martes, 29 de julio de 2014

A propósito de nuestro Muy Honorable




Pongámonos en contexto.

Christian Wulff fue elegido en 2010 presidente de la República Federal Alemana. En diciembre de 2011 se descubrió que a principios de 2010, cuando era todavía presidente del estado de Baja Sajonia, había viajado a Miami con su familia (pagando él los billetes), pero había aceptado que Air Berlin le hiciera un "upgrade", un salto de categoría de los asientos. Como cuando hay overbooking en clase turista y hay plazas libres en bussiness y meten a turistas ahí. En tiempos, cuando yo viajaba con la tarjeta de viajero frecuente de la compañía que me interesaba, solía preguntar si quedaban plazas en bussiness, porque a veces permitían el upgrade.

El caso es que Wulff lo reconoció… y pagó los 3.000 euros que se había ahorrado. Pero siguió en el disparadero.

Lo siguiente que le pasó fue más turbio. Unas acusaciones de que hacía unos años su mujer había obtenido un buen préstamo de un constructor local con la casa como garantía, en el curso de las cuales negociaciones ella había aceptado un regalo de unos 150 euros.

La primera acusación la lanzó el Bild (no precisamente un ejemplo de rigor periodístico) el 28 de noviembre de 2011. Wulff intentó dar todas las explicaciones que pudo de lo que realmente había pasado (hubo un préstamo, sí, pero fue en condiciones de mercado; y no hubo regalos), pero ya se sabe cómo es la prensa, aquello se prestaba a murmuraciones. Y dimitió el 17 de febrero de 2012.Dimitió como presidente de la República. Y hubo juicio. Dos años después, el 27 de febrero de 2014, en el juicio se le declaró inocente de todos los cargos. Wulff y su mujer eran completamente inocentes. Pero había dimitido, aun sabiendo que era inocente. Wulff opinaba que sobre su cargo no podía caer ni la más mínima sospecha de irregularidad y que el cargo estaba por encima de la persona que lo desempeñaba. 

Estos días, el tema estrella es "lo de Pujol". La red está llena de artículos, muchos de ellos excelentes. A mí me encantaría echar también mi cuarto a espadas, pero el día anterior al famoso anuncio yo les estaba bosquejando un artículo sobre una anécdota personal que me ocurrió con un alemán y en la que iba a disertar acerca de la diferencia de caracteres entre ellos y nosotros. Y, claro, con esa idea en mente, la reflexión que me vino al instante es la diferencia de comportamiento entre ellos y nosotros, que ya se sabe que el comportamiento deviene del carácter.

En concreto, pensaba en Artur Mas.

Porque Artur Mas no es un recién llegado criado por una familia de ocelotes en lo más profundo de la más tupida selva. En 1995 Jordi Pujol le nombró consejero (en una consejería importante para Pujol: Obras Públicas), y en 1997, consejero de Economía y Hacienda hasta que el 2001 le nombra Conseller en Cap, un cargo que se inventó para él, equivalente a vice-pujol. Es su mano derecha, tanto en el gobierno como en el partido. Es también el heredero in péctore cuando Pujol se retira. Y conviene decir que Pujol no llega a retirarse del todo, siempre está ahí. 

Es decir, durante casi 20 años Mas ha sido el hombre de Pujol. Pierde elecciones, pero nunca se le cuestiona, porque es el hombre de Ubú. Mientras Ubú no le retire la confianza, Mas seguirá ahí. Y Pujol nunca le retira la confianza.

En estos 20 años, Mas conoce a toda la familia Pujol. Les ve evolucionar, medrar, convertirse (todos) en empresarios de éxito extraordinario (extraordinario para los demás, en esa familia era lo ordinario). 

¿Creen que Mas no sabía nada?

A principios del 2004, en un agrio debate en el Parlamento de Cataluña, Mas, entonces en la oposición, arremete contra Pasqual Maragall. Y éste le responde que su problema, sr. Mas, se llama 3 por ciento. Todos entendemos qué quiere decir Maragall con ello. ¿Y qué hace Mas en ese debate? Pliega velas. Cambia de tema. No le responde airado que no tolerará dudas sobre su honor y cosas así. No, dejémoslo, no nos ataquemos. ¿Ha visto usted lo del Madrid...?

¿Por qué ni Mas ni nadie de CiU saltó nunca para combatir esa infamia? ¿Cómo permitieron que semejante frase quedara ahí escrita (y mentada a menudo)? Claro que todos saben la respuesta, pero...

El caso es que la pregunta que me hago es ¿a qué viene ahora esa actitud de nuestro líder, de que "Yo soy el primer sorprendido", "estoy profundamente dolido por este anuncio", "no tenía ni idea, nunca lo hubiera creído"...?

Como ven, en Alemania esto no hubiera ocurrido así. Cualquier presidente, ante la posibilidad de que se le asociara con su durante tantos años mentor y compañero de equipo, habría dimitido: se podría hablar mal de la persona, de Artur Mas, pero no del cargo, no del presidente. Eso, ellos, lo tendrían clarísimo.

Dicho lo cual, otro día les contaré la anécdota de la que les hablaba.

 



Cánovas, Rodrigo, Adolfo & Guzmán - Señora azul

domingo, 27 de julio de 2014

Ríe, payaso

Canio sabe que su esposa le es infiel; la ha sorprendido con su amante, pero no le ha visto la cara; no sabe quien és, y ella se niega a confesar su nombre. Pero no hay tiempo para la discusión, pues esa noche tienen representación y hay que prepararse para la obra; precisamente, Canio va a representar el papel de un payaso que es también un marido engañado por su mujer...

Con el corazón destrozado, Canio empieza a vestirse y maquillar su cara; intenta animarse, se dice a sí mismo "ríe, payaso", pero es inútil.
¡Actuar! ¡Mientras preso del delirio,
no sé ya lo que digo
ni lo que hago!
Y sin embargo, es necesario... ¡esfuérzate!
¡Bah! ¿Acaso eres tú un hombre?
¡Eres Payaso!

