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El ayuntamiento de Lérida ha sacado a concurso el servicio de comidas del comedor social de la localidad. Entre las condiciones exigidas, dos llaman la atención: no podrá haber alimentos provenientes del cerdo (ni siquiera el embutido de los bocadillos) y la carne tiene que ser con certificado halal.
Y es que los intolerantes siempre vencen a los tolerantes. Porque los tolerantes aceptan a los intolerantes, pero no a la inversa. Por ejemplo, la mayoría de nosotros no necesitamos que se nos informe de los alérgenos de la comida, pero unos pocos sí: por lo tanto, ya es norma que se informe. La comida en los aviones ya no contiene cacahuetes o similares por si alguien es alérgico. Algunos de entre nosotros se enfadan muchísimo si se escribe Cataluña y no Catalunya, así, que se escribe Catalunya y aquí paz y después gloria. Hay infinidad de cosas que han cambiado para admitir a los intolerantes. Muchos de estos cambios ahora nos parecen correctísimos (la minifalda, sin ir más lejos, no se habría tolerado hace 80 años; o que hombres y mujeres puedan elegir con quién se casan e incluso si se casan o no), pero algunos a algunos todavía no.
El problema, en mi opinión, es cuando se pierde el norte. Hacia dónde queremos ir, qué sociedad queremos ser.
En este caso el ayuntamiento de Lérida elimina los bocadillos de chorizo. Si usted va al comedor social, no le darán chorizo. No se lo darán, porque los musulmanes no quieren comer chorizo. No es como los cacahuetes, que pueden causar la muerte de una persona alérgica a ellos, es que su religión les prohíbe comer carne de cerdo.
Y su religión es muy intolerante.
La religión católica también prohíbe comer ciertas cosas: prohíbe comer carne humana (también carne de buitre). En España, el canibalismo no está prohibido, se puede practicar; la trampa está en que uno no puede cometer asesinato o amputar un miembro a alguien vivo para proveerse (está claro que uno sí puede comerse un miembro amputado a él mismo, pero no creo que se den muchos casos), tampoco se permite inhumar cadáveres y por otro lado le podrían acusar a uno de profanar el cadáver, pero en sí no está prohibido. La religión católica, la judía y las demás religiones cristianas sí condenan el canibalismo, se considera abominación. Pero estas religiones son tolerantes, y en casos realmente extremos (el accidente de los Andes, el sitio de Leningrado...) pues no se va a condenar a nadie por tener que recurrir a esa práctica. Son religiones tolerantes. El Islam no lo es. Uno podría pensar que quien acude a un comedor social es porque tiene auténtica necesidad y ante la necesidad rige el principio cristiano de que no es el Hombre para la Ley, sino la Ley para el Hombre; pero para el islam sí es el Hombre para la Ley (si el hombre en concreto no es el que hace la ley, huelga avisar), y el precepto que debería decir "no comerás carne de cerdo salvo que no te quede más remedio" se quedó en "no comerás carne de cerdo, y punto". Ya he comentado en alguna otra ocasión que el catolicismo tiene normas de ayuno y abstinencia cuaresmal, y sin embargo permite que esas normas no se cumplan en, por ejemplo, comidas sociales: si uno va a comer con otros, pues se come lo que los otros. O si uno come en un restaurante y el restaurante no cumple, pues se come lo que le sirvan. Como digo, hay religiones que son tolerantes y religiones que no. Y de las que no, el Islam es la que más.
Y como los no musulmanes somos tolerantes, pues cedemos a sus gustos. Lo siguiente será que se permita el burka, y luego que se obligue a todas las mujeres a vestir burka. Al tiempo.
No es que seamos tolerantes, es que somos pánfilos.
En el ayuntamiento de Lérida por lo menos, han perdido el norte.
Barry Manilow - Copacabana
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