Como saben, toreo de salón es lo que hace el torero cuando se entrena, con el carretón que simula ser un toro y lo mueve un muchacho, y el torero hace las poses, los aspavientos, los gestos, y el resto de la compañía, en ese momento, dice "Olé"... Nada que ver, desde luego, con estar con un morlaco de verdad, solo en un albero. Por extensión, suele utilizarse esta expresión para describir a aquellos que presumen de mucho en las conversaciones, sabedores de que jamás estarán en la situación en que se puedan descubrir sus bravatas. Estos días, en Cataluña, no se habla de otra cosa que de la cuestión de la independencia; paree ser que la gran mayoría de la población es independentista. Y yo suelo decir: sí, independentista... de salón.
¡Un momento: lo primero es lo primero! se dice, se oye, se comenta, que a la manifestación pro-independencia del martes 11 fueron un millón y medio de personas. Y a partir de ahí, se hacen todas las suposiciones del mundo. Sin embargo, yo del sentido físico de los números y de hacer estimaciones sí sé algo, que no en balde soy ingeniero y no me marean las cifras. No tengo ningún problema en acotar, metro arriba o abajo, la longitud del recorrido y la anchura de las calles, con lo que soy capaz de saber la superficie cubierta por la muchedumbre. Y como puedo estimar la densidad con la que se agolpa la gente en la vía pública y qué porcentaje de una calle son los árboles, las papeleras y semáforos, los coches aparcados, los contenedores de basura y de reciclaje,... créanme, no fueron más de 250.000 personas. Quizá 260.000, pero ni siquiera 300.000. Ése es el hecho real.
Lo que pasa es que, como en la asistencia a las manifestaciones se exagera desde siempre, si un día se nota claramente que va más gente que a cierta manifestación cuya cifra ya fue exagerada, pues está claro que la cifra de la nueva ha de ser mayor aún. Como en realidad una manifestación no sirve para nada y no deja de ser un fuego de artificio sin consecuencias, pues "para ti la perra gorda". Y se tiene la fiesta en paz. Los números reales, en las votaciones.
Aún así, me dirán, trescientos mil independentistas son muchos independentistas.Bueno, veamos quiénes fueron.
De los 300.000, un porcentaje muy grande era de chavales y jóvenes menores de 25 años. Es decir, un porcentaje muy grande de los asistentes carecía de una experiencia de vida que le permitiera saber qué estaba pidiendo realmente y qué consecuencias reales tendría lo que pedía. No pasa nada, el joven ha de ser algo alocado e irreflexivo, idealista e ingenuo, ha de creer que se va a comer el mundo, porque aún no tiene la fortaleza suficiente para soportar la realidad. Banderas, algarada, ven que lo pasaremos bien, es lo guay y si no vienes eres un pijo y un españolista,... Yo suelo decir "apedrearemos el McDonalds" y todos los que tienen más de treinta y cinco reconocen que es lo que se hacía los 11 de septiembre hace veinte años o más, y ... agachan la cabeza y sonríen, qué burros y qué inmaduros éramos entonces. Nunca nadie me lo ha negado ni me lo ha defendido.
Otro porcentaje importante son los estultos. Son gente que realmente quiere la independencia. He habado con alguno, y lo reconoce: le da todo igual, renunciaría a todo, aceptaría comer mierda el día que pudiera comer, si Cataluña fuera independiente. Eso sí, me dice que con una Cataluña independiente eso no pasaría, pero que si así fuera no le importaría.
(Hay, por supuesto, independentistas que saben que incluso si la población comiese mierda ellos disfrutarían de pantagruélicos festines en sus dachas privadas, pero con éstos no me he topado jamás).
Y el resto... el resto son los que denomino independentistas de salón. Gritan a los cuatro vientos que son independentistas, que querrían ser independientes, pero... porque gritar no les convierte en independientes. Si así fuera, no abrirían la boca ni para beber. Este grupo lo podemos dividir en dos clases.
