividad en sí misma, el placer que proporcionaba a uno su propia casa. Y sueño con que vuelvan, con volver a tener en casa alta fidelidad.

En mi descargo, he de explicar que, al principio, yo sólo empleaba los MP3 para el coche. En casa oía los CD en un equipo en condiciones, en una habitación que reunía los requisitos de tranquilidad y silencio. Pero luego la vida, las malas compañías,... en fin, que arrinconé el equipo en unas cajas. Y primero compré un equipo pequeño, compacto, japonés hasta la exageración, y al final acabé oyendo la música de youtube en el ordenador. Y por eso escribo este artículo.

Lo triste de la alta fidelidad es que estamos perdiendo el conocimiento de su propia existencia. Será un placer olvidado, que no sabremos que podemos tener.






Ludovico Einaudi - Nuvole Bianche


 

domingo, 7 de octubre de 2018

Ambroise Paré o el fin de la barbarie




Antaño, a los combatientes heridos no se les curaba. Se les remataba, para ahorrarles sufrimientos. Lo cierto es que no habrían sabido cómo sanarlos, curar heridas de guerra. Nunca se había hecho. También habría sido un problema evacuarlos del campo de batalla, llevarlos consigo al avanzar el ejército, alimentarlos. Y desde un punto de vista militar quizá no tendría mucho sentido: el herido quedaría, a lo mejor, inválido, por lo que no serviría de ayuda en el futuro. Y eso si la herida era en un miembro; una herida en el abdomen o en el tórax, por ejemplo, tiene mala cura. Por no hablar de las condiciones higiénicas. No, la condena de muerte era casi segura. Lo más humano era rematarlos. Matarlos, en realidad.

Por suerte para todos nosotros, un hombre no pensó así.

Porque Paré era un maestro barbero que nació en Francia hacia 1509. Maestro barbero o cirujano-barbero, da igual: era una categoría de "médico" que se dedicaba al "cuidado" de los soldados heridos en los combates, aunque ya sbemos qué "cuidados" solían ser esos. Y cuya herramienta principal era, cómo no, la navaja.

Pues bien, Paré pensó que lo que había que hacer era intentar curar a todos los heridos. En una época en la que se solía echar aceite hirviendo sobre las llagas para limpiarlas, Paré utilizó un calmante de su propia invención. Una noche tuvo un cierto número de heridos, y con un gruposiguió la técnica habitual del aceite, mientras que con el otro empleó el cataplasma que se se había hecho. El grupo del aceite pasó la noche en agonía mientras que el otro grupo se estaba recuperando. Debido, en realidad, a que su cataplasma contenía aguarrás, que a pesar de todo tiene propiedades antisépticas.

Otra cosa que también se dedicó a hacer era ligar las arterias tras amputar un miembro: mucho mejor que lo que se hacía, que era cauterizar al rojo vivo el corte. Nuestro barbero incluso aprendió a reducir fracturas óseas y otros avances médicos. Como curiosidad, Paré demostró la inutilidad de las piedras bezoar contra los venenos. Un bezoar es un elemento no digerible que entra en el circuito digestivo; por ejemplo, un mechón de pelo. Una piedra bezoar es una piedra semipreciosa parecida a la perla de una ostra: un grano de arena va formando capas de calcio alrededor, como hacen las ostras. Pues bien, en aquella época se pensaba que estas piedras podían curar, o limpiar, no sé, la ingesta de venenos. De hecho, la palabra bezoar viene de una voz persa que significa "contraveneno" o "antidoto". El caso es que Paré no lo creía, y en cierta ocasión en que pillaron a un cocinero robando la cubertería de plata y lo condenaron a la horca, Paré le propuso el experimento: el cocinero tragaría unas piedras bezoar y luego ingeriría el veneno. Si el cocinero sobrevivía, quedaría libre. Siete espantosas horas después, Paré había demostrado que las piedras bezoar no curaban los venenos. Al menos no todos.

Paré murió en París en 1590. Tendría, pues, 80 años: una venerable edad en la actualidad, una considerable entonces (lo que me da qué pensar). Hoy, a Paré se le considera el padre de la cirugía moderna, y es fácil entender por qué.

No sólo los ingenieros y las personas con mentalidad de ingeniero somos responsables del avance de la Humanidad. Esta afirmación es aún más cierta cuando el avance que damos no es técnico sino moral. Paré, el protagonista de esta historia, introdujo varios avances técnicos, sí, pero su gran logro, sin discusión, fue de índole humana. Hasta el punto de que podemos decir, sin rubor, que Paré supuso el fin de la barbarie.




Xavier Rudd - Follow the sun

sábado, 29 de septiembre de 2018

El bombardeo de Tokio




El seis de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó una bomba atómica sobre Hirosima. La bomba era de uranio. El 9 de agosto, lanzó una de plutonio sobre Nagasaki. En ambas acciones murieron 70.000 y 40.000 personas, más otros 70.000 y 40.000 más tarde y respectivamente.

