Ayer fue la rúa del Barça. Por si no sabe en qué consiste, cuando el Barcelona gana la Liga (o la Copa de Europa, que a veces también pasa), hace un paseo desde Colón hasta el Nou Camp (más o menos), en un autobús de dos pisos sin capota, con un animador, una fanfarria delante y detrás, policía de escolta a caballo, policía de gran gala de escolta a caballo, muchos policías de escolta, ambulancias, cañones de confetti, esas cosas. La gente se agolpa a ambos lados de la calle o se asoma a las ventanas, y saluda a los jugadores y agita las banderas (en esta ocasión, la estándar era la azulgrana con dos orlas laterales con las barras de la bandera catalana), los jugadores saludan a la gente y todo el mundo se lo pasa pipa.
Es normal acudir con tiempo suficiente, de manera que acostumbras a esperar un ratito a que lleguen. Lógicamente, el retraso en los horarios suele ser la norma, y acabas esperando más de lo que creías.
Ayer al salir del trabajo me encontré con gente que estaba esperando que la rúa pasase por allí. Un nutrido grupo de chiquillos ataviados con las diversas equipaciones del equipo esperaba animoso. Tan animosos estaban, que proferían cánticos, como mucha gente. Cuando pasé a su lado, el cántico en cuestión era ése de "in-, inde-, inde-penden-ci-a". Los chiquillos tendrían una edad, les calculé, de ocho o nueve años.
La educación es enseñanza y adoctrinamiento, es inculcar ideas, y estas ideas no siempre van precedidas de un incontestable razonamiento. Reflexione usted un momento, y piense en cuántas ideas tiene usted por correctas "porque lo son". Qué está bien y qué está mal, pero también que la carne de perro no se come, por citarle sólo un ejemplo.
Sin duda habrá quien me diga que no pasa nada, que son chiquilladas y que todos hemos meado fuera del tiesto con esa edad. Yo lo que sí sé es que dentro de ocho o diez años estos chiquillos votarán y su opinión pesará tanto o más que la mía. Yo... en fin, sigan ustedes.
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