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domingo, 7 de octubre de 2018

Ambroise Paré o el fin de la barbarie




Antaño, a los combatientes heridos no se les curaba. Se les remataba, para ahorrarles sufrimientos. Lo cierto es que no habrían sabido cómo sanarlos, curar heridas de guerra. Nunca se había hecho. También habría sido un problema evacuarlos del campo de batalla, llevarlos consigo al avanzar el ejército, alimentarlos. Y desde un punto de vista militar quizá no tendría mucho sentido: el herido quedaría, a lo mejor, inválido, por lo que no serviría de ayuda en el futuro. Y eso si la herida era en un miembro; una herida en el abdomen o en el tórax, por ejemplo, tiene mala cura. Por no hablar de las condiciones higiénicas. No, la condena de muerte era casi segura. Lo más humano era rematarlos. Matarlos, en realidad.

Por suerte para todos nosotros, un hombre no pensó así.

Porque Paré era un maestro barbero que nació en Francia hacia 1509. Maestro barbero o cirujano-barbero, da igual: era una categoría de "médico" que se dedicaba al "cuidado" de los soldados heridos en los combates, aunque ya sbemos qué "cuidados" solían ser esos. Y cuya herramienta principal era, cómo no, la navaja.

Pues bien, Paré pensó que lo que había que hacer era intentar curar a todos los heridos. En una época en la que se solía echar aceite hirviendo sobre las llagas para limpiarlas, Paré utilizó un calmante de su propia invención. Una noche tuvo un cierto número de heridos, y con un gruposiguió la técnica habitual del aceite, mientras que con el otro empleó el cataplasma que se se había hecho. El grupo del aceite pasó la noche en agonía mientras que el otro grupo se estaba recuperando. Debido, en realidad, a que su cataplasma contenía aguarrás, que a pesar de todo tiene propiedades antisépticas.

Otra cosa que también se dedicó a hacer era ligar las arterias tras amputar un miembro: mucho mejor que lo que se hacía, que era cauterizar al rojo vivo el corte. Nuestro barbero incluso aprendió a reducir fracturas óseas y otros avances médicos. Como curiosidad, Paré demostró la inutilidad de las piedras bezoar contra los venenos. Un bezoar es un elemento no digerible que entra en el circuito digestivo; por ejemplo, un mechón de pelo. Una piedra bezoar es una piedra semipreciosa parecida a la perla de una ostra: un grano de arena va formando capas de calcio alrededor, como hacen las ostras. Pues bien, en aquella época se pensaba que estas piedras podían curar, o limpiar, no sé, la ingesta de venenos. De hecho, la palabra bezoar viene de una voz persa que significa "contraveneno" o "antidoto". El caso es que Paré no lo creía, y en cierta ocasión en que pillaron a un cocinero robando la cubertería de plata y lo condenaron a la horca, Paré le propuso el experimento: el cocinero tragaría unas piedras bezoar y luego ingeriría el veneno. Si el cocinero sobrevivía, quedaría libre. Siete espantosas horas después, Paré había demostrado que las piedras bezoar no curaban los venenos. Al menos no todos.

Paré murió en París en 1590. Tendría, pues, 80 años: una venerable edad en la actualidad, una considerable entonces (lo que me da qué pensar). Hoy, a Paré se le considera el padre de la cirugía moderna, y es fácil entender por qué.

No sólo los ingenieros y las personas con mentalidad de ingeniero somos responsables del avance de la Humanidad. Esta afirmación es aún más cierta cuando el avance que damos no es técnico sino moral. Paré, el protagonista de esta historia, introdujo varios avances técnicos, sí, pero su gran logro, sin discusión, fue de índole humana. Hasta el punto de que podemos decir, sin rubor, que Paré supuso el fin de la barbarie.




Xavier Rudd - Follow the sun

sábado, 1 de septiembre de 2018

Los Comentarios: Parte I. Hombres extraordinarios




En contadas ocasiones a lo largo de la Historia han aparecido hombres extraordinarios. Extraordinarios de verdad, no uno entre un millón. Hombres con un genio superior, con habilidades superiores y con una capacidad de liderazgo insuperable, capaces de aunar a miles de hombres sólo con su carisma, a millones, y que todos, por él, den lo más de sí mismos, hasta la vida cuando era preciso.

LLevo unos días meditando cuántos de estos hombres me salen, y no son muchos. Siete, quizás ocho.

Lo más curioso, sin embargo, es una coincidencia que casi todos ellos tienen en común. Casi todos, no todos. 

Por orden cronológico, el primero de los hombres extraordinarios es Alejandro Magno. Porque caudillos ha habido muchos, y grandes reyes, incluso grandísimos caudillos y reyes. Pero lo de Alejandro Magno se sale de escala. Intenten explicar cómo fue posible que un territorio insignificante de la pequeña Grecia, un reino que sin él apenas sería hoy conocido sólo por los muy eruditos del helenismo, dominara en tan pocos años casi toda la Tierra conocida y más aún. Cual ratón que se come un elefante, se tragaron el vastísimo imperio persa y, por si era poco, lo que lo rodeaba, desde las arenas de Libia hasta las selvas de la India.

¡Ah, y a pie!

Alejandro Magno murió, rey del mundo, con 32 años de edad. Con sólo 22 años ya arrastró a su ejército a la conquista de Asia.

No sé qué carismas tuvo Alejandro, pero, fueran los que fueran, sin duda hicieron de él un hombre extraordinario. Por fuerza, tenía que haber algo en él. Es el patrón por el que se han de tallar los hombres extraordinarios y quien mejor representa mi idea de hombre extraordinario.

Cien años después, en la costa de Túnez nació otro hombre extraordinario: el hijo de Amílcar Barca, el gran Aníbal. La figura de Aníbal ya la glosé en mi entrada sobre Tocón, así que baste decir que su nombre en la lista no admite discusión posible. Sin peros.

Y poco más de cien años después, nació el tercero. Esta vez, romano: Julio César.

Ya hablaremos de César en otra ocasión; de momento, quedémonos con esta idea: después de él, todos los emperadores romanos quisieron llamarse también "César".

Después de César hubo que esperar 1.200 años: Temudjin. No alcanzo a explicarme cómo pudo Gengis Kan juntar a los desharrapados mongoles de la estepa, campesinos y pastores y todo lo más salteadores ocasionales (la excusa mundial es que eran curtidos guerreros, cuando lo más probable es que se limitaran a pelearse en sus contiendas tribales internas) y convertirlos en el más exitoso ejército que jamás han visto los tiempos y conquistar absolutamente todo lo que quiso en un abrir y cerrar de ojos. Y es que el imperio mongol es el más grande (terrestre) que ha existido nunca; abarcó desde el Pacífico hasta las murallas de Viena y no hubo nadie que fuera capaz de resistirles. Pero ¡por favor, que hablamos de mongoles! En el caso de todos los anteriores (y de los que seguirán), al menos tanto ellos como los hombres que les siguieron tenían un propośito, un fin. Uno quiso ser el conquistador de Asia, el rey del mundo. Otro quería destruir Roma. Y el romano quería darle gloria. Pero ¿Gengis Kan? ¿Los mongoles? Vale que los macedonios, los cartagineses y los romanos no tenían ni idea de lo que se iban a encontrar cuando atravesaban Asia Menor, los Alpes o la Selva Negra y el Rin, pero es que los mongoles ni siquiera sabían a dónde iban o dónde pararían. No sabían qué país estaban conquistando, contra quién luchaban o porqué; simplemente, era el país siguiente. El que iba a continuación. Pero es que ni la codicia, oigan. Los mongoles siguieron vivendo en yurtas y montando a caballo de la mañana a la noche, siempre buscando el siguiente cuello que rebanar.

Sí, Gengis Kan merece estar con todos los honores en la lista de hombres extraordinarios.

El quinto miembro de la serie tardó 300 años en aparecer, y diría que era italiano, aunque su éxito vino de la mano de España: Cristóbal Colón.