Pero hubo un bombardeo más salvaje que estos, y sobre el que nunca se habla. Para ilustrarles el salvajismo de ese ataque, les repito: nunca se habla de él. Así fue de salvaje. Fue el bombardeo de Tokio la noche del 9 al 10 de marzo de 1945; y el hecho de que fuera por la noche (y sin luna: sería luna nueva el 14) me parece de especial importancia: las bombas nucleares fueron por la mañana, y la cosa cambia.

El bombardeo de Tokio podría resumirse en algunos datos: 279 superbombarderos B-29 (unos 30 más no llegaron, bien porque se perdieron, bien porque se averiaron) que lanzaron 1.665 toneladas de bombas de 230 kg de peso, miles de bombas. Cien mil muertos en el bombardeo. Un millón de personas perdieron todo lo que tenían, casa incluida. Pero decir esto sería quedarse en la superficie.

Las bombas no eran bombas como usted se imagina cuando piensa en bombas. Eran bombas de racimo que desperdigaban a su vez bombas de napalm. Cada una soltaba 38 bombas incendiarias, así que tenemos unas 275.000 bombas. Lanzadas desde el cielo en un par de horas.

El objetivo no era militar. No era estratégico. No se quería destruir ningún complejo industrial o una red de comunicaciones importante. Se eligió como objetivo a la población civil, los barrios más poblados. Se eligió el rectángulo noreste de la ciudad, en el que vivían más de un millón de personas. La mayoría de las casas, allí y entonces, eran de madera (y de bambú), y de ahí el emplear napalm.

A esas alturas de la guerra, todo Japón ya sabía que iba a perder. Los heridos volvían a sus casas y los heridos hablaban, así que de puertas adentro no se engañaban; lo que no sabían era cómo rendirse.

También los norteamericanos sabían que la cosa ya estaba resuelta. Seguían combatiendo en Iwo Jima, pero para ellos todo era cuestión de tiempo, la victoria ya estaba asegurada. LLevaban tiempo bombardeando Japón (¡desde casi tres años antes!) y su dominio del espacio aéreo era indiscutible. El problema que tenían con estos ataques era que no conseguían gran cosa. Bombardeaban los objetivos clásicos, militares e industriales, pero por una causa o por otra no lograban grandes resultados. Sí que probaron, también, el empleo del napalm, pero el mando aéreo prefirió el estilo tradicional. Hasta que destituyeron al general Hansell y pusieron al mando al general Curtis LeMay.

Y LeMay quería resultados que presentar.

Así que cambió la estrategia de bombas contra industrias a napalm contra la población.

¿Cómo es la noche en un Tokio en guerra pasadas las 12 de un 10 de marzo? En primer lugar, pensemos quiénes estarían viviendo allí. Desde luego, no jóvenes aptos y hombres en su plenitud, no. Vivirían niños, mujeres, ancianos, lisiados e inutiles para el combate. Las familias, sin el cabeza, sin la persona en la que confiar para sacarlos de todo apuro. La noche sería oscura, sin luces. Hay que ahorrar, y además no hay que poner las cosas fáciles a los bombarderos. 

Así que tendríamos a todo el mundo durmiendo. Hasta que de manera salvaje empieza a llover fuego del cielo. Despierta, deprisa. ¿Qué está pasando? No lo sé, pero tenemos que salir de aquí: ¡busca a tu hermana! Los bomberos no pueden hacer nada, sólo ayudar a la gente a escapar. Pero no del fuego de tu casa, sino de la ciudad: el sector atacado medía 6,4 por 4,8 km, y el fuego y el caos está por todas partes. El aire arde, creo que se alcanzaron los 980 grados centígrados. Miles de personas murieron simplemente porque el fuego consumió todo el oxígeno. Y todo aquél que intentó combatir el fuego, o que prefirió quedarse en su casa, todo aquél que no salió disparado por piernas, murió. Más de 100.000 muertos. Pero no, repito, soldados o trabajadores: niños, mujeres, ancianos. Los soldados estaban todos a salvo, en sus cuarteles.

Y no fue un daño colateral de un bombardeo. Fue el objetivo buscado. Era lo que querían.

Mención aparte merece el napalm: lo inventaron en Harvard en 1942 y los americanos lo usaron en la guerra en Europa y, como he explicado, en Japón. Luego en Corea, y la fama le llegó en Vietnam. Y es un producto que, mientras encuentre oxígeno, no dejará de arder: no se puede apagar salvo que se sumerja completamente en agua, algo imposible en un edificio. ¿Sabían los bomberos japonenes lo que tenían que combatir? Desde luego que no. Y el fuego abarcó unos 41 km2. 

