domingo, 12 de noviembre de 2023

Dos pensamientos para después de la tormenta

https://www.youtube.com/watch?v=o8pQLtHTPaI 

" Lo que transforma la conversación pública en una simulación es el hecho de que sólo puede desarrollarse bajo la apariencia de un intercambio honesto de razones; nadie sale a decir que la amnistía es buena porque permite que Sánchez gobierne".

 

 

Cuando todo haya pasado, que pasará, cuando el Faro Guía ya no nos ilumine ni nos guíe, tendremos que reflexionar. Tendremos que reflexionar todos, y como país. Sobre 2 cuestiones.

La primera de las cuestiones es más o menos técnica: ¿cómo ha sido posible? Tenemos un sistema de funcionamiento que ha permitido que un arribista sin escrúpulos haya pervertido todas nuestras instituciones y logrado lo que se suponía que no se podía permitir que se lograse, y todo ello dentro de la más estricta legalidad. Recalco lo de estricta, porque Sánchez, hay que decirlo, no ha traspasado ninguna ley. O sí lo ha hecho, pero no ha habido consecuencias porque se ha aplicado la legalidad para que no las hubiera (estoy pensando, por ejemplo, en los confinamientos durante el covid,que a posteriori los tribunales fallaron que fueron inconstitucionales: las consecuencias de haber adoptado medidas inconstitucionales debían haber partido del Faro, pero si éste carece de escrúpulos las leyes no le obligan a adoptarlas). El Faro Guía ha retorcido lo indecible el texto de las leyes gracias a otorgar a esos textos un sentido que está muy lejos de lo entendería cualquier particular (y más aún de la intención original del legislador), y ha colocado a actores sin pestañear de lo que él diga en los puestos que están pensados para las personas más escrupulosas posibles, vale decir los tribunales, el gobierno, los mandos de los legisladores, las cúpulas de las empresas públicas, etc. Todos los puestos en los que confiamos que sean personas íntegras, honradas a más no poder y que valoran su honor sobre todas las cosas, que buscan el bien común desdeñando el beneficio propio o de sus allegados,... Todos esos puestos ha conseguido que estén ocupados por personas que afirman su exquisita observancia de las leyes y que sin embargo son tan inmorales como el Faro.

Hay, por lo tanto, un fallo en nuestro sistema, que es el que ha permitido esto. Hay que descubrir ese fallo y remediarlo: no puede volver a pasar.

Imaginemos, por ejemplo, qué ocurriría si todos los decretos-ley, que se crearon como elementos excepcionales para casos de extraordinaria y urgente necesidad, tuvieran que pasar el filtro de un (irreprochable, imparcial) tribunal que examinara no el decreto en sí sino si la necesidad es extraordinaria y urgente y, si falla que no, el gobierno que lo decretó pagara con, pongamos la cárcel o la destitución. Seguro que los decretos-ley se reducirían a actos realmente extraordinarios.

La segunda cuestión no es técnica, es personal de cada uno de nosotros. ¿Por qué el PSOE no puede pactar con el PP? ¿O con Vox, llegado el caso? Si en cualquier legislatura en la que ni PSOE ni PP hubieran obtenido mayoría absoluta hubiesen decidido negociar y pactar entre ellos, ni de chiste estaríamos como nos encontramos ahora. Si en las cuestiones que nos importan los gobernantes hubieran buscado aquellas soluciones que nos parecieran correctas a la amplia mayoría de la población...

