martes, 4 de octubre de 2016

El quiosco de Santa Eulalia





En la boca de metro de la estación de Santa Eulalia, la que da a la Torrassa, hay un quiosco de prensa. Esta boca de metro da servicio a los muy populosos barrios de la Torrassa y Santa Eulalia, y por allí pasan todos los días miles de personas. Por la boca de metro, y por delante del quiosco. Desde las cinco de la mañana. Sin embargo, el quiosco…



Se encuentra cerrado. Está claro que no sale a cuenta, que no debe vender suficiente número de periódicos y revistas. Y, sin embargo, los bloques que rodean al quiosco son altísimo, y aunque en general los dos barrios son obreros, esos bloques en concreto no lo son.

A ver, como ingeniero del pleistoceno ahora corresponde un lamento por aquellos antiguos quioscos, lo que suponían para los chicos - con el amplio surtido de tebeos de la época-, no tan chicos - con el amplio surtido de revistas: lo menos cuatro de motos, tres de camiones, ocho de coches, de lo que fuera-, y en general de todos los vecinos. Pero hoy no quiero hablar de los quioscos, sino de los periódicos. No sé si los quioscos cierran porque los periódicos bajan sus ventas, si los periódicos bajan sus ventas porque los quioscos cierran, si una cosa no tiene que ver con la otra o si son dos manifestaciones del mismo fenómeno. Yo, a lo que voy ahora es a que los periódicos cada vez venden menos. Y tiene su miga, porque se supone que los periodistas son los más enterados de todo. ¿No vieron venir, lo que venía? Pues se conoce que no.

Y eso que internet lleva 20 años aquí. ¿Saben que, al principio, algunos periódicos - El Mundo, por lo menos- publicaba un día a la semana listados de direcciones en internet, para que los internautas tuviéramos algún sitio interesante al que ir? Lo hacían porque, si no, no valía para nada: era como tener un teléfono pero no saber el número de nadie. Pues ya entonces decían que internet iba a ser el futuro. Y al poco, también los periódicos tuvieron su página web, y fueron poniendo noticias. Años después, empezaron a sospechar que quizás aquello les podía traer problemas. Vieron cómo se hundía la industria musical, cómo desaparecían los videoclubs, como la cinematográfica las pasaba canutas,… ¿y no creyeron que a ellos les iba a golpear duro?

Y, si lo creyeron, tan listos y tan enterados como son, ¿cómo es que no han sabido dar la respuesta adecuada? Porque lo cierto es que van cuesta abajo y sin frenos. Intentaron reconvertirse en buhoneros, como los bancos, y nada. Se les ocurrió poner de pago sus páginas en internet, y siguen cayendo. Tienen páginas web lamentables (como El Heraldo de Aragón), y tampoco. Llenan sus redacciones de becarios, y ni por esas. Para mí, que no saben qué hacer. No son tan listos.

Yo soy ingeniero, pero si fuera editor de un periódico, mi periódico sería muy diferente a los de los demás. Caray, yo intentaría ofrecer lo que mis lectores de verdad quieren. No lo que siempre les he ofrecido. Porque ambas cosas no son lo mismo.

¿Qué es lo que usted quiere cuando compra un periódico de papel? Anuncios por palabras. Bien, dejemos eso de lado por ahora. ¿Qué es lo segundo que quiere? Noticias. ¿Seguro? No, opiniones. ¿Seguro? ¿Un poco de ambas? No exactamente.

Usted quiere noticias, pero no quiere noticias. Que se ha caído un árbol en la calle Legazpi, que el pedrisco ha arruinado la feria de calabazas de Quintorrincón y que los vecinos de El Mantecar piden que Fernández haga caso a sus demandas de más papeleras. Que han violado a una niña en Catecarruyos y que han asaltado un banco en Gorostiz. ¿Para que le digan eso, compra usted el periódico? Para eso ya está la web. Usted lo que quiere es estar informado de lo que pasa, y no es eso. Usted lo que quiere es que le informen del hecho, y que se lo expliquen. Que le digan qué consecuencias puede tener, o cómo hemos llegado hasta aquí; si es un buen síntoma o malo, o cómo se relaciona ese hecho con otros cercanos en el tiempo o en el espacio.