Cristóbal Colón era un crack. Un auténtico crack. No fue sólo su pericia cmo navegante (y como almirante, jefe de una flota). Su comprensión de lo que pasaba con la brújula (hasta él, la brújula sólo se usaba en el ámbito del Mediterráneo y Europa Occidental, en el que la brújula marca más o menos siempre con el mismo ángulo con respecto a la Estrella Polar), cómo supo que Cuba era una isla y que habría un continente más allá, su descubrimiento (es íncreíble que no se lo estudie como una de sus máximas hazañas) de ¡la ruta de vuelta!, que no es ni de lejos la ruta de ida, su tesón, el convencimiento que tenía (sin pruebas) de que valía jugarse la vida porque tenía razón,... Hay tantas cosas y tantos detalles asombrosos que yo, personalmente, a menudo pienso que Colón fue un fraude: que él ya sabía que América estaba ahí, que de alguna manera  algún barco habría llegado antes por error (¡qué se yo, alguna tormenta que lo desviara!) y que en el viaje de vuelta naufragara y algún marinero llegara hasta Madeira y allí él escuchara el relato de un moribundo naúfrago... 

Por cierto, lamentable la página sobre Colón en la Wikipedia. Parece que la ha escrito su peor enemigo.

Colón, sin lugar a dudas, merece un puesto en la lista de los hombres extraordinarios. Y, desde luego, si alguien fue capaz de arrastrar a un puñado de hombres hasta el infinito y más allá, fue el. Pero es que además con Colón se inicia una etapa irrepetible en la que de la Península salieron una pléyade de hombres que llevaron a cabo hazañas sin paragón. Cortés, Pizarro, Almagro, Valdivia, Orellana, Cabeza de Vaca, Hernando de Soto, Magallanes, Elcano, Núñez de Balboa, Torres, Ponce de León, Urdaneta y Legazpi, Mendaña, Ojeda, Jiménez de Quesada, Coronado,... la lista parece interminable y todos ellos realizaron proezas que empequeñecen a las de cualquiera de los exploradores anglosajones que se nos venden como héroes. No alcanzo a entender porqué no se estudia, en nuestras escuelas, esta etapa gloriosa de nuestra Historia y menos aún las gestas que hicieron nuestros paisanos; imagino que será porque nuestros planes de estudio los confeccionan gente que nos odia, pero aun así... El caso es que de la larga lista de descubridores y conquistadores, dos nombres descollan sobre todos los demás y merecen ser incluidos por derecho propio (y también como representantes) en la lista de los hombres extraordinarios.

El primero de ellos es Hernán Cortés; para entenderle, situémonos en 1519. En esa época España controla las islas del mar Caribe. Ha descubierto el continente, y Núñez de Balboa lo ha atravesado por el itsmo de Panamá, descubriendo el océano Pacífico. Ojeda ha descubierto el lago de Maracaibo y Venezuela, Ponce de León Florida y Hernandez de Córdoba ha llegado a Yucatán. Las colonias de las islas ya están en marcha y los colonizadores empiezan a traer a sus familias desde la Península, pero no hay mucho más. Se han descubierto tierras y selvas infestadas de mosquitos, indios poco civilizados (apenas ha habido un primer contacto con los mayas) y nada especialmente interesante... aparte del imperio azteca. Se sabe que al otro lado del mar hay tierras vastísimas, controladas por indios guerreros y poderosos que tienen sometidas a todas los pueblos indígenas que los rodean. Su cultura es impresionante, rica en oro y muy avanzada. Sin duda, no es un enemigo despreciable, y desde luego no son los indios con los que se han topado hasta ese momento. De hecho, Hernández de Córdoba había descubierto la península de Yucatán, sí, y contactado con los mayas y sabido de una civilización avanzada, pero esos indios ya eran demasiado para él: salieron por piernas.

Un detalle adicional: los españoles aún no conocían la corriente del Golfo. No tenían cartas marinas ni mapas. Podían saber que había tierras al oeste, al sur, al suroeste... pero no sabían ni cómo de lejos, ni dónde había radas donde atracar los barcos. Y la corriente del golfo trastocaba lo poco que sabían: salvo que fueran hacia Sudamérica (Colombia, Venezuela...) por las islas antillanas, una corriente imperceptible para ellos arrastraba los barcos al estrecho entre Cuba y Florida; debían ser escasos los pilotos que, tras varias malas experiencias, supieran cómo lidiar con ella.

Y en éstas, aparece Cortés, dispuesto a romper el estrecho corsé que supone colonizar sólo las islas. La aventura debía parecer imposible, pero Cortés consiguió organizar la expedición y llevar 600 hombres. Cruzaron el mar y desembarcaron en Yucatán: hasta ahí, terreno más o menos conocido. A partir de ahí, una de las más asombrosas hazañas de la Historia, como prueba el que, en el omnipresente intento de desprestigiar a España y sus hijos, cuando se estudia este pasaje en los colegios siempre se intenta aportar explicaciones: que si los caballos, que si el armamento,... Es tan asombrosa la gesta que no se acepta tal cual: piensen en cambio si en alguna de las otras grandes gestas de la Humanidad se pone tanto interés en intentar explicar (¡y desde niños, por si acaso!) las ventajas que tenían los que la lograron: no, no encontrarán ninguna otra. Así que algo tendrá el agua cuando la bendicen, y sin par es la hazaña de Cortés.

Hernán Cortés, de Trujillo, es sin duda uno de los hombres extraordinarios.

Y el otro hombre que incluyo sin dudarlo es un portugués: Fernando de Magallanes. 

De nuevo, 1519. Sitúense, por lo tanto, en el panorama anterior: América se limita al territorio antillano. Cabral, el portugués, ha descubierto por accidente Brasil, pero sólo la punta que está más cerca de África. Y Núñez de Balboa, el Pacífico. Por el otro lado, en 1512 los portugueses, siempre con su técnica de exploración por cabotaje y pasos cortos pero seguros, habían llegado hasta las islas Molucas. Pero siempre, desde Colón, pasos cortos. En estas apareció Magallanes.

¿Qué movía a Magallanes? ¿En qué pensaba? No lo sé, pero sí sé una cosa: metido en faena, no se arredró ante nada, y como resultado no hubo obstáculo que no superase.  Y es que circunnavegó América del Sur hasta el estrecho que lleva su nombre, dando la vuelta en la Patagonia; y cuando decidió que ya estaba en el Pacífico, mas al sur de lo que nadie había llegado jamás, hizo lo que se me antoja más imposible de todo: se lanzó a cruzar el océano y, de alguna manera, llegó a las Molucas. ¿Cómo llegó, cómo sobrevivieron, cómo no se perdió, cómo....? Las mil preguntas que se pueden hacer sólo revelan lo imposible de su hazaña. Pero a partir de ese momento, el océano Pacífico fue "el mar de los españoles".

Como todo el mundo sabe, Magallanes murió en Filipinas en un combate contra indígenas, y fue Juan Sebastián Elcano, su segundo, el que culminó la expedición con el regreso a España. La gesta de Elcano no estriba, en realidad, en su aspecto de exploración, sino en el ejercicio de su liderazgo: Filipinas, Molucas, era ya territorio descubierto. El camino hasta casa era, pues, conocido. Pero... era un camino portugués, y los españoles no podían navegarlo. Si los descubrían, no les socorrerian: les matarían. Elcano lo consiguió: cruzó Indonesia, atravesó el océano Índico (y no por la ruta porguguesa, pegada a la costa, sino a la brava, y luego rodeó Africa hasta llegar a España. Pocos y medio muertos de enfermedades, hambre y esfuerzos, pero vivos y libres. Ambas gestas, la de Magallanes y la de Elcano, son realmente asombrosas; pero si he de escoger a un hombre como extraordinario, escojo a Magallanes. Elcano, a fin de cuentas, hizo lo imposible pero porque no tenía otra opción. Magallanes, en cambio, consiguió que todos abandonaran la comodidad de sus día a día para lanzarse, a pecho descubierto, hacia lo desconocido.