De noche. Usted estaba durmiendo. Se despierta porque la casa está ardiendo. Sale, cegado por el humo. Le cuesta respirar. Busca a los suyos, intenta organizarse, un lugar seguro. Pero no existe tal lugar, y si existe, está muy lejos de usted. ¿En qué dirección? No lo sabe. ¡Ah!, pues entonces va usted a morir, usted y su familia, atrapado en un incendio que no podrá apagar. ¿Sabe dónde huyó mucha gente? A los parques que se habían construido, precisamente para tener a salvo a la población, tras el gran terremoto de 1923.. Llevaban 20 años con la consigna "en los parques estaréis a salvo". Imagine usted, qué pasó con esos parques.

 Los días siguientes al ataque se recuperaron 80.000 cadáveres. Pero muchos más no se recuperaron, y el departamento de bomberos estimó que había 97.000 muertos y 125.000 heridos. No lo sé, y supongo que jamás se sabrá. Algunos historiadores creen que el número de muertos fue mucho mayor, varias veces, pero que ni Estados Unidos ni Japón entonces tuvieron interés en revelar que la matanza había sido tan espantosa. En cualquier caso, murió más gente y el área desvastada fue mayor que en Hiroshima y en Nagasaki. Y en mi opinión, más salvaje. En Tokio hubo ensañamiento.

Y por cierto: las noches siguientes atacaron con el mismo método Nagoya, Osaka y Kobe. Hasta que se quedaron sin bombas incendiarias. Y cuando tuvieron más, continuaron. A finales de mayo, más de la mitad de Tokio había sido destruida.


Se estima que los bombardeos de LeMay en Japón mataron oficialmente a 500.000 personas (y ya nos imaginamos qué tipo de personas) y dejaron a cinco millones sin hogar. Si los EE.UU. hubiesen perdido la guerra, no me cabe la menor duda de que LeMay y todos sus superiores, desde Arnold hasta Rooselvet, habrían sido ahorcados por crímenes de guerra. 

La Historia la cuentan los vencedores, ya lo sabemos. Y de lo que no quieren hablar no se habla. Del bombardeo de Tokio, desde luego, no quieren.  Y ya sabe usted porqué.




Mónica Naranjo - Sobreviviré (Interpretación de Ainhoa, OT-2)

lunes, 24 de septiembre de 2018

Por qué se producen los atascos




Todos tenemos la experiencia: va uno tan pancho por la autopista, el tráfico es denso pero fluido y todos circulamos a velocidad alta. Y entonces ve que más adelante están todos parados. Todos. Usted también para. Poco a poco, los carriles van avanzando, cada uno a su ritmo, hasta que de pronto se encuentra de nuevo circulando a alta velocidad (quizá ya no tal alta) y con un tráfico denso pero fluido. ¿Por qué el parón? Ni idea, usted no vio causa alguna.

Una de las preguntas más frecuentes en estas situaciones es papá, ¿porqué se producen los atascos? Si usted no es ingeniero pero quiere saber la respuesta, quizá lo que sigue le ayude a responder. No va a ser la respuesta más científica posible, pero le servirá para salir del paso: se la entenderán.

Supongamos que su coche mide 4,5 m. Supongamos que usted circula a 120 km/h y que deja con el conductor de delante una distancia de seguridad equivalente a 1 segundo (como ya expliqué en esta entrada, es la distancia que usted recorre en 1 segundo, su tiempo probable de reacción: lo que tarda usted en pisar el pedal del freno en que ve que ha de frenar). Es decir, unos 33,5 metros. Con lo que usted ocupa 38 metros: 4,5 con su coche y 33,5 con espacio libre delante. Si todo el mundo en su carril va a la misma velocidad, que es la optimización de la capacidad del carril, podemos decir que 1000 coches ocupan 38.000 metros de carretera.

Imaginemos ahora que en esos 38 km quieren entrar más coches: se incorporan más coches de los que abandonan la carretera. Pongamos que no son 1000 coches, son 2000. Ahora no tiene usted 38 metros para usted, sino la mitad: 19. Y como su coche sigue ocupando 4,5 m (no circula usted a casi la velocidad de la luz), el espacio libre de delante es de 19-4,5=14,5 m.

Si usted es un conductor prudente, seguramente quiere mantener su segundo de reacción con respecto al coche de delante, por lo que ajustará su velocidad: irá a 52 km/h. Con respecto a sus 120 km/h iniciales, es como si estuviera casi parado.

Y si aún entraran más coches, pongamos 4000, usted iría a 18 km/h. Por cierto, si quisieran circular 6000 coches por ese tramo, la distancia que tendría es de 1,80 metros. Poco más de metro y medio. Pero es la distancia que, seguramente, deja usted con el de delante en un atasco: no se va a acercar más. Así que con 6000 coches usted está parado y no se mueve. Si eran 1000 coches al principio, significa que por cada coche que circulaba se han ido incorporando 5 más.

Recapitulo: si en el viaje, por cada coche que circula con usted cuando la carretera va densa pero fluida se incorporan 5 coches más, todos parados. Les es físicamente imposible avanzar: su única solución es que empiecen a salirse coches, lo que suele ocurrir... por la parte de delante, y cuando se hayan ido usted podrá moverse.

