El otro día escribí sobre la universidad española. La verdad es que no tengo una buena opinión sobre nuestra universidad; no la tengo sobre el sistema educativo en España, ni sobre los valores que los españoles intentamos transmitir a nuestra descendencia, ni sobre el nivel del profesorado de la universidad. Cada una de estas razones, por sí sola, no bastaría para mi pesimismo si las otras dos fueran positivas, pero la suma de las tres es definitiva.
Una excepción es nuestro sistema de formación de médicos.
En primer lugar, elige a los mejores estudiantes; además (y recalco que es sólo mi opinión, no tengo estudios que lo corroboren), son los estudiantes que más han trabajado. Hay, es cierto, alumnos brillantes con notas muy altas que eligen carreras técnicas o de muy alto nivel, pero estoy seguro que la brillantez de esos alumnos proviene de mentes privilegiadas, de ser unos cerebros, con auténtico talento para las disciplinas que eligen. En cambio, los alumnos de medicina, en general, hincan los codos a conciencia desde varios años antes de la selectividad; sus notas son fruto de que son listos, sí, pero sobre todo de su trabajo.
En segundo lugar, el proceso es especial. No mantienen el esquema Bolonia, sino nuestro tradicional plan de 6 años, con el que se consigue el título genérico de doctor en medicina y cirugía. Luego preparan una dura oposición para entrar en el programa nacional MIR ("médico interno residente"). En este programa, los mejores escogen primero, y los médicos alumnos trabajan durante cuatro años en hospitales en un completo programa de formación. En definitiva, los 11 años de formación específica en medicina no se los quita nadie.
Y en tercer lugar, por las peculiaridades de nuestro sistema sanitario (tan diferente, por ejemplo, del estamento de los ingenieros industriales), los profesores que tienen son buenos... en la etapa de Facultad. En la etapa MIR, es la vida misma, el oficio, los que les va a enseñar.
Creo, por lo tanto, que de momento el nivel que tenemos de formación de los médicos se mantiene en "bueno". En envidiable, la verdad.
Clave en todo esto ha sido, por descontado, la negativa del gobierno a introducir el plan de estudios de Medicina en el famoso Plan Bolonia. Yo, como puede deducirse con facilidad a partir de mis escritos anteriores sobre el tema, no tengo ni repajolera idea sobre si el plan Bolonia es bueno o no, pero les confesaré una cosa: cuando me dijeron que Medicina estaría fuera, me convencí que no era bueno. No podía serlo, si no querían que afectase a la formación de los médicos.
Y la puntilla definitiva a mi opinión sobre Bolonia llegó cuando me dijeron que Francia también había excluido a la Escuela Politécnica de París. Aceptaban que los ingenieros corrientes se educaran según Bolonia, pero los de su escuela de ingenieros de élite, no.
La Escuela Politécnica de París, l'X, no forma ingenieros: forma super-ingenieros.
La X, l'X, fue fundada en 1794. Tiene su gracia que la fundaran, porque ese mismo año guillotinaron a Lavoisier (al que dedicaré mi próximo artículo) tras juicio sumarísimo en el que el presidente del tribunal declaró que "la República no necesita ni sabios. ni químicos". También es cierto que menos de tres meses después guillotinaron a este presidente de tribunal. Y, ya puestos a explicar las cosas, ese tipo era abogado de profesión. ¡Caray, es que ni los nazis habrían ejecutado a Lavoisier! Más aún quizá algún día escriba sobre el mentado presidente: tras la caída de Robespierre (que se asocia con el fin del Terror) nuestro personaje fue uno de los que tuvo que escapar... y no lo consiguió. Le engancharon y le aplicaron los mismos métodos judiciales que él aplicaba a "sus víctimas". Con, claro está, el mismo final. Eso sí, a él no le juzgó el "tribunal revolucionario" (suspendido con Robespierre), sino un tribunal criminal de su distrito. O no, ya que figura como último condenado del tribunal revolucionarlo. La verdad es que la Revolución Francesa es, aunque apasionante, un follón de nombres y hechos. Que, sin embargo, deberíamos estudiar todos a fondo y aprender de la experiencia. Y, como no lo hacemos, así nos va.
A lo que iba. Dos meses después de la muerte de Coffinhal (sí, el presidente que no necesitaba sabios), supongo que entre los jacobinos habría algunas mentes un poco lúcidas que se darían cuenta que si todos sus cerebros emigraban o les separaban la cabeza del tronco, difícilmente mantendrían a Francia libre (dicho de otra manera: sin ingenieros, sin gente que inventara o que supiera hacer las cosas, Austria, Prusia y Gran Bretaña les daría pa'l pelo y serían ellos, los jacobinos, los que se quedarían sin cerebro). El caso es que decidieron que tenían que tener una escuela de talentos, y la fundaron. A Napoleón le gustó la idea, y cuando le llegó el turno la apoyó. Y luego fue ya imparable. Era l'X.
No sé por qué en España no tenemos un equivalente a la X. Supongo que es cuestión de caracteres: la soberbia del francés le hace pensar que es el mejor del mundo, y por lo tanto debe tener la mejor escuela de ingenieros del mundo; la soberbia del español le hace pensar que él no necesita ninguna escuela, y menos aún que alguien vaya a enseñarle algo a él. El hecho cierto es que en España no tenemos una X.
O quizás ésa es la diferencia: a Coffinhal, los franceses le cortaron la cabeza. Nosotros, a los licenciados en Derecho que opinan que no necesitamos sabios ni químicos los hacemos presidentes del gobierno.
En fin: quien quiera saber más sobre la Polytechnique, en la wikipedia encontrará más información. Lo importante es que es una escuela de élite de ingenieros, y que el gobierno de Francia aceptó que sus ingenieros normales se formaran con el plan Bolonia, excepto sus ingenieros de l'X. Por algo será.
Paco Ibáñez - La mala reputación