Alejandro Magno, Aníbal Barca, Julio César, Gengis Kan, Colón, Cortés y Magallanes. Siete. Han pasado 500 años (el año que viene, ya verán cómo pasan sin pena ni gloria) de las gestas de Hernán Cortés y de Magallanes. Y yo creo que no ha vuelto a surgir un hombre extraordinario. Ha habido, sí, grandes exploradores, genios militares, caudillos y líderes. También científicos e inventores que cambiaron nuestro mundo; e incluso políticos.  Pero, en mi opinión, ninguno de ellos realizó una gesta del calibre de la de mis siete héroes. Quizá sea porque ya es imposible: a Armstrong, si lo miramos bien, a la Luna lo llevaron. Y previamente lo entrenaron a fondo. No fue él que se plantó en Houston y dijo "señores, dénme un cohete y dos tripulantes que voy a pisar la Luna". O, como diría Newton, las cosas extraordinarias se consiguen ya porque se está "a hombros de gigantes". Aunque escribí al principio que quizás podríamos ampliar la lista hasta ocho. Y el octavo sería, sin duda, Napoleón Bonaparte. Pues sin duda a él hay que atribuirle el cambio de la problemática Francia de finales del siglo XVIII a la potente nación que dominó Europa bajo su mando. Pero me resisto a considerarlo al mismo nivel que los otros siete. Digamos que Napoleón se lleva el accésit.

Podríamos nombrar también a algunos finalistas que sin embargo me temo que no pasan el corte. Por ejemplo, Gandhi. O Mahoma. Y es que tampoco es que lo suyo fuera extraordinario. Tomemos como ejemplo a Mahoma: en realidad, lo que pasa es que se le mira con buenos ojos. A fin de cuentas, lo que de verdad hizo fue organizar una banda de salteadores, deponer a los gobernantes de La Meca (¡como si en aquella época eso fuera una hazaña!) y vencer a las tribus de la zona. Que luego los Omeya expandieran sus dominios (aprovechando la debilidad coyuntural en esa época de Occidente y los persas) no tiene nada que ver con él, no fue obra suya. Sería como dar a Colón el mérito de lo que hicieron Cortés y Magallanes.

Así pues, ésta es la lista de los hombres verdaderamente extraordinarios:
  1. Alejandro Magno
  2. Aníbal Barca
  3. Julio César
  4. Gengis Kan
  5. Cristóbal Colón
  6. Hernán Cortés
  7. Fernando de Magallanes
 Accésit: Napoléon Bonaparte.

Y ahora viene un dato curioso: un griego, un tunecino (pre-Islam), dos italianos, un español, un portugués, un mongol y (si lo incluimos) un corso. ¿Alguien nota un patrón aquí? Caray, no sé que pinta un mongol en esta lista y quizá sea la excepción que salva a todos los pueblos, pero no puede ser casualidad. No sé qué decir al respecto, salvo que ya que hoy en día se mira la Historia desde una perspectiva ex-Mediterráneo estoy seguro de que se aducirán múltiples razones que en realidad no son sino excusas por parte de las demás naciones que no han conseguido aportar jamás ningún nombre a la lista.

Pero estoy seguro de que no es casualidad. Algo debe haber en nuestro carácter, en nuestra manera de afrontar la vida, no sé qué, algo que hace que, a veces, surjan entre nosotros alguno los hombres más extraordinarios de la Historia de la Humanidad.




Schubert - Sinfonía inacabada (1er movimiento)

jueves, 19 de abril de 2018

Teoría de probabilidades




El concursante ha ido acertando todas las respuestas hasta el final. Sólo queda una pregunta; si la acierta, lo gana todo, pero si falla no se llevará nada.

¿En qué año descubrió Otto Bayer cómo sintetizar el poliuretano?

A: en 1937

B: en 1950

C: en 1953

El concursante, como usted, no tiene ni idea. Hay que elegir una respuesta, y va a ser al azar.

Elija una. Escríbala en un papel, si quiere. Veremos qué pasa.

Supongamos que el concursante elige... la respuesta A. ¿Seguro? El presentador enarca una ceja, pregunta una y otra vez al concursante. ¿La A? ¿Usted cree que Otto Bayer descubrió la síntesis del poliuretano en 1937? El concursante se mantiene. La A. 

Como queda tiempo, el presentador, que sabe cuál es la buena, dice: hagamos una cosa, veamos si la respuesta correcta es... la C.

Momento de tensión. El concursante está como un resorte. Música de El exorcista, o quizá un redoble de tambor.... Y se revela que la C... no es la respuesta correcta. El público del plató suelta un ohhhhh de alivio. El concursante relaja los hombros, le vemos sonreir, pero todavía no las tiene todas consigo. Ha sido un segundo, vuelve el gesto tenso.

Y entonces... el presentador hace una nueva oferta: ¿Todavía se mantiene usted en que la respuesta correcta es la A? 




¿Qué haría usted?

¿Se mantendría en la A?



Si se mantiene en la A, usted no entiende la teoría de probabilidades. Debe cambiar a la B. Si cambia a la B, tiene el doble de posibilidades de acertar que si mantiene la A. No, no es cierto que la probabilidad de cada una sea del 50%.

Verá, la probabilidad de que la respuesta correcta sea la A, al principio, era de 1/3. Una entre tres, en eso estamos de acuerdo, ¿verdad? Sí, la probabilidad de que fuera la B era de 1/3, pero eso era al principio, no ahora. Ahora es de 2/3.

Esto es así porque la probabilidad de que fuera la A era de 1/3, y la probabilidad de que no lo fuera era de 2/3. Lógico, ¿no? Pues bien, esto es lo que se sigue jugando. La A con probabilidad 1/3, y que no sea la A con probabilidad 2/3. Lo que el presentador está ofreciendo no es elegir la opción B, sino elegir que no sea la opción A. Y que no sea la A, está claro, tiene 2/3 de probabilidad. El doble de que sea la A.

No es cierto que ambas opciones estén al 50%, porque la respuesta correcta lo es desde el prinbcipio. No cambia porque se descubra que no es la C. Si es la A o la B lo es digamos lo que digamos, y lo que se nos pide es que digamos si es la A o si no es la A. 

Muchos concursantes, llegados a esta pregunta final toman malas decisiones porque no saben teoría de las probabilidades.

Y si usted sí que sabe de probabilidades, toma la decisión correcta y cambia a la B. Pero es igual,el karma funciona y como usted no sabía la respuesta correcta, se equivoca: Otto Bayer sintetizó el poliuretano en 1937.

Otto Bayer, como habrá notado, era alemán, de Fránkfurt. ¡Caramba, qué coincidencia!





Peter Gabriel - Big time

domingo, 15 de abril de 2018

A propósito de Bessel




¿Bessel?, se preguntarán. ¿Quién es ese Bessel del que nunca he oído hablar y del que sin duda jamás me hablarán?

Es cierto, Fiedrich Bessel es un científico alemán. Es decir, es un científico del montón. Uno de tantos. 

Su historia no es nada del otro mundo: era alemán. Pero imagine, mientras la cuento, que fuera español. En ese momento.

Va a ser una historia increíble.

Bessel nació en 1784 en Westfalia. Su madre era una criada. Así que Bessel sólo tuvo una formación básica. A los 14 años tuvo que salir a ganarse los garbanzos, lo colocaron de aprendiz en una compañía mercantil. Autodidacta, aprende astronomía y matemáticas hasta el punto de que en 1804 calcula la órbita del cometa Halley y se la envía a Heinrich Olbers, astrónomo de prestigio en la época. Olbers alucina con los cálculos y consigue que los publiquen. Al tiempo, presenta a Bessel a Schröter, otro astrónomo, que lo contrata para su observatorio particular. Allí Bessel se curte, y (aquí soy yo el que alucina), el gran Gauss recomienda a la universidad de Gotinga que le dé el doctorado en Astronomía ¡sin tener estudios universitarios! Con 26 años, la fama de Bessel es tal que el rey Federico Guillermo III de Prusia lo nombra director vitalicio de su observatorio en Könisberg.