Ponte el traje
y empólvate el rostro.
La gente paga y aquí quiere reír,
y si Arlequín te roba a Colombina,
¡Ríe, Payaso, y todos te aplaudirán!
Transforma en bromas la congoja y el llanto;
en una mueca los sollozos y el dolor. ¡Ah!

¡Ríe, Payaso,
sobre tu amor despedazado!
¡Ríe del dolor que te envenena el corazón!
Esta escena, Plácido Domingo la borda más o menos así:


Recitar! Mentre preso dal delirio,
non so più quel che dico,
e quel che faccio!
Eppur è d'uopo, sforzati!
Bah! sei tu forse un uom?
Tu se' Pagliaccio!

Vesti la giubba,
e la faccia infarina.
La gente paga, e rider vuole qua.
E se Arlecchin t'invola Colombina,
ridi, Pagliaccio, e ognun applaudirà!
Tramuta in lazzi lo spasmo ed il pianto
in una smorfia il singhiozzo e 'l dolor, Ah!

Ridi, Pagliaccio,
sul tuo amore infranto!
Ridi del duol, che t'avvelena il cor!
Ridi, Pagliaccio (ríe, payaso), o Vesti la giubba (ponte el traje), como quieran llamarla, es el pasaje más conocido de la ópera Il Pagliaccio (El payaso) de Leoncavallo. Claro que eso no significa que esta ópera, esta romanza, sea muy conocida; los melómanos y los aficionados a la ópera me dirán que por supuesto que sí, que es un "clásico popular", pero me da a mí que para la mayoría de las personas es un pasaje desconocido.

La ópera, es lo que tiene. Se ha de ver en vivo, porque oir una grabación es como escuchar una obra de teatro por la radio, pero aun así incluye momentos sublimes. Momentos que, como éste, un buen día se me instalan en la cabeza y hacen que les escriba este artículo.

Ridi, Pagliaccio,
sul tuo amore infranto!
Ridi del duol, che t'avvelena il cor!

miércoles, 16 de julio de 2014

Inerrancia



Todos conocemos la típica escena de una película o una serie, o el pasaje de un libro, normalmente ambientado en el Sur (no necesita que sea profundo), o con negros, o en un ambiente rural del noreste. O con la madre de Cooper. Ya saben, esa escena en la que uno de ellos cita la Biblia como argumento de autoridad, y fin de la discusión. Que parece que todos se la saben de memoria, libro, capítulo y versículo. Y a nosotros se nos hace rarísimo que alguien cite la Biblia, y más aún si es el Antiguo Testamento, y automáticamente catalogamos a ese personaje como un fanático fundamentalista.

¿Existe esa gente? ¿Cómo es que son así?

Sí, existen. Y sus creencias no se diferencian tanto de las de cualquier otro cristiano, incluso de las de un católico, todos creen en la inerrancia de la Biblia. La diferencia está en la interpretación de lo que es la inerrancia.

La inerrancia es... es un palabro. Un palabro que figura en el diccionario de la Real Academia, pero que pocas veces - ninguna, en realidad- usamos en nuestras conversaciones. La inerrancia es la cualidad de estar libre de errores. Que no tiene errores, vaya.

En el caso de la Biblia, la inerrancia es consecuencia lógica de la creencia de que es Palabra de Dios, un texto inspirado por Dios, y por lo tanto no tiene errores. Esto, repito, lo cree y lo acepta cualquier cristiano. La diferencia estriba en qué se entiende por inerrancia.

El fundamentalista opina que, no teniendo errores, la Biblia es cierta tal cual es. Literalmente. De ahí las citas. Por cierto, que las citas son siempre cuando convienen, que los fundamentalistas no son tontos. Y, claro, pasa lo que ocurre en esta escena de El Ala Oeste de la Casa Blanca:


De hecho, a esto de la inerrancia se le podrían buscar las cosquillas. Por ejemplo: vale, aceptemos que es Palabra de Dios y no contiene errores. Pero el texto bíblico se ha copiado infinidad de veces desde que Moisés empezó a escribirlo. ¿No cometieron errores los copistas? Se escribió en arameo, hebreo o el idioma que quieran; luego San Jerónimo lo tradujo al latín. ¿También él estaba exento de errores? La Vulgata se transmitió por copia manual; luego Gütemberg e impresores varios, luego se ha traducido a idiomas modernos, etc. ¿Todos eran perfectos?

He dicho antes que los católicos también creen en la inerrancia de la Biblia. Sería interesante saber qué tiene que decir la Iglesia Católica sobre esto, ¿verdad? Lo cierto es que el tema se debatió durante el Concilio Vaticano II, y la conclusión se recogió en el documento Dei Verbum; por lo tanto, es doctrina. Y lo que viene a decir, más o menos, es que sí, que hay inerrancia (le estoy cogiendo gusto al palabro). Pero, claro, la Biblia es de inspiración divina pero escrita por hombres y en el lenguaje de los hombres. es decir, el mensaje que transmite sí es cierto, pero... hay que interpretarlo. Hay que entender lo que se quiere decir. La Biblia transmite un mensaje, no una coleccion de frases redondas. Y no es un libro de Historia, no se escribió para transmitir con fidelidad absoluta la Historia. No es un libro de Ciencia. No es un libro "censurado", por eso incluye pasajes que no son muy ejemplarizantes, que digamos. Y, obviamente, no se ha de interpretar de manera literal.

Una salvedad: he dicho que el CV II dice que no hay inerrancia; en rigor, esto no es así. Precisamente NO dice inerrancia, sino que dice que "La Biblia es toda ella verdadera". Aunque usa luego la expresión "sine errore" para describir la transcripción del mensaje.

Por cierto: el presidente Barlett era católico. Por eso le da a la periodista fundamentalista el baño que le da.