Por supuesto, el atasco se produce mucho antes de los cinco coches: las incorporaciones no son nunca tan fluidas como para no interferir en la circulación, y se producen reducciones de velocidad. Si usted va detrás del que ha reducido, lo que usted observará es que el coche que ha reducido ha invadido su espacio libre: se ha incorporado al espacio que tenía reservado, cuenta como uno de los cinco coches que le están quitando carretera. Y así se llega rápidamente al atasco.

De hecho, vuelvo al dato anterior: sólo que 1 coche se le incorpore en su espacio, usted dejará de ir a 120 km/h para ir a 52 km/h. Y eso, en una conducción ideal.

En fin, resumiendo: cada coche, para circular, necesita un cierto espacio. Mayor cuanto más rápido quiera circular. La carretera tiene el espacio que tiene, y si hay muchos coches usted no toca a tanto espacio. Así que reduce la velocidad. Y si hay muchos coches, llegan a no caber y se paran. Fin.

Sí, sé que es una explicación muy sencilla. Demasiado simplificada, me dirá alguno. Pero, bueno, tampoco hace falta darle a su hijo una clase magistral, ¿no?




 Pepa Flores (Marisol) - Háblame del mar, marinero

domingo, 23 de septiembre de 2018

Entropía





De todos los conceptos que nos enseñan (nos enseñaron) en la escuela, yo pienso que el más difícil de entender es el de la entropía. En las asignaturas de lenguas puede que haya conceptos complejos, figuras literarias y cosas así, y también en filosofía: la lógica y sus silogismos, algunas falacias. No cabe duda de que las ideas de muchos filósofos (Hegel y, de hecho, cualquiera que fuera alemán) son incomprensibles por el alumno medio; pero es por lo embarullado de las ideas del alemán, su retorcida visión de las cosas. Entender a Kant no es fácil, pero lo es por la grandeza de su pensamiento: por fuerza la explicación del Universo ha de ser compleja.

También hay dificultades en las matemáticas. Permutaciones, combinaciones, variaciones. El producto vectorial. Las series y las sucesiones. Sí, hay muchas ideas complicadas. Pero por áridas o por farragosas: bien explicadas, el estudiante se da cuenta de que no tienen ninguna dificultad. 

En las ciencias están la mayoría de las cosas incomprensibles. Ya que, a diferencia de las filosóficas, no son el resultado de razonamientos sino la descripción de realidades de la Naturaleza que no sentimos. Por ejemplo, el momento angular. No es sencillo explicar qué es el momento angular, fuera de que es algo que se tiene o no se tiene y el ejemplo universal de la patinadora. Tampoco creo que se explique bien qué es la temperatura y porqué es diferente del calor, porqué puede uno congelarse al instante en un ambiente que esté a 1000 grados. Y, por supuesto, hay cosas que es que, simplemente, no sabemos. La gravedad, por ejemplo. Son cosas que por suerte conocemos por la vida misma, no necesitamos que nos las enseñen en la escuela.

Claro que hay muchos interrogantes, pero es que la escuela es una educación básica; para saber más, para entender mejor las cosas, ya están los siguientes niveles de enseñanza.

Y luego está la entropía.

La entropía es un concepto fundamental de la Termodinámica (que es la fuerza que mueve al mundo). Recuerdo que ya cuando empezaron a explicarla, en el colegio, mi padre me advirtió que la Termodinámica y su 2ª ley eran muy importantes, pero que eran muy difíciles de entender. La 2ª ley, claro está, es la de la entropía. Y es una ley muy fácil: la entropía siempre aumenta.

Bien, en la Universidad estudié un año entero de Termodinámica. Amén de posteriores asignaturas directamente relacionadas. Y tampoco allí supieron explicar bien qué es la entropía.

¿Qué es la entropía? Ya digo que es difícil de explicar. Como prueba el hecho de que la citada 2ª ley de la Termodinámica no tiene un enunciado tan claro como el que he hecho. La entropía es que el calor siempre pasa del cuerpo caliente al frío. ¿Es eso la entropía? Claro que no, pero también es una manera de enunciar la 2ª ley. Así que algo debe tener que ver la entropía en eso de que el calor va del caliente al frío. Pero suele definirse la entropía como la medida del desorden. Las cosas tienden a desordenarse, por lo que la entropía siempre aumenta. Ordenar cuesta esfuerzo, que se invierte en reducir la entropía. Pero mirando más allá, ese esfuerzo se ha obtenido a costa de algo, y ese algo ha supuesto un desorden mayor que el que ha ordenado el esfuerzo. La 2ª ley.

(Aviso: es cierto, no entiendo bien la entropía, ni su sentido físico. No sé decir qué mide. Y es posible que las elucubraciones de este artículo sean erróneas).