Por cierto, la gran aportación de Bessel se estudia en todos los colegios (o se estudiaba, al menos en mi época) en la asignatura de Ciencias Naturales, solo que sin mencionarle: la técnica del paralaje para medir distancias astronómicas.

Con el paralaje y el excelente telescopio de Fraunhofer que tenía (en algún sitio he hablado o hablaré de Fraunhofer), nuestro hombre establece la distancia a la que se encuentra la estrella Cisne-61 (y casi la clava): 98 billones de kilómetros. El Universo era muuucho más grande de lo que se creía.

Pero Bessel hizo muchos más avances en la astronomía. Por ejemplo, las estrellas binarias (estrellas emparejadas): descubrió que Sirio (la estrella más brillante de nuestro cielo) tenía variaciones en su brillo, y dedujo que tenía que haber una segunda estrella, Sirio B. Sirio B fue confirmada en 1862, pero para entonces Bessel ya había muerto de cáncer, en 1846

Veamos, Bessel nació en 1784. En 1800 tenía 16 años. Cuando tenía 21 años se libró la batalla de Ulm. Jena, Wagram... Fueron años de guerra contra Napoleón. Igual que en España. Bessel, sin duda, no lo tuvo fácil: un chaval sin nombre, que quiere vivir de la astronomía, en años tan difíciles. En una tierra asolada por continuas guerras. Comparada con Alemania, España tenía una estabilidad envidiable. Y, sin embargo, no surgió aquí ningún Bessel, como no hubo ningún Gauss, ningún Fraunhofer y ningún Olbers. ¿Científicos que ayudan a otros científicos? ¿Reyes que se interesan por científicos? ¿En España? E insisto en el entorno: en 1813, por ejemplo, los franceses destruyeron el observatorio de Schröter, sus trabajos y sus libros. Pero el país, el desarrollo científico del país, no se paralizó por la guerra. 

¿Por qué esta diferencia? Es una pregunta que me hago a menudo. Supongo que en realidad nadie sabe la respuesta, y que no existe un motivo único. No creo que fuera un pasado guerrero que nos hubiera esquilmado: Alemania tuvo casi 200 años de guerras civiles por la religión, y desde luego los casi 50 años reales de la Guerra de los Treinta Años dejaron al país hecho una piltrafa. Sí, sin duda el carácter diferente de los alemanes tuvo algo que ver, pero no sé qué es lo que forja el carácter de un pueblo.

Tampoco creo que sea cosa de reyes. En el siglo XVIII no los tuvimos tan malos. ¿La religión, entonces? Pues... quizá esto sí es más probable. Puede que el catolicismo rampante de estos pagos no alentara las ciencias, mientras que allí, conviviendo con los luteranos, el catolicismo se atenúa, se vuelve menos ultramontano y aprende a mirar las cosas con otra óptica de vez en cuando.

A veces he pensado que es una cuestión de masa crítica. Que allí acumularon cerebro suficiente para que creciera por sí solo, y que aquí nunca tuvimos los necesarios para crear el caldo de cultivo. Quizás, pero es que...

Es que los alemanes florecieron en todos los ámbitos. En vida de Bessel tuvieron grandes físicos, químicos, astrónomos, matemáticos, inventores de todo tipo,... pero también naturalistas, filósofos, músicos, escritores,... Como muestra, un botón: el suegro de Bessel fue el químico Karl Gottfried, que fundó el primer laboratorio de Química de Alemania en la universidad de Konisberg y creó la disciplina de la química farmacéutica; su cuñado fue el físico Franz Ernst Neumann, que fue un físico y mineralista eminente y sobre todo matemático, y que también tuvo un hijo matemático de renombre; y fue primo político de Gotthilf Hagen, un ingeniero que proporcionó grandes avances en la hidráulica, y de Hermann Hagen, en su tiempo el entomólogo más importante de Europa. Vaya, que Bessel, el hijo de una criada, no era un caso aislado de eminencia.

¿Qué hubiera sido de Bessel, si hubiera nacido en España? Pues eso.

Fiedrich Bessel tiene calle y parque a su nombre en Berlín. Lo que también es increíble es que Alemania tenga tantas historias increíbles.




Jon Anderson & Vangelis - I'll find my way home

martes, 3 de octubre de 2017

Los tres inventos que nos sacaron de las cavernas




El lector pertinaz de este blog sabe que a menudo hago referencia a que los ingenieros nos sacaron de las cavernas. Es, claro, una expresión exagerada, pero porque en aquel momento no existían los títulos de ingeniería, ja, ja. El caso es que es cierto que hubo un tiempo en el que vivimos en las cavernas (entiéndase), y que ya no. Y el cambio fue por una serie de inventos, que fueron los que permitieron el paso. ¿Se ha planteado usted alguna vez cuáles fueron? Pues de eso va este artículo. De los tres inventos que sacaron a los hombres de las cavernas.

Desde luego, no fue el fuego. En el Neolítico y en el Paleolítico dominaban el fuego. 

No fueron las hachas y los cuchillos de piedra, ni las puntas de lanza o las lanzas. En la Edad de Piedra, por supuesto, sabían fabricarse estas herramientas.

Tampoco los vestidos o la técnica de curtir pieles. Ni la pintura para paredes de caverna la escultura esteatopigia como la Venus de Willendorf. Tampoco la estrategia militar (los lobos y leones plantean estrategias de caza según momento, presa, entorno, cazadores, etc; lo de las hormigas no, el tira p'alante sea contra quien sea y en las condiciones que sean no es, en verdad una estrategia), ni la organización social. Todo eso se tenía ya en las cavernas. Y también los cuidados a los enfermos y los heridos, y los entierros.

Los ingenieros agrónomos apuntarán la agricultura. Pero tampoco. Supongo que grupos humanos se darían cuenta que los árboles frutales daban frutos con periodicidad, con lo que convenía estar de vuelta cuando llegara el momento. Luego, otros notarían que crecían árboles frutales en sitios donde antes no había pero en los que ellos habían comido las frutas. Rupestre, pero dieron con las claves. Y sin embargo, no fue la agricultura lo que sacó a los hombres de las cavernas.

Por último, un punto interesante sería la construcción de chozas, la construcción de cercados para proteger las chozas y la agrupación de las chozas en poblados. En rigor sí, pero no. Claro que una sociedad que vive en poblados está más evolucionada que la que vive en cavernas, pero...

No, los tres inventos fundamentales son:

Invento número 1: las cestas

La cesta fue un invento básico. Antes de las cestas, uno podía comer donde estaba la comida, o podía ser que otro se la llevara donde uno estaba. Pero lo que le podían traer no podía ser mucho. Un puñado de cerezas, unas pocas manzanas,... Una caza importante se podría transportar entre varios, pero las más de las veces los alimentos son menudos, no digamos si se trata de cereales. Se pueden llevar aceitunas en una bolsa hecha con pieles, pero ¿se dan cuenta lo poco adecuadas que son las pieles para formar una bolsa?


Sin duda, en algún momento a alguien se le ocurrió trenzar supongo que cañas, puede que juncos o similares. Una cesta. Con cestas se puede transportar alimentos, piedras, semillas, leña,... Esto facilita las cosas, y si usted no puede moverse (por ejemplo, porque esté herido), los demás podrán cuidar de usted mucho mejor. También permite la división del trabajo: ya no tienen que ir todos tras la comida; el tipo que talla bien las piedras puede quedarse en el poblado ejerciendo su oficio, y los demás pueden conseguir y llevarle el alimento que necesita.

Y ¿quién sabe?, puede que una vez que descubrieran la utilidad y técnica de entretejer, se les ocurriría tejer con fibras más delgadas (tal vez con el pelo de las ovejas...), y primero fue una capa, luego una elegante chaqueta americana...