River of Jordan - Bill & Gloria Gaither, con Jeff & Sheri Easter, Ernie Haase & Signature Sound

lunes, 14 de julio de 2014

Ya está todo claro



Los lunes, ya saben, política. Y como ya quedan menos de 4 meses para el 9 de noviembre, el tema es el nueve de noviembre, que ya está claro qué pasará.

Habrá votación. Consulta, referéndum, como lo llamen. 

El parlamento local está preparando una "ley de consultas". Según el estatuto de autonomía, tenemos derecho a realizar "consultas" sobre temas en los cuales tengamos competencia. Como no se ha legislado aún cómo hacer estas consultas y, por lo que parece, es la prioridad número 1 de la región desde tiempo inmemorial, se esta haciendo. Y deprisa, porque se quiere tramitar este mes de septiembre, para que cumpla los plazos, entre en vigor el 8 de octubre y el 9 de octubre don Mas convoque el referendum con 30 días de antelación. Los 30 días que merece discutirse un tema de esta enjundia. Sí, ya sé que en Escocia se convocó el referéndum 18 meses antes y están en campaña desde entonces, pero es porque son escoceses. Aquí no hace falta pensar tanto las cosas. O que no pensamos tanto, lo que prefieran.

La idea, siempre, es ponerle las cosas difíciles a Matrit, y por ello la norma la quieren hacer inimpugnable. No habrá nada en ella que vaya contra la Constitución o el Estatuto. Contra la lógica sí, porque para las cosas que se podrían consultar ya están las consultas estadísticas y las votaciones cada 4 años (menos, cuando son al parlamento). Pero de momento va a ser así.

Otra historia es que la convocatoria de Mas sí es impugnable, desde el momento en el que no tiene compentencias para esa pregunta en concreto. Se impugnará, y Mas aparecerá llorando y diciendo yo sí quería, pero es que no nos dejan, y que tranquilos, que dentro de dos años les vamos a meter unas elecciones plebiscitarias que se van a cagar.

¡Ah, pero en ese momento saltará la ANC! Todo está preparado, porque aquí no hay sorpresas, pero el guión exije que lo parezca. Y la ANC dirá que les da igual lo que digan en Matrit, que hay elecciones y que hay elecciones. Y que las convocan ellos, con urnas puestas en mesas de camping en las calles. Y el día 9, habrá mesas de camping en las calles y se podrá votar. Hasta mi perro podrá votar, dos veces. El resultado aún no está anunciado, porque se están discutiendo algunos detalles, pero será en torno al 80% de participación con un 95% de votos a favor, el 98% fuera de Barcelona y el 90% en Barcelona, que tendrá menos participación. Queda pendiente saber cuántos millones de votos se recibirán desde el extranjero, pero serán los suficientes; Guardiola votará por videoconferencia. Ya saben, es el clamor de un pueblo. Y Artur Mas aplaudirá con las orejas.

Este resultado, totalmente válido a los ojos de la ANC y compinches, dará la razón para todo lo que siga, que ya hablaremos otro día de qué será.

Esto, la ANC. ERC, por su parte, no se quedará de brazos cruzados y afeará a Mas su conducta: prometió votación, y ha de haber votación. Y no va a haber presupuestos hasta que no haya votación. Y entonces empezarán a mentarle todos los acuerdos que han tenido estos dos años pero como si ellos no hubieran formado parte. Los recortes, quiero decir. Y Mas cederá y convocará las elecciones que sí puede convocar, las de a su puesto. Para marzo de 2015, concretamente, porque ERC no le permitirá atrasarlas más.

Y esas elecciones... ya son otra historia. De plebiscitarias no tendrán nada, que cada partido tiene que ir a los suyo. El resultado será el habitual, un batiburrillo, unos más y otros menos; nadie tendrá mayoría absoluta y los partidos tendrán que pactar y dedicarse a lo suyo, a la política y los cambalaches. Y así mataremos el tiempo, entre la matraca de esto y aquello, hasta el siguiente Tour de Francia. Y estaremos igual que siempre, pero nos llevaremos peor entre nosotros y nos habremos catalogado entre autóctonos e invasores, según unos, y entre los que se quieren quedar con todo y los que no, según los otros.

Así que sigamos como hasta ahora, atendiendo nuestros quehaceres diarios, porque de este tema no va a salir nada. Como les habría dicho cualquiera hace años.



Islands in the Stream - Cover by Nicki Bluhm and The Gramblers

viernes, 11 de julio de 2014

De competencias, arquitectos e ingenieros



Andan un poco revueltos los gremios a cuenta de la nueva ley de servicios profesionales; parece ser que la ley a va alterar las compentencias de cada uno, pero no hay una información sólida de qué cambios serán. Imagine usted (si no es ingeniero ni arquitecto) que aparece una ley que le cambia lo que puede hacer y quiénes lo pueden hacer; normal que haya alboroto. El que hubo con los quiosqueros y la venta de tabaco, el que habría si en los estancos se pudieran vender medicinas, no se precisaran estudios de Derecho para ejercer de juez o si los profesores de piano pudieran expedir bajas médicas de la Seguridad Social. 

Por supuesto, en el caso que nos ocupa ambos bandos (y el de los ingenieros, además, divididos en sus propios bandos) han lanzado los tradicionales mensajes apocalípticos sobre el fin de la profesión, el desmoronamiento de la sociedad y la vuelta a las cavernas. Recuerdo, precisamente, un artículo que escribí hace tiempo sobre el tema, así que no me extiendo.

Hoy mismo, por ejemplo, he recibido una notificación de (el nombre lo cito de memoria) el Consejo de Colegios Oficiales de Ingenieros, quejándose. No entendí muy bien el motivo de la queja, pero creo que se quejaban por adelantado. Se quejaban de que "se decía" que se iban a cambiar competencias y no estaban siendo consultados.

Dicho lo cual, en este debate (y en todos los similares) hay dos sandeces que confunden a la mayoría y llevan  a muchos (y a cualquier representante de un Colegio Oficial) a decir tonterías.