¿Porqué es importante la entropía? Pues porque siempre aumenta. Y cuando ya no pueda aumentar más, el Universo se detendrá por completo. Se habrá acabado todo. Cada acto que cometemos aumenta la entropía del Universo.  Así que cada acto que cometemos nos acerca más al final. Pero esto no es normal. Entiendo que en el principio la entropía sería 0; no puede ser negativa. Con el Big Bang la entropía empezó a aumentar. Y resulta que la cantidad admisible de entropía es finita, y cuando se alcance, fin. Ya no sucederá nada más, porque ya no podrá aumentar más la entropía. 

Pero, por supuesto, la entropía no se puede medir. No hay entropiómetros.

¿Ustedes lo entienden? Yo no, pero una cosa está clara: debe ser algo muy importante, porque se enseña en la escuela. Y si allí se enseña un concepto tan extraño, es que debe ser importante.

Pues bien, la misión de los ingenieros es reducir la entropía.

Sí, ya sé que suena muy raro y que la inmensa mayoría de los ingenieros no sabe que ésa es su misión, pero lo es. Aquí, me temo, interviene la formación que he tenido como ingeniero: en mi plan de estudios era muy importante la Termodinámica. Y lo ilustraré con un ejemplo.

No sé si saben qué es el coeficiente volumétrico. En un motor térmico (verbi gratia, el motor de un coche), es un parámetro que se refiere al proceso de introducción del combustible en la cámara del pistón. Pues bien, en la práctica la única manera de mejorar el rendimiento de un motor (está claro que nos interesa a todos) es mejorar el coeficiente volumétrico. El resto de parámetros ya no podemos mejorarlos apenas. Y de ahí vienen las cuatro válvulas por cilindro, la inyección, el "turbo", etc. Pero el rendimiento del coche no viene sólo por el rendimiento del motor: hay muchos más detalles que influyen. El más conocido es la resistencia del viento: la aerodinámica. No tiene sentido que la energía del motor se invierta en vencer toda la resistencia del viento, cuando un diseño cuidadoso de la carrocería puede encargarse de la mayor parte. Otro aspecto, que suele pasar desapercibido, es la salida de los gases de escape: a fin de cuentas, la mezcla de aire y combustible que entra en el cilindro tiene que expulsar los gases que ya están dentro, ¿no? Pues entonces, si conseguimos facilitar el escape de estos gases estamos quitando una tarea más al motor. De ahí los colectores, los escapes múltiples, etc.

Pero lo bueno es que todo importa. Por ejemplo, cuando hablo de la aerodinámica de un coche todo el mundo piensa en el morro afilado, en los retrovisores carenados, etc. Pocos piensan en los spoilers traseros, tan de moda en los ochenta, en el diseño en general de la trasera del coche. Y sin embargo importa y mucho: si el diseño es poco cuidadoso, el aire que deja atrás el coche en su avance no está encauzado y no sabe qué hacer, formando pequeños remolinos. ¡Ay! Estos remolinos los está generando el vehículo, luego está empleando la energíad e su motor en hacerlos. Si el diseño de la carrocería consigue eliminar los remolinos traseros, el motor se podrá dedicar más a lo que se trata.

No sé si captan la idea: todo influye. Unas cosas para bien y otras para mal. Y la tarea de los ingenieros es eliminar lo que afecta para mal e introducir lo que afecta para bien.

Podríamos definir la entropía como la medida de la ineficacia. Lo que contribuye a consumir energía, a hacer algo ineficaz (por ejemplo, el rozamiento), aumenta la entropía. Lo que contribuye a aumentar la eficacia, disminuye la entropía. Claro que, como siempre hay ineficacias, globalmente la entropia siempre aumenta. Así que lo que podemos conseguir es que aumente lo menos posible. Graficamente podríamos verlo como una pelota que dejamos caer contra el suelo. Si el proceso fuera ideal, la pelota rebotaría y volvería a nuestra mano. Se diría entonces, que el proceso ha sido reversible, y podríamos repetirlo hasta el infinito. Pero la realidad no es ideal, y la pelota no vuelve a la mano: parte de la energía de la pelota se invierte en vencer el rozamiento del aire, y parte en la deformación de la pelota durante el choque. Para que el proceso pareciera reversible (es decir, que volviera a la mano), tendríamos que haberle comunicado algo de fuerza. Pero eso no podríamos repetirlo hasta el infinito, ¿vertdad? Pues bien, la labor del ingeniero sería conseguir que la pelota rebote lo más alto posible, para que haya que emplear la menor energía en el proceso. ¿Cuánta energa cree que existe en el Universo? Desde luego, mucha, sí. Pero necesariamente ha de ser un número finito (si el Universo es finito, y si no lo es hemos de no creer en el Big Bang). ¿Qué pasará cuando la energía total se haya agotado? Pues eso. No, en realidad no es así: sabemos (creemos) que la energía (junto con la masa) ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Así que la suma total de energía del Universo permanece constante. Pero no lo miremos así: pensemos en "la energía aprovechable". Por ejemplo, si quema usted carbón obtiene energía que puede aprovechar. Con poco oxígeno, el carbón se habrá convertido en CO, que aún podría volver a quemar y obtener más energía. Entonces obtendría CO2, y fin del proceso. Ya no puede quemar el CO2 y no obtendrá energía de él. Ésto, más o menos, es lo que pasa con la entropía.