Además, las cestas permitieron el transporte en un grado mayor: si en nuestro terreno crecen las manzanas y en el poblado cercano las cerezas, al poder transportar podremos comerciar. El comercio será la base de la civilización, y las cestas serán el primer paso.


Sin embargo, las cestas tenían un problema que seguía suponiendo un lastre: no valían para transportar líquidos. Así, necesariamente tenían que vivir junto a los cursos de agua. Por suerte, pronto les apareció el invento nº 2.


Invento número 2: la alfarería

Está clarísimo que, inventadas las cestas, era evidente la imposibilidad para conseguir que transportaran líquidos y el gran avance que supondría el que sí lo fueran. Estoy convencido que debieron pensar mucho en el problema, y no creo que tardaran mucho en hallar la solución.
Este verano estuve unos días en Soria. En una excursión pasé por Cubillos, un pueblo ya abandonado, y paré el coche en la curva de la carretera para echarle un vistazo. Lo que quedaba hablaba de un pueblo castellano viejo, recio, rural. De personas pobres en una tierra dura que decidieron dejarla y un día se encontró sin pobladores.

Las casas eran de construcción sencilla: madera y ladrillos de adobe, mampuestos de piedra donde hubo poderío, sillería en la portada de la iglesia. Pero no en todos los sitios se emplearon ladrillos de arcilla; de hecho, en la mayoría de las casas se repetía el mismo esquema: la planta baja era de paredes de ladrillo, y soportaban el piso. Pero en las paredes de la planta primera, bajo la cubierta, ya no necesitaban el ladrillo y lo resolvían con la máxima sencillez:

En la foto muestro una vivienda; en concreto, un lateral de la fachada de planta primera. Un zoom nos muestra la técnica constructiva empleada:




Sin duda, los neolíticos harían lo mismo. Intentarían tapar los huecos de las cestas con arcilla. Como chascarrillo, estoy ahora mismo llevando una obra en la que el terreno es, a flor de piel, arcilla pura. De verdad, es increíble. Los días de lluvia es divertido coger trozos con los dedos y moldear ceniceros como si los fuéramos a regalar a nuestras madres en el día de la ídem. Una arcilla plástica, moldeable, marrón oscura, pura, sin piedras. Casi parece plastilina marrón. Estando allí, en los taludes excavados, es evidente cómo discurrieron las primeras vasijas. 

El paso siguiente era ya poner las mínimas cañas, lo suficiente para que se sostuviera la arcilla. Empieza la alfarería. Y entonces, ocurriría lo inevitable. Usarían las cestas y las cestas arcillosas para transportar alimentos; por lógica, las tendrían cerca de los fuegos. Tarde o temprano, las cestas estarían pegadas a los fuegos; puede incluso que algunas estuvieran dentro de las fogatas. Y entonces descubrirían que, tras el fuego, el recipiente de arcilla era mucho más duro, más resistente. Más aún, no necesitaba el esqueleto de cañas. Nacía la arcilla cocida. Seguro que algún listo moldeó una vasija sin cañas, le dio la forma y la metió en la hoguera. El recipiente que obtendría era, además de más resistente, más impermeable. Y propina extra: indestructible por el fuego (hola, cocción de los alimentos, y hola, sopas).

Las vasijas de barro suponen la capacidad de transportar y almacenar líquidos. Empieza el dominio de la Naturaleza por el hombre.
Y ahora hay otro motivo para comerciar. Las vasijas permiten el transporte, pero también serían el bien a comerciar. La tribu que dominara la técnica de la alfarería seguramente las vendería a otras tribus a cambio de lo que estas otras tribus podían ofrecer. Por cierto que, siendo la alfarería un conocimiento técnico, la guerra contra ellos carecería de sentido: muerto el alfarero, adiós a las codiciadas vasijas.


Invento número 3: el cobre (la metalurgia)

Llegados a este punto, hemos de recordar que seguimos viviendo en el Neolítico. En la cultura de la piedra, vaya. En gentes que se valían de las piedras para todo, por lo que es fácil suponer que irían atentos a lo que hay en el suelo. El valor de lo que hubiera lo juzgarían en comparación con las piedras de sílex que tan bien les iban: ¿puede servir? Si sí, se aprovechaba. Si no iba a funcionar, se volvía a tirar.

A esta gente, por fuerza unas piedras muy brillantes tenían que llamarles la atención. Ya conté en su día que todos los metales de la tierra están oxidados excepto el platino, el oro, la plata y el cobre. La plata y el oro les llamarían mucho la atención, pero son blandos. No sirven como herramientas. Además, son raros (el platino ya ni lo nombro). Por cierto que encontraron un metal que les iría muy bien: el hierro... que procede de los meteoritos. Es un hierro virgen, duro pero trabajable, y muy resistente. Por desgracia, meteoritos no hay muchos. Además, en la época del Neolítico no les debía ser fácil, trabajar el hierro. ¡Ah, pero queda el cobre!

Cobre hay. No demasiado, pero suficiente para que lo encontraran, lo trabajaran y descubrieran sus propiedades. Muy fácil de trabajar. Duro yu resistente. Mucho mejor que las frágiles piedras. Además, si se desafilaba ¡se podía volver a afilar! Así que no le demos más vueltas: los pueblos que descubrieron el cobre abandonaron la Edad de Piedra.

Con todo, no es el uso del cobre el invento clave. No, porque cobre, aunque más que oro y plata (y más que meteoritos con hierro), no hay tampoco mucho en estado puro. Pero es importante, porque hace que la cultura que lo emplea lo reconoce y lo busca. Y es importante, porque...

Supongo que un día la hoguera estaría junto a unas bonitas piedras azules llamadas azurita. Quizá sería porque las azuritas son bonitas y las tendrían por capricho, no sé; puede que estuvieran incluso dentro, en el núcleo del fuego. El caso es que la azurita es un carbonato de cobre, e imagino que la hoguera sería especialmente intensa. Al calentarla, se produce CO2 y agua... y lo que queda es cobre. ¡Amigo! ¿Hay alguna piedra más que también pueda producir cobre? Sí, la malaquita, que es verde y no azul, pero que también es un carbonato de cobre y con el mismo tratamiento también libera el ansiado metal. Ahí se inventó la metalurgia de verdad.

Azuritas (y malaquitas) son mucho más frecuentes que el cobre puro. Así que los hombres empezaron a buscar (y extraer) estas piedras, sabiendo que tras trabajarlas obtendrían cobre. Supongo que mejorarían sus procesos productivos, construirían (con la arcilla) hornos especialmente concentrados, todo eso. Y sin duda experimentarían con otras piedras, y descubrirían que otras piedras también daban cobre.

Con el tiempo, se dieron cuenta de que algunas piedras, si se introducían también en el horno, daban un cobre mucho mejor, muchísimo más resistente. Quizás es que las piedras contenían un elemento adicional... Sí, estaño. Un poquito de estaño aleaba con el cobre, y el resultado era el bronce. 

Así que el campo de acción se amplió a las piedras que contuvieran estaño. Estamos ya en la Edad de Bronce, y reconozcámoslo: ya no vivimos en cavernas. Ahora tenemos cesteros y tejedores, que nos hacen una vida más cómoda. Alfareros, que además nos hacen una vida más bonita (no olvidemos que el Hombre ya pintaba en la época de las cavernas). Y con la metalurgia, tenemos herramientas dignas de ese nombre, con el avance que supone. Con los oficios tenemos la especialización, y con la especialización tenemos el comercio. Con el comercio vendrá la escritura, y... pero ésa es otra historia.



Así que si alguna vez digo que fueron ingenieros los que nos sacaron de las cavernas, sepan porqué lo digo. Puede que exagere un poquito, pero creo que tengo bastante razón.

Por cierto: Ingenieros Industriales, si no lo he dicho aún.