Gran parte del problema, carácter del Faro Guía aparte, es que una parte muy significativa de la población considera que cualquier cosa es preferible antes que pactar con la derecha. Esta consideración permite al Faro Guía hacer cualquier cosa que quiera, aduciendo que otra cosa sería "pactar con la derecha". Esta imposibilidad no es universal, no se produce en lo micro sino en lo macro: en entornos pequeños, ayuntamientos de pueblos por ejemplo, no hay problema en que pacte el izquierdista con el derechista y el republicano con el monárquico. A medida que el entorno crece, los pactos son más difíciles pero la convivencia sigue siendo posible, ambas partes se reconocen como rivales pero trabajan juntos. Pero en el entorno nacional, la izquierda se niega a siquiera dar los buenos días a una persona de la derecha. En algunos Parlamentos se les niega el turno de palabra, o se abandona la sala cuando ellos hablan, se vota en contra de todas sus propuestas sean-las-que-sean, etc. Por no decir que cualquier asunto se convierte en lo más inadmisible y lo peor que puede ocurrir si se consigue relacionarlo con la derecha. Esto lo empezó Figatélix cuando fue mandamás, pero con los años y la selección de cuadros promovida por éste y con más encono por Pedro Sánchez ha ido propagándose hacia la base de los escalafones: cualquier cargo actual del PSOE es un ferviente seguidor de esta doctrina y hoy, ya digo, una parte muy significativa de la población considera que cualquier cosa es preferible antes que pactar con la derecha en lo referente a cualquier asunto. Esto impide cualquier tipo de conversación, ya que en seguida se traduce en un "pues tú..." que la arruina.

Veamos un ejemplo ilustrativo. Hace poco, alguien escribió en una red social:

«... (la amnistía) desautoriza a los jueces que condenaron a los responsables del procés, desacredita la actuación policial para pacificar las calles y deslegitima la intervención del Rey en defensa de la unidad de España y del orden constitucional».

Óscar Puente, exalcalde de Valladolid y uno de los portavoces parlamentarios del PSOE, no un cualquiera, le respondió:

«La amnistía es el problema de quienes no tienen problemas. Este es un claro ejemplo. A este sr. la subida del salario mínimo le importa un bledo, las pensiones menos. La amnistía es el problema de los privilegiados».  

En otras palabras, lo que dice el del PSOE es: ciudadano, preocúpese usted sólo de sus propios garbanzos y no se meta usted en nuestros asuntos. Le está diciendo que se calle, que no opine. Que no puede opinar en la conversación. ¿Saben porqué? Porque ese ciudadano no es de los suyos, o si lo es resulta que no está de acuerdo con él. Para el socialista, o se opina como él o directamente no se ha de opinar. Y más aún: como no está de acuerdo con él, sin duda es un facha, pero para que quede más claro le llama "privilegiado". Para denigrarlo. Por pensar diferente. Y ni siquiera critica el contenido del mensaje, Puente no entra en si la amnistía supone una desautorización o no. Sabe que es cierto, pero si puede meterse con el opinador, ¿qué más da que éste tenga razón? Que tenga razón no importa, lo que importa es de mi bando (y mi bando son los que estás de acuerdo conmigo) o no. Hay que ver en qué pocas palabras tenemos un retrato tan preciso de cómo actúan los líderes socialistas. 

Como digo, esto antes no era así, pero se está extendiendo. Cuando llegue a las bases, ¿qué pasará? Cuando media España insulte a la otra media, se niegue a discutir con ella y le niegue siquiera el derecho a opinar diferente.

Cunado todo esto pase, que pasará, quiero creer que todavía seguiremos aquí. Que el país seguirá y podrá rehacerse del destrozo que haya provocado nuestro Faro Guía en obtención de su beneficio personal. Pues bien, cuando llegue ese momento el país deberá reflexionar y encontrar solución a estas dos cuestiones. Hay que saber que en España los arribistas sin escrúpulos existen y montar, por lo tanto, un sistema funcional a prueba de ellos, no fiado en la bondad de las personas; pero también, y más importante, hay que conseguir que media España no tenga ese odio irracional, africano, a la otra media España. Tenemos que aceptarnos unos a otros y admitir que los demás puedan pensar diferente a nosotros. Y los dirigentes políticos deberían hacer como los de los clubes de fútbol (al menos cuando yo aún me interesaba por el asunto): cuando había partido, la directiva del equipo local invitaba a comer a la del equipo foráneo, y no me refiero a darles dinero para que se fueran a comer, sino comer juntas ambas directivas. Mostrando a los aficionados que ser equipos rivales no es óbice para confraternizar y ser amigos. Esto último sólo lo conseguiremos si las personas que nos gobiernan no son unos inmorales como los que nos están dirigiendo ahora.

Hemos de recuperar el principio de que el fin no justifica los medios. De lo contrario, cualquier medio está justificado. Cualquier medio para que gobierne yo y no gobiernes tú. Y ya se pueden ir imaginando de qué medios estamos hablando.




Brandi Carlile - The story

 

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