En fin, mucha divagación por mi parte, porque nunca entendí bien qué es la entropía.

De ahí que, como ingeniero, mi misión es disminuir la entropía. Y un efecto colateral es que tiendo a ver las cosas como procesos en los que hay que disminuir la entropía. En palabras de la calle, siempre pienso que cosas no salen gratis.

Cualquier detalle tiene su repercusión. El aleteo de la mariposa que causa un tifón en Hong-Kong, pero por una confluencia de infinitas circunstancias. Ergo cada una de ellas tuvo su parte en la consecuencia, en el tifón.

Pues tiendo a pensar que en la vida todo es así. Cualquier error se paga. Tarde o temprano. La sociedad es una máquina, todos somos máquinas, y cualquier así como ajuste repercute, cualquier decisión influye. La siembra produce la cosecha meses después. La formación, años después. No estudiar, quizás semanas después. Una decisión política, lustros; algunas, décadas. Y siguen influyendo durante generaciones.

Así que me da rabia el cortoplacismo de las personas. El no ver que el resultado inmediato no es el único resultado. Y que, hagamos lo que hagamos, la entropía siempre aumentará. Me da rabia que no todos luchemos para que ese aumento sea el menor posible.

Y sin embargo, no sé bien qué diantres es la entropía.





Radical Face - Welcome home

martes, 11 de septiembre de 2018

Los Comentarios, Parte II: la Guerra de las Galias




Conté en mi entrada sobre el cierre de Oci que el día que acudí a despedirme aproveché la ocasión y compré un libro que en condiciones normales nunca habría elegido: con toda la pinta de ser un rollazo insoportable. El libro era Comentarios de la Guerra de las Galias, de Julio César. Sí, el legendario romano. Sí, de la colección Austral, serie "Humanidades". Sí, todas las trazas de ser un auténtico ladrillo.¡Cielos, qué equivocado estaba, qué equivocado estamos todos! ¡Si en la segunda página ya estaba añorando que en las páginas pares apareciera la versión original en latín, como el Cantar de Mío Cid! Y es que me daban ganas de leerlo en latín, idioma que no hablo ni escribo y que tampoco entiendo, pero eso me daba igual: tenía que captar el ritmo y la música, aquello era fabuloso.

El libro es la narración que hace Julio César de las campañas galas al pueblo de Roma, para que las conozca, y más de 2.000 años después, sigue siendo fabuloso.

Es cierto que no empieza con un "Canta, ¡oh Musa!, la cólera del juliano César...", sino con un poco prometedor "La Galia, en su conjunto, está dividida en tres partes...". Pero es sólo la primera página; en seguida, la narración atrapa al lector y le sitúa perfectamente, junto a Julio César, viendo cómo avanzan las legiones, cómo evolucionan las batallas, cómo se complica la logística,...

Porque ésa es otra. El libro es precioso, una joya. Pero la historia que cuenta las ocho campañas de conquista de la Galia (sólo se hacía campaña de abril a octubre, más o menos) es, en sí misma, una hazaña portentosa.

Por un lado, tenemos el genio militar romano. César sólo tuvo a su disposición unos pocos miles de hombres; y aunque conseguía reponer el número total incorporando nuevas legiones con diversas levas, el número de soldados veteranos era cada vez menor: su X Legión, su favorita y más experimentada, terminó con menos de 500 hombres de los 6.000 que empezaron la guerra. Pero era el ejército romano, y eso significa varias cosas: ejercicio, forma física para soportar cuantas horas de combate sean necesarias, disciplina, pericia con las armas, versatilidad para hacer cuanto sea necesario (y no sólo luchar: también tender puentes, erigir fortificaciones, excavar minas y trincheras, lo que hiciera falta) y, sobre todo, sentido del honor: más de un combate y más de dos se ganaron porque los soldados, ante la posibilidad de perder las insignias de su manípula, cohorte o legión o ante el ejemplo de su centurión dieron un 120% de su potencial y eso les llevó a la victoria.

Pero, por otro lado, tenemos el genio de César. El ejército romano era el más poderoso del mundo, sí, pero a lo largo de los siglos sus batallas perdidas se cuentan por cientos. Con César, en cambio, eso no iba a pasar. En parte, porque evitó todas las batallas que no fuera a ganar. Lo que también tiene su mérito: no todos sus lugartenientes lo consiguieron. En parte, porque sólo el saber que César estaba entre ellos daba moral a sus tropas y se las quitaba a los enemigos. Hasta el punto de que cuando los galos fueron conscientes de ello cambiaron su estrategia a conseguir que César no estuviera en las batallas. Bien atacando donde él no estuviera, bien haciendo la guerra en invierno, cuando César tenía que estar de vuelta en la provincia romana que gobernaba, la costa mediterránea de Francia (por cierto que a esa provincia en el libro se la denomina, a secas, "la Provincia"; y ahora se la conoce como... la Provenza).