Mendelssohn - Sinfonia n4 op.90 "Italiana" - 1 Allegro Vivace

sábado, 12 de agosto de 2017

Coolidge





Cualquier paleto sabe reconocer la cara de Einstein y ha oído hablar de Isaac Newton y de la historia de la manzana. En cambio, nadie sabe quién fue William Coolidge, y yo diría que Coolidge hizo más que ellos por sacarnos de las cavernas; claro que Coolidge era ingeniero, y su trabajo era precisamente ése: sacarnos de las cavernas.

¿Cuál es la diferencia fundamental que diría usted que hay entre la vida en el siglo XIX y la vida en el siglo XX? Un buen intento sería el motor de explosión y los automóviles, peron la vida en gran parte de la Tierra transcurrió durante gran parte del siglo XX sin motorizarse. Otro buen intento sería el teléfono, pero de nuevo tampoco, por las mismas razones que la motorización. No, en mi opinión el cambio que se produjo con el siglo, que diferencia una escena de uno con otra del otro y que, de hecho, cambió nuestros hábitos de vida, y lo primero que exigimos (incluso antes que el agua corriente), es la luz eléctrica. No la electricidad, que se controló desde 1830, sino la luz elećtrica: la bombilla incandescente.

¿Y qué tiene que ver la bombilla incandescente con Coolidge, si es un invento de Thomas Edison? Pues de eso va esta historia.

Sabemos que Edison "inventó" la lámpara de incandescencia. El fundamento es sencillo: la corriente eléctrica circula a fravés de un filamento, el filamento opone resistencia al paso de la corriente y al hacerlo se calienta, y cuando la temperatura que alcanza irradia la energía en una longitud de onda visible, "irradia luz". Edison empleó carbono para hacer el filamento, y la clave de su invento es que el filamento estaba en un bulbo de cristal en que había generado el vacío; gracias a este vacío, su bombilla llegaba a durar 40 horas. Esto es importante, porque de hecho la bombilla incandescente había sido inventada varias décadas antes, pero no eran viables más allá de los laboratorios. Por cierto que tampoco lo del vacío era un descubrimiento de Edison: en 1840 Warren de la Rue había patentado una bombilla incandescente basada en un filamento en el interior de un tubo de vacío, pero esa bombilla tenía un problema: el filamento era de platino, ya que en 1840 no se conseguía nunca un vacío perfecto (prueben ustedes si creen que es tan fácil), y siempre quedaba algo dentro del tubo. La razón del platino era que incluso a la temperatura de incandescencia era químicamente inerte, pero, claro, platino. La bombilla de Edison era mucho mejor que las bombillas anteriores, sí, pero convendrán conmigo que necesitaba mejoras.

Ahora bien, Edison era un fenómeno y fundó muchas empresas para explotar muchas de sus patentes, pero también consiguió que muchimillonarios como Vanderbilt le apoyaran económicamente y fundó una compañía muy especial, la General Electric, para en resumen seguir sus investigaciones.

Y la General Electric, una de las cosas que hizo, fue contratar a Coolidge para que mejorara la bombilla de Edison. Para entonces ya habían conseguido alargar la vida de las bombillas hasta 1.200 horas, pero todavía eran bastante rupestres. Los problemas los podríamos establecer en dos bloques: la cantidad de luz que irradiaba el filamento en proporción a la energía eléctrica necesaria, y el prblema de fabricar el vacío. En 1904, un húngaro , Sandor Just (Just Sandor para los húngaros, su apellido delante), patentó que el filamento fuera de tugsteno y estuviera en una bombilla con un gas inerte en vez de vacío, lástima que se rompían de sólo mirarlas y que los filamentos de tugsteno, en 1904, no eran fáciles de fabricar. Y aquí entra Coolidge.

¿Sabe usted cómo se extraen los metales de la tierra?

¿Sabe usted porqué la plata y el oro llamaron la atención desde el principio? Pues porque no estaban oxidados.

¿Y sabe usted porqué, desde que aparecieron los primeros seres unicelulares, pasaron miles de años hasta la explosión de las formas de vida? Pues porque no había oxígeno, en la atmósfera. El oxígeno, en su estado libre, no era uno de los componentes que formaron el planeta Tierra. Hace 3.850 millones de años aparecieron los primeros seres unicelulares, denominados cianobacterias. Las cianobacterias se nutrían del CO2, un componente en aquella época muy abundante, y liberaban el oxígeno que contenía el CO2. Las cianobacterias tardaron 2.000 millones de años, puede que más, en conseguir una concentración de oxígeno en el aire de apenas el 1% (hoy en día es el 21%), no hablemos ya del ozonos, O3, que también será necesario. ¿Qué pasó, qué mantenía el oxígeno tan bajo? Los metales. En que aparecía oxígeno, los metales se oxidaban. Sólo cuando se oxidaron todos los metales oxidables, empezó a sobrar oxígeno y a acumularse en el aire.

El caso es que los metales se extraen de la tierra bien combinados con el oxígeno (el hierro, estaño, aluminio, cromo, tugsteno, manganeso, berilio y titanio), bien con el azufre formando sulfuros (el cobre, plomo, cinc, níquel, antimonio, bismuto, cadmio y molibdeno). Y uno puede separar el metal (su óxido o su sulfuro) por medios mecánicos hasta cierto punto, pero la separación definitiva ha de ser empleando la Química. Y ¿saben qué ocurría? Que cuando se conseguía separar el oxígeno o el azufre, el metal resultante se obtenía en polvo. Luego, ese polvo se puede sinterizar, extraño palabro para los que no son metalúrgicos, que consiste en comprimir el polvo (y cuanto más fino el polvo, mejor) en forma de lingotes, llevarlo casi al punto de fusión del metal y seguir comprimiendo: el emtal se cohesiona, y lo que se obtiene es un lingote macizo.

Seguimos con Coolidge. Gracias a Sandor Just se sabía que el tugsteno (que se había identificado ya en 1781 y que, por cierto, los primeros en obtenerlo en 1783 fueron dos químicos, hermanos ¡de Logroño!: Juan josé y Fausto Elhuyar) era el material ideal para los filamentos de las bombillas, pero no había técnica para fabricar alambre del grosor necesario a partir del polvo de tugsteno. Coolidge vio claro el problema, y que para resolverlo tenía, como primer paso, que estudiar el tugsteno. Y descubrió que el tugsteno tenía una curiosa propiedad: los lingotes eran frágiles a la temperatura ambiente, pero poco antes de la temperatura de sinterización se podía trabajar y mejorar sus propiedaddes, de forma que a temperatura ambiente conservaba la ductilidad, gracias a lo cual se podía estirar en alambres... finos como el filamento de una bombilla.

Por cierto, un chascarrillo: un uso que usted no conocerá del tugsteno es... falsificar el oro. El tugsteno tiene casi la misma densidad que el oro, así que basta con dorarlo para que dé el pego. E incluso (se cuenta aquí) se ha quitado oro de lingotes y se ha rellenado con tugsteno.

Y es que el tugsteno tiene muchas curiosidades. Por ejemplo, es el elemento que funde a más alta temperatura (3.422 grados Celsius) y se vaporiza a 5.930 grados, dos menos que el Renio que es el que lo hace a mayor temperatura.

La General Electric contrató a Coolidge en 1905. En 1909 consiguió el "tugsteno dúctil", y desde 1911 las bombillas tuvieron un filamento de tugsteno.

Coolidge inventó también en 1913 el "tubo Coolidge", para los rayos X y que aún se usa (y que incluye un filamento de tugsteno, ja ja): gracias a Coolidge se desarrolló la medicina radiológica.

Ya ven: Coolidge era un crack. Pero era ingeniero, y quizá por eso no es famoso. Era un profesional, lo contrataron, dirigió un equipo de técnicos e hizo su trabajo. Sí tuvo reconocimiento, pero por alguna razón los premios entre ingenieros no llaman la atención del público, y cien años después hay que ser un técnico muy especializado para saber de él. Es igual, estoy seguro de que Coolidge no buscaba la gloria y la fama: como he dicho, era un ingeniero, lo contrataron e hizo su trabajo.

