viernes, 10 de junio de 2022

Desengáñese, García

https://www.youtube.com/watch?v=afLdNKJa9Is 

 

 

El otro día coincidí por un tema de una obra de hace años con el arquitecto que la llevaba. Ya entonces debía estar jubilado, pero seguía. Y ya entonces me admiraba su profunda cultura, y sigue. Hasta el punto que tuve que decírselo. La riqueza del léxico que empleaba, y el conocimiento que denotaba. Yo tengo un léxico amplio y variado, y conocía el valor exacto de algunas palabras que empleó y que además empleó con su sentido exacto, pero no se me hubiera ocurrido emplearlas en una conversación: habría empleado palabras más comunes, más comodines también. Y tampoco, en un momento dado, habría definido la impresión que nos dio una visión de una escalera que estaba detrás de unos cristales aludiendo a su parecido con Laoconte y sus hijos. Claro que al instante supe a qué se refería y le reconocí el parecido, faltaría más, pero jamás de los jamases habría mi cerebro extraido esa imagen de su archivo para emplearla como comparación con la sensación que daba. Puede que ese arquitecto y yo estemos en las antípodas políticas (que lo estamos), pero es un placer hablar con él.

Sirva este preámbulo para introducir porqué he titulado el artículo "desengáñese, García": me encanta esa expresión. La cita correcta, huelga decirlo, no es con García, pero es que no voy por la frase de marras, sino por el verbo: desengáñese. Desengañar, dice la RAE, tiene dos acepciones: la primera es la obvia, "hacer reconocer el engaño o el error"; pero la segunda es mi favorita y mi razón hoy: "quitar esperanzas o ilusiones".

Quítese las esperanzas, García. Abandone sus ilusiones.

¿Por qué? Porque no hay remedio. Ya es tarde.

Es una sensación que tengo desde hace más de 40 años, pero no era consciente de la causa principal, hasta mi reflexión de hoy.

En realidad, no importan las leyes de educación. Sí, bueno, un poco sí importan. Es bueno aprender. Saber qué es Laoconte y sus hijos puede que no tenga mucha utilidad práctica, pero es bueno saberlo. Y es un conocimiento que no es espontáneo, hay que enseñarlo. Hay que transmitirlo o se perderá. Pero en el cuadro general, el conocimiento que tengamos o dejemos de tener no es lo más importante. Lo importante son los valores que tenemos y que transmitimos a nuestros descendientes. O los valores que ya no tenemos y que ya no transmitimos a los descendientes. El respeto. El esfuerzo. La responsabilidad. La autoexigencia. La honestidad. El obrar pensando en lo que pensaré después. La entrega, la abnegación, tantos valores... Los valores se enseñan viviendo, practicándolos. Por eso, no podemos enseñar aquellos de los que carecemos; por ejemplo, no podemos transmitir que carpe diem se interprete con el sentido de esfuérzate ahora si nosotros lo vivimos con el sentido de disfruta ahora, o la virtud de la austeridad si derrochamos. Y los valores, desengañémonos, los hemos perdido hace mucho. Hace tanto, que los que ahora son maestros ya no los tienen. Quedan algunos mohicanos, sí, pero la batalla está ya decantada y la vamos a perder.

Desengáñese, García.

 

 

 

 

Emmylou Harris - Bang the drum slowly


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