Yo, cuando leo la prensa, veo dos tipos de noticias: las de agencias y las firmadas. Las de agencias, en mi opinión, se las pueden ahorrar: esa información está en internet desde mucho antes. Aportan un conocimiento inútil, sin interés y caduco.  Y las firmadas, oiga, las firma un periodista. Puede que incluso un licenciado en periodismo. Seguro que puede dar su opinión, ¿no? Que si es un pardillo, ya aprenderá.

Ademas, ¿saben? Cuando leo los artículos que se limitan a resumir (o engordar por repetición) declaraciones de mindundis, y "entrecomillan" para que sepamos que esas fueron "sus exactas palabras",... yo me siento estafado. Me han tomado el pelo, porque me han hecho perder un tiempo precioso (cuando menos) para leer una mierda de artículo.

Así que el periódico que yo quiero tendría pocas noticias, pero bien tratadas. No quiero que un becario vaya a una rueda de prensa del parlamento local y tome nota de lo que se diga: quiero que me cuente cómo están las cosas allí, qué está pasando de verdad. Quiero que me diga cómo lo ve él.

Aparte pueden estar los popes y vacas sagradas. Los que no aportan ninguna noticia, pero dan los artículos de opinión. Artículos de estos los hay muy buenos, pero por desgracia se cuelan de vez en cuando algunos infumables. A menudo, de firmas invitadas: expertos en un tema, pero que no saben escribir un relato. Estos artículos habría que quitarlos. Para que alguien merezca un espacio de opinión, ha de merecerlo; de lo contrario, que aporte una noticia. Una noticia, o un hecho. Algo importante y que desconozcamos, y nos ilustre. Por ejemplo, que nos informe sobre las extracciones de petróleo, de gas o de cualquier tierra rara, y luego nos explique bien lo que implica esa información. Quiero decir, que se busque un tema de interés (que deba interesarnos, aunque ahora no nos interese).

¿Cuántos artículos interesantes le presenta su periódico, a la semana, sobre el cambio climático? ¿Es que el tema no tiene interés? O sobre la evolución demográfica, la gestión de los recursos naturales, la hidrología de nuestra región… Hay muchísimos temas que son importantes y merecen el espacio, por delante de que una mujer de 64 años haya sido atendida por intoxicación de humo en Valencia.

Yo no pido que mi periódico me informe de todo. Para informarme tengo internet. Yo quiero que me informe bien, aunque no se llegue a todo. 



La Contraportada: muchos periódicos dedican la última página a una entrevista chorrona a alguien peculiar. Alguien sin ningún interés salvo su peculiaridad: por ejemplo, un tipo que dice que lleva seiscientos años sin hacer caca y que ése es el secreto de su longevidad. El entrevistador le hace una serie (a menudo numerada) de preguntas ridículas y que son las mismas sea quien sea el entrevistado, un cuestionario fijo, o son preguntas que animan al personaje a contar su extravagante historia. Y ya está. Quiero decir, en la última página del periódico un tipo dice que el secreto de la vida eterna es no hacer caca, y el periodista no dice absolutamente nada. No tiene nada que decir. Un personaje puede opinar que la medicina china cura el cáncer, que a las niñas no se les debería enseñar Matemáticas o Gimnasia, o que Cervantes escribió el Quijote en catalán pero hubo una conspiración, y el periodista no dirá nada. 

Y al acabar la página, yo pienso: menuda imbecilidad me acaban de hacer leer.

Por eso no leo nunca la última página de los periódicos.





Creedence Clearwater Revival - Up around the bend

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