En primer lugar, no son lo mismo. Y, como no son lo mismo, son diferentes. Escuchando a todas las partes, tengo claro que este punto es muy difícil de entender. Todo el mundo da por supuesto que él es diferente a los demás; pero nadie asume que los demás son diferentes entre sí. 

Un ingeniero Industrial no es un Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y ninguno de ellos es un Ingeniero Naval. Todos son ingenieros y todos tienen habilidades básicas comunes, algunas comunes a todos y algunas comunes entre ingenierías. También un arquitecto tiene habilidades comunes a algunas ingenierías, pero un ingeniero no es un arquitecto y un arquitecto no es un ingeniero.

Incluso dentro de una misma carrera madre hay especialidades. Un ingeniero industrial "eléctrico" es diferente a un especialista mecánico o a un especialista en organización industrial, textil o químico. 

En segundo lugar, aunque dos profesiones sepan hacer el mismo trabajo, no lo hacen igual. Por ejemplo, que un ingeniero industrial pueda proyectar COMPLETAMENTE un edificio industrial no significa que si proyecta completamente un edificio residencial, aunque sepa, su trabajo vaya a tener la misma calidad que el de un arquitecto. La razón es difícil de explicar, pero existe.

Como aplicación al ejemplo del ingeniero y el arquitecto, fíjese en este símil: ¿amueblaría usted el salón de su casa con muebles de oficina? ¿Porqué no? El mobiliario de oficina le dota de mesas, armarios y estanterías, sillas y sillones, papeleras y muebles auxiliares, lámparas, teléfonos, cortinas y persianas... Son muebles de calidad y cumplen perfectamente la función: las estanterías admiten libros en cantidad y diversidad. ¿Entonces? Pues lo mismo ocurriría si un ingeniero industrial diseñara un edificio residencial.

Porque no son lo mismo.
 
En otras palabras, yo no le aconsejo que me contrate para proyectar una iglesia, el puente sobre el río Kwai, una nave para hacer la ITV de buques o una explotación porcina.

Pero tampoco me propongo para cosas no tan rimbombantes: ni haría el estudio de viabilidad de un aserradero ni diseñaría la pista de rodadura de un aeródromo; ni sugeriría la reparación de una calzada ni haría los presupuestos de un proyecto fuera de mi especialidad de estructuras. Y que tuviera conocimientos suficientes para hacer todo ello - o fuera capaz de adquirirlos- no significa que mi trabajo fuera el deseado: le decoraría su salón con muebles de oficina.

Por lo tanto, cuando se debata sobre las distintas competencias de cada oficio, si deben tener o no una reserva de actividad y todas esas cosas, piensen que hablamos de profesiones diferentes. Suficientemente diferentes. Pero en todas las direcciones: si yo, ingeniero industrial, me diferencio de un ICCP, también me diferencio de un arquitecto; que es lo mismo que decir que también un arquitecto es diferente de un ingeniero industrial.

Otra historia, totalmente otra, es si tiene sentido que se regulen reservas de actividad. ¿Por qué los ingenieros industriales somos los únicos que podemos proyectar silos de misiles nucleares? O torres de alta tensión, igual me da.

Imagine que un bufete de abogados, Dios no lo quiera, le lleva sus asuntos. De variado pelaje, si me permite decirlo. Supongo, suponemos todos, que en el bufete habrá abogados especializados en los distintos ámbitos y no se meterán en algo que no dominen; si para un asunto concreto no los tienen, le aconsejarán la derivación a otros especialistas. Por ejemplo, la anulación de su matrimonio a un despacho que trabaje con tribunales de La Rota.

Pero eso no quita para que su interlocutor con el bufete sea único, típicamente con un socio. Este socio no es especialista en todos los ámbitos, pero usted entiende que en cada momento le habla en representación del especialista.

Pues en ingeniería y arquitectura puede ocurrir lo mismo. Puede haber un despacho con decenas o cientos de arquitectos e ingenieros. ¿Por qué no puede haber formalmente un único firmante de los proyectos? ¿Por qué no puede ser el mismo firmante de todos los proyectos del despacho? A fin de cuentas, firma en nombre del despacho aunque luego los jueces le procesen a él personalmente (ésa es otra guerra).

Si un profesional se atreve a aceptar un encargo y lo lleva a cabo, ¿por qué he de prohibirle que lo haga? Por egoísmo, porque tendría la esperanza de que, no dejándole hacerlo, fuera más probable que me lo encargaran a mí. Este egoísmo se disfraza con el eufemismo de "defensa gremial"; más eufemismo aún: "defensa de la profesión". 

También es cierto que ese mismo profesional es libre de sacarse el titulo que le acredite para ese trabajo que quiere hacer. Pero ni el título es garantía de que una persona sabe, ni su ausencia del desconocimiento. Y me revienta que a partir de ciertas edades se menosprecie a grandes profesionales por no tener un título tan rimbombante como el otro.

¿Entonces?

Pienso que lo ideal sería que se establecieran categorías de trabajos y de profesionales. Cada trabajo, valorado según su empaque, requiere un profesional de categoría mínima acorde. La categoría del profesional se obtendría por puntos, obtenidos tanto por su formación como por su experiencia visada, y también por sus años y puestos laborales. De esta manera los jóvenes empiezan desde abajo, realizando trabajos de menor cuantía - pero para los cuales la formación específica da un plus de competitividad frente a otros jóvenes-, mientras que a un profesional con mucha experiencia ya no se le tiene que mirar el título. Y que sea el mercado y el tiempo el que sitúe a cada uno en su sitio.

De todas maneras, aquí manda "Europa", y por lo tanto huelga cualquier discusión sobre este tema. Es hablar por hablar. Aunque siempre divierte cómo se retratan los de los Colegios Profesionales. 



Dire Straits - Telegraph Road



jueves, 10 de julio de 2014

Una tuerca rota



La tengo desde hace tiempo y no recuerdo de qué obra es, así que no puedo decirles gran cosa. Solo que es M24 8.8.