Y es que ésa es otra: cada invierno César distribuía a sus tropas por los territorios entonces seguros, y el se volvía a la Provincia, donde tenía que ejercer de gobernador y juzgar los asuntos que tenía.Y lidiar con el Senado y con Pompeyo, y entrometerse en la política de Roma, y... realmente no paraba quieto, el hombre.

Pero, sobre todo, era un gran estratega. Su prioridad, parecía, era asegurar el suministro y el bienestar de las tropas. Dónde y cómo debían pasar los inviernos, cómo avituallarse durante las campañas, cómo tener a salvo la impedimenta (los bienes de los soldados, y no sólo lo necesario para el invierno, sino también sus botines). Y su gran victoria estratégica fue, es paradójico, su clemencia: César, a diferencia de lo que hicieron los romanos en Hispania, cuando vencía a un pueblo que se le resistía no pasaba a todos a cuchillo: les perdonaba, bastando la toma de rehenes (lo que en realidad era un chollo para los rehenes). Esta clemencia, conocida por todos, fue quizá su mejor arma: facilitaba que las tribus se rindieran, pues veían que luchar les llevaría a la muerte en combate y rendirse no. También, respetando su palabra de clemencia, ganó César la gratitud y la fidelidad de muchas tribus; de hecho, la guerra/conquista empezó con la petición de ayuda de unas tribus a César contra otras tribus que los atacaban: fue, digamos, una pelea que no empezaron y no quisieron librar, pero bien que la acabaron.

Mención aparte merece la faceta de César como ingeniero. Cruzó en varias ocasiones el Rin (y otros ríos caudalosos, pero ninguno como éste), y dedica un amplio apartado a describirlo; bien, la primera vez le costó descubrir cómo hacer un puente sólido, pero una vez sabido cómo, repitió con facilidad. El hecho de cruzar el Rin no es baladí, y el lector se da cuenta de cómo el cruce representa la tremenda diferencia entre el ejército romano y las tribus galas: unos son capaces de hacerlo con facilidad y a los otros les es imposible.

Y también el cruce del Canal de la Mancha y la invasión de Inglaterra. Esto lo hizo en dos campañas, en la primera sólo cruzó el Canal y desembarcó una legión, más que nada para ver cómo era aquello, y el segundo año, con la experiencia del año anterior, hizo un cruce e invasión en toda regla. Temporal, eso sí, porque César no tenía como objeto conquistar Inglaterra: sólo darles un susto a los britanos, que estaban dando apoyo a los galos, un mensaje tipo "meteos en vuestros asuntos o yo me meteré en los vuestros".
Los nervios [una tribu gala], frustrada esta esperanza, rodean el campamento de invierno con un vallado de diez pies de altura y un foso de quince pies. Esta estrategia la habían aprendido de nosotros durante su relación en los años precedentes y, habiendo hecho algunos prisioneros de nuestro ejército, les daban éstos las oportunas instrucciones. Pero al no tener ninguna de las herramientas que serían idóneas para este trabajo, se veían obligados a perforar el suelo con las espadas y a sacar la tierra con las manos y con los sayos. De todo lo cual pudo inferirse la gran multitud que constituían, pues en menos de tres horas acabaron esa fortificación con un perímetro de quince mil pies. En los días siguientes comenzaron a construir torres de la altura de nuestro parapeto y a preparar hoces de asedio y tortugas, artefactos que los mismos prisioneros les habían enseñado a fabricar.
Libro V, XLII

La invasión de Inglaterra representa mejor que nada el principal, a mi modo de ver, reto de las campañas: se lanzaron a guerrear en lo desconocido. Es de suponer que César tendría descripciones de dónde se metía, dadas por comerciantes o por aliados galos, pero pobre ayuda sería ésa: "seis días de bosque impenetrable llenos de fieras", o "un río tan ancho que una barca con ocho hombres tarda medio día en cruzarlo" (me las estoy inventando), por fuerza tienen una difícil aplicación práctica: imaginemos a las centurias marchando, intentando abrir nuevos caminos a través de un bosque del que, como mucho, le habrán dicho al centurión que tiene seis días de ancho. La niebla, por ejemplo, era algo que les asombraba. Y es que el clima de Bélgica no tiene nada que ver con el del sur de Italia al que estaban acostumbrados. Y de aquí para allá, en Suiza, en el norte y el sur de Francia, en las llanuras y en las montaña, en las marismas de Bélgica y en los bosques sin fin de Germania.

