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El otro día leí un artículo periodístico en el que el autor terminaba haciendo una referencia metafórica a un "becerro de oro". Sólo lo mencionaba, no explicaba qué quería decir con eso de un becerro de oro: no hacía falta. ¿No hacía falta? En la mente del periodista, sin duda que no, no le cabía en la cabeza que sus lectores no entendieran la referencia. Sin embargo, me da en la nariz que pocos de entre nosotros sabrán a qué se refería con eso de un becerro de oro. Y como este país se está yendo al carajo, mucho me temo que cada vez van a ser menos los que entiendan la referencia. Así que voy a intentar explicar qué es eso del becerro de oro.
Es una cosa de la Biblia. Se cuenta en el libro del Éxodo, el segundo libro. El libro primero, el Génesis, es una colección de relatos e historias, mientras que el segundo es el relato de una historia, la salida de los israelitas de Egipto y como llegaron a su Tierra Prometida, y lo del becerro ocurre en ese relato. Por cierto que "Tierra Prometida" es un concepto que también tiene su origen en este libro del Éxodo, pero ahora no viene al caso.
Primero, unos antecedentes esquemáticos:
- Jacob (también llamado Israel, ésa es otra historia) tuvo 12 hijos.
- A uno de los hijos (José) lo vendieron a unos mercaderes egipcios. En Egipto José fue siervo, luego reo de cárcel y luego mano derecha del faraón. Ésas son muchas otras historias.
- Debido a una hambruna, los 11 hijos restantes emigraron con sus familias y esclavos a Egipto aprovechando que su hermano es un mandamás (esto es una síntesis, claro). Hasta aquí, el Génesis.
- Allí sus descendientes fueron, olvidada la época de José, tratados como tratamos nosotros a los que inmigran por hambre.
- Los israelitas se acostumbran a lamentar la mala vida que llevan.
- Dios le dice a Moisés que saque a los israelitas de Egipto. Como Moisés era más bien tímido y lo de los discursos no se le daban muy bien, Dios le dice que vaya con su hermano (de Moisés), Aarón, que (supongo) era de verso florido. Con el tiempo, Aarón se convertiría en el jefe de la casta sacerdotal.
- Moisés, las famosas 10 plagas de Egipto mediante, consigue que el faraón permita que los israelitas se vayan.
- Los israelitas, guiados por Moisés, se van... al desierto del Sinaí. Allí vagan arrastrando una vida miserable. A estas alturas, las 12 familias de los hijos son ya 12 tribus. Algunos historiadores opinan que 3 tribus habían salido ya de Egipto cuando lo de Moisés y que éste sólo lideró a las restantes, pero no vamos a parar en estas menudencias.
- En un momento dado, Moisés se va a un monte, a meditar. Supongo que perdería la noción del tiempo, porque los días pasaron y los israelitas, en el campamento, se fueron poniendo cada vez más nerviosos.
Y entonces ocurre:
«Viendo el pueblo que Moisés tardaba en bajar del monte, se congregó ante Aarón y le pidió:
—Anda, haznos una divinidad que nos guíe, porque no sabemos qué habrá sido de ese Moisés que nos sacó del país de Egipto.
Aarón les contestó:
—Que vuestras mujeres, vuestros hijos y vuestras hijas se quiten los pendientes de oro que llevan en las orejas y me los traigan.
Todos se quitaron los pendientes de oro que llevaban en las orejas y se los presentaron a Aarón; éste los recibió de sus manos, trabajó el oro a cincel y fabricó un becerro de fundición. Ellos exclamaron:
—Israel, éste es tu Dios, el que te sacó de Egipto.
Aarón lo vio y construyó un altar delante del becerro. Después proclamó:
—Mañana celebraremos una fiesta en honor del Señor.
Al día siguiente se levantaron, ofrecieron holocaustos y presentaron sacrificios de comunión. El pueblo se sentó a comer y a beber, y después se levantaron a danzar».
Ex 32, 1-6
La adoración del becerro de oro, de Nicolas Poussin |
Cuando Moisés regresa de su retiro y ve el becerro, se disgusta y manda que lo deshagan. Que se queme, que las cenizas se mezclen en el agua y que se beban ese agua. Que no quede nada de la escultura. ¿Por qué?
Para entender bien el por qué lo destruyó hay que entender el porqué de su fabricación.
El Dios de los israelitas no tenía ninguna figura que lo representase. Por no tener, no tenía ni nombre, porque cuando Moisés le preguntó a Dios que quién era, éste le respondió que "yo soy el que soy". Con lo que los israelitas lo denominaron con el vocablo "Yahvé", que significa eso mismo: "el que es". Y esto chocaba abiertamente con la mentalidad de la época, no el adorar a un dios, que se adoraba a muchos y se admitía la existencia de muchos más, sino que ese dios no tuviera ni nombre ni representación.
El problema con esto de las figuras representativas es que se acaban convirtiendo en el objeto de la adoración, no lo que representan; algo de eso nos queda todavía, cuando algunos dicen que son de la Virgen tal y no de la Virgen cual, o del Cristo de nosequé y no del Cristo de nosedónde, y estas personas pierden la noción de que ambas figuras son representantes de lo mismo. Los sarracenos esto lo llevaron, como casi todo en ellos, al límite de lo absurdo, y prohíben cualquier representación de Alá o de Mahoma, y de hecho formalmente la de cualquier figura humana o animal aunque este tabú no siempre se haya observado. También fue este detalle el que llevó a los bizantinos a sus debates y luchas intestinas conocidas como la iconoclastia que acabaron debilitando fatalmente al Imperio.
El caso es que los israelitas, Moisés ausente, le pidieron a su hermano, Aarón, que les construyera una figura que pudiera representar a Dios. A fin de cuentas, también Aarón había interlocutado con Dios, ergo...
Pero claro: si construían una figura y se dirigían a ella como si fuera Dios, y le rogaban como si fuera Dios y la trataban como si fuera Dios, seguro que acabarían creyendo que esa figura era Dios y que era esa figura la que les hacía los milagros. Esa figura pasaría a ser su ídolo, y caerían en la idolatría. Moisés cortó por lo sano.
Con el transcurrir de los años, como hijos de una cultura cristiana y por lo tanto de origen judío, hemos asociado el becerro de oro al dinero. Al dios Dinero, quiero decir. Esto es porque en cierto momento Jesús reprochó a los judíos que se afanaran en ganar dinero y las cosas que hacían para ello en vez de ser buenas personas. Para que vieran claro que por dinero estaban haciendo maldades (esto es, cosas que desagradan a Dios), les dijo esta frase:
«No podéis servir a Dios y al dinero».
Mt 6, 24b Lc 16, 13b
Y de ahí que culturalmente representemos al dios Dinero como el becerro de oro. Por extensión, el becerro de oro es cualquier otro dios al que atendemos; en el caso del artículo periodístico al que hacía referencia, podría ser el Poder, el Nacionalismo, la Apariencia o cualquier otra fuerza del Lado Oscuro a cuyo servicio parece que hayamos consagrado nuestra vida.
W. A. Mozart - Vísperas solemnes de confesor, K339: Laudate Dominum