No es normal que se partan las tuercas; tornillos rotos, en cambio, me he encontrado a capazos. En una obra, pásmense, rompieron todos. Encontramos tres o cuatro tornillos rotos en el suelo y mandé que se comprobaran todos los tornillos. Resulta que estaban rotos todos, pero la pintura impedía que cayeran.

Increíblemente, esa obra no cayó. Otra, en cambio, unida con 96 M24 10.9: partieron 48 de ellos poco a poco (encontré los vástagos oxidados, y algunos de ellos rotos por dos secciones). Pero con los 48 restantes no aguantaba, y la cosa, de 500 toneladas, se vino abajo. Espectaculares las diferencias de cortes entre los tornillos de rotura lenta y los de rotura instantánea.

Pero tuercas rotas no suelo encontrar. Por eso pongo estas fotos. Por si le sirve de aviso a alguno.








Maggie Mae - The Beatles

lunes, 7 de julio de 2014

La conquista del Oeste



Los lunes, política. Pero, primero,...

Una película de cuando yo era pequeño se titulaba "La conquista del Oeste". Era una gran película, larguísima, que narraba varias escenas de la conquista del Oeste, cada una de ellas protagonizada por actores diferentes. Esto posibilitaba que participaran muchas estrellas, y así de memoria recuerdo a Richard Widmark, John Wayne, Gregory Peck, Henry Fonda y James Stewart.

Traigo a colación la película, porque su título original era How the West was won, literalmente "Cómo se ganó el Oeste". Es casi lo mismo, pero no.

A finales del siglo IV y principios del siglo V, incapaz de oponer resistencia, el Imperio Romano de Occidente fue recorrido a placer por tribus bárbaras. Una de ellas, la de los visigodos, se quedó con la piel de toro. Y sin disparar un solo tiro.

¿Ha pensado alguna vez cómo pudo ser?

Al principio, la población era hispanorromana, pero sometida a unos pocos visigodos. 

En la generación siguiente, la población era hispanorromana, pero la élite era visigoda.

En un par de generaciones más, la población era hispanovisigoda, con la aristocracia visigoda.

Otro par de generaciones, y directamente decimos que la población es visigoda. Y si creen que exagero, busquen en esa España visigoda la cultura que tenía la población hispanorromana antes de la invasión.

Y no digan que fue general, que fue un signo de los tiempos. Fue un signo de los tiempos en los territorios que asolaron los bárbaros; en el Imperio Romano de Oriente, donde no entraron, la población siguió con la cultura romana/griega/cristianorromanagriega durante siglos.

El año 622 Mahoma funda su nueva religión. Cien años después, los musulmanes son detenidos en Poitiers por los francos. Tienen bajo su poder a la península ibérica, el norte de África, la península Arábiga, Oriente Próximo, Mesopotamia y Persia. Han entrado en la India y han llegado a China.

Salvo Iberia, si usted recorre los territorios citados comprobará que éstos son musulmanes. De cultura islámica.

¿Ha pensado alguna vez cómo pudo ser?

En el colegio se estudiaba que los árabes eran pocos. Que cuando conquistaban un territorio, toleraban a los cristianos y judíos, pero se quedaban con los altos puestos de la administración (además de los de mandamás, claro). Que sólo los musulmanes podían trabajar en la administración civil (algo muy conveniente para medrar y conservar el pellejo si la situación de uno no es muy sólida, por cierto). Que estaban exentos de los primeros impuestos, los cuales sólo eran para la población autóctona no convertida.

El resto, hay que imaginarlo. Los árabes, por un lado, eran muy proselitistas. Querían que la gente se convirtiera a la fe de ellos. Y si mi vida (o mi hacienda) corre peligro, si voy a estar siempre en el punto de mira, si me voy a llevar siempre todos los palos, casi mejor que me inscribo como musulmán. Y las pobalciones se "convirtieron" en masa. Por descontado, fueron (digo yo que en su mayoría, al menos), conversiones de boquilla. Que internamente conservarían sus creencias y quizás, de vez en cuando, se reunieran de tapadillo. Sin duda, los jerarcas árabes esto lo sabían. Y lo toleraron.

¿Porqué no iban a hacerlo? El triunfo estaba asegurado, ¿qué prisa tenían?

Piense en la generación siguiente. Oficialmente usted es musulmán, se preocupa de participar en los ritos musulmanes. Su hijo lo ve y se le educa en el Islam. Sí, privadamente usted le explicará las cosas. Seguramente su hijo será un mix. Si no lo ve claro, le sugiero el símil de la lengua en Cataluña. Usted es de Almendralejo. Habla español y siempre hablará español. Su hijo hablará español con usted y con los de su círculo. Pero se le educa en catalán y habla catalán con todos los demás. Para muchos, su lengua verdadera es el español; para muchos otros de estos hijos, es el catalán, se lo aseguro.

¿Y su nieto? ¿Su bisnieto? En tres, cuatro generaciones, las creencias que usted mantenía a escondidas han desaparecido. Sus nietos y bisnietos, educados totalmente en el islamismo, inmersos en una sociedad islámica, por supuesto que son musulmanes.

Estamos hablando de países enteros, de poblaciones enormes (proporcionalmente) que cambian porque cambian sus dirigentes. 

Si en aquel momento un político de la metrópoli que perdía el territorio frente a los árabes o los godos tuviera que opinar, seguramente diría que no pasa nada, que en el fondo la población sigue siendo fiel a la metrópoli. Que los árabes y los godos son pocos, en realidad; lo que pasa es que hacen mucho ruido, controlan los medios de comunicación, cuando hablan se otorgan la titularidad del país, como si hablaran por todos, y sus fieles, pocos eso sí, son unos fanáticos. En realidad, representan a una minoría.

La llegada de los godos fue escalonada y relativamente pacífica. Fue tan gradual, de hecho, que nadie sabe las causas exactas de la caída del Imperio Romano ni sabría decir en qué momento fue (la deposición de Rómulo Augústulo fue un formalismo local; en España no significaba ya nada).