La naturaleza del lugar que los nuestros habían escogido para el campamento era ésta: un collado que, desde lo alto, descendía con suave y uniformado declive hasta el río Sabis, que antes hemos mencionado. Desde la ribera opuesta del río, frente por frente, se alzaba otra colina de parecida pendiente, de unos 200 pasos de anchura, despejada en su parte inferior y tan boscosa en la superior, que difícilmente era penetrable para la vista. Los enemigos se mantenían ocultos en el interior de esas espesuras. En la zona descubierta podían verse, a lo largo del río, unos pocos piquetes de caballería. La profundidad del río era de unos tres pies.
Libro II, XVIII

De hecho, a menudo la táctica gala (y de los germanos) para no ser vencidos era trasladarse, toda la población, a los interminables bosques y zonas pantanosas, en las cuales no se aventuraba el ejército romano (que estaba pensado para batallas, no para escaramuzas: no tenían tiempo para ellas). 

En fin, los Comentarios se leen con una facilidad insultante para los libros modernos, tan peñazos la mayoría de ellos, y más aún si atendemos a lo poco atractivo del tema, el relato de unas campañas militares.

Pero es que hay un dato que escapa a la mayoría de las personas y a mí me parece el más asombroso de todos: César empleó 8 años. Conquistó Francia y Bélgica, el oeste de Suiza y zonas de Alemania y Holanda. Y uno de los 8 años lo dedicó a invadir Inglaterra a modo de exploración. Si no tenemos en cuenta que la Galia Narbonense, la costa mediterránea, había sido conquistada 70 años antes (la región, en realidad, estaba muy helenizada a partir de la colonia griega de Marsella, fundada hacia el 600 a.C.: era muy poco gala), podemos decir que César conquistó toda la Galia en 8 años. Ocho años.

Para ponernos en situación: a César lo nombraron procónsul (gobernador de la Galia Narbonense y desde ahí consuistó la Galia. No lo nombraron nada en Hispania, y no se metió por allí (bueno, sí, durante la guerra civil que siguió al cruce del Rubicón tras la conquista de la Galia, pero ésa es otra historia).

La conquista de Hispania, España y Portugal, duró 200 años. Y el dominio, en algunos sitios, parece ser que fue tan débil que aún hoy los habitantes de esas zonas "alardean" de haber permanecido en la Prehistoria y no haber sido romanizados como los demás. ¿Eran más débiles los galos? No lo creo, pues una de las cosas que más asustaban a los romanos en la primera campaña era el enorme tamaño de los galos, tan superiores a ellos los retacos romanos. ¿Menos valientes? ¿Hay ríos más caudalosos en España, bosques más impenetrables, montañas más altas? ¿Un clima más duro, quizá? ¿Estaban más organizados, los iberos? Esto seguro que no, pues los galos se llevaban muy bien entre sí, se consideraban todos un solo pueblo, se ayudaban unos a otros y, lo digo como ejemplo, nos cuenta César que tenían la costumbre del boca a boca en tan alta estima que las noticias, entre ellos, volaban y entre los galos se sabían las cosas de una punta a otra de la Galia en un tiempo récord. Además, la zona civilizada de España, todo el arco mediterráneo y la costa sur de Andalucía, era mucho mayor. Y, sin embargo, incontables militares romanos fracasaron a lo largo de estos 200 años (por supuesto, tuvieron más éxitos que fracasos, pues el balance final fue positivo para ellos: ganaron). 

Así que, de pronto, 8 años es realmente muy, muy poco tiempo para una conquista tan grande. Y tan trabajada, con tantas batallas y tantas victorias necesarias. Algo tendrá, pues, César.

César fue un gran político. Un gran militar. Y un gran escritor, pues desde el primer día lo tuvieron como tal los que le leyeron. Aparte de Octavio Augusto, el primer emperador, no sabemos (las personas normales, no yo; y tampoco los que se dedican a la Historia, supongo) el nombre de muchos grandes estadistas romanos. Nerón y Calígula, no por buenos motivos. Trajano y Adriano, los españoles sobre todo. Constantino, Diocleciano, los que se consideren algo puestos en Historia; Claudio, en televisión, o Publio Cornelio Escipión, los amantes de las batallas. Voy a dar una ristra de nombres, a ver cuáles sabe usted relacionar con una época y/o con algún hecho significativo: Mario, Sila, Pompeyo, Tito, Marco Aurelio, Teodosio, Valente, Decio, Caracalla, Séptimo Severo, Quinto Cecilio Metelo, Tiberio,... Con suerte, estos nombres le sonarán. Incluso sabrá situar a algunos de ellos. ¿Pero sabe algo más?

En realidad, ¿algún romano puede compararse en grandeza a Julio César?

Julio César, ya lo expliqué aquí, es uno de mis Hombres Extraordinarios.




Enseñanza adicional: conviene huronear de vez en cuando por las librerías. Hay muchas sorpresas ahí fuera, esperando una oportunidad.




Renato Carosone - Tu vuò fa' l'americano