Una primera clase sería la de aquellos que dicen que son independentistas mientras sólo sea un juego. Por ejemplo, el presidente del F.C. Barcelona, Sandro Rosell. Rosell, de hecho, ha declarado en los periódicos que si fuéramos independientes, ningún problema, porque la liga española permitiría al Barcelona jugar con ellos. Tranquilos, catalanes, que aunque Cataluña sea independiente el Barcelona no jugará la liga catalana, claro que no, sino la española, que es lo que en el fondo quiere la sociedad catalana. Lo captan, ¿no? Rosell es listo. Sabe -o alguien de su junta se lo dirá, tarde o temprano- que el día que toque los clubes de la liga, todos los de segunda y todos los de primera, votarán que no al Barça. Que Florentino se debe a sus socios y que éstos, madrileños y antibarça, exigirán que el Barça se pudra en nuestra liga con el Santa Coloma y el Sant Andreu. Sabe que será así. Pero mientras esto sea un juego que no pasa a mayores, puede soltar todas las bravatas que quiera, que es lo que le hace quedar bien. Y el segundo matiz: si a los aficionados les causa terror la posibilidad de que el Barça juegue en una liga catalana y no española,... ¿ustedes creen que esa gente quiere en realidad separarse de España?
Y luego están los que en realidad no lo han pensado, porque de momento esto es un juego y no hace falta pensar. Si llega el momento y fuera una posibilidad seria, entonces la reflexión les haría darse cuenta de cómo son las cosas. Aquí sólo se habla de lo bien que nos iría siendo independientes, y digo habla por no decir miente, pero nunca se explica qué pasaría si lo fuéramos. Nunca se dice qué ocurriría, por ejemplo, con el potentísimo sector editorial: ¿encargarían los colegios españoles sus libros de texto a una editorial extranjera? O con las obras y concursos nacionales del resto de España: ya no podrían presentarse los catalanes, seríamos extranjeros. No se explica que las excelentes infraestructuras de Barcelona capital ha ido mayormente a cargo del Estado, y que la red de Metro que tenemos la han pagado millones de españoles que no pueden disfrutarla. No se explica que, a partir de ese día, Cataluña debería fabricar de acuerdo con lo que fijasen las normas extranjeras... en realidad, no explican que todo dependería de la buena voluntad de España, de que España decidiera no sólo darle la independencia a Cataluña sino además hacerle la vida lo más fácil posible. Una España que, no lo olvidemos, seguiría regida por unos políticos que deben ganarse los votos en la España despechada. Sí, no me cabe duda que si la cosa fuera en serio y se mostrara la verdadera cara del cuento de hadas que se contaba en la manifestación, casi todos darían media vuelta y se volverían a sus casas, sabedores de que no hay que jugar con fuego y las armas las carga el Diablo.
Lo más curioso, a veces, es que los independentistas creen que éste es un asunto menor, únicamente de ámbito catalán, que no afecta al resto de los españoles y por lo cual éstos no tendrán porqué opinar. Que habría un referéndum, sí, pero que sólo se permitiría votar a los catalanes.
Que ésa es otra: si hicieran un referéndum, los independentistas, obviamente, querrían decir antes quiénes pueden votar y quiénes no. Porque ¿quién es catalán? ¿el que está censado? ¿Y si el censo aumentase brutalmente, porque los no-independentistas acogieran formalmente a todos sus familiares? ¿Un catalán que lleve treinta años viviendo en Córdoba? ¿Un cordobés que llevara treinta años viviendo en Cataluña? ¿Se les dejaría opinar o no? ¿Y a sus hijos, sus mujeres? ¿O habría que pasar algún tipo de ensayo que demostrase que el votante es catalán de pura cepa y cien generaciones (o que va a votar sí, claro)?
Yo estaría a favor de un referéndum si supiera que sólo iba a haber uno. Pero ya se sabe que no, que si lo hay y sale el "No" no pasa nada, dentro de unos años se vuelve a plantear, y luego otro, y otro, y otro... por si la población ha cambiado de idea, más que nada. Hasta que salga "Sí", en cuyo caso ya no sería necesario consultar a la población nunca más.
Y esta es la realidad. Hay un puñado de idiotas que hace mucho ruido y levanta mucho polvo, y se autodenominan "la mayoría". Ustedes, estén tranquilos. La verdadera mayoría no es idiota. El único riesgo lo tenemos con los políticos de Madrid, que también son idiotas; por lo demás, ya les digo: independentismo de salón.
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