Nota adicional: si siguen el enlace de Wikipedia que he puesto sobre los premios que ganó, verán que unos días antes de su muerte lo eligieron para el salón de la fama de los inventores americanos. Suena muy bien, pero no crean que es un reconocimiento justo a sus méritos: en este salón, como quizá en casi todos los "salones de la fama", los primeros incluidos son inventores de tomo y lomo, pero a medida que pasan los años el nivel medio para entrar baja, y hoy en día... ¡buf! Eso sí, Coolidge es de los primeros: el 7º. Lo triste (para mí) es que ingresó por su tubo de rayos X, no por la mejora de las bombillas de su jefe (Edison murió en 1931).

En fin, para mí Coolidge es uno de los que más ha hecho para sacarnos de las cavernas. Se merece un poco más de reconocimiento, digo yo. 




Meat Loaf - Bat out of Hell

miércoles, 21 de junio de 2017

En la muerte de Iván Fandiño




Leo en El Periódico un breve que dice que Ivan Fandiño ha muerto. Que estaba haciendo un quite, tropezó y el toro le enganchó por detrás. Un pitón le atravesó un pulmón.

Haciendo un quite. Que un torero muera haciendo un quite es... la más espeluznante de todas las muertes de un torero.

Un quite es una ayuda. La palabra viene de la jerga taurina, pero es lo que significa. Lamentablemente, la jerga taurina se va perdiendo, y con ella me temo que también se perderá la palabra quite. El caso es que al leer que estaba haciendo un quite, pensé que el torero titular de ese toro habría tenido algún percance, quizás el toro lo habría volteado, y Fandiño habría salido presto a distraer al toro mientras el titular se recuperaba. El torero que ayuda no tiene que torear a ese toro. Imagino que mientras ve la faena de su compañero estudia al mismo tiempo al animal, pero en un quite como el que digo el torero reacciona en décimas de segundo. Sin pensarlo, salta a ruedo y cita al toro, que vaya a por él. Que muera en ese lance...

Luego me enteré que no fue exactamente así, que estaba en el turno de quites.

La lidia de un toro consta de tres tercios. En el primero, el torero tantea al toro. Lo hace correr de aquí para allá, intenta cansarlo un poco, pero sobre todo lo cala. Luego va el tercio de banderillas y el picador, y el último tercio es el de muleta, cuando el torero se enfrenta ya con el toro y hace la lidia que espera el público, hasta que decide que el toro no da más de sí y lo mata. En nuestro caso, el quite se produce en el lance del picador.

Un toro de lidia es un animal de más de 500 kg, puro músculo que se diría, que tiene dos cuernos afilados y un cuello "de toro" con los que los mueve con una fuerza y velocidad increíble. Antes de los pases de muleta, el torero necesita que al toro lo piquen, porque si no el toro aguanta más que el torero y no es plan. En este tercio, toreros a pie y a pecho descubierto citan al toro, y cuando éste les embiste lo recortan y le clavan dos banderillas. Las banderillas imponen si se ven de cerca, pero no es un gran daño para el toro, como no lo es una picadura de avispa para usted. Pero luego interviene el picador, y eso es ya otra cosa. Porque el picador le clava al toro una garrocha, y se la clava bien, cebándose. Busca hacer daño, que el animal sangre, que quede herido.

En tiempos, el lance del picador se hacía a caballo descubierto. La habilidad del picador con el caballo, con la garrocha y con la doma permitían que el toro no alcanzara al caballo; por desgracia, a menudo ni la habilidad del jinete ni la del caballo podían superar la lucha del toro y éste acababa despanzurrando al equino; nunca mejor dicho lo de despanzurrar, porque es exactamente lo que hacía, reventarle la panza con los cuernos. Parece ser que la muerte del caballo no era de interés y en 1928 (creo) se legisló que el caballo llevaría una coraza de mimbre que le protegería el cuerpo.

Fuente: Centro Etnográfico del toro de lidia

Sí, ahora el caballo es un tanque. Puede esperar la embestida del toro, y de hecho conviene que sea un caballo fuerte para aguantarla. ¡Qué diferencia con los caballos de los rejoneadores! 

Prueba gráfica de que no se necesita la coraza


El caso es que hoy en día el picador se sube a un caballo que apenas puede moverse y el toro lo embiste. Muy de vez en cuando, el toro puede más que el caballo y lo levanta y lo tira al suelo, y entonces el caballo tiene un problema, pero lo normal es que el toro se quede ahí, enganchado en el mimbre, mientras el picador aprovecha que tiene al toro donde quería para clavarle la garrocha donde más daño hace y cebarse, que el toro no se le va a ir. Jamás me ha gustado este lance.

Pues bien, cuando el toro ya está bien picado, el torero del siguiente toro tiene derecho a citar al toro y darle un pase, apartándolo del caballo y pasándoselo ya al torero titular. Esto es lo que se llama el turno de quites, y en este lance fue donde cayó Fandiño.

El turno de quite es un derecho; el torero puede cederlo, o mandar a alguno de su cuadrilla. O no esmerarse, citar al toro, un volantazo y a otra cosa, pero Fandiño había sido figura durante unos años, y ahora estaba intentando volver a lo alto del escalafón: estaba dando lo mejor de sí en todas las corridas, sin menospreciar ninguna plaza y a ningún público. Por eso, estaba en una pequeña plaza de un pueblecito francés. Trabajándoselo.

No he visto el vídeo, pero supongo que haría un bonito pase, con giro, y resbaló; creo que el toro le tocó con los cuartos traseros, y eso le desequilibraría dándole la espalda al toro. Y el toro era un toro de lidia.

No era su toro. Fandiño no iba a torear a ese toro. Debía cuidarse del siguiente, no de ése.

Admiramos a los deportistas porque consiguen hazañas que nosotros sólo soñamos. Gracias a su capacidad, su esfuerzo, su talento, hacen cosas ante las que sólo podemos decir ¡qué tío!

Y, sin embargo, nadie es más digno de admiración que un torero.

Los toros, en Cataluña, están prohibidos. Por españoles, es decir, por franquistas y antidemócratas. Parecido nivel de razonamiento tienen los antitaurinos, muchos de los cuales, sin duda, estarán ahora mismo dejando detalles de su elegancia en twitter y facebook, que parece que para eso están. ¡Ah, si meditaran sobre lo que es el toreo!



W. A. Mozart - Dies irae

domingo, 12 de junio de 2016

Heisenberg (sí, el del principio)



Heisenberg es un tipo famoso: en mis tiempos, se estudiaba en el colegio, y supongo que aún se hace. Es el del principio de indeterminación de Heisenberg., ya saben. Lo que pasa es lo de siempre, en las escuelas no hay tiempo para enseñar todo y hay que seleccionar. En el caso de Heisenberg se eligió su principio, y se descartó su historia personal. Y su historia personal también merece un estudio, porque nos da unas enseñanzas que no deben caer en saco roto. No debió pasar lo que pasó en balde.

Heisenberg, alemán, nace en Wüzburgo en 1901. Desconozco las causas, pero tras la primera guerra mundial Alemania se convirtió en un auténtico hervidero cultural, y Berlín es la capital del mundo intelectual. De la literatura, la música, la pintura, el cine, el teatro,... Aquello era indescriptible. Pues bien, el estallido no se produjo sólo en las artes, sino también en las ciencias. Supongo que algo ayudaría que en la Universidad de Berlín impartieran clase Max Planck, Albert Einstein, Max von Laue y Walter Nerst...

El increíble nivel de Alemania en esa época no se redujo sólo a Berlín. Heiseberg, por ejemplo, consiguió plaza en 1927 en la universidad de Leipzig. Allí coincidió con Peter Deybe (pueden leer la "polémica Deybe" en wikipedia), y juntos contribuyeron a que la Universidad de Leipzig fuera una potencia en el desarrollo de la física cuántica.