Llegó un momento en que el político de la metrópoli contaba con que la población seguía estando de su parte, cuando la población ya no era hostil a los nuevos mandamases y no iba a partirse el careto por volver a depender de la metropoli.


 Como he anunciado, este artículo habla de política.

Y dicho esto, no tengo nada más que decir.



La espinita - versión de El Consorcio

domingo, 6 de julio de 2014

John Kay y el fin del mundo



Hasta principios del siglo XVIII, los tejedores empleaban la lanzadera manual que había diseñado Leonardo da Vinci. Esta máquina consistía en un pequeño huso de madera, dentro del cual estaba el hilo enrollado en una bobina, y el tejedor lanzaba el huso para insertar entre los hilos de la urdimbre las sucesivas  pasadas de trana del tejido.

En 1733, un inglés, John Kay, inventó una máquina (que denominaremos lanzadera mecánica), la cual constaba de una espiga metálica con un resorte. Esta lanzadera trabajaba más rápidamente (muchísimo más rapidamente, en realidad), y permitia fabricar telas más anchas que las logradas con los brazos del tejedor. De hecho, trabajaba tan rápido que las hilaturas existentes no daban a basto para proporcionar el hilo necesario. Un problema, por cierto, que no se resolvería hasta que Richard Arkwright, otro inglés, reinventara el proceso de fabricación de hilo en 1775.

Si lo piensa usted bien, no hay mucha diferencia de cómo vivía un campesino hace dos mil años y hace trescientos. Podría tener ciertas ventajas textiles, gafas y relojes, acceso a libros, y las mejoras debidas a adelantos tecnológicos, el arado, los molinos, las organizaciones,... pero, en el fondo, más o menos la cosa debía ser bastante parecida. En 17 siglos no se avanzó mucho, si lo comparamos con los cambios en 1, 2 y 3 centurias hacia adelante; convendrá conmigo que el campesino de 1714 está mucho más cerca del campesino del año 14 que del de 2014; y seguramente dirá lo mismo si en vez de 2014 digo 1914. Y 1814. Y también diría lo mismo si hablamos de habitantes de ciudades, ¿verdad?

Puede que se pregunte cómo ocurrió, qué pasó para una evolución tan rápida. Bueno, la religión no evolucionó demasiado, tampoco la arquitectura o la medicina; ni la práctica de las Leyes, la Astronomía  o la técnica gastronómica. Lo que se desarrolló hasta lo inconcebible, todos lo sabemos, fue la tecnología. Los inventos. Cien años después de 1714 existían infinidad de inventos, algunos tan importantes como los ferrocarriles (la primera prueba, exitosa por cierto, se hizo en 1814), las vacunas y las campañas de vacunación, el pararrayos, la litografía, ¡el extintor de incendios!, los alimentos en conserva, los barcos a vapor, ¡los lápices de grafito que usamos hoy en día!, el alumbrado por gas, y tantos otros; por citar un último invento, en 1814 el Times de Londres adoptó un invento de Frederik Koenig: la máquina de imprimir mecánica. Una máquina como ésta:
(cortesía de http://www.victorianweb.org/technology/print/3.html)

Hasta entonces se imprimía a mano, página a página, y con esta máquina... bueno ya se lo imaginan.

Sí, un salto increíble. Ni el hombre más erudito de 1714 podría haber soñado con lo que sería 1814.

En realidad, inventos y avances ha habido siempre. No sabemos mucho de la vida de los cavernícolas, salvo algunos inventos: las puntas de sílex, los hachas y las lanzas, las trampas de caza, el fuego, la rueda... Luego, la escritura, los barcos, el calzado; la brújula, la imprenta y los mapas, los relojes,... claro que siempre ha habido inventos. Pero lo que ocurrió en la segunda mitad del siglo XVIII supera cualquier comparación. De hecho, aquel periodo se conoce como "la Revolución Industrial", y cualquier persona con mínimos conocimientos reconoce que hay una sociedad anterior a la revolución industrial y una sociedad posterior.

Y yo me pregunto: ¿cuál fue el invento que lo cambió todo? ¿Qué desencadenó el frenesí inventor y fabril que denominamos Revolución Industrial?

Si usted es ingeniero industrial, siquiera accidental, posiblemente le vengan a la cabeza nombres como Newcomen o Watt. Muy buenos intentos, desde luego.

Thomas Newcomen fue el primero. Inventó la máquina de vapor, lo que no es moco de pavo y le da bastante puntos en esta clasificación. La máquina de vapor fue un inventazo, porque en aquella época Inglaterra (permítanme la sinécdoque, ustedes ya me entienden) tenía un problemilla: no podían talar árboles para hacer leña porque los que les quedaban estaban ya reservados para la construcción naval. De la necesidad hicieron virtud y los ingleses se convirtieron en mineros, extrayendo carbón para emplearlo en sus chimeneas. Pero las cosas no son tan fáciles, y había otra dificultad: las minas estaban empapadas de agua que se filtraba, ya se lo imaginan. Y ahí apareció Newcomen: inventó una máquina que servía para achicar el agua, y esta máquina funcionaba por vapor. Quizá lo de inventar sea excesivo, pues antes que él otros tipos estuvieron dándole vueltas a la idea y desarrollando modelos, pero fue Newcomen el que realmente construye una máquina con partes móviles. En 1705 su modelo tiene cara y ojos, y la patenta en 1712 (Inglaterra ya era un país más avanzado que nosotros, ¿verdad). La primera máquina con motor aparece, pues, en 1712. ¿Es el inicio de la Revolución Industrial?

Pues... yo diría que no. Una pista: el nombre de Newcomen ha pasado a la posterioridad como el del protoinventor de la máquina de vapor, pero la gloria del invento se la llevó James Watt. Y la potencia se mide en watios, no en newcomens. ¿Porqué?

