viernes, 6 de octubre de 2017

Manillares y cerebros




Estaba en un atasco, en Barcelona. Un par de coches delante mío, un coche intenta aparcar. Hay un concesionario de coches, creo recordar, a la altura a la que estábamos, y desde el final del amplio vado hasta donde estaba el coche siguiente había poco espacio, un par de metros. El coche que quería aparcar era un Smart, iba a caber, y el coche tras él le dejó sitio para que hiciera la maniobra. En el atasco, las motos se cuelan entre los coches. Una, por nuestro lado, vio el espacio que suponía el vado del concesionario, y se metió por ahí. Su idea era avanzar por la línea de coches aparcados y colarse al toparse con el primero de ellos, dado que había un resquicio: el espacio que iba a emplear el Smart para la maniobra del aparcamiento.

No, no me pregunten porqué el Smart hacía maniobra marcha atrás en vez de aprovechar el espacio del vado; supongo que vio el sitio tarde, o que cambió de opinión viendo que con el atasco no se avanzaba. Es igual, porque no viene al caso.

Cuando la moto va a colarse saliendo de la línea de los coches aparcados, se topa con el Smart marcha atrás que le cierra el camino.

¡Menudos berridos dio el motorista! Le dijo del todo, a la del Smart (porque era una chica). Los coches nos paramos, se le dejó sitio a la moto y listos, pero...

A propósito: siempre me ha sonado extraño llamar motorista al conductor de una motocicleta. Un motorista es un practicante de la motonautica, mientras que que lleva una motocicleta es un motociclista. El vulgo, que es muy ignorante, desconoce la existencia de la motonautica, y ha devenido en llamar motorista al que en puridad es un motociclista. ¡Qué se le va a hacer!

Y lo de motorista lo tengo grabado en piedra en mi cerebro porque en mi infancia y mocedad, en Zaragoza se disputaban los 45 minutos motonauticos, en el río Ebro, durante las fiestas del Pilar, y eran un espectáculo; impagable, al respecto, es este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=VO_s-l-iBwk. Era espectacular. Por desgracia, es un deporte minoritario y elitista, el Ebro necesita mucha agua, y en 1990 Stéfano Casighiari, el entonces marido de Carolina de Mónaco, se mató en una prueba motonautica, el tema de la seguridad se convirtió en prioritario, y el deporte cayó. La prueba desapareció. Leo en el vídeo que se intenta recuperar con motos acuáticas en vez de aquellas lanchas que eran como bólidos de F-1, pero les diré: nada que ver.

Como conductor de un turismo en una gran ciudad, no entiendo a los motoristas (disculpen la denominación vulgar, ¡ey!). Hay muchos motoristas que respetan las normas de circulación, pero hay muchos que no. Y éstos son un porcentaje mucho mayor dentro del conjunto de los motoristas que el de los conductores de turismo que no respetan las normas, dentro del conjunto de los conductores de turismo. En Barcelona, si un porcentaje igual de turismos hiciera las pirulas que hacen los de las motos, o tuvieran el poco respeto que tienen las motos, esto sería Can Pixa. Por suerte para las motos, los turismos respetamos mucho más que ellos los semáforos, los carriles, las distancias de seguridad, los carriles bus, ¡las aceras! (es inconcebible, para los que no están acostumbrados, lo que hacen algunas motos sobre las aceras), las direcciones de las calles, etc.

Y lo que llevo peor son lo mucho que se enfadan, los motoristas, cuando un coche les sorprende. Me han golpeado en los cristales innumerables veces por un cambio de carril (incluso señalizado) en el que la moto se colaba o me venía por detrás en un ángulo muerto, por ejemplo. Y yo me enfado, porque si he hecho algo poco reglamentario, el tío lo habrá hecho treinta veces más que yo. Por lo menos. Y yo no me enfado con él.

Es que yo no les entiendo. Porque llevan un trasto de 200 kg en un equilibrio precario (equilibrio que han de controlar ellos, con su cuerpo), y se mezclan con morlacos que pesamos 1.400, 1.500 o 1.600 kg, como si nada. Un simple toque por nuestra parte, y se van al suelo. Un toque que quizás yo no me entero. No sé, yo si llevara una moto me andaría con mil ojos. Conduciría con un cuidado exquisito. Y respetaría las normas a rajatabla, ya que es la mayor garantía de no tener accidentes.  En cambio, muchos motarras no. 

En la esquina de mi casa, a veces hay accidentes. Hubo un par de años que unas obras ocultaron el chaflán convirtiéndolo en un cruce vivo con los semáforos retranqueados: un cruce peligroso. En aquella época creo que los accidentes eran todas las semanas, o me lo parecía. Con especial preferencia por los sábados por la noche. Casi siempre había una moto por el suelo. A menudo un taxi, también. Pocas veces dos turismos normales. Y la causa siempre era la misma: uno se saltaba un semáforo apurando el ámbar, y el otro salta en que los peatones acaban su ámbar. ¿Por qué  ocurre esto de noche, cuando no se ven? Caray, de noche es cuando intento ir con aún más cuidado; no digo nada si el cruce no lo veo claro. Pero no, hay gente que no sé en que piensa. Y es lo que digo, el que va en coche se juega el coche, pero el que va en moto se lo lleva la ambulancia.

Por supuesto, yo estoy a favor de las motos: ojalá yo fuera el único turismo en Barcelona y los demás fueran todos en motos. Y que conste que no tengo nada contra los motoristas, de hecho algunos de mis mejores amigos lo son, pero no entiendo a muchos de ellos.

Eso sí, mi opinión sobre muchos ciclistas se la pueden imaginar. Los hay entre ellos que convierten a los motoristas (¡motociclistas!) en unos einsteins.  




Víctor Manuel - Quiero abrazarte tanto

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