Pues bien, como todo el mundo sabe, en 1933 Alemania cambió como la noche y el día. En abril, los nazis promulgaron una ley "de restauración del servicio civil" que obligaba a que los funcionarios fueran de origen ario, con lo que muchos tuvieron que irse. Por ejemplo, Einstein. O los principales físicos de la universidad de Gotinga, que se largaron a Estados Unidos y, con el tiempo, estuvieron entre los principales científicos del "proyecto Manhattan", la bomba atómica. Y es que una de las cosas que los nazis consideraban que había que erradicar era lo que llamaban "la física judía".

Pero claro. Las cosas son más complejas de lo que se nos cuenta, y la Alemania nazi no es una excepción. Muchos científicos, como Heisenberg, Planck o Laue, se quedaron. Aunque no eran nazis, no hay que confundirse. Y, por descontado, también hubo científicos nazis. Como Philipp Lennard, premio Nobel de Física en 1905, y Johannes Stark, premio Nobel de Física en 1919.

El caso es que en 1935 se jubiló otro científico de relumbrón, Arnold Sommerfeld, y quedó vacante su cátedra de física teórica en la universidad de Munich. Hay que elegir sustituto, y Heisenberg encabeza una terna propuesta por el mismo Sommerfeld. La terna rival la forman tres candidatos mediocres pero afines al régimen nazi. Heisenberg debería haber ganado la cátedra de calle, pero el citado Stark publicó entonces en una revista del partido nazi un montón de acusaciones contra Heisenberg, entre ellas ser un "judío blanco".

Ocurría que Walter Gerlach, otro físico que para nosotros querríamos, había ganado en 1929 la cátedra de física experimental en la universidad de Munich por recomendación de Sommerfeld para sustituir a Wilhelm Wien (si, otro premio nobel de física, éste en 1911). Nuestro amigo Stark había competido también por ese puesto, y nunca perdonó a todos los que intervinieron creía él, en su contra. Por lo que si Sommerfeld apoyaba a Heisenberg, Stark odiaría también a Heisenberg.

¿Y qué pasó? Pues, por un lado, lo que cabía esperar: el rector de la universidad de Múnich eligió a uno de los mindundis propuesto por los nazis, y Heisenberg.... cometió el error de su vida. ¿Se lo pueden creer? ¡Apeló al Reichsführer de las SS, Himmler! El cual ordenó que se investigara el caso. Y, no me pregunten cómo, Heisenberg, además de acusado de propagar ideas contrarias a los nazis, se vio acusado también de sodomía. Por lo que aprece, se encerraba con frecuencia con jóvenes muchachos. Una prueba adicional era que se había casado de repente, lo que se interpretó como un matrimonio de conveniencia, para cubrir las apariencias. 

La cosa era seria: la sodomía se castigaba con reclusión en los campos de concentración. Claro, los de la Gestapo no se solían reclutar en las facultades de físicas, y no sabían que era habitual que los grandes profesores estuvieran rodeados de chicos jóvenes: estudiantes visitantes, de doctorado, ayudantes, etc. En el caso de Heisenberg, podríamos citar a Isidor Rabi, premio nobel de física en 1944, a Felix Bloch, 1952, y a Lev Landau, que lo ganó en 1962 (de verdad, yo no sé lo que comía esa gente).

¿Y lo del matrimonio intempestivo? Bueno, Heisenberg conoció a Fräulein Elisabeth Schumacher en enero de 1937 y se casó en abril. Él tenía 36 años, cono lo que no es esperable un largo noviazgo. Y creo que se pueden imaginar que Heisenberg era de los que pasaban más horas en los laboratorios que en los paseos, pelando la pava. Además, Heisenberg se había enamorado antes de la hermana de uno de sus ayudantes, pero el padre de la novio no veía futuro en el muchacho y la casó con un conde. El conde moriría después, en el frente ruso, y el ayudante hizo carrera con los nazis - embajador en el Vaticano de 1943 a 1945-, y tuvo dos hijos, uno se convirtió en (¡como no!) físico (pero luego filósofo) de talla mundial, y el otro... en presidente de Alemania entre 1984 y 1994. Sea por desengaño o porque no estaba para cuentos, Heisenberg se casó rápido. Ahora, que si fue por guardar las apariencias, es posible que forzaran un poco: tuvieron once hijos.

Pero aquí tenemos a la Gestapo, y todos sabemos que esto significa poco amistosos interrogatorios en duras sillas de madera con flexos de potentes luces en la cara y todo lo demás. Los papeles del proceso se perdieron durante la guerra, por lo que desconozco los detalles, pero ¡por fin algo sale bien! resulta que entre los investigadores de las SS ¡había un antiguo alumno de Heisenberg! Que, por cierto, para no perder la tradición, estaba preparando su doctorado con von Laue. Pero no ganó ningún nobel, que estaban contados. Total, que en 1938 Heisenberg recibió una carta del propio Himmlerdiciéndole que se le declaraba inocente de todas las acusaciones.

Eso sí, la cátedra de Múnich no se la dieron. A Heisenberg, su antiguo alumno aún tendría que ayudarle a salir de algunos líos con la Gestapo y, a su vez, tras la guerra Heisenberg logró que el mozo no fuera depurado por nazi. Su antiguo ayudante, el hermano de la chica que le había gustado, fue condenado a siete años en los Juicios de Nüremberg a pesar de que en su defensa ayudó su hijo (el que llegó a presidente de Alemania, que era estudiante de derecho entonces). Habría muerto en prisión, pero unos meses antes habían revisado su caso y le soltaron. En fin, digamos que el papel del ayudante (venga, lo nombro: Ernst von Weizsäcker) no estaba del todo claro: es muy posible que no fuera un nazi, sólo un alemán.

No queda nadie que lo recuerde, pero en uno de mis primerísimos artículos les contaba que la Historia es apasionante y está llena de sorpresas; en aquel momento lo decía a propósito de los griegos, pero ya ven que la vida de Heisenberg no desmerece en absoluto.

¿Y qué enseñanzas podemos sacar de este relato? Para empezar: es mala cosa que los partidos políticos (el partido nazi lo era) se metan en las cosas de la universidad. Aunque los políticos digan que ningún asunto del mundo les es ajeno y que ellos miran por los intereses del pueblo, en mi opinión deberían huir de intervenir u opinar de muchas de estas esferas; y la universidad es una de ellas.

En segundo lugar, ¿no deberíamos estudiar qué provocó semejante constelación de genios en Alemania e intentar que aquí nos acerquemos un poco. España ha dado 0 nobeles de física, 0 de química y 2 de medicina; los alemanes, en estas tres ramas suman 85. Y no, no creo que sea sólo el agua.

Pero esta historia en concreto nos habla, sobre todo, de la universidad. ¿Ustedes creen que Heisenberg habría tenido alguna oportunidad en España? Más aún: Heisenberg estudió en la Universidad de Munich, y empezó de ayudante en la de Gotinga; sólo ese cambio ya habría sido casi imposible en España. Pero es que después de Gotinga trabajó en la Universidad de Copenhague, luego en la de Leipzig, Berlín, de nuevo Gotinga y finalmente en la de Munich (años después de esta historia, de 1958 hasta su muerte en 1976. Si algo caracteriza a la universidad española es que si entra un profesor de fuera será por encima de muchos cadáveres. ¿Qué prima en verdad en nuestras universidades para elegir a sus profesores y catedráticos? Pues eso. 

Lo cierto es que no conozco ninguna universidad española que presuma de los profesores que tiene. 

Lo dicho. Quizá deberíamos preguntarnos cómo es que ellos tienen dinero, en vez de pedirles que nos paguen nuestros gastos.





Ayer un descerebrado le soltó 4 tiros a Christina Grimmie. Luego se pegó un tiro antes de que supiéramos porqué lo hizo. En la campaña electoral que se les avecina, seguro que se plantea el tema de las armas. Pero no creo que el país reflexione en serio.



Christina Grimmie y Mike Tompkins interpretan en modo "mash up" - My songs know what you did in the dark (Fall out boy) y Girl on fire (Alicia Keys)