Porque la máquina de Newcomen sólo servía para achicar agua de minas; y además era muy rudimentaria. Muy mejorable, si me permiten la expresión. Básicamente era un recinto en el que tenemos agua. Calentando ese recinto, el agua se convertía en vapor y el vapor hacía avanzar un émbolo. A continuación, mediante agua fría enfríabamos el vapor, que se condensaba de nuevo en agua, el émbolo retrocedía y vuelta a empezar. ¿Ven el problema? Si no lo captan, no se avergüencen: tuvieron que pasar más de cincuenta años con la máquina delante de las narices hasta que el año 1765 un ingeniero (llamémoslo así, se lo merece), James Watt, dio con la solución: el ciclo correcto es: el vapor hace avanzar un émbolo y llega a un segundo recinto; este vaciado de vapor es el que hace bajar el émbolo. En esta segunda cámara, también mediante agua fría, el vapor se condensa. Luego, ese agua se calentará para generar vapor, y el vapor entra de nuevo en la cámara donde está el émbolo ése que hay que mover.

Dos cámaras. Una para que el vapor, caliente, trabaje, y una segunda para que el vapor utilizado se enfríe. En la máquina de Newcomen hay que enfriar el vapor en una cámara que está caliente, con lo que hay que enfriar el vapor y la cámara. Y luego hay que calentar el vapor en una cámara (la misma) que está fría, con lo que hay que calentar también la cámara. Poco eficaz, ¿verdad? Y lento. Además, el vapor alcanza su máxima productividad cuando está muy caliente, y luego hay que enfriarlo mucho. En la máquina de Watt, cuando el vapor caliente entra en la cámara con el émbolo, esta cámara ya está caliente. Rendimiento máximo. Y luego pasa a una cámara de enfriamiento que ya está fría, con lo que el enfriamiento es también más eficaz.

Ahora sí. A partir de 1765, por fin, podemos hablar de motores de vapor. La máquina de Watt arrasó y en seguida sustituyó a la de Newcomen en las minas. Pero hubo más aún, porque Watt siguió con el tema. Consiguió, por ejemplo, que el vapor entrara en el cilindro con el émbolo por los dos lados, con lo que empujaba al émbolo alternativamente en ambas direcciones y se obtenía un aumento tremendo de la eficiencia.

Y, a partir de ahí, el cielo. Donde necesite usted potencia, ponga una máquina de Watt. Y, además, hablamos de potencia a una escala inimaginable por tracción de sangre, sea animal o humana. Por cantidad, por calidad, por constancia, por disponibilidad... por todo lo que se imagine. Y por cierto: gracias a la máquina de Watt se pudo extraer mucho más carbón y a mayores profundidades. En consecuencia, el carbón circulante fue mucho más abundante y más barato: más carbón significaba más vapor, y tener vapor significaba tener energía. La Revolución Industrial ya estaba aquí, y en menos de 50 años más (1814), otro ingeniero, George Stephenson, conseguirá que una máquina de vapor encima de un vagón lo mueva por los raíles. Hasta entonces los "vagones de trenes" que se empleaban en las minas los arrastraban tiros de animales, y ya sabe usted lo que consiguió Stephenson. Para los políticos y la gente de Letras, la Edad Contemporánea empezó con la Revolución Francesa. Para un ingeniero, si no empezó con Watt desde luego lo hizo con Stephenson.

Honor y gloria, pues, para James Watt. 

Sin embargo, en este punto yo quiero decir algo. Sin menospreciar a Watt, desde luego (¿cómo podría?). Hay algo que hemos pasado por alto en este relato. ¿Se han dado cuenta?

Watt inventó el motor de vapor. ¿Pero para qué quiere usted un motor de vapor?

En tiempos de Newcomen, la necesidad era obtener carbón. Para las chimeneas, porque no se podían talar árboles. Necesitaban carbón para calentarse, y para actividades tales como hornos y fundiciones.

Cincuenta años después, en cambio, había una fuerte demanda de máquinas eficaces que se movieran por vapor. ¿Porqué había demanda? Porque ya había fábricas, tal y como las entendemos ahora. Fábricas que tenían mecanismos que querían mover constantemente, a toda velocidad, con potencia.

¿Lo entienden ya? Fábricas con la lanzadera volante de John Kay, y con las máquinas que producían los hilos, como las de Hargreves, Highs y Crompton. Y a partir de 1771, fábricas que hilaban el algodón con el sistema Arkwright.

Miren, fueron las fábricas las que cambiaron el mundo. James Watt mejoró la máquina de Newcomen, porque era un profesor de la Universidad de Glasgow que se dedicaba a construir instrumentos matemáticos; una máquina de Newcomen llegó a la Universidad, y como no funcionaba bien le pidieron a Watt que la arreglara. Luego, las fábricas se aprovecharon del invento de Watt, pero Watt simplemente mejoró una máquina que hacía una cosa, achicar agua. Otros genios antes que él idearon inventos geniales o mejoraron inventos anteriores. Pero fue John Kay el que inventa la primera máquina "para fábricas". En 1733, la máquina de Kay dio el salto de la fabricación artesana a la fabricación moderna. Y no es sólo el avance tecnológico; es sobre todo el cambio de mentalidad que conlleva. Antes de Kay no podemos hablar de fábricas, sino de talleres artesanales. Antes de Kay sólo hablamos de obreros en la construcción; para la producción "industrial" hablamos de maestros artesanos, oficios,... Con la máquina de Kay empezaremos a hablar de obreros fabriles.

Piénselo, tómese el tiempo que quiera y medite sobre el tema. Antes de Kay tenemos la sociedad "antigua"; después de Kay, la sociedad contemporánea. Yo diría que un mundo terminó y otro nuevo empezó.

Y ya está. Me ha salido un artículo más largo de lo habitual, y aun así se me han quedado muchas cosas en el tintero. Algunas, quizás, las desarrolle otro día; la del otro John Kay, desde luego, merece su artículo. Alguna anécdota, empero, no me resisto a contarla ahora: el sistema de hilado Arkwright, ¿saben qué conseguía hilar? Se lo digo, porque no lo adivinarían nunca: las fibras blancas de las famosas pelucas inglesas de la época. También me habría gustado aprovechar la ocasión para clamar porque el plan de estudios de la Ingeniería Industrial (al menos) incluyera una asignatura de Historia de la Técnica. Pero esto sí tendrá que ser otro día.

Por cierto: ¿no ha pinchado en el enlace musical del principio? Bien, ahora que ya no tiene que leer, hágalo. Y disfrute.



Ombra mai fu (Jerjes) - Haendel - voz de Janet Baker

viernes, 4 de julio de 2014

A propósito de mi placa base



Sigo rumiando lo del programa de ordenador. Se me ocurrió hacer una prueba, con la misma placa. Hice un porrón de simulaciones, siempre con las mismas cargas y cambiando únicamente el momento flector en sentido z.

Por poner tres ejemplos de los resultados:

1) Con un momento flector de 0,5 m·t:

 Resulta que la capacidad resistente de la placa es de 0,46 m·t.

2) Si el momento flector es de 5 m·t:

La placa tiene más capacidad, puede resistir 4,17 m·t.

3) Si el momento flector que actúa es de 50 m·t:

Efectivamente, la placa resiste más: su capacidad resistente alcanza las 21,66 m·t.

¿Qué nos quiere decir? Pues una de estas opciones:

a) Las placas base son como algunos supervillanos, que son más fuertes y más grandes cuanto más les pegan. La capacidad de la placa de resistir flexión depende de la flexión que actúe; cuando desaparece, desaparece también la capacidad resistente. Si le hubiera modelizado una carga de 500 m· t, mi placa habría podido resistir, digamos 100 m·t. Pero eso no quiere decir que la placa las pueda resistir si actúan 100.

Esta opción, que no descarto como verdadera, conlleva la demostración de que yo ni entiendo ni sé de estructuras; hasta ahora, pues, no he sido más que un charlatán con suerte. ¿Y usted?

La segunda alternativa es obvia:

b) Algo está mal.

Ese "algo" puede ser:

b1) El ordenador calcula mal. Los procesadores y coprocesadores hacen operaciones erróneas. De nuevo, no es una opción descartable, pero permítanme que la descarte totalmente; cualquier alternativa es mucho más lógica.

b2) El programa calcula mal. Y esto puede ser por dos razones:

b2.1) El analista que diseñó la rutina de cálculo se equivocó o no sabía de estructuras.

b2.2) El programador que escribió el código se equivocó.

Echarle las culpas al programador no me parece lo más razonable, porque lo que es seguro es que ésa es la parte del proceso que se prueba. El programador no pondrá en tela de juicio el método de cálculo que le dice el analista, pero ambos, sin duda, someterán al código a una batería de pruebas que detectarán cualquier error de escritura del código.

El analista, el que sabe de estructuras, ése puede equivocarse. Y también puede que no sepa lo suficiente de estructuras; en este caso, que no supiera interpretar la norma. Puede ser, los programas se corrigen y se  mejoran. Lo que pasa es que el analista se juega su futuro, y la empresa que comercializa el programa se juega su existencia; por lo tanto, ambos se preocupan de que, lo que hacen, lo haen bien. Y en este caso, bien significa conforme a las normas. Lo que no tienen claro no lo hacen. Por ejemplo, el programa que empleo no sabe calcular placas base redondas.

Una tercera opción:

b3) La norma está mal. En este caso, el Eurocódigo. Sí, también las normas evolucionan y, aunque no lo dicen, se corrigen y se mejoran. Y sí, hay normas execrables: el español Código Técnico de la Edificación en todo lo que afecta a las estructuras, sin ir más lejos.

Lo que pasa es que una cosa es el CTE, que todos sabemos que es una basura sin ninguna credibilidad y por lo tanto lo aplicamos con pinzas, y otra los Euródigos, que entendemos hechos por gente que no es española y por lo tanto digna de nuestra total confianza.

No sé, si es un fallo de la norma, ¿cómo es que no se ha corregido? ¡Que esta norma la aplican los alemanes, los suecos y los holandeses, por amor de Dios!

Pero si las opciones b1 y b2 las descartamos y la opción b3 también, sólo nos queda la opción a: yo no tengo ni repajolera idea. ¿Y usted?, le pregunto de nuevo.

Con todo, la moraleja es lo más grave. No importa demasiado que no sepa calcular placas base o que el programa no sepa o que la norma lo diga mal. La pregunta es ¿qué más? ¿Qué más cosas no tengo ni idea de cómo funcionan, o mi programa calcula mal, o la norma dice mal? Lo confieso, no me he estudiado la norma. Como explicaba en el penúltimo párrafo de esta entrada, todos confiamos en que los programas sí se han estudiado las normas. Así que no tengo ni idea de qué se está haciendo mal y mucho menos cúando se me está colando un gol. De nuevo, ¿y usted?

¡Bah, desengañémonos! Todo esto no prueba sino que, al menos en lo que a los ingenieros de estructuras se refiere, EL FUTURO YA ESTÁ AQUÍ. Cualquier lector de novelitas de Asimov y similares sabe que en el mundo futuro los robots, los ordenadores, los cerebros electrónicos y demás avances cibernéticos se encargarán de multitud de tareas de nuestra vida; nosotros, simplemente, somos los primeros y estamos pagando el pato de serlo.

Por cierto, que cuando ya los ordenadores lo controlen todo y no haya hombres que calculen a mano, no habrá tampoco normas. ¿Para qué? A fin de cuentas, los ordenadores no harán modelos de nudos y barras, sino modelos de elementos finitos. Y no necesitarán las abstracciones, métodos y simplificaciones de las normas. Algo bueno tenían que tener, caramba.

Pero mientras tanto, ya lo ven, yo sufro. Porque soy un antiguo que escucha estas canciones. Supongo que se habrán dado cuenta: ¡calculo con toneladas!


Toda una vida - versión de María Dolores Pradera